viernes, 11 de diciembre de 2015

EL CONOCIMIENTO MÍTICO





I   EL CONOCIMIENTO MITICO
Gerardo Barbera




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La mentalidad mítica tiene como particularidad el querer dar explicaciones de los hechos naturales a través de causas sobrenaturales. El mundo natural es el de los objetos, el de la naturaleza material, el de los fenómenos naturales, la realidad social, la vivienda, el trabajo, etc. Cuando ocurre un hecho cuya causa no es evidente en el mundo natural, y se recurre como explicación a una causa que esté más allá del mundo  natural, en una realidad sobrenatural, se establece un conocimiento mítico. Como la causa del hecho natural se encuentra en lo sobrenatural, entonces, no se puede ver, por lo tanto se cree en su existencia. La Fe se convierte en el criterio del conocimiento verdadero. En tal sentido, Barragán, afirma:
Si echamos una mirada a lo que ha sido el desarrollo del pensamiento humano nos encontramos con muchos intentos de explicación de fenómenos de la naturaleza y del hombre que corresponden a nuestra sociedad precientífica. En ellos, en efecto,  encontramos conocimientos que se estructuran sobre la base de poderes o fuerzas sobrenaturales que en muchos casos son productos de su imaginación. (p.8)
Supongamos al hombre primitivo tratando de explicar un fenómeno natural llamado “trueno”. De pronto, todo el ambiente cambia, como por arte de magia, así de repente, sin motivo alguno, como anunciando la llegada de algo o de alguien poderoso capaz de cambiar el mundo. El sol desaparece, todo se ve cada vez más oscuro. Los animales se alborotan, unas nubes negras aparecen y cubren el cielo, unas lágrimas comienzan a caer. El viento se hace cada vez más salvaje, como si fuese un ejército de espíritus locos, mientras que el pánico crece entre los ancianos de la tribu. La lluvia se hace intensa y todos corren hacia la cueva a refugiarse temerosos alrededor de una fogata improvisada. Una luz recorre el infinito y se escucha un grito espantoso: ¡BOOOM!.
¿Qué es esa voz que se escucha en medio de la tormenta? ¿Por qué produce tanto terror?. Ese inmenso sonido que se escucha proveniente del cielo tiene que ser de alguien poderoso que está más allá de las nubes. Y en el cielo, sobre las nubes, solamente pueden existir seres que estén hechos de aire, de un aire especial, algo así como un gran espíritu, que no muere como los hombres, ni como los animales, ya que existe desde tiempos inmemoriales.
 Es ese espíritu quien produce la lluvia, la tormenta, los rayos, y su voz se deja escuchar en el trueno porque está bravo. Conclusión: Cuando truena es porque los dioses del aire  y de la lluvia están bravos. En el “Mundo de Sofía”, Joestin Gaarden, propone un ejemplo semejante:

Seguramente habrás oído hablar de ‘Tor’ y su martillo. Antes de que el cristianismo llegara a Noruega, la gente creía que Tor viajaba por el cielo en un carro tirado por dos machos cabríos. Cuando agitaba su martillo, había truenos y rayos.  Cuando hay rayos y truenos, también suele llover. La lluvia tenía una importancia vital para los agricultores en la época vikinga; por eso, Tor fue adorado como el dios de la fertilidad. Es decir, la respuesta mítica a por qué llueve, era que Tor agitaba su martillo. (p. 26)
En el ejemplo anterior ocurre un fenómeno natural: La lluvia y los truenos. Las causas de estos fenómenos no se ven a simple vista. Tuvieron que pasar siglos para que la humanidad descubriera la electricidad y las verdaderas causas de las lluvias y de los truenos. Sin embargo, desde que el hombre es hombre, es esencialmente un ser que interpreta e interroga constantemente a la realidad, no puede quedarse sin respuestas antes los fenómenos que le rodean,  tiene por necesidad que buscarle una explicación a su mundo.
La mente humana solamente puede descansar cuando encuentra una respuesta, sin importar la naturaleza de la misma. Por lo tanto, si no ve la causa del fenómeno, si no encuentra en la naturaleza las respuestas a sus interrogantes, los busca en cualquier parte, en otra “naturaleza”, lo importante es encontrar una respuesta, y si no es en lo natural, entonces, en lo sobrenatural. Guillermo Fraile, lo señala en pocas palabras: “El animismo, el fetichismo, el totemismo, la mitología, etc., son formas primitivas de dar una respuesta a los fenómenos de la naturaleza, buscando sus causas y su explicación. (p. 54)
En el caso que nos ocupa, la respuesta a las causas de la lluvia y del trueno fue encontrada en seres que vivían más allá de las nubes, y que no morían porque estaban hechos de un “aire misterioso”, que les daba poderes extraordinarios: los  dioses de la lluvia y del trueno.
La furia de estos dioses sobrenaturales era la causa y la razón de las lluvias y de los truenos. En definitiva, un hecho natural como la lluvia y los truenos son explicados a través de causas sobrenaturales, como la furia de los dioses, por lo tanto se trata de un conocimiento fruto de la mentalidad mítica. El profesor Lascaris señala acertadamente:
Para los hombres y pueblos primitivos, la explicación de los fenómenos celestes es de carácter mítico o astrológico. Los atribuyen a genios, espíritus, almas, demonios, animales, monstruos, ángeles, etc., o a fuerzas cósmicas que predeterminan los acontecimientos de los pueblos o los destinos de los hombres. (p. 44)
¿La mentalidad mítica es cuestión del pasado o permanece en la actualidad? Para responder a esta pregunta se utilizará un ejemplo de la vida diaria, que puede pasar en cualquier hogar venezolano, durante cualquier fin de semana: Supongamos a dos amigas, Luisa y Ana, quienes se encontraron un sábado a tempranas horas de la mañana, después de cinco años sin verse.

Para celebrar el encuentro, lo más indicado que pensaron fue en comprarse “unas cuantas cervezas”, las horas fueron pasando entre narraciones y tragos, cuántas cosas tenían que contarse, pero como todo tiene su final, la caja de cerveza se terminó. Pero eso no era ninguna dificultad, todo en esta vida tiene remedio, y así fue como apareció “ la botella del despecho”, nueva y sin destapar. Y la charla siguió en el clima de fiesta, hasta que la “rasca” pasó de la etapa del mono (cuando los bebedores están alegres y payasos), a la etapa del tigre (cuando los bebedores entran en furia y todo es motivo de pelea).
Cuando “la botella del despecho” estaba a punto de morir, la conversación pasó de ser amena a amenazante, y surgieron las “punticas”: “recuerdas el novio que me...”, “tu siempre me has envidiado...”, “todavía me debes unos reales...”. Y las cosas pasaron de las palabras a  la “jaladera de mechas”, patadas, golpes y rasguños surgió de amontones, hasta que llegaron los salvadores y separaron a las dos grandes amigas.
Ahora bien, en el ejemplo expuesto el hecho natural es la pelea, se trata de buscar una explicación a este fenómeno, ¿por qué pelearon?
María, hermana de una de las protagonistas, opinó lo siguiente: “pelearon porque estaban borrachas”. Aquí nos encontramos frente a un fenómeno natural: La pelea. Y  una   respuesta encontrada dentro del mundo natural; es decir, una causa natural, tal vez, la más natural y evidente: “estaban borrachas”. Esta causa resulta evidente y natural porque se puede “ver”. Por lo tanto, la respuesta de María no constituye un conocimiento mítico, ya que no recurrió al mundo de lo sobrenatural para encontrar respuesta al fenómeno de la pelea.
Al día siguiente ocurrió un hecho algo misteriosos: la señora Rosa, madre de una de las protagonistas, encontró en el porche de la casa un crucifijo de color negro,  cuya figura estaba invertida, con la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba. Además, el  misterioso crucifijo estaba atado con una cinta tricolor (amarillo, azul, y rojo). Y alumbrado con siete velas negras.
Ante al fenómeno natural, la pelea, la señora Rosa, después de ver “el trabajo de brujería”, estaba convencida de que las muchachas pelearon porque le montaron un trabajo de brujería, y que seguro eso era obra de alguna vecina envidiosa, ya que su hija y su amiga eran buenas muchachas y estaban estudiando.  La señora Rosa frente a un fenómeno natural buscó las causas en el mundo de lo sobrenatural, la brujería. Ella no vio a los espíritus malignos provocando la pelea de las muchachas, simplemente vio “un trabajo montado”.
Objetivamente hablando, un conjunto de objetos, pero para ella era símbolo de otra realidad que estaba más allá de este mundo natural, y que pertenecía al mundo de los espíritus. De tal manera, que la respuesta de la señora Rosa obedecía a una mentalidad mítica.

Sería cuestión de preguntarse sobre quién tenía la razón, ¿María...?, ¿La señora Rosa?..., ¿?..., ¿Pelearon porque estaban borrachas?, ¿Pelearon porque le montaron un “trabajo de brujería?” ¿Con quién estamos de acuerdo, María o Rosa?. ¿Cuál es la explicación más lógica?
Evidentemente, si aplicamos una encuesta, lo más lógico es pensar como María: “estaban borrachas”. Ahora bien, hagamos otro tipo de encuesta, en un ambiente académico, como la universidad, es difícil que alguien admita públicamente, menos durante una clase, que cree en brujerías o en algo parecido. Dentro de la universidad todos somos una especie de científicos que creemos sólo en aquello que se puede comprobar a través de la misma ciencia, lo demás entra dentro del mundo de la superstición y del atraso.
Sin embrago, sería bueno saber, cuántos alumnos serían capaces de agarrar el extraño crucifijo y colocarlo de adorno en el “copete de la cama”, o cuántas madres, agarrarían ese crucifijo y se lo regalarían a sus hijos como regalo de cumpleaños. Si la respuesta es “Nadie”; es decir, nadie tomaría ese crucifijo como adorno personal, ni guardaría las velas negras para ser utilizadas cuando falle la electricidad..., entonces, en el fondo, pensamos como la señora Rosa, o por lo menos, no descartamos esa posibilidad. Esto es lo que deseamos afirmar con aquello: “de que vuelan, vuelan...”. Lo cual es un indicio de que poseemos, aunque sea por ahí escondido, cierta mentalidad mítica, que nos lleva a buscar soluciones sobrenaturales a los fenómenos naturales.

¿Cuáles podrían ser algunas de las características del conocimiento mítico?
La señora Rosa, fiel a las costumbres de las madres latinoamericanas, ha lavado la ropa de sus hijos, de los menores y de los mayores, de los varones y de las hembras, gracias a que desde hace varios años sus hijos le regalaron una  lavadora automática, que funciona  a la perfección. Pero como dice el dicho: “Cuando el pobre lava, llueve...”. Dicho y hecho. No había terminado de tender la ropa, cuando de pronto comenzó a caer una llovizna. Solución: muy fácil. Buscó en su cocina un cuchillo y una  “cuchara”, se dirigió hasta el centro del patio, y colocó los cubiertos en forma de cruz. Y como por arte de magia, la llovizna cesó.
En el ejemplo anterior, el fenómeno natural es la aparición y desaparición de la llovizna. La explicación: colocación del cuchillo y de la cuchara en forma de cruz. La llovizna dejó de caer, por los poderes sobrenaturales que tiene la cruz. Evidentemente estamos frente a un conocimiento mítico, fruto de una mentalidad mítica.
De este ejemplo se podría señalar algunas características del conocimiento mítico, marcando con una “X” la alternativa que crea correcta:
(  )  Sabiduría    (  ) Ignorancia
(  )   Verdad       (  ) Mentira
(  )    Avance     (  )  Atraso
(  )    Real          (  )  Imaginario
(  )   Historia      (  )  Leyenda
(  )   Ciencia      (  )  otra cosa
Y muchos otros pares de características...
Lo importante no es agotar el tema, sino aproximarse a los elementos esenciales  del conocimiento mítico en general. Por ahora, es recomendable precisar un poco la definición de conocimiento mítico, en cuanto  es el resultado de buscar explicaciones sobrenaturales a los fenómenos naturales, con el cuadro anterior, se podría continuar la definición ampliándola con las características: “ignorancia, mentira, atraso, leyenda, imaginaria, y no es científico. Claro está, estas características resultarían evidentes si tomamos el ejemplo de la señora Rosa para defenderse de la llovizna. Pero analicemos otro caso.
Resulta que en el catecismo católico lo primero que se enseña es lo siguiente: “Dios es el creador del Universo”
En la afirmación del catecismo católico, se puede observar que aparece un fenómeno natural: el Universo.  Frente a este fenómeno surge la pregunta: ¿De dónde viene el Universo, cómo se originó?. Surge la respuesta: Dios ha creado el Universo. La repuesta es buscada fuera del mundo natural, ya que Dios es Espíritu, y pertenece al orden de lo sobrenatural.
 De tal manera, que la afirmación del catecismo católica es fruto de una mentalidad mítica. Este es el motivo por el cual en muchos textos de filosofía a la mentalidad mítica  también se le llama “religiosa”. Porque en el fondo, visto desde las características del conocimiento humano, la mayoría de las grandes religiones  dan explicaciones desde lo sobrenatural, explican la realidad inmanente (el mundo de lo material), a través de lo transcendente (lo que está más allá y no responde a las mismas leyes, ni a las mismas condiciones de existencia).
Resulta que la religión solamente es posible gracias a es capacidad, o mentalidad mítica, que le permite al hombre mirar hacia el Absoluto. La condición humana que hace posible el hecho religioso es la mentalidad mítica. Ahora bien, volvamos a la tabla anterior que permitió establecer algunas características del conocimiento mítico, utilizando la afirmación del catecismo católico: “Dios  es el creador del Universo”.

(  )  Sabiduría         (  )  Ignorancia
(  )   Verdad            (  )  Mentira
(  )   Avance           (  )  Atraso
(  )   Real                (  )  Imaginario
(  )   Historia           (  )  Leyenda
(  )   Ciencia           (  )  Otra cosa
Se supone que ahora la cosa no es tan sencilla, no se parece al caso de la señora Rosa y sus cuchillos. Sin embargo, la afirmación del catecismo católico busca respuestas sobrenaturales a los hechos naturales; es decir, se da gracias a la mentalidad mítica presente en el hombre. Si el hombre no tuviese, de forma natural, la capacidad de “mirar al cielo en busca de respuestas”, la Fe religiosa no tendría puerta de entrada. Colin Wilson, plantea el mismo criterio:
Ahora bien, el impulso religioso se basa en la sensación de que hay un significado oculto en el mundo. Los animales consideran el universo como algo muy natural; pero la inteligencia lleva aparejada una sensación de misterio y busca respuestas donde la estupidez ni tan sólo es capaz de percibir interrogantes. Las montañas o los árboles gigantescos se convierten en dioses; los relámpagos y los truenos, también; y lo mismo el sol,  la   luna y  las estrellas.  (p. 226)
¿Entonces, si los dos ejemplos anteriores responden a una misma fuente: la mentalidad mítica. Significa que  tienen las mismas características? En cuanto a que ambos son frutos de una mentalidad mítica, tienen las mismas características: “explicación del mundo natural  a través de causas sobrenaturales”.
En cuanto a su contenido específico, lo que afirma en concreto, o lo que niega, cada caso es único y exige una postura de fe (la fe es el criterio de verdad propio de la mentalidad mítica, no es fruto del razonamiento lógico, ni de la comprobación científica). Sin embargo, desde la generalidad del conocimiento mítico existen posturas diferentes.

Frente al hecho de la presencia de la mentalidad mítica en el hombre existen dos posturas diferentes: la “antimítica”, y  la “promítica”.
 Aquellos que defienden la posición antimítica, sostienen que en el orden del conocimiento y su validez, es igual colocar los cuchillos en cruz para detener la lluvia, que  afirmar la existencia de un Dios creador. De tal manera, que en ambos casos se dan las siguientes características: ignorancia, atraso, mentira, leyenda, imaginación, y nada que ver con el conocimiento científico.
Desde esta posición, la mentalidad mítica es valorada como una enfermedad de la humanidad, un mal hábito heredado de las civilizaciones antiguas y que debe ser superado, el verdadero hombre siguiendo el impulso vital de la evolución superará  este estado de conocimiento a través de la verdadera ciencia.
Desde el punto de vista de la realidad, se piensa que toda referencia a lo sobrenatural es mera fantasía. Solamente existe el universo material. Por lo tanto, todo aquello que parece a primera vista como algo inmaterial, como la inteligencia, la conciencia, el alma, el espíritu... o es negado, o se concibe como proveniente de la materia, y por lo tanto materia al fin, aunque por lo pronto, su sutileza no permita definirla a través del método científico.
Si no existe una realidad sobrenatural, que justifique la  presencia de la mentalidad mítica, se concluye que la misma es un producto de “enfermedades o problemas de la mente humana”. Probablemente, lo mítico proviene del miedo a lo desconocido, del miedo a la muerte, a la soledad. O quizás  el hombre débil en su afán de sobrevivir ante la presencia del hombre fuerte, se inventó toda la fantasía mítica para dominar y mantener en segundo plano al guerrero natural. O tal vez, para poder soportar la vida en una sociedad injusta que le explota, se inventó un “más allá”, en donde  todo sea felicidad, y el explotador apoya lo mítico para que todo siga igual.
 También puede ser que el hombre al descubrirse mortal, débil, sometido a las leyes naturales, se inventó un dios, que en el fondo sería una especie de superhombre, o un hombre con características elevadas al infinito, el hombre formó a dios a su imagen y semejanza, y no al contrario.
La otra posición es la que sostiene la validez de la mentalidad mítica, como un elemento esencial  que define al hombre como tal. Tal cual como lo señala  en su obra “El mensaje oculto de la Esfinge”, Colin Wilson:


Hay otra fuerza que distingue a los seres humanos de los animales: La religión. Por alguna razón extraña que nadie ha podido explicar, el hombre ha sido siempre un animal religioso. Los escépticos del siglo XVIII trataron de explicarlo de forma convincente diciendo que era una mera superstición: el hombre temía a las fuerzas naturales, así que personalizó a los truenos y relámpagos como dioses y a ellos elevó sus rezos. Pero esto no explica por qué nuestros antepasados durante la glaciación del Riss, hace más de 200.000 años, quisieron hacer esferas perfectamente redondas, cuando no había ninguna aplicación práctica obvia para ellas. Al parecer, la única explicación posible es que son objetos religiosos, una especie de disco solar. Y el ‘Homo erectus’ –o quienquiera que la hiciese— sin duda no tenía ninguna necesidad de temerle al sol. (p. 225)
Lo mítico sería el elemento humano que permite que la persona se abra al mundo de la fe hacia una realidad sobrenatural y hacia un Dios origen del Universo. La mentalidad mítica es una capacidad positiva que permite al hombre buscar esperanzas más allá del mundo material, de tal forma, que la persona pueda superar su nivel animal. El profesor Lascaris en su libro “Los filósofos de las culturas y las sociedades masivas” indica al respecto:
Ni la raza ni el contorno son causas de las civilizaciones. Siguiendo una orientación mitológica, Toynbee señala que los grandes mitos contienen la sabiduría de la humanidad, y estos prueban que las civilizaciones nacen como respuestas a una incitación en una situación especialmente difícil que lleva al hombre a realizar un esfuerzo sin precedentes. (p.15)
La mentalidad mítica aparece como una capacidad innata, un vaso vacío, que la persona llenará a lo largo de su vida con los distintos conocimientos míticos, y con los distintos credos religiosos. Por lo tanto, la mentalidad mítica, en sí misma, no puede ser objeto de valoraciones como verdadero o falso, ignorancia o sabiduría... es simplemente un hecho dado y más nada. Lo que sí cae dentro del mundo de las valoraciones son los distintos conocimientos míticos en concretos, como colocar los cuchillos en cruz, o afirmar la existencia de un Dios creador.

Los dioses siempre han estado presentes en la historia de la humanidad.  En “Las filosofías de las culturas y las sociedades masivas”, el profesor, Lascaris indica  enfáticamente:
Pudiera llamarse a la prehistoria la ‘Edad de la guerra de los dioses”. En la Iliada quedan bien dibujados dichos rasgos, aún siendo  la época de Homero altamente civilizada. Son los dioses los que combaten, y por ello los hombres. Los hombres están unidos por el lazo del servicio a su propio dios.
Al librar batalla un pueblo con otro, los dioses del vencido son convertidos en demonios malignos por el vencedor. El rey que para proteger sus fronteras derrota a los pueblos vecinos y los somete a su vasallaje o los esclaviza está justamente legitimado por la protección divina dispensada.
Asrhadon, relata:
‘Cual león me enfureció, y mi ánimo se enardeció. Para ejercer la real soberanía en mi casa y desempeñar mi sacerdocio, alcé mis manos hacia los dioses Asur, Sin, Samas y ellos escucharon con favor mis palabras. En su eterna gracia me enviaron el animador oráculo: ‘Marcha, no te desanimes, vamos a tu lado y destruiremos tus enemigos... (p. 30)

Toca a cada lector profundizar en el tema, de tal manera que pueda ser libre y madurar su postura ante la presencia de la mentalidad mítica en el hombre.




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