martes, 15 de diciembre de 2015

MENTALIDAD FILOSÓFICA





MENTALIDAD FILOSÓFICA

Gerardo Barbera
  





En la Cultura Occidental, la filosofía griega nace como la necesidad y la capacidad  de explicarse el mundo y la vida a través del razonamiento lógico. El criterio para determinar la validez del conocimiento se encuentra en las leyes de la Lógica. El profesor Lascaris lo expresa de forma convincente:

Como es conocido, fueron los antiguos griegos de la Jonia, en las cortes del Asia Menor, en la ciudad de Mileto, los primeros en buscar explicaciones racionales, humanas y sensatas a los acontecimientos del cielo y de la Tierra, originando así la Filosofía Occidental, en los siglos VII y VI   Acc. (p. 44)


La filosofía también se entiende como la capacidad especial que tiene el hombre para buscar una visión explicativa del mundo que le rodea con el fin de dar un sentido, o una razón de ser, a su propia existencia. Se convierte en una visión del mundo y del Universo como un todo integrado, es como tratar de encontrar el hilo conductor, o la clave de interpretación de todo cuanto existe y desde esta visión universal, interpretar la esencia misma del ser humano.

 Y en este sentido, desde el comienzo de la historia de la humanidad, todas las culturas poseen un “sistema de pensamiento totalizador” de la realidad, de la sociedad y del hombre. Todas las culturas han tenido, tienen, y tendrán una visión filosófica de la realidad. Aunque en la mayoría de los casos, esta visión explicativa de la realidad no era fruto de una mentalidad filosófica “pura”, sino más bien, era el resultado de una mezcla de religión y filosofía. En su obra, “Introducción a la Filosofía”, Wahl Jean comenta:

Es esencialmente una busca, una persecución del conocimiento, pero de un conocimiento que no es forzoso reducir a la comprensión intelectual. La meta de la filosofía pudiera ser algo más parecido a lo que ha llamado Alexander ‘co-presencia con las cosas’, Whitehead ´prehensión’ y Heidegger ‘ser en el mundo’. (p. 35)


Como punto de partida del análisis de la mentalidad filosófica que nació en Grecia y que marcó el rumbo del pensamiento de la historia de la Cultura Occidental, se tomará en cuenta el momento en que apareció la filosofía como fruto únicamente del razonamiento lógico, como fruto del pensar racional del hombre. Y en este sentido, se ha considerado que el “padre” de la filosofía a Tales de Mileto. Maritain  Jacques afirma:

Grecia es el único pueblo del mundo antiguo donde la sabiduría humana haya encontrado su camino y donde, por efecto de un feliz equilibrio de las facultades del alma, y de un largo esfuerzo por conquistar la medida y la disciplina del espíritu, la razón humana haya llegado a la edad de la fuerza y la madurez. Sólo en Grecia llega la filosofía a poseer existencia autónoma, distinguiéndose explícitamente de la religión (p. 31)

Tales de Mileto fue un personaje que vivió en la antigua Grecia, aproximadamente hacia el año 580 a. C. Fue considerado, en su época, como uno de  “los sietes sabios” del mundo.

Para captar mejor el nacimiento de la filosofía occidental, se hace necesario, tratar de imaginar cómo era el mundo de aquella época, es como colocarnos las “sandalias” de Tales de Mileto, tratar de buscar lo que él buscó, tener sus mismos problemas, entender ese problema, saber cuál era la inquietud fundamental de su vida, para así entrar   en  la profundidad  de su pensamiento. Es el mismo criterio que expresa Joestin   Gaarden:

Debido a que esos filósofos vivieron en otros tiempos, y quizás en una cultura totalmente diferente a la nuestra, resulta a menudo práctico averiguar cuál fue el proyecto de cada uno. Con ello quiero decir que debemos intentar captar qué es lo que ese filósofo tiene tanto interés en resolver. Un filósofo puede interesarse por el origen de las plantas y de los animales. Otro puede querer averiguar si existe un dios o si el ser humano tiene un alma inmortal. Cuando logremos extraer cuál es el proyecto de un determinado filósofo, resultará más fácil seguir su manera de pensar. (p. 36)

En aquella época un “sabio” era muy distinto a lo que en la actualidad entendemos por “sabio”. Los sabios de la antigüedad no tenían nada de académico, no se pasaban el día con un libro entre las manos, tal vez hasta existieron mucho que no sabían leer. Las bibliotecas no eran nada comunes (Los libros se hacía a mano limpia, imaginemos lo que costaría en tiempo hacer una Biblia). Menos podemos pensar que en aquellos tiempos existían laboratorios, o instrumentos de observación. Los sabios se enfrentaban al mundo con las “manos peladas”. El aspecto en que se parecían a los sabios actuales era en el deseo de saber, de enfrentar lo desconocido, de buscar el secreto eterno del Universo.

Tales de Mileto sentía entre sus venas la más profunda admiración ante el mundo que le rodeaba, especialmente por el espectáculo del cielo estrellado, era un astrólogo enamorado del cosmos. Se cuenta de él que cierto día  por estar mirando a las estrellas cayó en un hueco, y una señora le gritó: “eso te pasa por estar mirando hacia arriba sin fijarte donde pisas”. Sin embargo, por estar mirando a las estrellas pudo predecir  el tiempo de una gran cosecha de aceitunas, alquiló todos los depósitos que pudo, y luego los arrendó a los productores, logrando hacer una gran fortuna. Lo importante es que mostró en su vida el ingrediente esencial de todos los filósofos: capacidad de admiración frente al Universo.


La admiración filosófica, en Tales de Mileto, no consistía en una contemplación pasiva, como quien dice: “ ¡Qué hermoso amanecer! “. Se trataba de algo que estaba más allá  del simple disfrute de las bellezas naturales. Era una admiración especial, que comprometía toda la vida del filósofo, algo que lo empujaba a buscar lo que todos los seres tenían en común, algo así como la “semilla” misma del Universo, el elemento que unificaba todo cuanto existía, esa masa con que estaba hecho el universo.

Y de esta admiración surgió la pregunta que ha condicionado la historia filosófica de la Cultura Occidental: ¿Cuál es el argé?, si se prefiere, ¿Cuál es el elemento originario?. O tal vez, como realmente  Tales de Mileto se hizo la pregunta: “¿De qué están hechas las cosas?. Así de sencillo. Guillermo Fraile lo expresa  refiriéndose a Tales de Mileto y de los primeros filósofos griegos:

La gran aventura de Tales y de los primeros filósofos griegos consistió en esa admiración por elementos naturales y fuerzas cósmicas, el agua, aire, fuego, frío, calor, condensación y dilatación, etc. Es decir, que, al buscar el primer principio, el 'arché' de  las cosas, buscaban una realidad ontológica, pero no fuera del Universo. ( p.141)


Lo importante ahora es captar la profundidad de la pregunta y no pensar en las posibles respuestas. ¿De qué estamos hechos nosotros?, ¿El perro?, ¿El maíz?, ¿El sol?, ¿Las piedras?. ¿Todo está hecho de un mismo elemento?, ¿De varios?. Sigamos con Tales de Mileto.

Cuando Tales de Mileto se preguntaba por las cosas, se refería justamente a todo aquello que componía su medio ambiente: las personas, los animales, las plantas, los minerales, la tierra, el mar, los ríos, las estrellas, el aire, las nubes, la comida, los insectos..., la pregunta iba dirigida al mundo natural, a la naturaleza, lo que llamamos, el mundo físico. Por lo tanto, ese elemento tenía que pertenecer al mundo físico.

Sería un error pensar que por la mente de Tales de Mileto existían términos como: Átomo, molécula, energía, electrones, protones, carbono, células; etc. El elemento que él buscaba tenía que ser algo tan natural como su medio ambiente, un elemento que se pudiese observar a simple vista, tocar , contemplar, así era todo el Universo.

 La filosofía comenzó con la búsqueda de un tesoro que estaba escondido ahí mismo, “entre los matorrales”. Ese elemento estaba ahí mismo, pero no se podía ver a simple vista, esto era precisamente lo que causaba admiración, y este es precisamente la tarea del filósofo: buscar lo que está ahí, pero que no se puede ver a simple vista. De ese hecho surge el “Búho” como símbolo del filósofo, él ve en la oscuridad aquello que está oculto.

Nos acercaremos al camino que Tales de Mileto recorrió en búsqueda de su elemento primario. Escogeremos algunas “cosas” del mundo natural: El hombre, una planta, un perro, una piedra, el agua.

Analizando cada uno de estas “cosas”, Tales de Mileto trataba de encontrar el elemento común a todas ellas. La tarea verdaderamente filosófica le empujaba a buscar más allá de la diferencia entre estas cosas, buscaba lo oculto. Y comenzó la reflexión acerca del mundo que le rodeaba. ¿Las plantas?. Si a un árbol se le deja encerrado en una habitación durante treinta días, ¿qué encontraremos? : un árbol seco, convirtiéndose en polvo, dejando de ser lo que era. ¿El hombre?. Si lo encerramos en una prisión y no le damos agua, y lo buscamos después de dos semanas, seguramente estará muerto, secándose poco a poco, dejando de ser lo que era. Lo mismo ocurre con un animal. Todos los seres vivos están “llenos de agua”, sin la cual dejan de ser lo que son. Las nubes son frutos del agua evaporada.

 El agua, agua es. Y si a los minerales los sometemos a altas temperaturas, se derriten, lo que viene a demostrar que en el fondo son líquidos enfriados. De pronto, lo que estaba oculto a la vista se vuelve claro, el elemento originario aparece: El agua. Maritain lo expresa sin rodeos:

De ahí que Tales, por ejemplo (624-546) inspirándose en los antiguos mitos que hacían provenir todas las cosas de las aguas primitivas, y fijándose además, en que las plantas y animales se nutren de humedad y que todo germen viviente es húmedo, declara que el agua es la sustancia única y que permanece  idéntica bajo todas las transformaciones de los cuerpos. (p. 34 )


El haber encontrado en el “agua” el elemento del cual están hechas todas las cosas, se debió a un proceso de razonamiento lógico de lo que observó en el mundo natural. No llegó a esa conclusión basándose en lo escrito en algún libro sagrado, ni llevó a todas esas cosas a un laboratorio para  comprobar su conclusión. Y si alguien le hubiese pedido que le demostrara la veracidad de su conclusión, le bastaría con razonar lógicamente los hechos: Sin el agua todo muere, y el agua está en todas las cosas.

Lo importante no es la respuesta en sí, sino el modo en que la encontró, sirviéndose del razonamiento lógico. De hecho, los filósofos posteriores siguieron haciéndose la misma pregunta acerca del elemento originario de todas las cosas.  Guillermo Fraile sostiene la misma idea:

   Las especulaciones de los primeros filósofos griegos  se iniciaron en torno al hecho de las mutaciones.  Les impresionan los cambios cíclicos de las cosas, la regularidad de los movimientos celestes, el orden y la belleza del cosmos, los fenómenos atmosféricos, la generación y la corrupción de los seres. Pero contra lo que hubiera podido esperarse  en la aurora de la filosofía, su actitud no es de realismo ingenuo y directo, más que las cosas particulares les preocupaba la ‘naturaleza’. No se preguntaban simplemente ‘qué son las cosas’, sino que tratan de penetrar más adelante, inquiriendo de qué está hechas las cosas, cómo se hacen, y cuál es el primer principio de dónde todos provienen. Esto equivale a contraponer el ‘ser’ y el ‘aparecer’, las esencias’ a los ‘fenómenos’, lo cual les lleva a preguntarse si por debajo de las apariencias sensibles existe alguna realidad estable, algún principio  permanente a través de las mutaciones incesantes de las cosas. (p. 138)


Y con razonamientos similares o distintos a los de Tales de Mileto, llegaron a conclusiones muy diferentes: Aire, Tierra, Fuego. Y la que fue más famosa, la combinación de todos los elementos primarios. De ahí nos llega la tradición de los cuatros elementos: Tierra, Aire, Fuego, Agua. Refiriéndose a Empédocles, Joestin Gaarden refuerza la misma idea:

   Empédocles pensaba que la naturaleza tiene en total cuatro elementos o raíces, como él los llama. Llamó a esas cuatros raíces tierra, aire, fuego y agua. Todos los cambios en la naturaleza se deben a que esos cuatro elementos se mezclan y se vuelven a separar (p. 44) 


La mentalidad filosófica fue calando en la Cultura Occidental, hasta convertirse en la manera casi exclusiva de hacer “ciencia”, y de construir desde su lógica racional toda una visión del hombre: animal racional. La razón era el elemento esencial del ser humano. Desde esta visión se organizó todo el Universo, cuya característica principal era el “orden natural”, un orden lógico. La sociedad estaba organizada según la lógica, en donde los más racionales, los más sabios, deberían gobernar. Si existía algún desorden social, se debía a la falta de sabiduría de sus gobernantes. Y el hombre ideal era el que se dedicaba a la “ciencia”, a la sabiduría. Así estaban las cosas hasta que... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario