MENTALIDAD
CIENTÍFICA
Gerardo Barbera
Para comprender de la manera más adecuada el significado y
alcance de la mentalidad científica, lo más conveniente sería ubicarla en el momento histórico de su
nacimiento. Y para poder asistir al
momento de este parto, se hace necesario reconstruir su período de gestación,
apreciar el cómo la mentalidad científica resultó del derrumbe de todo un
universo creado por la fuerza del razonamiento lógico. Reconstruiremos el mundo
de la Edad Media, fruto de la mentalidad filosófica, para luego derrumbarlo, y
dar paso al Renacimiento, época en la que aparece el “Método Científico”.
Si en este momento nos
preguntan, ¿cómo es el Universo?, Podríamos responder que es “infinito”. Pero
que, sin embargo, la Tierra está en el Sistema Solar. El cual está en la Vía
Láctea, que la Tierra gira alrededor del Sol, que las estrellas son inmensas, y
que se encuentran a “años luz” de distancia; etc. Nosotros tenemos una visión
general del Universo, que es fruto de la cultura actual.
De la misma manera, cada
época histórica ha construido su visión general del Universo. ¿Cuál era la
cosmovisión que existía durante la Edad Media?. Para responder trataremos de aplicar la lógica simple. No se
trata de la asignatura filosófica llamada “Lógica”, sino de la lógica
cotidiana, la que utilizamos todos los días, esa lógica propia de las personas
sencillas, de los niños. Eso es lo que haremos, reconstruiremos el universo de
la Edad Media como si fuésemos niños de primaria.
¿Por qué la gente pensaba
que la Tierra era plana? Simplemente porque así se ve, así se experimenta en la
vida de todos los días. Aquel que no esté loco, puede ver que la Tierra es
plana. Y si se ve que es plana; entonces, es plana y punto. Sería como
preguntar, ¿por qué las nubes están arriba?, porque sí, siempre la vemos
arriba; entonces están arriba. Se parte del principio de que las cosas son como
se ven, como las vivimos todos los días.
¿Por qué la gente no
aceptaba que la Tierra era esférica? La gente no vivía esa realidad, no veía
que la Tierra fuese esférica, todos sentían que la Tierra era plana, al igual
que nosotros. Pero sobretodo, nadie podía explicar, el hecho de que si la
Tierra fuese esférica, por qué los que están en la parte de abajo no se caen.
Este fue el argumento lógico más fuerte por el
cual no se aceptaba que la Tierra fuese esférica. Y miren que el argumento es
fuerte, no es tan sencillo explicar las razones por las cuales los que están
abajo no se caen, pasaron varios siglos hasta que apareció Newton con su teoría
de la atracción de los cuerpos y de la gravedad, para entender que no se caían
porque el planeta los atraía hacia su centro, y los mantenía “pegados” a su
superficie.
Y con todo lo que dijo
Newton, las cosas no quedaron bien explicadas, porque suponiendo que sea
verdad; entonces, ¿por qué no lo sentimos?. Si a una persona le dan unos
zapatos capaces de hacerlo caminar por
el techo, aunque él esté pegado al techo, él sería consciente de esa
experiencia, y sabría que está “cabeza para abajo”.
Y aunque la Tierra nos
mantenga pegados a su superficie, nunca se experimenta que al amanecer estemos
cabeza para arriba; al medio día, haciendo un ángulo de 90°; y que en la noche
estemos cabeza para abajo. Siempre sentimos que nuestra posición es la
misma. Por lo tanto, eso de que la
Tierra era esférica, sonaba a cuentos
infantiles, no tenía ningún sentido, contradecía a la lógica de la vida, se
presentaba como algo irracional. La Tierra tenía que ser plana, eso era lo más
lógico.
Las cosas no terminan
aquí, los nuevos científicos andaban con el cuento de que la Tierra se
movía, ¡ Ya era el colmo de la locura!.
En los días normales, nunca se ha sentido que la Tierra se mueva. Es más, los
científicos esos, daban a entender, que las estrellas y el sol estaban
relativamente quietos, y que era la Tierra la que se movía. Ya no había duda, o
estaban locos, o poseídos por algún demonio. Bastaba con asomarse y mirar al
cielo, durante las noches y ver como todas las estrellas recorrían el cielo, y
ver durante el día, la forma en que el sol caminaba por el infinito. O ellos
estaban locos, o las personas normales estaban ciegas.
Además, suponiendo que la
Tierra se moviese alrededor del Sol a una velocidad increíble, tendríamos que
sentir ese movimiento, hasta el extremo de estar agarrados de los árboles para
no salir disparados, ya que sería como estar girando en las “sillas voladoras
de los parques”. Por otra parte, los científicos decían que la Tierra giraba
sobre sí mismo, ¡Lo que faltaba!. Si eso fuese cierto, tendríamos que estar
saltando constantemente para no caernos, sería como estar sobre una gran pelota
a la que hacen girar, para no caernos tendríamos que saltar al ritmo del movimiento,
como si fuésemos saltimbanquis profesionales.
Partiendo de la
experiencia cotidiana, de lo que realmente se sentía, de lo evidente, la
lógica natural decía que la Tierra no se movía, sino las
estrellas y el sol. De hecho, las única
veces en que se puede sentir el movimiento de la Tierra tanto el de “rotación”,
como el de “traslación” es durante aquellas madrugadas cuando se llega a la casa con unas “cuantas copas demás”,
cuando todo da vueltas.
¿Cómo está formado el
cielo? ¿Cuál era su forma? ¿Su tamaño? ¿Sus elementos?. Analicemos desde la
lógica natural. ¿Dónde está el cielo? : ¡Arriba!. Y punto. Repito, hay que
estar loco para no darse cuenta de que el cielo está arriba. El que no quiera creer que salga y observe. Pero, ¿qué
es el cielo?. Veamos de la manera más sencilla. ¿Qué hay en el cielo? :
Estrellas. ¿Cómo son las estrellas? : son como diamantes que alumbran en el
cielo, del tamaño de una pelota, unas más grandes que otras, pero realmente son
cosas pequeñas. Así se ven, por lo tanto, así tenían que ser. ¿A qué distancia están? Ahí mismo, un poco
más arriba de la montaña más alta. Las cosas que están muy lejos no se pueden
ver, si vemos las estrellas es porque realmente no están muy lejos.
Si actualmente se pregunta
de qué tamaño son las estrellas, se respondería que son inmensas y que la
mayoría de ellas son hasta ciento y miles de veces más grandes que la Tierra, y
aún cientos de veces más grande que el Sol. Sin embargo, es imposible que
cualquier estudiante durante las noches observe una estrella cualquiera y diga:
“esa estrella es sesenta veces más grande que la Tierra, puedo ver su tamaño”,
“la otra que está allá es cinco veces más grande que el sol”. Esa no es la
experiencia.
Nuestros niños piensan que las estrellas son
pequeñas, porque así las ven. Todavía en nuestro lenguaje cotidiano decimos que
“el sol salió”, y que “el sol se oculta”. Y en cuanto a las estrellas, solemos
expresar, “te regalaré una estrella”; es decir, un diamante que alumbra en el
cielo, no se piensa en una inmensa masa probablemente en constante explosión.
En cuanto a la distancia,
las estrellas están a “años luz”. ¿Qué es un año luz? Es la distancia que
recorre la luz durante un año. Nos podemos imaginar la distancia de un
kilómetro, diez kilómetros; tal vez, mil
kilómetros. Pero, de dónde a dónde es un año luz, probablemente algún día la
humanidad utilice esa medida de distancia
en sus vehículos, pero hasta ahora solamente tenemos un concepto mental,
pero no la experiencia. De hecho nadie puede decir a simple vista: “aquella
estrella está a cien años luz”, “esa otra está solamente a cinco años luz, ¡qué
cerquita!”. Las estrellas se ven cerca, y si se ven cerca, están cerca, y
punto.
Hasta el momento hemos
visto como la lógica natural habla de una Tierra plana, que no se mueve, y de unas estrellas
hermosas, que brillan como diamante en el cielo, y que están un poco más arriba
que las nubes.
La pregunta es, si las
estrellas están ahí arriba, iluminando el cielo, y son muy hermosas, ¿por qué
no se caen?, ¿Cómo hacen para permanecer en el cielo?.
La única manera lógica de que un objeto
sólido, que está arriba, no se caiga, es que esté guindando. Así mismo, las
estrellas tenían que estar guindando, pegadas de algún techo, y si de paso, ese
techo se podía ver, entonces, no había ningún problema, las estrellas estarían
pegadas de un techo, del cielo, que resultaría ser una especie de cúpula.
En definitiva, tenemos una
Tierra plana, inmóvil, cubierta por un techo: el cielo en forma de cúpula, en
el que guindaban muchas estrellas, la Luna y el Sol. Más o menos, esta era la
concepción teórica del Universo que se tenía antes del Renacimiento. Guillermo
Fraile opina al respecto:
Anaxímenes (546 a. C.)
pensaba que la Tierra era un disco plano, rodeado de agua, que flota sobre la
atmósfera. Los astros- Sol, luna, planetas_
eran también discos planos, que giran alrededor de la Tierra, y que se
formaron de los vapores enrarecido e
incendiados que se exhalan de ésta. El sol se oculta por la noche detrás de las
montañas del norte. Las estrellas fijas están ‘sujetas con clavos ardientes en la bóveda cristalina’ del cielo, la cual gira en torno
a la Tierra, ‘como el sombrero alrededor de la cabeza’. (p.148)
A esta interpretación del
Universo, se le agregaron contenidos religiosos. A la cúpula se le llamó:
cielo. Lugar en donde estaban: Dios, los ángeles, los santos, etc. Debajo de la
Tierra estaba el infierno, en donde estaba el diablo, y sus demonios, al igual
que las ánimas condenadas.
Al combinar la visión
“física” del Universo, con la visión teológica del catolicismo, se obtuvo como
resultado la identidad de la Creación Universal, con el planeta Tierra,
interpretación acentuada durante la Edad
Media, en donde reinaba el orden y todo era perfecto. No existían problemas que
la Lógica no pudiese resolver, ya sea a través de la Filosofía o de la
Teología, las dos grandes fuentes del saber.
Vamos a establecer algunas
conclusiones:
¿Existe Dios? Claro,
además es evidente, hasta el punto que la fe es tan tangible como la razón. De
hecho si alguien, por casualidad, no creía en Dios, cosa absurda por supuesto.
¿Qué habría que hacer para sacarlo de su error? Simple, llevarlo al campo y
enseñarle el cielo, si no estaba loco, tenía que ver el cielo que estaba ahí
mismo, arriba de nosotros. Si existe el cielo, existe Dios que mora en las
alturas, y está ahí pendiente de nosotros. De tal manera, que desde la lógica
natural, la inspirada por Dios, el ateísmo está fuera de lugar, mientras el
cielo esté arriba, es imposible el ateísmo. Existía toda una forma de ubicarse
propia de la época, una manera de existir, llámese paradigma de la época cambiante como diría Moreno Alejandro:
En
el mundo cristiano en el que se movían
participaba de un modo efectivo de la incostestabilidad del Absoluto. El argumento ontológico antes de
ser aclarado por una lógica de conceptos, era, por así decirlo, vivido en una
posesión pacífica que reiteraba, mediante el juego de una prescripción secular,
la necesidad del ‘ser supremo’, ¿Cómo se
iba a dudar en esas condiciones de una verdad que se poseía y que hacía cuerpo con la existencia?.
Por
lo menos hasta finales del siglo XII, no se encuentran en los textos sino un
número insignificante de negadores de la existencia de Dios. (p. 99)
Y si existe Dios;
entonces, existen todos los elementos de la creación espiritual: seres
celestiales, ángeles, querubines, serafines,
y todos los santos que están en el cielo. Todos los seres espirituales
son creados por Dios, y conforman la muestra más perfecta de la creación.
Luego está la creación del
mundo natural, todo el mundo físico, los animales, las plantas..., y en el
medio, un ser natural y espiritual, hecho a imagen de Dios, espiritual, pero de
barro, natural, la combinación perfecta de ambos elementos.
La existencia del Universo
y de sus seres se explicó desde la concepción de un Dios creador.
En cuanto al sentido de la
vida: ¿de dónde venimos?: De Dios. ¿Para qué he venido al mundo? : Cumplir la
voluntad de Dios. ¿Hacia dónde vamos? Si cumples la voluntad de Dios, al cielo;
si no cumples, al infierno.
Con relación al campo del conocimiento, también todo cuadraba
perfectamente, la realidad celestial, espiritual, que estaba por encima de la realidad material --hasta desde el punto
de vista físico, el cielo está arriba--, era estudiada a través de la Teología,
y la realidad material, inferior a la celestial, era estudiada a través de la
Filosofía. Y de la misma manera, como la realidad material era inferior a la
espiritual, así mismo, la Filosofía era inferior a la Teología. Es más, la
Filosofía siempre fue considerada al servicio de la Teología, hasta el punto
que si por casualidad algún argumento filosófico iba en contra de algún dogma
teológico, el error estaba en la Filosofía, quien no aceptará esto, lo
convertían en “carne a la leña” por orgulloso y hereje.
Pero lo más importante y
fundamental, y que realmente moldeaba la forma de pensar del hombre de la Edad
Media, estaba en el hecho de identificar Universo = Creación
= Tierra. Esta concepción antigua del Universo es fundamental y decisiva
para comprender, sin cometer ningún anacronismo, la forma de pensar y las
diferentes filosofías de la Edad Media, aún la misma Teología debe ser
comprendida bajo estos parámetros de pensamiento. Sólo así se puede interpretar
el período de la Edad Media dentro de su propio paradigma como paso a la
Modernidad, como lo afirma Moreno:
El modo de conocer propio de la llamada ‘Cultura
Occidental’, en cuyo seno ha nacido y
vive nuestra ciencia, constituye una episteme
histórica que en sentido general,
puede llevar un nombre: ‘La Modernidad’
Como época histórica los ‘tiempos
modernos’ si inauguran en la segunda mitad del siglo XV (para algunos con la caída de Constantinopla, para otros con la
invención de la imprenta y para otros finalmente con el ‘descubrimiento de
América’), pero la modernidad como
episteme y el ‘mundo de vida’ moderno viene desarrollándose desde mucho antes,
desde las profundidades mismas de la
Edad Media. Que la modernidad tenga
manifestaciones adultas, plena, en la
Ilustración y en el capitalismo de empresa durante el siglo XVIII, no significa
que no se pueda llamar ya con ese nombre ya desde sus inicios.
En este sentido se toma
aquí el término, en cuanto a la episteme
correspondiente al mundo de vida que se inaugura en el seno de la Edad
Media, como práxis propia de un grupo humano conocido con el nombre de
burguesía, y que se extiende, como matriz epistémica, hasta nuestros días, en
las más variadas formas de vida y en sus
múltiples discursos (p.79)
Para nosotros el Universo
es infinito. Pero para la humanidad de aquella época, el planeta Tierra era
todo cuanto existía. Lo que para nosotros es el Espacio Infinito, formado por
constelaciones, sistemas planetarios, y un número infinito de estrellas, en la
Edad Media se concebía simplemente como el techo de la Tierra, las lámparas que
Dios había colocado para adornar la noche, siendo la más hermosa la Luna. Y
para alumbrar el día, Dios había colocado una gran lámpara: El Sol.
De ahí que el hombre sea el centro de la
creación, y la historia de la humanidad, es la historia del Universo. El hombre
es la criatura más querida que Dios había hecho a su imagen, por eso Dios se
hace hombre: Jesucristo...
Y cuando todo marchaba de
lo más feliz... apareció el Renacimiento con sus inventos y descubrimientos que
pusieron a temblar todo el edificio de la Edad Media. De pronto, el mundo
descubre una sucursal en la que nunca había pensado: América. Se demuestra que
la Tierra no es plana, sino redonda. Aparece la imprenta y la lectura comienza
a ser más popular. Los nuevos científicos, con su nuevo método echan por tierra
muchas de las afirmaciones de la cosmología aristotélica, pero la gota que
derramó el vaso, la última picada de abeja, el golpe a la mandíbula, lo dio el
“odioso” Galileo, y su idea absurda de que la Tierra se movía. Resulta
interesante la manera en que el profesor Lascaris describe la situación:
En la Edad Media
occidental el mundo se redujo a las tierras conocidas que eran porciones
limitadas de nuestro globo. Europa, Africa del Norte, y parte del Asia
Occidental.
El primero en dar a conocer el extremo
asiático fue el viajero veneciano Marco Polo y sus relatos. El mundo medieval
creyó que la Tierra era plana y los océanos terminaban en profundos abismos,
llenos de desolación y monstruos
terribles. Al entender la Tierra como redonda, Cristóbal Colón, pero de un
tamaño mucho menor del que tiene, creyó llegar al Extremo Asiático o las
Indias, a los remotos Cipangos y Catay. Murió sin saber que había llegado a un
continente ignoto, que él había confundido con las India, por lo que le llamaba
las Indias.
Magallanes y Elcano
demostraron la redondez de la Tierra al circunnavegarla.
Durante mucho tiempo se ha
creído que tenía la Tierra forma de esfera, hoy día se sabe gracias a los
adelantos espaciales que presenta una forma irregular, semejante a una pera, es
decir, más achatada por su parte inferior.
La supeditación de la
Cosmología a la Teología a lo largo de muchos siglos fue funesta para el avance
científico. Negaba la teología católica la redondez de la Tierra, recordando en
la Biblia el pasaje del profeta Josué que detuvo el sol durante una batalla,
para que el triunfo de los hebreos fuera completo, y negaba también que no
fuera la Tierra el centro del Universo.
Explicaba el Cosmos como complementario de la Tierra, epicentro del mismo, del
hombre y de la humanidad, basándose en un egoísmo céntrico, hecho y
estructurado “del hombre” “para el Hombre”. (p. 45)
La Teología era la ciencia
por excelencia, la que nunca se equivocaba porque encontraba sus fundamentos en
la Biblia, que es la Palabra de Dios, y ahí no puede haber error, las demás
ciencias, que tienen origen humano son imperfectas por naturaleza, ya que la
razón del hombre es limitada, imperfecta, por lo tanto, cuando hay discrepancia
entre una afirmación de las ciencias humanas y una afirmación de Teología, la ciencia divina, seguramente que
el error está en la ciencias humanas, con más razón, si estas estaban en contra
de algún texto bíblico, como fue el caso de Galileo.
Resulta que en el libro de
“Josué”, cuando los hombres de Israel atacaban las murallas de Jericó, de
pronto, comenzó a oscurecer, esto no convenía a los soldados israelíes, quienes
por ser visitantes, no conocían bien el terreno, y necesitaban de la luz del
día para ganar la batalla. Josué, viendo la situación, dirigió una oración a
Dios pidiendo que el sol se detuviera.
Veamos bien lo que dice la Biblia. Si la Tierra
se movía, lo más seguro era que Josué hubiese pedido que la Tierra se
detuviera, pero como pidió que el sol se detuviera, entonces era el sol quien se movía. Esto era palabra de Dios. Por
lo tanto Galileo estaba equivocado, y su teoría contradecía un texto bíblico,
se trataba de una herejía, por lo tanto había que condenarlo, Y de hecho, se
salvó de milagro de la hoguera. En su
libro, “ Introducción al filosofar y
filosofía griega”, Lascaris describe algunos elementos del proceso contra
Galileo:
Ante el tribunal de la
Inquisición de la Ciudad de Florencia está sentado un anciano de rostro
apacible, mirada serena y barba canosa, bien cuidada. Sus ojos, cansados de
tanto mirar a las estrellas, tiene una profunda penetración; están habituados a
escudriñar el firmamento y a sondear las almas... en investigaciones
incansables descubrió las leyes de la gravedad y de la inercia, ideó el péndulo
y el termómetro y perfeccionó el telescopio.
Era, por lo tanto, un
hombre que estaba acostumbrado a ver más lejos que los demás. Y sin embargo,
allí estaba, sentado en el banquillo, acusado de hereje, por enseñar
públicamente el sistema de Copérnico, que en contraposición a Claudio Ptolomeo,
sostenía el movimiento rotatorio y traslaticio de la Tierra alrededor del sol.
--¡vaya una teoría más
absurda!—comentaban los sabios del siglo XVII—como si no se apreciase a simple
vista que la Tierra está quieta y es el Sol quien sale todas las mañanas por
Oriente, entre nacarados rosicleres de aurora, y se oculta todas las tardes
sonrojado de arreboles, por la herida sangrante de Occidente.
Poca confianza se puede
tener en un mundo poblado por hombres que se niegan a abrir sus ojos a la
verdad. Como si la verdad no vista fuese menos evidente, o como si negarse a
aceptar la verdad fuese suficiente para desentenderse de las responsabilidades y obligaciones que
se derivan de los hechos ciertos, de la presencia ante nosotros de las
ineludibles verdades eternas. Cuán grande debió ser la desesperación de Galileo
ante sus jueces. Nadie le creía, pero él tenía en sus manos el tesoro supremo
de la verdad. Un tesoro de valor incalculable” (p.46)
Aunque este argumento es
el más generalizado, las cosas realmente no fueron tan sencillas, no se trató
de “textos bíblicos”. El problema con Galileo no fue solamente por la Teoría
del movimiento de la Tierra, por lo menos eso no era lo más importante. Lo
imperdonable de Galileo fue la utilización de ese “aparatico embrujado” llamado
telescopio y sus consecuencias. Era tanto el terror, que los teólogos se
negaban a tocar ese aparato, mucho menos mirar a través del telescopio, estaban
convencidos, o por lo menos, así lo hacían saber, que aquel que mirase a través
del telescopio quedaba bajo la influencia del demonio. ¿Por qué?.
Con el telescopio, Galileo
descubrió, entre otras cosas, que la luna estaba inmensamente más cerca que el
sol, que las estrellas estaban aún más lejos, que las estrellas no estaban
pegadas a ningún techo, la luna tampoco; el sol, menos. ¿Qué significaba todo
esto? El descubrimiento más asombroso y aterrador de la historia de la
humanidad y que dio el verdadero tinte al Renacimiento: La cúpula no existe, lo que se traduce, EL CIELO
NO EXISTE, TODO HA SIDO UN ENGAÑO.
Si el cielo no existe,
¿dónde está Dios, los ángeles, los santos...? Probablemente tampoco exista nada
de eso. La existencia de Dios entró en duda. Si Dios no existe, quiere decir
que estamos solos, y que la vida no tiene un sentido, ¿de dónde venimos?, ¿qué
hacemos aquí?, ¿para dónde vamos?, ¿todo termina con la muerte?, ¿da lo mismo
hacer el bien o el mal?.
Por otra parte, Galileo
con su endemoniado telescopio descubrió que los astros son esféricos, y que la
Tierra también es redonda, que no tiene nada de particular. Es decir, nuestro
planeta es una miserable piedra húmeda, insignificante en el conjunto del
Universo, y que navega desde ninguna parte hacia ningún lado. No somos toda la
creación, solamente una piedra perdida en el espacio. El golpe para la
humanidad era demasiado fuerte para asimilarlo en un solo trago. Por lo tanto,
a Galileo no habría que darle un premio “Nobel” de la ciencia, lo que realmente
se merecía un poseído como ese era un viaje sin regreso al mundo de las
tinieblas. Y se salvó de milagro. El aporte más importante de Galileo estuvo en
su método de investigación basado en la matemática. En la obra
“Metodología del conocimiento científico” se remarca este aspecto de la
vida de Galileo:
Uno de los logros más
admirables de Galileo fue la introducción de la matemática en la práctica de la
investigación científica. El libro de la naturaleza, considera Galileo, está
escrito en el lenguaje de la matemática, cuyas letras son los cuadrados,
circunferencias y otras figuras
geométricas. Por ello puede ser objeto de la verdadera ciencia. Todo lo que es
susceptible a medición: la longitud, la superficie, el volumen, la velocidad,
el tiempo, etc., o sea, las llamadas propiedades primarias de la materia (p.
74)
Por otra parte, en el
mundo del saber, la Filosofía era la reina, siempre y cuando estuviese en
perfecta coherencia con la Teología.
Como la Teología se vino al suelo, la Filosofía perdió su muleta y se cayó
estrepitosamente, perdió toda credibilidad. No se podía asegurar la veracidad
de ningún conocimiento. La ciencia necesitaba otra muleta que no fuese la
Teología: EL METODO EXPERIMENTAL
El Método Científico
surgió de las cenizas de la Edad Media y
de la enfermedad que heredó el Renacimiento: LA DUDA
Todo aquel que se dedicara
a la ciencia tenía que vencer el
monstruo de la “duda”, tenía que encontrar resultados verdaderamente
“universales”; es decir, válidos para todos
y sin ninguna sombra de duda. ¿Cuál es la única ciencia en donde nadie
duda de sus resultados, independientemente de que sea árabe, o cristiano,
chino, o indígena, ateo, o creyente? La Matemática. 2+2= 4. Esto es verdad y
punto. Alirio Rosales, en “Apuntes Filosóficos, N° 9-10” subraya este mismo
aspecto:
Como modelo del
conocimiento, la matemática ha inspirado a la razón a extender el conocimiento sin reconocer sus
propios límites. Su certeza apodíctica y su poder deductivo han sido atributo
de conocimiento verdadero. (p.37)
El Método Científico tiene
como objetivo convertir los
descubrimientos de cualquier ciencia en particular, en resultados matemáticos,
es decir exactos. Para lo cual necesita
de algunos pasos, que han variado a lo largo de la historia, como pueden
ser: Planteamiento del problema, Observación, Hipótesis, Experimentación y
Comprobación, elaboración de resultados, Teorías, Leyes. Se nombran los más
generales y conocidos. Pero la esencia siempre es la misma, partiendo del
estudio de un hecho particular, conseguir resultados universales expresados en
términos matemáticos, para garantizar su validez. Ejemplo: Después de aplicar
el Método Científico al fenómeno de caída libre de los objetos, se llega a la
conclusión de que la Fuerza con que desarrolla ese objeto en su movimiento es
directamente proporcional al producto de su masa por la aceleración que
presenta. F= m.a.
De tal manera, que un fenómeno físico puede
ser explicado a través de resultados matemáticos, y garantizar de esta forma su
validez y su universalidad.
Para que una ciencia
tuviese el honor de llamarse “Ciencia”, tenía que expresar sus resultados en
términos matemáticos. Y esto sólo era posible si aplicaba en sus estudios el
Método Científico. Y en esto consiste la mentalidad científica, en sostener,
creer, y pregonar, que solamente es verdadera Ciencia aquella que utiliza el
Método Científico, y cuyos resultados se expresan en términos matemáticos, y
por lo tanto, pueden ser cuantificados y medidos. Alejandro Moreno señala este elemento típico de la “mentalidad
científica”:
Todo científico piensa que
su discurso sobre el mundo es verdadero, en cuanta narra en lenguaje humano lo
que acontece fuera del sujeto que lo elabora.
Se acepta que la realidad exterior es multidimensional y por lo mismo
cada discurso científico es parcial, esto es,
discurre sobre una o pocas dimensiones. Se acepta, además, la
posibilidad del error como producto de las condiciones subjetivas de los
individuos y de la imperfección de los instrumentos. Los errores, sin embargo,
son superables, nunca quizás por
completo, pero el esfuerzo conjunto de la comunidad científica va elaborando un
núcleo sólido de verdades modificables o lo largo del tiempo que, de manera
objetiva, reproducen, por lo menos parcialmente, lo que existe en el mundo
exterior (p122)
Lo que quiere decir, que
al objeto de estudio de una ciencia, que
quiera ser científica, se le tiene aplicar el Método Científico, en todos sus
pasos, esencialmente el de la comprobación experimental. Es decir, que el
fenómeno pueda ser repetido cuantas veces sea necesario, y sus resultados sean
los mismos, de tal manera que se establezca una teoría y de allí, gracias a las
muchas comprobaciones experimentales, encontrar la “Fórmula Matemática” que
determine y defina los resultados. De no ser así NO HAY CIENCIA.
El Método Científico se
presenta como el hallazgo que salvó a la humanidad de la “Duda del saber”. De
esta manera, el hombre dejó de ser esencialmente religioso y especial, casi
divino, y se convirtió en uno más del ecosistema terrenal, un animal superior,
pero animal en esencia. Colin Wilson indica esta transformación antropológica
en el paradigma moderno:
De manera intencional o
no, Darwin había provocado el cambio
intelectual más grande de la raza humana. El hombre siempre había partido de la
base de que él era el centro del universo y de que habría sido creado por los
dioses. Escudriñaban los cielos giratorios en busca de alguna señal del
designio divino y escudriñaban la naturaleza en busca de oscuros jeroglíficos
que revelaran la voluntad de los dioses. Ahora Darwin le estaba diciendo que
los jeroglíficos eran una ilusión óptica. El mundo era meramente lo que parecía
ser. Consistía en cosas y no en significados ocultos. A partir de ahora, el
hombre tenía que aceptar que estaba solo. (p. 183)
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