8. La Política del Amo
Gerardo Barbera
De tal manera, que
en pocas reencarnaciones, el esclavo, el débil, el marginal, llegaría a ser como el amo que lo explota y domina. Se
trata de tener un poco de paciencia para luego sentarse en el banquete. La vida
consiste, ahora y por siempre en ser esclavo o amo. No hay más alternativa
posible. Es el destino de la raza humana. Es la verdadera ley del materialismo
histórico. La moral del guerrero. La genealogía de la moral del hombre débil.
Todas las propuestas sociales nacen y mueren en la dialéctica infinita del
esclavo y del amo. Por lo menos, eso es lo que hasta ahora han afirmado todos
los filósofos de cualquier lado, derecha, izquierda, no alineados, libres
pensadores.
De esta forma, desde una filosofía “del alma y
del sufrimiento”, distinta a la racional, el amo sigue siendo dueño del esclavo
por toda la eternidad. Al pobre solamente le ha quedado la esperanza de las
futuras reencarnaciones para convertirse en amo, y así ser feliz, dentro de lo
posible, siendo dueño los futuros esclavos.
Tal vez, en una
sociedad como la actual, que se manifiesta por lo menos, en la superficie como
materialista y consumista, los fundamentos metafísicos y transcendentales
suelen ser negados, en nombre de una objetividad inmanente. Sin embargo, más
allá de lo aparente, más allá del discurso, el orden metafísico es el
dominante.
Todo el orden
actual de la vida social, en donde existen pocos amos y muchos esclavos, sigue
siendo justificada desde lo metafísico, como proyección del paradigma griego,
muy pocas cosas han cambiado, solamente el estilo, pero la esencia es la misma.
No puede existir ninguna política sin dioses, o sin justificación divina y
nuestra época no es la excepción, todo sigue igual.
Una política sin
dioses no era real. Y la herencia es actual y permanente. La realidad de las
relaciones sociales se mantiene en cuanto respondan a leyes universales
religiosas, filosóficas o de “nuevas eras”. ¿A cuenta de qué existen países del
“tercer mundo”? El orden es el mismo de los griegos, “nosotros y los bárbaros”.
Y el dios es el Destino, la ley universal, o cualquier otro nombre. Hasta la
misma “muerte de Dios” es un dios sustituto.
Pero en el orden
ontológico se ha dado la mayor de las tragedias. La pretensión de la
racionalidad, la apariencia, el deseo delirante, la sombra, la locura, la
ilusión, la imaginación y el engaño de los griegos se ha convertido en el
fundamento de la realidad social. Hasta el punto de que la creación filosófica
ha sido sierva de la Política. Al punto de que es la Política y sus leyes de
dominación la que se ha convertido en criterio de la verdad física y
metafísica. Todo el conocimiento, independientemente de las intenciones de los diferentes
autores, ha servidos siempre y para siempre a los mismos amos y ha mantenido en la esclavitud a los mismos
bárbaros.
La convicción de
que la realidad social de injusticia responde a leyes divinas es tan
existencial, que lo “metafísico” es más objetivo que lo realmente físico. Es
decir, de lo lógico se saltó a lo metafísico, ignorando el verdadero orden
ontológico, para favorecer, con o sin intención, la dimensión política.
De hecho, los
avances en el conocimiento científico han surgido gracias a las dudas en el
orden de las leyes físicas, pero nunca se ha dudado realmente del orden
metafísico, cuando mucho se le ha cambiado de nombre a las mismas leyes, pero
poco o nada se ha avanzado desde Aristóteles hasta nuestros días.
De tal manera, que
se puede dudar de cualquier conocimiento alcanzado dentro del campo de la
ciencia, en cualquiera de sus ramas o dimensiones del saber, pero nadie dudará
jamás de la existencia del bárbaro, y por lo tanto, del amo. Imaginarse un
mundo en donde todos realmente seamos iguales, causa risa. Ya que lo natural,
lo divino, lo metafísico, lo más evidente que cualquier dato objetivo de la
ciencia que sea, es que los hombres son diferentes, y nadie es culpable de esa
diferencia.
Solamente el casi
animal, el poco evolucionado, no es capaz de aceptar el orden del universo.
¡Qué culpa tiene el tiburón de estar destinado a alimentarse de los peces
pequeños!. Es una ley natural y divina. De la misma manera, como se presenta en
el orden del reino animal la superioridad de unos que están destinados a vivir
de la sangre de los otros, así ocurre con los seres humanos en el orden social,
pero con la diferencia, de que los hombres evolucionan a través de
reencarnaciones y logran hacerse tiburones en el futuro. Nadie tiene la culpa de
que existan peces grandes y peces pequeños. La conciencia universal es la
sabiduría inscrita en el alma del hombre sabio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario