lunes, 28 de noviembre de 2016

¿QUÉ ES LA COMPLEJIDAD?






Gerardo Barbera

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La complejidad es un término que a primera vista da la sensación de ser un problema cuantitativo, una dificultad dada por la cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un número muy grande de unidades simples. De hecho, si se piensa bien, habría que admitir que el número de posibles  relaciones e interacciones de cualquier objeto en sí, o de cualquier ser vivo, sería infinito; o por lo menos, imposible de determinar.
Por esto, todo sistema auto-organizador (viviente) combina un número muy grande de unidades de relaciones, por decir de billones de unidades de relaciones que le integran como un todo, ya sean moléculas en una célula, células en un organismo. De hecho, por señalar algunos casos, para comprender la dimensión real de las relaciones sistémicas presentes solamente en un solo organismo, se puede mencionar a modo de ejemplo, más de diez billones de células en el cerebro humano, más de treinta billones en el organismo, billones de planetas, estrellas y astros de todo tipo en las galaxias; infinidades casi imposible de imaginar de tiempo histórico del universo, desde su inicio hasta la actualidad Imaginemos contabilizar y aislar cada una de las relaciones celulares que se dan en el cerebro de todos los seres vivos que conforman el habita de una selva tropical. El ser en sí mismo, en cuanto relaciones se nos escapa en su infinidad y complejidad ontológica.  En este sentido,  también se puede mencionar la imposibilidad real de abarcar en un esquema de investigación la cantidad espacial del universo en cuanto a sus límites, tamaño, dimensiones, medidas que lo definan.
Por tanto, la complejidad de todos los elementos del universo, se muestra como contraria a la posibilidad del hacer científico que pretenda la total comprensión  de la naturaleza del universo, o de abarcar en un estudio los límites y magnitudes del universo; de ahí, que desde la lógica racional del positivismo, la Modernidad optó por la vía contraria: la simplificación. No una simplificación superficial, como quien se rinde; todo lo contrario, la simplificación surge como producto de mentes brillantes que quisieron compactar el conocimiento del universo en “Fórmulas y Leyes universales”, que aportaron los fundamentos teóricos de los grandes avances de la Ciencia de la Modernidad; pero, que al mismo tiempo redujeron el saber humano a tecnología; la reducción del “Homo Sapiens” al “Homo Faber”.  
 De hecho,  la simplificación es una opción epistémica propia del racionalismo positivista, que pretende solucionar el problema de la complejidad ignorándolo como modo real del ente en sí; solamente lo ignoró mientras se pudo; y como lo simple y analítico produce resultados efectivos en el orden de la tecnología; la complejidad del ente y del conocimiento se obvia como carente de importancia científica desde el pragmatismo tecnológico. De eso se trata la Modernidad, convertir el saber en lo útil; es decir, en herramienta, que va desde la rueda hasta la computadora más avanzada de la actualidad. El conocimiento científico es avance tecnológico, útil, necesario, valioso; pero incompleto, deja al ser humano sin la comprensión existencial de su existir y del entorno.
Sin embargo, la complejidad no solamente es un modo de ser del ente en sí; sino, que es un modo de conocer del sujeto, es un modo de ser del conocimiento, que trasciende la práctica misma del conocer. En otras palabras,  conocer es un acto complejo, que no abarca únicamente objetos aislados, sino cantidades de unidades e interacciones que desafían las posibilidades de cálculo lógico racional; comprende también incertidumbres, indeterminaciones, fenómenos aleatorios que no se reducen a la razón lógica.
 En definitiva, el modo de ser del ente en sí, y de la estructura del cerebro en el acto de conocer deben comprenderse como un sistema complejo indefinible e irreductible a fórmulas lógicas-racionales. El conocimiento desde la complejidad no logra ser estructurado en ideas claras y distintas, en juicios lógicos de interpretación simplista de la realidad del universo complejo en sí mismo y  que no puede ser expresado en forma dogmática con conceptos totalizantes como el de “materia”, “espíritu”, “energía”, ni siquiera desde los teoremas eternos de la matemática, tal como lo afirma Russell (2010)
La matemática no se ha contentado con mostrar que el espacio, tal como se supone ordinariamente ser, es posible; ha demostrado también que muchas otras formas del espacio son igualmente posible. Algunos de los axiomas de Euclides, que parecen necesarios al sentido común, y que eran en otros tiempos supuestos como necesarios por los filósofos, son hoy conocidos como algo que deriva su apariencia de nuestra familiaridad con el espacio actual     (p. 211)

Por tanto, la complejidad en cuanto modo de conocer la realidad,  parece  estar conformada por un sistema no comprensible racionalmente como unidades o datos objetivos en perfecto orden ontológico, sino como una realidad trascendente a la conciencia que incluye orden y azar; un azar que a veces se interpreta como desorden; como ausencia de; cuando en realidad el azar es un modo real de lo existente, sea o no sea asumido como tal desde la lógica racional.
 En todo caso, la complejidad se refiere a lo ontológico y su modo sistémico y organizacional, y a la realidad subjetiva que es en sí misma compleja. Así, existe coherencia y continuidad ontológica entre el pensamiento y el ente. Entonces, la realidad objetiva, clara y distinta de la racionalidad positivista resultaría, por lo menos, incompleta; sería una visión demasiado reduccionista de la subjetividad cognoscente y del ser en sí, a ejemplo de Aristóteles, quien redujo la totalidad del ser en sí y de la subjetividad cognitiva a cuatro causas o principios simples, con los cuales funcionaba el conocimiento racional que identificaba una realidad de esencias aisladas con un conocer de juicios sujetos a las leyes de la lógica, que en su presupuesto filosóficos, que venía desde Parménides, se identifica el Ser con el Pensar; por tanto, las leyes del Pensar necesariamente correspondían a las leyes ontológicas del Ser:
Evidentemente es preciso adquirir  la ciencia de las causas primeras, puesto que decimos que se sabe, cuando creemos que se conoce la causa primera. Se distinguen cuatro causas. La primera es la esencia, la forma propia de cada cosa, porque lo que hace que una cosa sea, está toda entera en la noción de aquello que ella es; la razón de ser primera es, por tanto, una causa y un principio. La segunda es la materia, el sujeto; la tercera el principio del movimiento; la cuarta, que corresponde a la precedente, es la causa final de las otras, el bien, porque el bien es el fin de toda producción (p. 49)

 De hecho, en una epistemología de la racionalidad lógica, lo complejo constituía la negación del conocimiento en sí mismo, la complejidad de la realidad tendría que ser reducida a lo único y simple de las esencias que eran universales, más allá de la complejidad aparente de la realidad particular que se presentaba como fenómeno en el proceso del conocimiento, entonces, lo empírico era lo particular y lo racional era lo universal; la experiencia sensible  era un dato solamente de inicio, luego ese ser de experiencia se esfumaba y daba paso a la forma, es decir a la esencia que constituía el objeto del conocimiento verdadero.
En el fondo, el conocimiento de la realidad se convertía en Lógica.  Se trataba de considerar la complejidad organizacional del ser en sí y la complejidad epistémica desde el sujeto que conoce, colocando a la realidad en un segundo plano. En este caso, la dificultad no estaría solamente en una nueva concepción epistémica del objeto en sí del conocimiento, sino que se encontraría en revisar desde el paradigma de la complejidad, las perspectivas epistemológicas del sujeto en cuanto investigador científico; ya que lo propiamente científico desde la antigua Grecia hasta la actualidad, ha consistido en eliminar la imprecisión, la ambigüedad, la contradicción que se presenta en el ser en sí, en el acto de la experiencia sensible, el cual es trascendido en la subjetividad lógica racional.
Entonces, desde el paradigma lógico racional, como fundamento epistémico de la ciencia de la Modernidad, el hombre es capaz de conocer el ser en sí tal como es; y este ser en sí de la realidad se le presenta en modo de esencias universales. La realidad se transforma en un Ser de Razón. De ahí que el hombre, ha sido definido en la cultura Occidental, como un “animal racional”. En definitiva, en la cultura Occidental, conocer ha sido y es  conceptualizar.
 Desde la complejidad,  hace falta aceptar reconocer las imprecisiones del conocer y asimilar la existencia real y ontológica de una cierta imprecisión y una imprecisión cierta, no solamente en los fenómenos que se presentan en la experiencia, sino también en los conceptos que se puedan formular, o dicho en términos de Morin (2003) al referirse a las contradicciones epistemológicas que se presentan a lo largo de la historia del pensamiento occidental y que influyen actualmente en el modo de hacer ciencia:
La ciencia se funda sobre el consenso y, a la vez, sobre el conflicto. Ella marcha, al mismo tiempo,  sobre cuatro patas independientes e interdependientes: la racionalidad, el empirismo, la imaginación, la verificación. Hay una conflitualidad permanente entre racionalismo y empirismo; el empirismo destruye las construcciones racionales que se reconstituyen a partir de nuevos descubrimientos empíricos. Hay una complementariedad conflictiva entre la verificación y la imaginación. Finalmente, la complejidad científica es la presencia de lo no científico en lo científico, que no anula a lo científico sino que, por el contrario, le permite expresarse (p.147)

Desde el pensamiento filosófico de Morin, la complejidad es de orden ontológico, es el modo de ser de lo real, al punto, que el hombre en sí mismo, como ser real, como ente en sí y como sujeto es complejidad en todas las dimensiones de su ser. En este sentido, como ejemplo de la complejidad antropológica desde su ser biológico, se tiene            que  uno de los señalamientos en el estudio del cerebro humano  ha sido el de  comprender que una de sus cualidades es la de poder trabajar con lo insuficiente y lo impreciso; entonces, desde el mismo ser biológico y físico del ser humano, hace falta aceptar una ambigüedad real en la relación sujeto-objeto, orden-desorden, autonomía real-organización sistémica real.
Por tanto, desde el conocer complejo hay que reconocer fenómenos inexplicables que sobrepasan el momento histórico del saber científico, no se puede pretenden reducir a fórmulas matemáticas y objetivas las dimensiones antropológicas, como la libertad o la creatividad, y otros tantos elementos inexplicables desde el dogma positivista, que han permitido con su aparición, la evolución de la conciencia humana personal, comunitaria y social.
Se debe considerar, a partir de la realidad física y biológica del cerebro los fenómenos reales verdaderamente sorprendentes de muy alta complejidad en sí mismos, y a proponer como noción epistémica nueva y capital para considerar el problema humano como complejidad máxima y no reducible a las pretensiones del positivismo de la Modernidad, que suelen ser fundamentos de algunas corrientes conductista de la psicología y del funcionalismo estructuralista de posturas sociológicas. El ser humano es trascendencia, no reducido a las leyes del juicio racional, y esto es por decirlo, un hecho positivo, no se trata de un sueño teológico; sino del modo real de existencia del hombre como sujeto biológico y cultural. Desde la antropología de Morin, el hombre es trascendencia no por ser un ente espiritual e inmaterial; sino, por su complejidad ontológica.





BIBLIOGRAFÍA
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