I EL CONOCIMIENTO MITICO
Gerardo
Barbera
*
La
mentalidad mítica tiene como particularidad el querer dar explicaciones de los
hechos naturales a través de causas sobrenaturales. El mundo natural es el de
los objetos, el de la naturaleza material, el de los fenómenos naturales, la
realidad social, la vivienda, el trabajo, etc. Cuando ocurre un hecho cuya
causa no es evidente en el mundo natural, y se recurre como explicación a una causa
que esté más allá del mundo natural, en
una realidad sobrenatural, se establece un conocimiento mítico. Como la causa
del hecho natural se encuentra en lo sobrenatural, entonces, no se puede ver,
por lo tanto se cree en su existencia. La Fe se convierte en el criterio del
conocimiento verdadero. En tal sentido, Barragán, afirma:
Si
echamos una mirada a lo que ha sido el desarrollo del pensamiento humano nos
encontramos con muchos intentos de explicación de fenómenos de la naturaleza y
del hombre que corresponden a nuestra sociedad precientífica. En ellos, en
efecto, encontramos conocimientos que se
estructuran sobre la base de poderes o fuerzas sobrenaturales que en muchos
casos son productos de su imaginación. (p.8)
Supongamos
al hombre primitivo tratando de explicar un fenómeno natural llamado “trueno”.
De pronto, todo el ambiente cambia, como por arte de magia, así de repente, sin
motivo alguno, como anunciando la llegada de algo o de alguien poderoso capaz
de cambiar el mundo. El sol desaparece, todo se ve cada vez más oscuro. Los
animales se alborotan, unas nubes negras aparecen y cubren el cielo, unas
lágrimas comienzan a caer. El viento se hace cada vez más salvaje, como si
fuese un ejército de espíritus locos, mientras que el pánico crece entre los
ancianos de la tribu. La lluvia se hace intensa y todos corren hacia la cueva a
refugiarse temerosos alrededor de una fogata improvisada. Una luz recorre el
infinito y se escucha un grito espantoso: ¡BOOOM!.
¿Qué
es esa voz que se escucha en medio de la tormenta? ¿Por qué produce tanto
terror?. Ese inmenso sonido que se escucha proveniente del cielo tiene que ser
de alguien poderoso que está más allá de las nubes. Y en el cielo, sobre las
nubes, solamente pueden existir seres que estén hechos de aire, de un aire
especial, algo así como un gran espíritu, que no muere como los hombres, ni
como los animales, ya que existe desde tiempos inmemoriales.
Es ese espíritu quien produce la lluvia, la
tormenta, los rayos, y su voz se deja escuchar en el trueno porque está bravo.
Conclusión: Cuando truena es porque los dioses del aire y de la lluvia están bravos. En el “Mundo de
Sofía”, Joestin Gaarden, propone un ejemplo semejante:
Seguramente
habrás oído hablar de ‘Tor’ y su martillo. Antes de que el cristianismo llegara
a Noruega, la gente creía que Tor viajaba por el cielo en un carro tirado por
dos machos cabríos. Cuando agitaba su martillo, había truenos y rayos. Cuando hay rayos y truenos, también suele
llover. La lluvia tenía una importancia vital para los agricultores en la época
vikinga; por eso, Tor fue adorado como el dios de la fertilidad. Es decir, la
respuesta mítica a por qué llueve, era que Tor agitaba su martillo. (p. 26)
En
el ejemplo anterior ocurre un fenómeno natural: La lluvia y los truenos. Las
causas de estos fenómenos no se ven a simple vista. Tuvieron que pasar siglos
para que la humanidad descubriera la electricidad y las verdaderas causas de
las lluvias y de los truenos. Sin embargo, desde que el hombre es hombre, es
esencialmente un ser que interpreta e interroga constantemente a la realidad,
no puede quedarse sin respuestas antes los fenómenos que le rodean, tiene por necesidad que buscarle una
explicación a su mundo.
La
mente humana solamente puede descansar cuando encuentra una respuesta, sin
importar la naturaleza de la misma. Por lo tanto, si no ve la causa del
fenómeno, si no encuentra en la naturaleza las respuestas a sus interrogantes,
los busca en cualquier parte, en otra “naturaleza”, lo importante es encontrar
una respuesta, y si no es en lo natural, entonces, en lo sobrenatural.
Guillermo Fraile, lo señala en pocas palabras: “El animismo, el fetichismo, el
totemismo, la mitología, etc., son formas primitivas de dar una respuesta a los
fenómenos de la naturaleza, buscando sus causas y su explicación. (p. 54)
En
el caso que nos ocupa, la respuesta a las causas de la lluvia y del trueno fue
encontrada en seres que vivían más allá de las nubes, y que no morían porque
estaban hechos de un “aire misterioso”, que les daba poderes extraordinarios:
los dioses de la lluvia y del trueno.
La
furia de estos dioses sobrenaturales era la causa y la razón de las lluvias y
de los truenos. En definitiva, un hecho natural como la lluvia y los truenos
son explicados a través de causas sobrenaturales, como la furia de los dioses,
por lo tanto se trata de un conocimiento fruto de la mentalidad mítica. El
profesor Lascaris señala acertadamente:
Para
los hombres y pueblos primitivos, la explicación de los fenómenos celestes es
de carácter mítico o astrológico. Los atribuyen a genios, espíritus, almas,
demonios, animales, monstruos, ángeles, etc., o a fuerzas cósmicas que
predeterminan los acontecimientos de los pueblos o los destinos de los hombres.
(p. 44)
¿La
mentalidad mítica es cuestión del pasado o permanece en la actualidad? Para
responder a esta pregunta se utilizará un ejemplo de la vida diaria, que puede
pasar en cualquier hogar venezolano, durante cualquier fin de semana:
Supongamos a dos amigas, Luisa y Ana, quienes se encontraron un sábado a
tempranas horas de la mañana, después de cinco años sin verse.
Para
celebrar el encuentro, lo más indicado que pensaron fue en comprarse “unas
cuantas cervezas”, las horas fueron pasando entre narraciones y tragos, cuántas
cosas tenían que contarse, pero como todo tiene su final, la caja de cerveza se
terminó. Pero eso no era ninguna dificultad, todo en esta vida tiene remedio, y
así fue como apareció “ la botella del despecho”, nueva y sin destapar. Y la
charla siguió en el clima de fiesta, hasta que la “rasca” pasó de la etapa del
mono (cuando los bebedores están alegres y payasos), a la etapa del tigre
(cuando los bebedores entran en furia y todo es motivo de pelea).
Cuando
“la botella del despecho” estaba a punto de morir, la conversación pasó de ser
amena a amenazante, y surgieron las “punticas”: “recuerdas el novio que me...”,
“tu siempre me has envidiado...”, “todavía me debes unos reales...”. Y las
cosas pasaron de las palabras a la
“jaladera de mechas”, patadas, golpes y rasguños surgió de amontones, hasta que
llegaron los salvadores y separaron a las dos grandes amigas.
Ahora
bien, en el ejemplo expuesto el hecho natural es la pelea, se trata de buscar
una explicación a este fenómeno, ¿por qué pelearon?
María,
hermana de una de las protagonistas, opinó lo siguiente: “pelearon porque
estaban borrachas”. Aquí nos encontramos frente a un fenómeno natural: La
pelea. Y una respuesta encontrada dentro del mundo
natural; es decir, una causa natural, tal vez, la más natural y evidente:
“estaban borrachas”. Esta causa resulta evidente y natural porque se puede
“ver”. Por lo tanto, la respuesta de María no constituye un conocimiento
mítico, ya que no recurrió al mundo de lo sobrenatural para encontrar respuesta
al fenómeno de la pelea.
Al
día siguiente ocurrió un hecho algo misteriosos: la señora Rosa, madre de una
de las protagonistas, encontró en el porche de la casa un crucifijo de color
negro, cuya figura estaba invertida, con
la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba. Además, el misterioso crucifijo estaba atado con una
cinta tricolor (amarillo, azul, y rojo). Y alumbrado con siete velas negras.
Ante
al fenómeno natural, la pelea, la señora Rosa, después de ver “el trabajo de
brujería”, estaba convencida de que las muchachas pelearon porque le montaron
un trabajo de brujería, y que seguro eso era obra de alguna vecina envidiosa,
ya que su hija y su amiga eran buenas muchachas y estaban estudiando. La señora Rosa frente a un fenómeno natural
buscó las causas en el mundo de lo sobrenatural, la brujería. Ella no vio a los
espíritus malignos provocando la pelea de las muchachas, simplemente vio “un
trabajo montado”.
Objetivamente
hablando, un conjunto de objetos, pero para ella era símbolo de otra realidad
que estaba más allá de este mundo natural, y que pertenecía al mundo de los
espíritus. De tal manera, que la respuesta de la señora Rosa obedecía a una
mentalidad mítica.
Sería
cuestión de preguntarse sobre quién tenía la razón, ¿María...?, ¿La señora
Rosa?..., ¿?..., ¿Pelearon porque estaban borrachas?, ¿Pelearon porque le
montaron un “trabajo de brujería?” ¿Con quién estamos de acuerdo, María o
Rosa?. ¿Cuál es la explicación más lógica?
Evidentemente,
si aplicamos una encuesta, lo más lógico es pensar como María: “estaban borrachas”.
Ahora bien, hagamos otro tipo de encuesta, en un ambiente académico, como la
universidad, es difícil que alguien admita públicamente, menos durante una
clase, que cree en brujerías o en algo parecido. Dentro de la universidad todos
somos una especie de científicos que creemos sólo en aquello que se puede
comprobar a través de la misma ciencia, lo demás entra dentro del mundo de la
superstición y del atraso.
Sin
embrago, sería bueno saber, cuántos alumnos serían capaces de agarrar el
extraño crucifijo y colocarlo de adorno en el “copete de la cama”, o cuántas
madres, agarrarían ese crucifijo y se lo regalarían a sus hijos como regalo de
cumpleaños. Si la respuesta es “Nadie”; es decir, nadie tomaría ese crucifijo
como adorno personal, ni guardaría las velas negras para ser utilizadas cuando
falle la electricidad..., entonces, en el fondo, pensamos como la señora Rosa,
o por lo menos, no descartamos esa posibilidad. Esto es lo que deseamos afirmar
con aquello: “de que vuelan, vuelan...”. Lo cual es un indicio de que poseemos,
aunque sea por ahí escondido, cierta mentalidad mítica, que nos lleva a buscar
soluciones sobrenaturales a los fenómenos naturales.
¿Cuáles
podrían ser algunas de las características del conocimiento mítico?
La
señora Rosa, fiel a las costumbres de las madres latinoamericanas, ha lavado la
ropa de sus hijos, de los menores y de los mayores, de los varones y de las
hembras, gracias a que desde hace varios años sus hijos le regalaron una lavadora automática, que funciona a la perfección. Pero como dice el dicho:
“Cuando el pobre lava, llueve...”. Dicho y hecho. No había terminado de tender
la ropa, cuando de pronto comenzó a caer una llovizna. Solución: muy fácil.
Buscó en su cocina un cuchillo y una
“cuchara”, se dirigió hasta el centro del patio, y colocó los cubiertos
en forma de cruz. Y como por arte de magia, la llovizna cesó.
En
el ejemplo anterior, el fenómeno natural es la aparición y desaparición de la
llovizna. La explicación: colocación del cuchillo y de la cuchara en forma de
cruz. La llovizna dejó de caer, por los poderes sobrenaturales que tiene la
cruz. Evidentemente estamos frente a un conocimiento mítico, fruto de una
mentalidad mítica.
De
este ejemplo se podría señalar algunas características del conocimiento mítico,
marcando con una “X” la alternativa que crea correcta:
( )
Sabiduría ( ) Ignorancia
( )
Verdad ( ) Mentira
( )
Avance ( )
Atraso
( )
Real ( )
Imaginario
( )
Historia ( )
Leyenda
( )
Ciencia (
) otra cosa
Y
muchos otros pares de características...
Lo
importante no es agotar el tema, sino aproximarse a los elementos
esenciales del conocimiento mítico en
general. Por ahora, es recomendable precisar un poco la definición de
conocimiento mítico, en cuanto es el
resultado de buscar explicaciones sobrenaturales a los fenómenos naturales, con
el cuadro anterior, se podría continuar la definición ampliándola con las
características: “ignorancia, mentira, atraso, leyenda, imaginaria, y no es científico.
Claro está, estas características resultarían evidentes si tomamos el ejemplo
de la señora Rosa para defenderse de la llovizna. Pero analicemos otro caso.
Resulta
que en el catecismo católico lo primero que se enseña es lo siguiente: “Dios es
el creador del Universo”
En
la afirmación del catecismo católico, se puede observar que aparece un fenómeno
natural: el Universo. Frente a este
fenómeno surge la pregunta: ¿De dónde viene el Universo, cómo se originó?.
Surge la respuesta: Dios ha creado el Universo. La repuesta es buscada fuera
del mundo natural, ya que Dios es Espíritu, y pertenece al orden de lo
sobrenatural.
De tal manera, que la afirmación del catecismo
católica es fruto de una mentalidad mítica. Este es el motivo por el cual en
muchos textos de filosofía a la mentalidad mítica también se le llama “religiosa”. Porque en el
fondo, visto desde las características del conocimiento humano, la mayoría de
las grandes religiones dan explicaciones
desde lo sobrenatural, explican la realidad inmanente (el mundo de lo
material), a través de lo transcendente (lo que está más allá y no responde a
las mismas leyes, ni a las mismas condiciones de existencia).
Resulta
que la religión solamente es posible gracias a es capacidad, o mentalidad
mítica, que le permite al hombre mirar hacia el Absoluto. La condición humana
que hace posible el hecho religioso es la mentalidad mítica. Ahora bien,
volvamos a la tabla anterior que permitió establecer algunas características
del conocimiento mítico, utilizando la afirmación del catecismo católico:
“Dios es el creador del Universo”.
( )
Sabiduría ( )
Ignorancia
( )
Verdad ( )
Mentira
( )
Avance ( )
Atraso
( )
Real ( )
Imaginario
( )
Historia (
) Leyenda
( )
Ciencia ( ) Otra
cosa
Se
supone que ahora la cosa no es tan sencilla, no se parece al caso de la señora
Rosa y sus cuchillos. Sin embargo, la afirmación del catecismo católico busca
respuestas sobrenaturales a los hechos naturales; es decir, se da gracias a la
mentalidad mítica presente en el hombre. Si el hombre no tuviese, de forma
natural, la capacidad de “mirar al cielo en busca de respuestas”, la Fe
religiosa no tendría puerta de entrada. Colin Wilson, plantea el mismo
criterio:
Ahora
bien, el impulso religioso se basa en la sensación de que hay un significado
oculto en el mundo. Los animales consideran el universo como algo muy natural;
pero la inteligencia lleva aparejada una sensación de misterio y busca respuestas
donde la estupidez ni tan sólo es capaz de percibir interrogantes. Las montañas
o los árboles gigantescos se convierten en dioses; los relámpagos y los
truenos, también; y lo mismo el sol, la luna y
las estrellas. (p. 226)
¿Entonces,
si los dos ejemplos anteriores responden a una misma fuente: la mentalidad
mítica. Significa que tienen las mismas
características? En cuanto a que ambos son frutos de una mentalidad mítica,
tienen las mismas características: “explicación del mundo natural a través de causas sobrenaturales”.
En
cuanto a su contenido específico, lo que afirma en concreto, o lo que niega,
cada caso es único y exige una postura de fe (la fe es el criterio de verdad
propio de la mentalidad mítica, no es fruto del razonamiento lógico, ni de la
comprobación científica). Sin embargo, desde la generalidad del conocimiento
mítico existen posturas diferentes.
Frente
al hecho de la presencia de la mentalidad mítica en el hombre existen dos
posturas diferentes: la “antimítica”, y
la “promítica”.
Aquellos que defienden la posición antimítica,
sostienen que en el orden del conocimiento y su validez, es igual colocar los
cuchillos en cruz para detener la lluvia, que
afirmar la existencia de un Dios creador. De tal manera, que en ambos
casos se dan las siguientes características: ignorancia, atraso, mentira,
leyenda, imaginación, y nada que ver con el conocimiento científico.
Desde
esta posición, la mentalidad mítica es valorada como una enfermedad de la
humanidad, un mal hábito heredado de las civilizaciones antiguas y que debe ser
superado, el verdadero hombre siguiendo el impulso vital de la evolución
superará este estado de conocimiento a
través de la verdadera ciencia.
Desde
el punto de vista de la realidad, se piensa que toda referencia a lo sobrenatural
es mera fantasía. Solamente existe el universo material. Por lo tanto, todo
aquello que parece a primera vista como algo inmaterial, como la inteligencia,
la conciencia, el alma, el espíritu... o es negado, o se concibe como
proveniente de la materia, y por lo tanto materia al fin, aunque por lo pronto,
su sutileza no permita definirla a través del método científico.
Si
no existe una realidad sobrenatural, que justifique la presencia de la mentalidad mítica, se
concluye que la misma es un producto de “enfermedades o problemas de la mente
humana”. Probablemente, lo mítico proviene del miedo a lo desconocido, del
miedo a la muerte, a la soledad. O quizás
el hombre débil en su afán de sobrevivir ante la presencia del hombre
fuerte, se inventó toda la fantasía mítica para dominar y mantener en segundo
plano al guerrero natural. O tal vez, para poder soportar la vida en una
sociedad injusta que le explota, se inventó un “más allá”, en donde todo sea felicidad, y el explotador apoya lo
mítico para que todo siga igual.
También puede ser que el hombre al descubrirse
mortal, débil, sometido a las leyes naturales, se inventó un dios, que en el
fondo sería una especie de superhombre, o un hombre con características
elevadas al infinito, el hombre formó a dios a su imagen y semejanza, y no al
contrario.
La
otra posición es la que sostiene la validez de la mentalidad mítica, como un
elemento esencial que define al hombre
como tal. Tal cual como lo señala en su
obra “El mensaje oculto de la Esfinge”, Colin Wilson:
Hay
otra fuerza que distingue a los seres humanos de los animales: La religión. Por
alguna razón extraña que nadie ha podido explicar, el hombre ha sido siempre un
animal religioso. Los escépticos del siglo XVIII trataron de explicarlo de forma
convincente diciendo que era una mera superstición: el hombre temía a las
fuerzas naturales, así que personalizó a los truenos y relámpagos como dioses y
a ellos elevó sus rezos. Pero esto no explica por qué nuestros antepasados
durante la glaciación del Riss, hace más de 200.000 años, quisieron hacer
esferas perfectamente redondas, cuando no había ninguna aplicación práctica
obvia para ellas. Al parecer, la única explicación posible es que son objetos
religiosos, una especie de disco solar. Y el ‘Homo erectus’ –o quienquiera que
la hiciese— sin duda no tenía ninguna necesidad de temerle al sol. (p. 225)
Lo
mítico sería el elemento humano que permite que la persona se abra al mundo de
la fe hacia una realidad sobrenatural y hacia un Dios origen del Universo. La
mentalidad mítica es una capacidad positiva que permite al hombre buscar
esperanzas más allá del mundo material, de tal forma, que la persona pueda
superar su nivel animal. El profesor Lascaris en su libro “Los filósofos de las
culturas y las sociedades masivas” indica al respecto:
Ni
la raza ni el contorno son causas de las civilizaciones. Siguiendo una
orientación mitológica, Toynbee señala que los grandes mitos contienen la
sabiduría de la humanidad, y estos prueban que las civilizaciones nacen como
respuestas a una incitación en una situación especialmente difícil que lleva al
hombre a realizar un esfuerzo sin precedentes. (p.15)
La
mentalidad mítica aparece como una capacidad innata, un vaso vacío, que la
persona llenará a lo largo de su vida con los distintos conocimientos míticos,
y con los distintos credos religiosos. Por lo tanto, la mentalidad mítica, en
sí misma, no puede ser objeto de valoraciones como verdadero o falso,
ignorancia o sabiduría... es simplemente un hecho dado y más nada. Lo que sí
cae dentro del mundo de las valoraciones son los distintos conocimientos
míticos en concretos, como colocar los cuchillos en cruz, o afirmar la
existencia de un Dios creador.
Los
dioses siempre han estado presentes en la historia de la humanidad. En “Las filosofías de las culturas y las
sociedades masivas”, el profesor, Lascaris indica enfáticamente:
Pudiera
llamarse a la prehistoria la ‘Edad de la guerra de los dioses”. En la Iliada
quedan bien dibujados dichos rasgos, aún siendo
la época de Homero altamente civilizada. Son los dioses los que
combaten, y por ello los hombres. Los hombres están unidos por el lazo del
servicio a su propio dios.
Al
librar batalla un pueblo con otro, los dioses del vencido son convertidos en
demonios malignos por el vencedor. El rey que para proteger sus fronteras
derrota a los pueblos vecinos y los somete a su vasallaje o los esclaviza está
justamente legitimado por la protección divina dispensada.
Asrhadon, relata:
‘Cual
león me enfureció, y mi ánimo se enardeció. Para ejercer la real soberanía en
mi casa y desempeñar mi sacerdocio, alcé mis manos hacia los dioses Asur, Sin,
Samas y ellos escucharon con favor mis palabras. En su eterna gracia me
enviaron el animador oráculo: ‘Marcha, no te desanimes, vamos a tu lado y
destruiremos tus enemigos... (p. 30)
Toca a cada lector profundizar en el tema, de
tal manera que pueda ser libre y madurar su postura ante la presencia de la
mentalidad mítica en el hombre.
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