MENTALIDAD
FILOSÓFICA
Gerardo Barbera
En la Cultura
Occidental, la filosofía griega nace como la necesidad y la capacidad de explicarse el mundo y la vida a través del
razonamiento lógico. El criterio para determinar la validez del conocimiento se
encuentra en las leyes de la Lógica. El profesor Lascaris lo expresa de forma
convincente:
Como es conocido, fueron
los antiguos griegos de la Jonia, en las cortes del Asia Menor, en la ciudad de
Mileto, los primeros en buscar explicaciones racionales, humanas y sensatas a
los acontecimientos del cielo y de la Tierra, originando así la Filosofía
Occidental, en los siglos VII y VI Acc.
(p. 44)
La filosofía
también se entiende como la capacidad especial que tiene el hombre para buscar
una visión explicativa del mundo que le rodea con el fin de dar un sentido, o
una razón de ser, a su propia existencia. Se convierte en una visión del mundo
y del Universo como un todo integrado, es como tratar de encontrar el hilo
conductor, o la clave de interpretación de todo cuanto existe y desde esta
visión universal, interpretar la esencia misma del ser humano.
Y en este sentido, desde el comienzo de la
historia de la humanidad, todas las culturas poseen un “sistema de pensamiento
totalizador” de la realidad, de la sociedad y del hombre. Todas las culturas
han tenido, tienen, y tendrán una visión filosófica de la realidad. Aunque en
la mayoría de los casos, esta visión explicativa de la realidad no era fruto de
una mentalidad filosófica “pura”, sino más bien, era el resultado de una mezcla
de religión y filosofía. En su obra, “Introducción a la Filosofía”, Wahl Jean
comenta:
Es esencialmente una
busca, una persecución del conocimiento, pero de un conocimiento que no es
forzoso reducir a la comprensión intelectual. La meta de la filosofía pudiera
ser algo más parecido a lo que ha llamado Alexander ‘co-presencia con las
cosas’, Whitehead ´prehensión’ y Heidegger ‘ser en el mundo’. (p. 35)
Como punto de
partida del análisis de la mentalidad filosófica que nació en Grecia y que
marcó el rumbo del pensamiento de la historia de la Cultura Occidental, se
tomará en cuenta el momento en que apareció la filosofía como fruto únicamente
del razonamiento lógico, como fruto del pensar racional del hombre. Y en este
sentido, se ha considerado que el “padre” de la filosofía a Tales de Mileto.
Maritain Jacques afirma:
Grecia es el único pueblo
del mundo antiguo donde la sabiduría humana haya encontrado su camino y donde,
por efecto de un feliz equilibrio de las facultades del alma, y de un largo
esfuerzo por conquistar la medida y la disciplina del espíritu, la razón humana
haya llegado a la edad de la fuerza y la madurez. Sólo en Grecia llega la
filosofía a poseer existencia autónoma, distinguiéndose explícitamente de la
religión (p. 31)
Tales de Mileto fue
un personaje que vivió en la antigua Grecia, aproximadamente hacia el año 580
a. C. Fue considerado, en su época, como uno de
“los sietes sabios” del mundo.
Para captar mejor
el nacimiento de la filosofía occidental, se hace necesario, tratar de imaginar
cómo era el mundo de aquella época, es como colocarnos las “sandalias” de Tales
de Mileto, tratar de buscar lo que él buscó, tener sus mismos problemas,
entender ese problema, saber cuál era la inquietud fundamental de su vida, para
así entrar en la profundidad de su pensamiento. Es el mismo criterio que
expresa Joestin Gaarden:
Debido a que esos
filósofos vivieron en otros tiempos, y quizás en una cultura totalmente
diferente a la nuestra, resulta a menudo práctico averiguar cuál fue el
proyecto de cada uno. Con ello quiero decir que debemos intentar captar qué es
lo que ese filósofo tiene tanto interés en resolver. Un filósofo puede
interesarse por el origen de las plantas y de los animales. Otro puede querer
averiguar si existe un dios o si el ser humano tiene un alma inmortal. Cuando
logremos extraer cuál es el proyecto de un determinado filósofo, resultará más
fácil seguir su manera de pensar. (p. 36)
En aquella época un
“sabio” era muy distinto a lo que en la actualidad entendemos por “sabio”. Los
sabios de la antigüedad no tenían nada de académico, no se pasaban el día con
un libro entre las manos, tal vez hasta existieron mucho que no sabían leer.
Las bibliotecas no eran nada comunes (Los libros se hacía a mano limpia, imaginemos
lo que costaría en tiempo hacer una Biblia). Menos podemos pensar que en
aquellos tiempos existían laboratorios, o instrumentos de observación. Los
sabios se enfrentaban al mundo con las “manos peladas”. El aspecto en que se
parecían a los sabios actuales era en el deseo de saber, de enfrentar lo
desconocido, de buscar el secreto eterno del Universo.
Tales de Mileto
sentía entre sus venas la más profunda admiración ante el mundo que le rodeaba,
especialmente por el espectáculo del cielo estrellado, era un astrólogo
enamorado del cosmos. Se cuenta de él que cierto día por estar mirando a las estrellas cayó en un
hueco, y una señora le gritó: “eso te pasa por estar mirando hacia arriba sin
fijarte donde pisas”. Sin embargo, por estar mirando a las estrellas pudo
predecir el tiempo de una gran cosecha
de aceitunas, alquiló todos los depósitos que pudo, y luego los arrendó a los
productores, logrando hacer una gran fortuna. Lo importante es que mostró en su
vida el ingrediente esencial de todos los filósofos: capacidad de admiración
frente al Universo.
La admiración
filosófica, en Tales de Mileto, no consistía en una contemplación pasiva, como
quien dice: “ ¡Qué hermoso amanecer! “. Se trataba de algo que estaba más
allá del simple disfrute de las bellezas
naturales. Era una admiración especial, que comprometía toda la vida del
filósofo, algo que lo empujaba a buscar lo que todos los seres tenían en común,
algo así como la “semilla” misma del Universo, el elemento que unificaba todo
cuanto existía, esa masa con que estaba hecho el universo.
Y de esta
admiración surgió la pregunta que ha condicionado la historia filosófica de la
Cultura Occidental: ¿Cuál es el argé?, si se prefiere, ¿Cuál es el elemento
originario?. O tal vez, como realmente
Tales de Mileto se hizo la pregunta: “¿De qué están hechas las cosas?.
Así de sencillo. Guillermo Fraile lo expresa
refiriéndose a Tales de Mileto y de los primeros filósofos griegos:
La gran aventura de Tales
y de los primeros filósofos griegos consistió en esa admiración por elementos
naturales y fuerzas cósmicas, el agua, aire, fuego, frío, calor, condensación y
dilatación, etc. Es decir, que, al buscar el primer principio, el 'arché'
de las cosas, buscaban una realidad
ontológica, pero no fuera del Universo. ( p.141)
Lo importante ahora
es captar la profundidad de la pregunta y no pensar en las posibles respuestas.
¿De qué estamos hechos nosotros?, ¿El perro?, ¿El maíz?, ¿El sol?, ¿Las
piedras?. ¿Todo está hecho de un mismo elemento?, ¿De varios?. Sigamos con
Tales de Mileto.
Cuando Tales de
Mileto se preguntaba por las cosas, se refería justamente a todo aquello que
componía su medio ambiente: las personas, los animales, las plantas, los
minerales, la tierra, el mar, los ríos, las estrellas, el aire, las nubes, la
comida, los insectos..., la pregunta iba dirigida al mundo natural, a la
naturaleza, lo que llamamos, el mundo físico. Por lo tanto, ese elemento tenía
que pertenecer al mundo físico.
Sería un error
pensar que por la mente de Tales de Mileto existían términos como: Átomo,
molécula, energía, electrones, protones, carbono, células; etc. El elemento que
él buscaba tenía que ser algo tan natural como su medio ambiente, un elemento
que se pudiese observar a simple vista, tocar , contemplar, así era todo el
Universo.
La filosofía comenzó con la búsqueda de un
tesoro que estaba escondido ahí mismo, “entre los matorrales”. Ese elemento
estaba ahí mismo, pero no se podía ver a simple vista, esto era precisamente lo
que causaba admiración, y este es precisamente la tarea del filósofo: buscar lo
que está ahí, pero que no se puede ver a simple vista. De ese hecho surge el
“Búho” como símbolo del filósofo, él ve en la oscuridad aquello que está
oculto.
Nos acercaremos al
camino que Tales de Mileto recorrió en búsqueda de su elemento primario.
Escogeremos algunas “cosas” del mundo natural: El hombre, una planta, un perro,
una piedra, el agua.
Analizando cada uno
de estas “cosas”, Tales de Mileto trataba de encontrar el elemento común a
todas ellas. La tarea verdaderamente filosófica le empujaba a buscar más allá
de la diferencia entre estas cosas, buscaba lo oculto. Y comenzó la reflexión
acerca del mundo que le rodeaba. ¿Las plantas?. Si a un árbol se le deja
encerrado en una habitación durante treinta días, ¿qué encontraremos? : un
árbol seco, convirtiéndose en polvo, dejando de ser lo que era. ¿El hombre?. Si
lo encerramos en una prisión y no le damos agua, y lo buscamos después de dos
semanas, seguramente estará muerto, secándose poco a poco, dejando de ser lo
que era. Lo mismo ocurre con un animal. Todos los seres vivos están “llenos de
agua”, sin la cual dejan de ser lo que son. Las nubes son frutos del agua
evaporada.
El agua, agua es. Y si a los minerales los
sometemos a altas temperaturas, se derriten, lo que viene a demostrar que en el
fondo son líquidos enfriados. De pronto, lo que estaba oculto a la vista se
vuelve claro, el elemento originario aparece: El agua. Maritain lo expresa sin
rodeos:
De ahí que Tales, por
ejemplo (624-546) inspirándose en los antiguos mitos que hacían provenir todas
las cosas de las aguas primitivas, y fijándose además, en que las plantas y
animales se nutren de humedad y que todo germen viviente es húmedo, declara que
el agua es la sustancia única y que permanece
idéntica bajo todas las transformaciones de los cuerpos. (p. 34 )
El haber encontrado
en el “agua” el elemento del cual están hechas todas las cosas, se debió a un
proceso de razonamiento lógico de lo que observó en el mundo natural. No llegó
a esa conclusión basándose en lo escrito en algún libro sagrado, ni llevó a
todas esas cosas a un laboratorio para
comprobar su conclusión. Y si alguien le hubiese pedido que le
demostrara la veracidad de su conclusión, le bastaría con razonar lógicamente
los hechos: Sin el agua todo muere, y el agua está en todas las cosas.
Lo importante no es
la respuesta en sí, sino el modo en que la encontró, sirviéndose del
razonamiento lógico. De hecho, los filósofos posteriores siguieron haciéndose
la misma pregunta acerca del elemento originario de todas las cosas. Guillermo Fraile sostiene la misma idea:
Las especulaciones de los primeros filósofos
griegos se iniciaron en torno al hecho
de las mutaciones. Les impresionan los
cambios cíclicos de las cosas, la regularidad de los movimientos celestes, el
orden y la belleza del cosmos, los fenómenos atmosféricos, la generación y la
corrupción de los seres. Pero contra lo que hubiera podido esperarse en la aurora de la filosofía, su actitud no
es de realismo ingenuo y directo, más que las cosas particulares les preocupaba
la ‘naturaleza’. No se preguntaban simplemente ‘qué son las cosas’, sino que
tratan de penetrar más adelante, inquiriendo de qué está hechas las cosas, cómo
se hacen, y cuál es el primer principio de dónde todos provienen. Esto equivale
a contraponer el ‘ser’ y el ‘aparecer’, las esencias’ a los ‘fenómenos’, lo
cual les lleva a preguntarse si por debajo de las apariencias sensibles existe
alguna realidad estable, algún principio
permanente a través de las mutaciones incesantes de las cosas. (p. 138)
Y con razonamientos
similares o distintos a los de Tales de Mileto, llegaron a conclusiones muy
diferentes: Aire, Tierra, Fuego. Y la que fue más famosa, la combinación de
todos los elementos primarios. De ahí nos llega la tradición de los cuatros
elementos: Tierra, Aire, Fuego, Agua. Refiriéndose a Empédocles, Joestin
Gaarden refuerza la misma idea:
Empédocles pensaba que la naturaleza tiene
en total cuatro elementos o raíces, como él los llama. Llamó a esas cuatros
raíces tierra, aire, fuego y agua. Todos los cambios en la naturaleza se deben
a que esos cuatro elementos se mezclan y se vuelven a separar (p. 44)
La mentalidad
filosófica fue calando en la Cultura Occidental, hasta convertirse en la manera
casi exclusiva de hacer “ciencia”, y de construir desde su lógica racional toda
una visión del hombre: animal racional. La razón era el elemento esencial del
ser humano. Desde esta visión se organizó todo el Universo, cuya característica
principal era el “orden natural”, un orden lógico. La sociedad estaba
organizada según la lógica, en donde los más racionales, los más sabios,
deberían gobernar. Si existía algún desorden social, se debía a la falta de
sabiduría de sus gobernantes. Y el hombre ideal era el que se dedicaba a la
“ciencia”, a la sabiduría. Así estaban las cosas hasta que...
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