jueves, 31 de diciembre de 2015

FRENTE AL MAR






 FRENTE AL MAR

Gerardo Barbera



Aquí estoy,
frente a la vida,
como luz escapada
del río universal.

Miro hacia el horizonte,
el azul me atrae,
es hermosa la canción celestial
de las olas.

Una gaviota se une al sol,
mientras el sabor
de las aguas
me llena el alma.

Aquí estoy,
frente a Ti,
Señor, Padre, Creador...,
y el mundo
se hace  oración.

El brillo celestial...,
me habla de Ti,
el silencio infinito...,
me habla de Ti.
Y el amor de mi esposa...,
es la flor soñada
que nació de tu Amor.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA CONCIENCIA CREADORA





10. La Conciencia creadora

Gerardo Barbera




El hombre es racional. Esta racionalidad que nace en la esencia de la intimidad, se hace  exterioridad concreta a través de lo creado. La capacidad de crear nos revela como humanos. Nada tiene que ver con la situación social o política del hombre. La creación nos hace personas, verdaderamente seres humanos. Y a esta condición no se puede renunciar.
 La manifestación constante del acto creativo constituye  el eje central de la historia de la humanidad. Es desde el inicio de la creación íntima, como proyección del ser antropológico, cuando nace el hombre en cuanto tal. El hombre se distingue por su capacidad de crear dentro de sus posibilidades antropológicas. Todo lo que el hombre ha creado es creación de la humanidad.
La conciencia de sí en la intimidad es el secreto y la esencia del ser del hombre y la clave verdadera de interpretación del devenir histórico de la humanidad, que pretenda ser coherente, aunque no se  trate de una ley objetiva con sentido pleno de la historia, cosa que no existe, al menos que se pretenda insistir en lo absurdo de la realidad del discurso acostumbrado hasta el momento, presentado por la mayoría de los filósofos, sin caer en la negación más absurda del verdadero y único ser del hombre.
La creación en y desde la racionalidad no es una opción, una preferencia, ni un modo de hacer filosofía, ni siquiera se trata de una ”vocación especial”, se trata de considerar lo dado como el punto de partida, sin importar, en un primer  momento de su ser en sí, en cuanto es independiente o dependiente de la racionalidad que lo conoce.
El hombre nunca puede optar por la no-creación, está condenado a crear, en esto consiste la existencia. No tiene nada que ver con lo que piensa de sí mismo, ni con la filosofía que haya desarrollado. Más allá de lo que se pueda entender antropológicamente, el hombre es creación en sí mismo. Y toda creación desde la intimidad es creación de sí mismo. Y toda creación desde la racionalidad es manifestación íntima.
Se podría decir que el hombre siempre ha jugado con las sensaciones desde la oscuridad de su cuarto, en donde los estímulos externos serían lo extraño, lo ajeno, el estímulo que llega, lo recibido;  el material con el cual fabrica su propio diario de vida.
La existencia es la creación definitiva de la racionalidad íntima, es transcendencia dialéctica de lo íntimo hacia lo desconocido por esencia, y dialéctica inmanente desde lo recibido. Así se define la libertad del ser humano, como algo insólito. Se trata de la biografía de un “yo” que se sabe intimidad en su nacimiento y en la muerte. La racionalidad íntima es el puente entre ambos momentos. La biografía del “yo” en su movimiento racional entre la vida y la muerte que  entendida y explicada por la conciencia, se presenta como lo no explicable por la racionalidad.
En el plano del conocimiento, la gallina conoce, el hombre racionaliza y  crea, es realmente humano en el crear y no en el simple contemplar. No se trata de descubrir “el sumo bien”, ni siquiera en el mirar eternamente unas divinidades. La creación es la actividad humana por excelencia. No se trata de reaccionar, sino de inventar. La Historia es un invento de la raza humana, en donde cada cual aporta su grano de arena.
El hombre queda definido como la intimidad racional, que se  nutre de la exterioridad, con lo extraño, con el estímulo, que de pronto se convierte en lo exterior, interpretado e histórico, en dato objetivo, en lo innegable, en lo íntimo que se vuelve en dato ajeno al sujeto. Pero lo extraño se convierte en intimidad interpretada  y en dialéctica cognitiva. Lo íntimo, la racionalidad hecha lógica, en cuanto al saber, se convierte en nueva realidad extraña y distinta a lo interpretado en la conciencia íntima.
La cultura, lo histórico, lo supuestamente objetivo se reduce al capricho de la conciencia: en pirámides egipcias, la astrología, la computación, la medicina, la ciencia. Todo es producto del capricho de la conciencia. Toda la obra de la humanidad es el producto del niño que juega con su “lego”. Pero con tal poder que  lo íntimo pierde su color y aparece el engaño de lo “objetivo”.
El poder de la intimidad se hace una sola realidad con lo extraño, con lo exterior, hasta negar su propia esencia. La intimidad se convence de su propia muerte o superación, y convierte lo subjetivo en objetividad pura. La pirámide más perfecta es un juego de la conciencia, subjetividad en sí misma. La cultura es producto de la intimidad de la conciencia. Y la objetividad de lo creado no deja de ser una leyenda gnoseológica.
Desde la dimensión existencial, el hombre es un proyecto creado desde su propia intimidad racional. La vida, en cuanto búsqueda de sentido es la máxima creación de la conciencia. El empeño de convertir la muerte en vida es la racionalización íntima y verdaderamente humana.
 La dialéctica de esta lucha por el sentido consiste en pasar de o lógico a lo ontológico, en su misma intimidad, para luego ser proyectado como ontología racionalizada e interpretada, que regresa a la intimidad, con su carga de logicidad, para ser nuevamente racionalizado, repitiéndose el movimiento perennemente hasta que la muerte  deja de ser un hecho ontológico y se transforma en un problema metafísico.
La vida humana es racionalidad íntima en sí, que existe sin ser objeto del conocimiento, sino como fundamento del mismo. La vida es el dato único que posibilita la racionalidad, que la interpreta como tal, haciéndose esencia de la vida. La vida es la posibilidad y  límite de la racionalidad, su única posibilidad de ser y el fin último de su creación.
La muerte se enfrenta como lo extraño, ajeno a la vida y a la racionalidad íntima. La muerte es lo único que altera a la racionalidad íntima y produce la reacción de negar la esencia mortal de la misma racionalidad. Somos racionalidad íntima que deja de ser constantemente. Vida y muerte en un torbellino dialéctico. Simplemente vida esencialmente finita.
La racionalidad íntima se vive y se manifiesta como necesidad constante de trascendencia de la propia finitud, como la transformación del hombre en un ser superior a la muerte, que transforma desde la intimidad los signos de muerte en posibilidades metafísicas de vida.
Y paradójicamente, como resultado histórico y cultural, la subjetividad interpreta su próxima muerte en vida trascendental, con una mezcla de supuesta objetividad y metafísica, hasta llegar a proponer una vida objetiva más allá de la conciencia, sin salir de su propia subjetividad.
 Se trata a la muerte como un problema que puede ser transcendido en la intimidad de la conciencia, y como ese paso se da en lo más subjetivo de la realidad lógica, se interpreta como una realidad objetiva. Sin embargo, la conciencia íntima intuye su propio engaño. De ahí la necesidad de hacer objetiva la fe en la existencia de sus anhelos.
Convertir el simple deseo en ciencia, en conocimiento verdadero y objetivo ha sido la creación más sublime del hombre, se trata de un logro superior a la construcción de cualquier pirámide o de la computadora más perfecta.
 Toda la huella cultural de la humanidad a lo largo de historia se reduce al deseo de infinito, o de convertir la inmortalidad en un dato verdadero, objetivo y dogmático. Se ha tratado de convertir la sed en agua fresca y cristalina.
Este poder que posee la racionalidad de convencerse a sí misma de la objetividad de su creación, responde a una necesidad vital y esencial que define y condiciona el sentido de la existencia de la humanidad, que se convierten una tarea dialéctica y  trascendental, que se hace realidad en la cultura y en la historia de la humanidad.
Este movimiento dialéctico de la racionalidad íntima, en donde el anhelo se convierte en realidad objetiva, define el en-sí de la misma conciencia en cuanto realidad íntima que se transforma constantemente en creadora de la “humanidad”, sin salir de sus propios límites, de su propio encierro, teniendo que conformarse con tantear dentro de sí misma lo eternamente extraño y ajeno, la realidad ontológica.
La intimidad es la esencia de la racionalidad. Ahí se encuentra su virtud y su límite, en la imposibilidad de contacto directo con lo externo. El hombre es soledad radical. De ahí que más que conocer la realidad, la interpreta y le da sentido. En cuanto a ser hombre, no se tiene otra posibilidad. Nunca se ha leído a la realidad, no existe posibilidad alguna de lectura, estamos condenados a ser intérpretes, y creadores en esencia, desde el nacimiento hasta la muerte.
 La realidad objetiva permanece en la oscuridad más profunda. El hombre camina con sus manos extendidas y temblorosas, palpando lo desconocido y jactándose de ser el dueño de la luz y el ángel elegido para la inmortalidad. Las sombras son la única realidad objetiva con que cuenta el hombre.
Sólo se puede ser “Demiurgos” desde las sombras y crear la historia desde ahí. En esto consiste la libertad: dar sentido y luz desde la racionalidad íntima, contando solamente con un mundo de sombras que brinda dos datos reales, que no son objetos del conocimiento lógico, sino del sufrimiento de la conciencia intima: vida y muerte.
Toda la creación de la racionalidad íntima parte de la dialéctica de vida y muerte. Y toda la humanidad se mantiene atrapada en esta paradoja. La vida se entiende como el anhelo de no morir mientras se espera la muerte.
La vida humana se transforma en la esperanza frente a la angustia de la conciencia de la muerte como fin del proyecto y el sentido de la existencia. La vida consiste en mantener la esperanza frente a su misma negación: el absurdo del sentido de la vida del hombre. El sentido de la vida consiste en tener esperanza de triunfar sobre la muerte. El sentido y el absurdo coinciden en la intimidad de la conciencia.



martes, 29 de diciembre de 2015

RENACER



RENACER


Gerardo Barbera






*
Allá afuera, del otro lado de la mirada,
se puede escuchar un leve silencio,
como si de pronto se arrastrara algún lamento
perdido, que sólo yo puedo escuchar.
Sé que los seres de la noche viven,
están en todas las paredes,
son esas manchas de ojos negros,
la cucaracha que camina debajo de la cama,
el ratón que nunca muere,
tu nombre pronunciado por el viento,
el terror que no te deja dormir,
los dos toques en la puerta,
el olor a humo en el baño,
el perro ladrando a lo lejos,
todas las voces a la vez.

**

Hace muchos días que no salgo de mi piel,
pienso que nunca he salido al mundo,
duermo  todo el día,
miro la pantalla virtual,
¡Por cierto, cuándo llamará alguien!
Estoy totalmente ausente,
soy el canto de los peces bajo el agua,
lo inexistente, ¡tengo hambre!
En mi habitación hay suficiente enlatados,
agua potable, no necesito más,
aquí seguiré durmiendo a placer,
nada importa que me crean muerto.

***

Ya he robado la esencia del caracol,
o tal vez el de la tortuga.
Me doy cuenta de que ha llegado el anochecer,
las luces desaparecen debajo de la puerta,
algo de arena fina cae en mi cama,
como si estuviesen rezando en el techo,
sobre el cristal, los insectos escriben frases
que no llegan a mi mente,
puedo estirar las piernas con facilidad,
antes estaba muy apretado, incómodo,
ahora, hasta puedo voltear el rostro,
tocar con los dedos la suavidad de la madera,
me alegra el total silencio,
ni siquiera me estorba el brillo de las estrellas,
¡Cuánto tiempo llevo acostado!
No tengo idea,
cuando yo sea sutil, energía,
sin nada de este cuerpo,
podré salir al mundo,
subiré como el aliento vital,
buscaré el parto inocente,
entraré lentamente
en la sangre del recién nacido,
sé que todo olvidaré
¡Mejor! ¡A quién le importa! 


LA ETERNA LEY DE LA ESCLAVITUD




9. La ley eterna de la esclavitud
 Gerardo Barbera


Según el paradigma del dominio de la cultura griega, solamente el hombre sumergido en el torbellino de las necesidades corporales puede sentir rebeldía ante las leyes divinas. El rebelde lo es por su animalidad, por su poco desarrollo espiritual. Todos los cambios revolucionarios que se han dado han sido a favor de los elegidos. Y llevado a cabo por elegidos que han evolucionados la forma de ser siempre fieles a las leyes divinas que marcan el rumbo de la humanidad.
Todo lo negativo, que se oponga al desarrollo de la humanidad debe morir. La rebeldía es animal. La sumisión, la obediencia al orden ha sido la clave del verdadero camino. La “Hermandad Blanca” se impone. La Libertad, La Fraternidad y La Igualdad nunca fueron para el esclavo, solamente para los nuevos elegidos y más evolucionados en su capacidad de dominio que la clase social anterior. Solamente los amos fueron “hermanos”.
Es posible creer que la realidad en sí, la verdadera Ontología ha sido despreciada o ignorada. Y así las sombras se han convertido en luces, en la mayor creación de la claridad de la cultura occidental. El absurdo mortal, la cultura de dominación y de muerte, la real “contra razón” se ha colocado como el punto de partida de los distintos sistemas filosóficos y políticos.
Lo que tal vez ha sido abarcado con muy poca profundidad en la cultura occidental ha sido el análisis del ser en sí, en cuanto es posible al conocimiento humano. Lo dado en la conciencia se ha tomado como lo real, como lo ontológico, si se quiere, como el dato objetivo del cual se debe partir para ser sabios y construir y justificar el orden político. Sin saber en realidad lo que es el ser y lo que es el hombre. La Política pudo haberse basado en lo que no es el ser y en lo que no es el hombre, de ahí su fruto:  la ideología de la muerte.
No darse cuenta, no tener la capacidad histórica de captar la realidad, no conocer la mismisidad del hombre en cuanto tal, sino conformarse con lo impuesto, se ha convertido en la condición esencial del saber en sí mismo, al punto de no poder encontrar alternativas al paradigma de la filosofía griega.
Por lo tanto, la reflexión de lo que realmente se puede conocer llevaría a la reflexión de lo que realmente es el ser y de lo que realmente es el hombre en sí. La Filosofía sería amor a la sabiduría o al verdadero conocimiento. Se tendría que levantar la cortina política que siempre ha velado al verdadero conocimiento. Se trata de ser humildes, en cuanto a lo que se es en realidad, y tal vez, la Política llegue a ser el ejercicio de la justicia.
La Filosofía nunca es neutra, o es real, o es alienante. El conocer establece la relación entre el ser y el hombre, o es simplemente una ilusión. No hay alternativas.
Puede ser que se hayan confundido las sombras con la verdadera luz.  Nunca se ha aceptado que la realidad “objetiva” ha sido siempre subjetiva, sin otra posibilidad. Y como el saber ha sido cómplice del poder, las sombras han sido la única luz real, física y metafísica.
El error pudo haberse convertido en la piedra angular del pensamiento filosófico y en justificación de la verdadera animalidad de la historia, hasta llegar al absurdo de pensar que la esclavitud, o trama de la muerte de los más débiles es una ley divina proclamada por el Destino, dios de todos los dioses, verdadero príncipe de las sombras eternas.
¡Dios ha muerto! Se hizo sinónimo eterno, esencial, perenne de la muerte del esclavo. El futuro lógico de la humanidad, en verdadera lógica coherente es el guerrero, enemigo de lo débil. ¡Dios ha muerto! El esclavo también. Sin embargo, nunca podrá haber guerrero, “superhombre”, sin esclavitud.
Desde la cultura del engaño ontológico se ha interpretado la muerte del débil como signo del progreso de la humanidad. Lo que se diga al favor del débil siempre suena a poesía inspirada en la culpabilidad, o a refritos de añoranzas de falsas libertades. Sin saber que el engaño pudo haberse convertido en la mayor fortaleza de la cultura occidental. Y no se tiene la capacidad de salir de la ilusión por simple conveniencia política. Lo diferente al engaño debe morir desde la raíz, en honor a la “justicia”.
En la conquista de la razón, el sentido de la vida se ha transformado  en el discurso de la racionalidad  aristotélica, el único punto de partida de la reflexión y la base absoluta del verdadero saber, en donde la palabra “misterio” carece de sentido, logrando una sabiduría donde la mayor oscuridad es el hombre mismo. Sin embargo, el conocimiento se ha considerado como un logro objetivo de la manera más dogmática posible. La capacidad de la objetividad del conocimiento humano nunca ha sido puesta en duda realmente.
Y en la búsqueda de la verdad, en la discusión sobre el sentido de la vida, la objetividad ha dominado, aunque la sombra del absurdo siempre ha estado presente de manera incoherente. Si el conocimiento es objetivo, la realidad social también lo es. Y es así como realmente se ha vivido la Política, como la ciencia más objetiva que el hombre haya alcanzado, hasta con fundamentos eternos y metafísicos.
¿Qué existe más absurdo que un rancho lleno de miseria?. Sin embargo, toda la realidad es consecuencia del orden universal, de la ley del Destino. Se ha convertido lo absurdo, la muerte sistemática del esclavo en un conocimiento objetivo en cuanto es una necesidad  del orden universal. Probablemente, la realidad en cuanto es en sí ha escapado a la filosofía occidental. Probablemente no es tan cierto que la miseria de la mayoría sea el deseo de la conciencia universal. Algo puede estar fallando.     




lunes, 28 de diciembre de 2015

ORACIÓN AL AMMANECER


ORACIÓN AL AMANECER

Gerardo Barbera






 Dios Padre, escúchame en silencio,
te doy gracias por este amanecer,
que mis ojos puedan ver tus maravillas
y mi corazón sentir la presencia de tu Espíritu,
Dios Padre, me has dado la vida,
haz que a cada momento aprenda a vivir,
compartir con todos una mano amiga,
quiero hablar del aroma del rocío,
del canto de las olas,
del color de las flores.
Quiero esconderme en algún rincón para orar,
Y leer algún salmo, sonreír,
Y lleno de tu Espíritu…ir a trabajar.

Hoy quiero llegar a casa bañado de tu Luz,
decir a todos que Tú nos amas,
que la esperanza brota de tu Amor,
que el Espíritu Santo nos da la vida,
que Jesús nos da la Salvación…,
Dios Padre, danos a todo de esa Vida,
De esa agua eterna…,
danos para siempre tu Bendición.




LA POLÍTICA DEL AMO





8. La Política del Amo
 Gerardo Barbera



De tal manera, que en pocas reencarnaciones, el esclavo, el débil, el marginal, llegaría  a ser como el amo que lo explota y domina. Se trata de tener un poco de paciencia para luego sentarse en el banquete. La vida consiste, ahora y por siempre en ser esclavo o amo. No hay más alternativa posible. Es el destino de la raza humana. Es la verdadera ley del materialismo histórico. La moral del guerrero. La genealogía de la moral del hombre débil. Todas las propuestas sociales nacen y mueren en la dialéctica infinita del esclavo y del amo. Por lo menos, eso es lo que hasta ahora han afirmado todos los filósofos de cualquier lado, derecha, izquierda, no alineados, libres pensadores.
 De esta forma, desde una filosofía “del alma y del sufrimiento”, distinta a la racional, el amo sigue siendo dueño del esclavo por toda la eternidad. Al pobre solamente le ha quedado la esperanza de las futuras reencarnaciones para convertirse en amo, y así ser feliz, dentro de lo posible, siendo dueño los futuros esclavos.
Tal vez, en una sociedad como la actual, que se manifiesta por lo menos, en la superficie como materialista y consumista, los fundamentos metafísicos y transcendentales suelen ser negados, en nombre de una objetividad inmanente. Sin embargo, más allá de lo aparente, más allá del discurso, el orden metafísico es el dominante.
Todo el orden actual de la vida social, en donde existen pocos amos y muchos esclavos, sigue siendo justificada desde lo metafísico, como proyección del paradigma griego, muy pocas cosas han cambiado, solamente el estilo, pero la esencia es la misma. No puede existir ninguna política sin dioses, o sin justificación divina y nuestra época no es la excepción, todo sigue igual.
Una política sin dioses no era real. Y la herencia es actual y permanente. La realidad de las relaciones sociales se mantiene en cuanto respondan a leyes universales religiosas, filosóficas o de “nuevas eras”. ¿A cuenta de qué existen países del “tercer mundo”? El orden es el mismo de los griegos, “nosotros y los bárbaros”. Y el dios es el Destino, la ley universal, o cualquier otro nombre. Hasta la misma “muerte de Dios” es un dios sustituto.
Pero en el orden ontológico se ha dado la mayor de las tragedias. La pretensión de la racionalidad, la apariencia, el deseo delirante, la sombra, la locura, la ilusión, la imaginación y el engaño de los griegos se ha convertido en el fundamento de la realidad social. Hasta el punto de que la creación filosófica ha sido sierva de la Política. Al punto de que es la Política y sus leyes de dominación la que se ha convertido en criterio de la verdad física y metafísica. Todo el conocimiento, independientemente de las intenciones de los diferentes autores, ha servidos siempre y para siempre a los mismos amos y ha  mantenido en la esclavitud a los mismos bárbaros.
La convicción de que la realidad social de injusticia responde a leyes divinas es tan existencial, que lo “metafísico” es más objetivo que lo realmente físico. Es decir, de lo lógico se saltó a lo metafísico, ignorando el verdadero orden ontológico, para favorecer, con o sin intención, la dimensión política.
De hecho, los avances en el conocimiento científico han surgido gracias a las dudas en el orden de las leyes físicas, pero nunca se ha dudado realmente del orden metafísico, cuando mucho se le ha cambiado de nombre a las mismas leyes, pero poco o nada se ha avanzado desde Aristóteles hasta nuestros días.
De tal manera, que se puede dudar de cualquier conocimiento alcanzado dentro del campo de la ciencia, en cualquiera de sus ramas o dimensiones del saber, pero nadie dudará jamás de la existencia del bárbaro, y por lo tanto, del amo. Imaginarse un mundo en donde todos realmente seamos iguales, causa risa. Ya que lo natural, lo divino, lo metafísico, lo más evidente que cualquier dato objetivo de la ciencia que sea, es que los hombres son diferentes, y nadie es culpable de esa diferencia.
Solamente el casi animal, el poco evolucionado, no es capaz de aceptar el orden del universo. ¡Qué culpa tiene el tiburón de estar destinado a alimentarse de los peces pequeños!. Es una ley natural y divina. De la misma manera, como se presenta en el orden del reino animal la superioridad de unos que están destinados a vivir de la sangre de los otros, así ocurre con los seres humanos en el orden social, pero con la diferencia, de que los hombres evolucionan a través de reencarnaciones y logran hacerse tiburones en el futuro. Nadie tiene la culpa de que existan peces grandes y peces pequeños. La conciencia universal es la sabiduría inscrita en el alma del hombre sabio.


domingo, 27 de diciembre de 2015

LA VIDASUFRIENTE




7. La Vida Sufriente
Gerardo Barbera

El alma del ser humano se concibe, desde estas posturas filosóficas, como la esencia misma de la naturaleza del hombre, como la causa metafísica de la racionalidad, como el fundamento de la racionalidad entendida como producto del desarrollo del alma. El nivel de racionalidad manifiesta el  desarrollo del alma. De tal manera, que es el alma la fuente de todo conocimiento humano, aunque también es un alma sufriente, de carácter existencial.
El hombre  es un ser sufrido por esencia y se desarrolla en lo espiritual, en la misma medida en que logra progresar en conocimiento y cultura. Sufrir y conocer se convierten en actividades del alma divina y universal de todo ser humano, cuyo premio evolutivo y espiritual se capta en cuanto logra desprenderse de las necesidades de su cárcel corporal a la que ha sido condenado.
Ser persona consiste en saber negar la dimensión corporal, en escapar de todo lo material con lo que se identifica el cuerpo, con la intención de favorecer el crecimiento espiritual, o el conocimiento y vivencia de las realidades espirituales, que conforman lo metafísico  en estado puro.
Se sufre para conocer lo verdadero, lo que no es apariencia, lo espiritual. El hombre sabio, el verdadero hombre, el que por ley universal y transcendental goza del privilegio del saber es aquel que está destinado a la búsqueda de la verdad y rechaza toda tarea física. El animal trabaja, el hombre conoce.
Si la existencia consiste en trabajar sin descanso, se parece a la vida de una hormiga. Se vive para producir lo necesario para que otros puedan dedicarse a la búsqueda de la verdad divina. Si la vida la puedes dedicar a la ciencia verdadera, los dioses te han beneficiado, porque en vidas anteriores superaste vivir como las hormigas. Así se mantiene el orden y el equilibrio universal, se trata de una ley metafísica impuesta por el Destino.
De esta manera, al reconocer el sufrimiento como  manifestación del alma que busca el saber, a través de la superación de lo corporal, que generalmente se manifiesta en una existencia llena de desgracias, se convierte en sentido y justificación de la vida plena, que solamente el sabio logra superar adecuadamente reduciendo el mal a la apariencia del ser, que siempre es bueno en sí, desde su intimidad metafísica.
 Se trata de un camino dialéctico y lógico, que pasa de lo físico a lo ontológico. Y de lo ontológico a su verdadera realidad metafísica. O si se prefiere vida animal, vida racional, vida espiritual.
Desde los verdaderos anhelos del saber, se llega a la negación absoluta de lo inmanente, que se reduce a lo aparente, a lo que no es en sí, sino en cuanto es sombra, o “potencia” de lo que es en sí el ser, en cuanto que ser metafísico, y por ende verdadero y “sumo bien”. Se desprecia cualquier síntoma corporal o animal, en aras de lo espiritual, la perfección del alma, que es la esencia eterna del hombre espiritual.
El hombre es un pasajero que va de menos a más. El apego o el desapego a lo corporal, el deseo del verdadero saber, de lo espiritual, indican el grado de perfección que se posee en la vida concreta.
La vida cotidiana se convierte en una prueba, que puede ser superada en el momento de morir. La muerte se espera como el momento de evaluación de la existencia, en donde se determina el grado de vida espiritual alcanzado a lo largo de la vida. Si se ha llevado con dignidad la carga de sufrimiento y se ha logrado despreciar los sufrimientos corporales, en virtud de logros espirituales, seremos premiados con nacer en la próxima vida dentro de una clase social un poco más aventajada por los dioses.
Resulta que la felicidad, fuente de la misma ética individual y social, en cuanto causa final de la existencia, se transforma en una dimensión que transciende lo material y corporal, lejos del espacio y del tiempo, como recompensa de la vida virtuosa, que solamente se alcanza después de muchas reencarnaciones, y tal vez fuera de este mundo. Pobres y ricos  están unidos en el sufrimiento de la vida corporal.
El sufrimiento en todas sus dimensiones, el anhelo de la libertad nunca alcanzada, la felicidad cada vez más lejana, la pobreza, la miseria, el mal, la enfermedad, las guerras, etc., no son motivos de rebeldías, sino síntomas de un despertar cada vez más espiritual, en un cielo nuevo, distinto a la realidad material y “enfermiza”. Todo es apariencia, el débil, el ignorante muere por tales motivos. El hombre sabio busca la plena felicidad más allá de lo aparente, en el ser espiritual al que está destinado. El alma del verdadero hombre se desarrolla más allá del bien y del mal.




sábado, 26 de diciembre de 2015

DUALISMO: CUERPO Y ALMA



6. Dualismo: Cuerpo y Alma
 Gerardo Barbera



Las formas distintas de hacer filosofía en occidente se han reducido, en la mayoría de los casos, a un estilo diferente de expresión literaria, pero con la misma finalidad política, al servicio de la clase dominante. Tan sólo se han presentado como una especie de antropología de la desesperación, basada en los sentimientos, tal vez en el  “ hemisferio derecho”, pero siempre se trata del mismo cerebro.
En el fondo, se trata de una literatura ideológicamente peligrosa, venenosa, que ha pretendido vivir en las sombras, y de las sombras que la razón no ha podido iluminar. Más que filosofía adversa, o diferente, se ha tratado de un complemento, para los más sensibles, para lo menos "“racionales"” que prefieren un estilo más sentimental o "“existencial”, pero que siempre deje intacto la política de nuestra cultura.
No deja de ser curioso, que ninguna revolución, ninguna guerra, hayan logrado cambios realmente esenciales en el sistema social de justicia, que siempre a otorgado privilegios para unos pocos a cambio de la miseria de la mayoría. Llámese esclavo, plebeyo, villano, proletariado, obrero, buhonero... el pobre siempre ha sido marginal, y el hombre poderoso, de la raza pura y dominante, siempre ha sido el amo.
Las revoluciones que han sido inspiradas en filosofías nuevas, siempre han producido los mismos privilegios a las mismas personas y las mismas miserias a los miserables de siempre. En esto consiste la contradicción esencial de las filosofías distintas, o las siempre llamadas “nuevas eras”.
Platón con su sistema filosófico ha sido el testimonio más fiel y sistematizado de una concepción antropológica, en donde el hombre se presenta como la simple suma de dos elementos distintos entre sí, desde la misma esencialidad, como lo son el cuerpo y el alma, que jamás son concebidas como una unidad, sino, como dos elementos de naturalezas totalmente distintas.
El hombre se presenta como una dualidad fatal e irreconciliable, en donde la esencia, la naturaleza, el ser en sí del hombre es el “alma” de naturaleza metafísica, y totalmente distinta del cuerpo material. No se trata de una esencia antropológica natural: la razón. El alma es de naturaleza metafísica.

El hombre es un alma que sufre un castigo, un encierro dentro de los límites del cuerpo, en donde la conciencia de este destierro involuntario, de este sufrimiento, se convierte en una energía que impulsa a la búsqueda de la verdad y al encuentro del hombre con su propia naturaleza metafísica en sí. El hombre vulgar se cree un ser corporal y vive esclavo de su cuerpo. El hombre sabio desprecia su cuerpo, si es necesario, con el fin de buscar metas más altas que lo lleven a identificarse consigo mismo, dentro de sí, como un ser inmaterial y eterno.
Lo natural del cuerpo se convierte en la condición sufrible y lamentable, ”una prueba”  no deseable, infame, que convierte al hombre en una sombra de lo que realmente es en sí. El ser es el alma, quien tiene que conformarse con mirar la realidad a través de las ventanas del cuerpo, los ojos.
El cuerpo es la apariencia, la condición desgraciada de la vida pasajera. De tal manera, que la misma vida,  en cuanto afán de materialidad y de goce sensual carece de sentido, solamente los valores inmateriales y espirituales  pueden satisfacer plenamente la sed de infinito del alma.
En esta concepción antropológica, basada en el dualismo cuerpo y alma, que se caracteriza por el sentimiento de dolor y de prueba de un alma encarcelada en un cuerpo material e indigno, el ser del hombre se reduce a su esencia “alma”, de carácter totalmente inmaterial, espiritual, con deseos y necesidades distintas a las de un cuerpo material. Por lo tanto, desde su misma naturaleza y condición de existencia, el alma es contraria al cuerpo, a todo rasgo de animalidad que se le pueda atribuir al hombre.
De tal manera, que el desprecio por el cuerpo, por ese elemento de animalidad, por esa condición despreciable de nuestra vida pasajera por este mundo, tiene justificación metafísica. Es decir, el desprecio a todo lo que suene a animalidad, a vida sujeta a las necesidades corporales, es un sentimiento naturalmente metafísico, que le es propio al hombre en cuanto es fiel a su propia naturaleza espiritual, a tal punto que los iniciados en el camino de la sabiduría sienten un desprecio natural a todo lo que huela a esa asquerosa animalidad.
El alma está destinada a la transcendencia y  el cuerpo es simplemente una prueba. Por lo tanto, las realidades espirituales son de un valor absoluto, y todo lo material es relativo, útil, pero nada más.
La vida es un proceso de parto, un camino de dolor, un valle de lágrimas, una caverna, una prisión.  Algunas almas elevadas, o más desarrolladas que la mayoría, les toca sufrir la  terrible prueba de andar de “banquete en banquete”, compartiendo el anhelo de encontrar la verdad, y tratando de entender la vida de aquellos miserables, poco evolucionados y condenados a la esclavitud, que esperan  la próxima reencarnación, en donde el Destino, de seguro, si estos miserables logran desarrollar un poco el deseo por las realidades espirituales, puede que en futuras existencias, sean  considerados dignos de sentarse con los “elevados” en el banquete.
La visión antropológica del “alma encarcelada”, resulta ser una forma distinta del “animal racional” de hacer política, pero con la misma finalidad, de favorecer el estado social en donde unos pocos “elevados” viven todos los privilegios, de banquetes en banquetes, mientras que la mayoría es reducida a la esclavitud.
Las consecuencias en el plano político son terribles, porque las razones que justifican la situación de injusticia son de carácter metafísico,  lo que hace mucho más poderoso el veneno ideológico. La esperanza metafísica se convierte en enajenación de la misma situación concreta. Ya que toda existencia se define como sufrimiento en sí. Algunos sufrirán más que otros, según sus necesidades espirituales. El sufrimiento, la miseria, se convierten en signos de misericordia de los dioses.
El esclavo debe tener un poco de paciencia y soportar con dignidad el sufrimiento de esta vida; total, en su futura existencia gozará de todos los beneficios que le esperan en la próxima reencarnación. Y tal vez, con un poco de esfuerzo y paciencia, puede ser que en unas cuantas reencarnaciones alcance el nivel espiritual que en la actualidad posee el amo, y así podrá disfrutar de los placeres de la clase culta.
 El amo posee un alma más desarrollada, por eso es un ser superior y especial, quien tiene todos los derechos, hasta el de tener esclavos. Los esclavos poseen un alma menos desarrollada que la del amo, es menos persona en su ser más íntimo.

Desde el punto de vista de la acción política de la clase dominante, el desarrollo gradual del alma es la causa de la situación social y existencial de todos los individuos, unos serán más felices que otros, gracias a las leyes eternas del espíritu, dictadas por el dios del universo, o por la gran consciencia universal que mantiene todo cuanto existe en armonía según sus principios divinos, que solamente el hombre de alma desarrollada puede captar en el éxtasis del saber propio  de todos los sabios, vivir su ser en el espíritu que mantiene a todos unidos y que a cada cual le ha dado, de manera justa, su puesto en la vida.