martes, 29 de diciembre de 2015

LA ETERNA LEY DE LA ESCLAVITUD




9. La ley eterna de la esclavitud
 Gerardo Barbera


Según el paradigma del dominio de la cultura griega, solamente el hombre sumergido en el torbellino de las necesidades corporales puede sentir rebeldía ante las leyes divinas. El rebelde lo es por su animalidad, por su poco desarrollo espiritual. Todos los cambios revolucionarios que se han dado han sido a favor de los elegidos. Y llevado a cabo por elegidos que han evolucionados la forma de ser siempre fieles a las leyes divinas que marcan el rumbo de la humanidad.
Todo lo negativo, que se oponga al desarrollo de la humanidad debe morir. La rebeldía es animal. La sumisión, la obediencia al orden ha sido la clave del verdadero camino. La “Hermandad Blanca” se impone. La Libertad, La Fraternidad y La Igualdad nunca fueron para el esclavo, solamente para los nuevos elegidos y más evolucionados en su capacidad de dominio que la clase social anterior. Solamente los amos fueron “hermanos”.
Es posible creer que la realidad en sí, la verdadera Ontología ha sido despreciada o ignorada. Y así las sombras se han convertido en luces, en la mayor creación de la claridad de la cultura occidental. El absurdo mortal, la cultura de dominación y de muerte, la real “contra razón” se ha colocado como el punto de partida de los distintos sistemas filosóficos y políticos.
Lo que tal vez ha sido abarcado con muy poca profundidad en la cultura occidental ha sido el análisis del ser en sí, en cuanto es posible al conocimiento humano. Lo dado en la conciencia se ha tomado como lo real, como lo ontológico, si se quiere, como el dato objetivo del cual se debe partir para ser sabios y construir y justificar el orden político. Sin saber en realidad lo que es el ser y lo que es el hombre. La Política pudo haberse basado en lo que no es el ser y en lo que no es el hombre, de ahí su fruto:  la ideología de la muerte.
No darse cuenta, no tener la capacidad histórica de captar la realidad, no conocer la mismisidad del hombre en cuanto tal, sino conformarse con lo impuesto, se ha convertido en la condición esencial del saber en sí mismo, al punto de no poder encontrar alternativas al paradigma de la filosofía griega.
Por lo tanto, la reflexión de lo que realmente se puede conocer llevaría a la reflexión de lo que realmente es el ser y de lo que realmente es el hombre en sí. La Filosofía sería amor a la sabiduría o al verdadero conocimiento. Se tendría que levantar la cortina política que siempre ha velado al verdadero conocimiento. Se trata de ser humildes, en cuanto a lo que se es en realidad, y tal vez, la Política llegue a ser el ejercicio de la justicia.
La Filosofía nunca es neutra, o es real, o es alienante. El conocer establece la relación entre el ser y el hombre, o es simplemente una ilusión. No hay alternativas.
Puede ser que se hayan confundido las sombras con la verdadera luz.  Nunca se ha aceptado que la realidad “objetiva” ha sido siempre subjetiva, sin otra posibilidad. Y como el saber ha sido cómplice del poder, las sombras han sido la única luz real, física y metafísica.
El error pudo haberse convertido en la piedra angular del pensamiento filosófico y en justificación de la verdadera animalidad de la historia, hasta llegar al absurdo de pensar que la esclavitud, o trama de la muerte de los más débiles es una ley divina proclamada por el Destino, dios de todos los dioses, verdadero príncipe de las sombras eternas.
¡Dios ha muerto! Se hizo sinónimo eterno, esencial, perenne de la muerte del esclavo. El futuro lógico de la humanidad, en verdadera lógica coherente es el guerrero, enemigo de lo débil. ¡Dios ha muerto! El esclavo también. Sin embargo, nunca podrá haber guerrero, “superhombre”, sin esclavitud.
Desde la cultura del engaño ontológico se ha interpretado la muerte del débil como signo del progreso de la humanidad. Lo que se diga al favor del débil siempre suena a poesía inspirada en la culpabilidad, o a refritos de añoranzas de falsas libertades. Sin saber que el engaño pudo haberse convertido en la mayor fortaleza de la cultura occidental. Y no se tiene la capacidad de salir de la ilusión por simple conveniencia política. Lo diferente al engaño debe morir desde la raíz, en honor a la “justicia”.
En la conquista de la razón, el sentido de la vida se ha transformado  en el discurso de la racionalidad  aristotélica, el único punto de partida de la reflexión y la base absoluta del verdadero saber, en donde la palabra “misterio” carece de sentido, logrando una sabiduría donde la mayor oscuridad es el hombre mismo. Sin embargo, el conocimiento se ha considerado como un logro objetivo de la manera más dogmática posible. La capacidad de la objetividad del conocimiento humano nunca ha sido puesta en duda realmente.
Y en la búsqueda de la verdad, en la discusión sobre el sentido de la vida, la objetividad ha dominado, aunque la sombra del absurdo siempre ha estado presente de manera incoherente. Si el conocimiento es objetivo, la realidad social también lo es. Y es así como realmente se ha vivido la Política, como la ciencia más objetiva que el hombre haya alcanzado, hasta con fundamentos eternos y metafísicos.
¿Qué existe más absurdo que un rancho lleno de miseria?. Sin embargo, toda la realidad es consecuencia del orden universal, de la ley del Destino. Se ha convertido lo absurdo, la muerte sistemática del esclavo en un conocimiento objetivo en cuanto es una necesidad  del orden universal. Probablemente, la realidad en cuanto es en sí ha escapado a la filosofía occidental. Probablemente no es tan cierto que la miseria de la mayoría sea el deseo de la conciencia universal. Algo puede estar fallando.     




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