9. La ley eterna de la
esclavitud
Gerardo Barbera
Según el paradigma del dominio de la cultura griega, solamente el hombre sumergido en el torbellino
de las necesidades corporales puede sentir rebeldía ante las leyes divinas. El
rebelde lo es por su animalidad, por su poco desarrollo espiritual. Todos los
cambios revolucionarios que se han dado han sido a favor de los elegidos. Y
llevado a cabo por elegidos que han evolucionados la forma de ser siempre
fieles a las leyes divinas que marcan el rumbo de la humanidad.
Todo lo negativo,
que se oponga al desarrollo de la humanidad debe morir. La rebeldía es animal.
La sumisión, la obediencia al orden ha sido la clave del verdadero camino. La
“Hermandad Blanca” se impone. La Libertad, La Fraternidad y La Igualdad nunca
fueron para el esclavo, solamente para los nuevos elegidos y más evolucionados
en su capacidad de dominio que la clase social anterior. Solamente los amos
fueron “hermanos”.
Es posible creer que
la realidad en sí, la verdadera Ontología ha sido despreciada o ignorada. Y así
las sombras se han convertido en luces, en la mayor creación de la claridad de
la cultura occidental. El absurdo mortal, la cultura de dominación y de muerte,
la real “contra razón” se ha colocado como el punto de partida de los distintos
sistemas filosóficos y políticos.
Lo que tal vez ha
sido abarcado con muy poca profundidad en la cultura occidental ha sido el
análisis del ser en sí, en cuanto es posible al conocimiento humano. Lo dado en
la conciencia se ha tomado como lo real, como lo ontológico, si se quiere, como
el dato objetivo del cual se debe partir para ser sabios y construir y
justificar el orden político. Sin saber en realidad lo que es el ser y lo que
es el hombre. La Política pudo haberse basado en lo que no es el ser y en lo
que no es el hombre, de ahí su fruto: la
ideología de la muerte.
No darse cuenta, no
tener la capacidad histórica de captar la realidad, no conocer la mismisidad
del hombre en cuanto tal, sino conformarse con lo impuesto, se ha convertido en
la condición esencial del saber en sí mismo, al punto de no poder encontrar
alternativas al paradigma de la filosofía griega.
Por lo tanto, la
reflexión de lo que realmente se puede conocer llevaría a la reflexión de lo
que realmente es el ser y de lo que realmente es el hombre en sí. La Filosofía
sería amor a la sabiduría o al verdadero conocimiento. Se tendría que levantar
la cortina política que siempre ha velado al verdadero conocimiento. Se trata de
ser humildes, en cuanto a lo que se es en realidad, y tal vez, la Política
llegue a ser el ejercicio de la justicia.
La Filosofía nunca
es neutra, o es real, o es alienante. El conocer establece la relación entre el
ser y el hombre, o es simplemente una ilusión. No hay alternativas.
Puede ser que se
hayan confundido las sombras con la verdadera luz. Nunca se ha aceptado que la realidad
“objetiva” ha sido siempre subjetiva, sin otra posibilidad. Y como el saber ha
sido cómplice del poder, las sombras han sido la única luz real, física y
metafísica.
El error pudo
haberse convertido en la piedra angular del pensamiento filosófico y en
justificación de la verdadera animalidad de la historia, hasta llegar al
absurdo de pensar que la esclavitud, o trama de la muerte de los más débiles es
una ley divina proclamada por el Destino, dios de todos los dioses, verdadero
príncipe de las sombras eternas.
¡Dios ha muerto! Se
hizo sinónimo eterno, esencial, perenne de la muerte del esclavo. El futuro
lógico de la humanidad, en verdadera lógica coherente es el guerrero, enemigo
de lo débil. ¡Dios ha muerto! El esclavo también. Sin embargo, nunca podrá
haber guerrero, “superhombre”, sin esclavitud.
Desde la cultura
del engaño ontológico se ha interpretado la muerte del débil como signo del
progreso de la humanidad. Lo que se diga al favor del débil siempre suena a
poesía inspirada en la culpabilidad, o a refritos de añoranzas de falsas
libertades. Sin saber que el engaño pudo haberse convertido en la mayor
fortaleza de la cultura occidental. Y no se tiene la capacidad de salir de la
ilusión por simple conveniencia política. Lo diferente al engaño debe morir
desde la raíz, en honor a la “justicia”.
En la conquista de
la razón, el sentido de la vida se ha transformado en el discurso de la racionalidad aristotélica, el único punto de partida de la
reflexión y la base absoluta del verdadero saber, en donde la palabra
“misterio” carece de sentido, logrando una sabiduría donde la mayor oscuridad
es el hombre mismo. Sin embargo, el conocimiento se ha considerado como un
logro objetivo de la manera más dogmática posible. La capacidad de la
objetividad del conocimiento humano nunca ha sido puesta en duda realmente.
Y en la búsqueda de
la verdad, en la discusión sobre el sentido de la vida, la objetividad ha
dominado, aunque la sombra del absurdo siempre ha estado presente de manera
incoherente. Si el conocimiento es objetivo, la realidad social también lo es.
Y es así como realmente se ha vivido la Política, como la ciencia más objetiva
que el hombre haya alcanzado, hasta con fundamentos eternos y metafísicos.
¿Qué existe más
absurdo que un rancho lleno de miseria?. Sin embargo, toda la realidad es
consecuencia del orden universal, de la ley del Destino. Se ha convertido lo
absurdo, la muerte sistemática del esclavo en un conocimiento objetivo en
cuanto es una necesidad del orden
universal. Probablemente, la realidad en cuanto es en sí ha escapado a la
filosofía occidental. Probablemente no es tan cierto que la miseria de la
mayoría sea el deseo de la conciencia universal. Algo puede estar fallando.
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