sábado, 26 de diciembre de 2015

DUALISMO: CUERPO Y ALMA



6. Dualismo: Cuerpo y Alma
 Gerardo Barbera



Las formas distintas de hacer filosofía en occidente se han reducido, en la mayoría de los casos, a un estilo diferente de expresión literaria, pero con la misma finalidad política, al servicio de la clase dominante. Tan sólo se han presentado como una especie de antropología de la desesperación, basada en los sentimientos, tal vez en el  “ hemisferio derecho”, pero siempre se trata del mismo cerebro.
En el fondo, se trata de una literatura ideológicamente peligrosa, venenosa, que ha pretendido vivir en las sombras, y de las sombras que la razón no ha podido iluminar. Más que filosofía adversa, o diferente, se ha tratado de un complemento, para los más sensibles, para lo menos "“racionales"” que prefieren un estilo más sentimental o "“existencial”, pero que siempre deje intacto la política de nuestra cultura.
No deja de ser curioso, que ninguna revolución, ninguna guerra, hayan logrado cambios realmente esenciales en el sistema social de justicia, que siempre a otorgado privilegios para unos pocos a cambio de la miseria de la mayoría. Llámese esclavo, plebeyo, villano, proletariado, obrero, buhonero... el pobre siempre ha sido marginal, y el hombre poderoso, de la raza pura y dominante, siempre ha sido el amo.
Las revoluciones que han sido inspiradas en filosofías nuevas, siempre han producido los mismos privilegios a las mismas personas y las mismas miserias a los miserables de siempre. En esto consiste la contradicción esencial de las filosofías distintas, o las siempre llamadas “nuevas eras”.
Platón con su sistema filosófico ha sido el testimonio más fiel y sistematizado de una concepción antropológica, en donde el hombre se presenta como la simple suma de dos elementos distintos entre sí, desde la misma esencialidad, como lo son el cuerpo y el alma, que jamás son concebidas como una unidad, sino, como dos elementos de naturalezas totalmente distintas.
El hombre se presenta como una dualidad fatal e irreconciliable, en donde la esencia, la naturaleza, el ser en sí del hombre es el “alma” de naturaleza metafísica, y totalmente distinta del cuerpo material. No se trata de una esencia antropológica natural: la razón. El alma es de naturaleza metafísica.

El hombre es un alma que sufre un castigo, un encierro dentro de los límites del cuerpo, en donde la conciencia de este destierro involuntario, de este sufrimiento, se convierte en una energía que impulsa a la búsqueda de la verdad y al encuentro del hombre con su propia naturaleza metafísica en sí. El hombre vulgar se cree un ser corporal y vive esclavo de su cuerpo. El hombre sabio desprecia su cuerpo, si es necesario, con el fin de buscar metas más altas que lo lleven a identificarse consigo mismo, dentro de sí, como un ser inmaterial y eterno.
Lo natural del cuerpo se convierte en la condición sufrible y lamentable, ”una prueba”  no deseable, infame, que convierte al hombre en una sombra de lo que realmente es en sí. El ser es el alma, quien tiene que conformarse con mirar la realidad a través de las ventanas del cuerpo, los ojos.
El cuerpo es la apariencia, la condición desgraciada de la vida pasajera. De tal manera, que la misma vida,  en cuanto afán de materialidad y de goce sensual carece de sentido, solamente los valores inmateriales y espirituales  pueden satisfacer plenamente la sed de infinito del alma.
En esta concepción antropológica, basada en el dualismo cuerpo y alma, que se caracteriza por el sentimiento de dolor y de prueba de un alma encarcelada en un cuerpo material e indigno, el ser del hombre se reduce a su esencia “alma”, de carácter totalmente inmaterial, espiritual, con deseos y necesidades distintas a las de un cuerpo material. Por lo tanto, desde su misma naturaleza y condición de existencia, el alma es contraria al cuerpo, a todo rasgo de animalidad que se le pueda atribuir al hombre.
De tal manera, que el desprecio por el cuerpo, por ese elemento de animalidad, por esa condición despreciable de nuestra vida pasajera por este mundo, tiene justificación metafísica. Es decir, el desprecio a todo lo que suene a animalidad, a vida sujeta a las necesidades corporales, es un sentimiento naturalmente metafísico, que le es propio al hombre en cuanto es fiel a su propia naturaleza espiritual, a tal punto que los iniciados en el camino de la sabiduría sienten un desprecio natural a todo lo que huela a esa asquerosa animalidad.
El alma está destinada a la transcendencia y  el cuerpo es simplemente una prueba. Por lo tanto, las realidades espirituales son de un valor absoluto, y todo lo material es relativo, útil, pero nada más.
La vida es un proceso de parto, un camino de dolor, un valle de lágrimas, una caverna, una prisión.  Algunas almas elevadas, o más desarrolladas que la mayoría, les toca sufrir la  terrible prueba de andar de “banquete en banquete”, compartiendo el anhelo de encontrar la verdad, y tratando de entender la vida de aquellos miserables, poco evolucionados y condenados a la esclavitud, que esperan  la próxima reencarnación, en donde el Destino, de seguro, si estos miserables logran desarrollar un poco el deseo por las realidades espirituales, puede que en futuras existencias, sean  considerados dignos de sentarse con los “elevados” en el banquete.
La visión antropológica del “alma encarcelada”, resulta ser una forma distinta del “animal racional” de hacer política, pero con la misma finalidad, de favorecer el estado social en donde unos pocos “elevados” viven todos los privilegios, de banquetes en banquetes, mientras que la mayoría es reducida a la esclavitud.
Las consecuencias en el plano político son terribles, porque las razones que justifican la situación de injusticia son de carácter metafísico,  lo que hace mucho más poderoso el veneno ideológico. La esperanza metafísica se convierte en enajenación de la misma situación concreta. Ya que toda existencia se define como sufrimiento en sí. Algunos sufrirán más que otros, según sus necesidades espirituales. El sufrimiento, la miseria, se convierten en signos de misericordia de los dioses.
El esclavo debe tener un poco de paciencia y soportar con dignidad el sufrimiento de esta vida; total, en su futura existencia gozará de todos los beneficios que le esperan en la próxima reencarnación. Y tal vez, con un poco de esfuerzo y paciencia, puede ser que en unas cuantas reencarnaciones alcance el nivel espiritual que en la actualidad posee el amo, y así podrá disfrutar de los placeres de la clase culta.
 El amo posee un alma más desarrollada, por eso es un ser superior y especial, quien tiene todos los derechos, hasta el de tener esclavos. Los esclavos poseen un alma menos desarrollada que la del amo, es menos persona en su ser más íntimo.

Desde el punto de vista de la acción política de la clase dominante, el desarrollo gradual del alma es la causa de la situación social y existencial de todos los individuos, unos serán más felices que otros, gracias a las leyes eternas del espíritu, dictadas por el dios del universo, o por la gran consciencia universal que mantiene todo cuanto existe en armonía según sus principios divinos, que solamente el hombre de alma desarrollada puede captar en el éxtasis del saber propio  de todos los sabios, vivir su ser en el espíritu que mantiene a todos unidos y que a cada cual le ha dado, de manera justa, su puesto en la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario