domingo, 20 de marzo de 2016

AQUELLA TARDE





AQUELLA TARDE


Gerardo Barbera






¡Dios mío, el tiempo, cómo pasa!



¿Recuerdas aquella calle?
¡Aquellas casas de flores rojas!
¡La tierra amarillenta!
Tú eras una niña
y mis ojos de niño te miraban
¡Ya somos viejos!
¡Qué horror!



La calle se ha ido
No sobreviven aquellas flores,
ni el señor de ojos tristes,
ni el abasto de Antonio,
el de los caramelos de coco.
Ya no hay niños en la calle,
Sólo autos estacionados,
¡hace calor!
¿qué será de la Señora rara?,
La que hablaba con los muertos.



¡Te acuerdas, esposa mía?
La calle bañada de niños
y los muchachos de la cuadra,
mis amigos de entonces.
Todos se han ido.
Sólo me quedas tú,
Sólo te quedo yo,
A veces te veo llorar.



¡Dios mío, el tiempo, cómo pasa!




lunes, 14 de marzo de 2016

EL PROBLEMA FILOSÓFICO COMO OPCIÓN EXISTENCIAL



El Problema Filosófico como opción existencial

Gerardo Barbera




*
A lo largo de la  historia de la filosofía occidental se ha entendido la tarea filosófica de dos modos distintos, que pueden ser complementarios entre sí cuando la opción existencial va en el mismo sentido. Pero,  si se toma una perspectiva de modo radical, entonces, ambas maneras de entender  la tarea filosófica serían irreconciliables.  Sucede pues, que la filosofía puede ser concebida como saber sistemático, eminentemente racional, disciplinado, o como un modo de vivir según el saber racional alcanzado. De hecho, generalmente, se ha considerado filósofo a la persona que posee un saber especial, y vive de modo especial en coherencia con su pensamiento. Al respecto, Hessen (1978) expone lo siguiente, cuando existe separación entre vida y pensamiento:
“Al primero de estos elementos  lo distinguimos con la expresión “concepción del yo”; al segundo lo llamaremos “concepción del universo”. La historia nos ha probado que existe una constante oposición entre los dos elementos. A veces sobresale uno, a veces el otro; y cuanto más se eleva uno, más desciende proporcionalmente, el otro. Pero esto prueba ampliamente que  los dos elementos  pertenecen a su concepto esencial” (p. 13)

En resumidas cuentas, la filosofía entendida como un saber especial, racional, y  la filosofía entendida como un modo de vida especial, son  dos maneras de entenderla, que han alternado y a veces han convivido. En efecto, en su mismo origen griego, la filosofía surgió como una forma distinta de entender el mundo, desde la racionalidad, desde la explicación del porqué del universo.  También surgió como una escuela de vida, según  los principios de la misma filosofía racional.
Lo ideal sería que la filosofía sea ambas cosas para los filósofos, un saber especial y una forma de vida según los principios filosóficos. Este sería la aproximación al concepto de filosofía occidental: un saber racional y una vida fundada en ese saber. Dicho de otro modo, ambas dimensiones de la filosofía son verdaderas y se complementan. Finalmente, ambas dimensiones son inseparables cuando el problema es el sentido de la vida, cuando la filosofía se hace existencia personal y comunitaria.
En este sentido, Marías (1967) opina lo siguiente: “Hay una indudable implicación en los dos modos de entender la filosofía. El problema de su articulación es, en buena parte, el problema filosófico mismo. Pero podemos comprender que ambas  dimensiones son inseparables, y de hecho nunca se han dado totalmente desligadas” (p.1). Por consiguiente, la filosofía se presenta como un saber explicativo  y como una forma de vida fundamentada en ese saber.

En efecto, la filosofía se presenta como el saber que fundamenta el sentido de la vida personal y comunitaria desde un horizonte espiritual, verdaderamente humano.
Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza del saber filosófico? Las ciencias particulares, como la matemática, la física, la biología,  las ciencias sociales, entre otras, pretender dar un conocimiento objetivo y exacto de una parcialidad de la realidad, que pueda ser sometida  al método experimental, con la finalidad de expresar resultados matemáticos de los hechos que estudian. Es por ello, que Rosales (1996) afirma lo siguiente: “Como modelo del conocimiento, la matemática ha inspirado a la razón a extender el conocimiento sin reconocer sus propios límites. Su certeza apodíctica y su poder deductivo han sido atributos de conocimiento verdadero” (p.251). Sin duda,  la filosofía  plantea el problema del conocimiento más allá de la concepción científica del mismo. La vida no es un teorema matemático.
Debe señalarse, que la filosofía occidental  se presenta como la sabiduría, o el saber por excelencia, por encima de cualquier otro tipo de conocimiento, ya que su objeto de estudio está conformado por el ser del hombre, el ser del universo, y el ser Absoluto. Dicho de otro modo, la filosofía se plantea dos grandes áreas: la ontología, o el estudio del ente en cuanto ente, y la metafísica que abarca lo trascendente al ente y fundamento último de la existencia del mismo. El ente es la cosa, la metafísica es lo espiritual.

Ahora bien, estas dos grandes áreas del saber filosófico tenían su razón de ser en cuanto se convertían en principios de vida del  filósofo. En este sentido, Reyes (1992) comenta:
“Los antiguos practicaron la costumbre de vivir tal y como enseñaron, despreciando al mundo y manteniéndose alejado de él. Su objeto de conocimiento no fue otro que el de llegar a comprender el universo. Vivían exclusivamente para su concepción filosófica, sin dejarse arrastrar a otras cosas que no fuesen del interés de su pensamiento” (p.98)
Por consiguiente, cuando en la filosofía se habla de “modo de vida”, se trata de una vida fundamentada en el conocimiento filosófico, una vida teorética, que consiste en el esfuerzo constante por encontrar el sentido de la vida desde las razones filosóficas, que no se reducen a la comprensión intelectual. Lo racional trasciende lo meramente lógico e intelectual. Al respecto,  Whal (1988)  opina lo siguiente:

“La filosofía es esencialmente una búsqueda, una persecución del conocimiento, pero de un conocimiento que no es forzoso reducir a la comprensión intelectual. La meta de la filosofía pudiera ser algo más parecido a lo que ha llamado Alexander “co-presencia con las cosas”, Whitehead “prehensión” y Heidegger “ser en el mundo”. (p.35)

Sin embargo, se hace necesario precisar algunos elementos acerca de la definición de filosofía; en este sentido,  cabe señalar, que el término “filosofía” deriva del griego  y quiere decir amor a la sabiduría; en otras palabras, deseo de saber. Por esto,  Maritain (1978), refiriéndose  a la noción de  filosofía que proviene de la etimología misma de la palabra, señala lo siguiente:
“Los filósofos se llamaban antiguamente sabios. Fue Pitágoras quien,  fijándose en la sabiduría conveniente sólo a Dios, y queriendo, por consiguiente, ser llamado no sabio, sino amigo de la sabiduría, propuso el primero la palabra filosofía. No es una sabiduría infusa que se dé al hombre como una luz sobrehumana; tampoco es una luz espontánea e irreflexiva, una sabiduría que posea el hombre como un puro instinto de la naturaleza” (p.9)
De esta manera, la filosofía plantea la sabiduría esencial del hombre, el conocimiento que conviene al hombre  como consecuencia de su esfuerzo y de trabajo constante y perenne en busca de la verdad, de su razón de existencia trascendental, más allá de lo biológico.
De este modo, se puede definir la esencia de la filosofía, como un proceso sistemático de autorreflexión del pensamiento sobre el sentido de la vida, acerca de la naturaleza ontológica del universo, y sobre la posibilidad de lo Trascendente como sentido de la vida. Al respecto, Hessen (1978)  define  la filosofía del modo siguiente:
“La filosofía es un esfuerzo del pensamiento humano por lograr una concepción del universo mediante la autorreflexión de sus funciones valorativas teóricas y prácticas” (p.14).
Sin embargo, se aclara que la dificultad del estudio de la filosofía comienza por su misma definición, ya que la misma responde a la historia de vida personal y comunitaria del filósofo.
De hecho, en la cultura occidental no existe una sola definición de filosofía, ni una definición que se pueda llamar “la más completa”. En efecto, a lo largo de la historia del pensamiento occidental han surgido infinidades de definiciones en cuanto a la filosofía. En este sentido, Iriarte (1953) presenta un conjunto de definiciones de filosofía:
“Para ir declarando lo que es filosofía,  entresaco algunas de las definiciones dichas:
Platón la define: Conocimiento del verdadero ser o de las Ideas.
Aristóteles: Ciencia general del ser—Ciencia de la verdad.
Epicuro: Aspiración racional a la felicidad.
Séneca: Amor y anhelo de la sabiduría.
Cicerón: Conocimiento de las cosas divinas y humanas,  de las causas y principios de las cosas.
Escoto: Consideración del ser en cuanto ser, esto es, de las cosas en su quididad.
Bacón: Comprender y dividir  las nociones extraídas de las cosas según la ley de la naturaleza y las evidencias de las mismas cosas.
Locke: Conocimiento verdadero de las cosas.
Berkerley: Estudio de la sabiduría y de la verdad.
Kant: Ciencia de los altos conceptos del saber y del obrar.
Fichte: Cognición de la cognición total.
Hegel: Consideración intelectual de los objetos – Ciencia del Absoluto.
Cousin: El culto a las ideas.
Krause: La visión integral del ser y de la vida alcanzada en su más alto principio por medio de la razón… (p. 64)
Finalmente, en cuanto al concepto de filosofía, generalmente se trata de un sistema de pensamiento racional, que pretende dar respuestas al ser del hombre, a la naturaleza del universo y a la posibilidad de existencia de lo trascendental. 
De allí pues, que el concepto o la definición que se tenga de la filosofía, condiciona el contenido de la enseñanza de la misma, por lo menos, la perspectiva desde la cual se enfoca los contenidos de las asignaturas del área de la filosofía.
 No se trata, por tanto, de  un área del saber  donde todos enseñan el contenido desde una visión homogénea, se trata de un área del saber que tienen que ver con la conciencia misma del investigador, en cuanto a su concepción de persona, de mundo y de Dios.   Es decir, la filosofía es trascendente o inmanente antes de hacerse a sí misma.  La opción existencial siempre es anterior y responde a razones de vida. La opción ante la existencia de Dios es anterior a la propuesta filosófica.