sábado, 28 de noviembre de 2015

UNA EXPERIENCIA ÉTICA





UNA EXPERIENCIA ÉTICA

Autor: Gerardo barbera





El   día amaneció sonriente y lleno de promesas; sin embargo, todo resultaba francamente predecible, sin ningún motivo de sorpresas, con esa carga de rutina cotidiana, un día de trabajo  tan esencial como vital. La rutina nos acompaña, llega a nosotros con los primeros rayos del sol; el mismo reloj, la misma marginalidad, los mismos temores, la misma vejez, el mismo cansancio, el mismo universo, los mismos compañeros, los mismos problemas, las mismas alegrías, las mismas noticias y los mismos personajes. La diferencia existencial me rodea, nadie se da cuenta de que estoy en el medio de la vía. Las manos me pesan. ¡No quiero trabajar! ¡Dios, cuándo llegará mi jubilación!
Realmente nada hacía suponer que lo dado, esa naturaleza ontológica  sería asaltada por la dimensión metafísica y transcendental de la existencia. El día se tornó misterioso, sorpresivo. Y todo gracias a un encuentro, si se quiere superficial, un diálogo que en el fondo no tenía nada de particular; de hecho, responsablemente debo afirmar, que en la dimensión de la realidad física, tan objetiva y material, no trajo, ni tenía porque causar consecuencia alguna, el universo quedó idéntico a sí mismo, inmutable, compacto en su eterno movimiento expansivo, sin sentido y sin justificación. Pero, ocurrió una interpretación manifiesta de la transformación particularizada en mi ser consciente y dialéctico, un cambio tan real como cualquier consecuencia física sujeta a causas externas. Aunque, los movimientos de la conciencia suelen ser de otra naturaleza, y tal vez, de otro universo, que no se expande, sino que se contrae, hacia el encuentro con el en sí consciente de cada persona, o hacia el encuentro pleno con la propia identidad. No sé si se trata de dos naturalezas distintas de un mismo universo, o tal vez de dos universos distintos en una misma realidad.
Lo humano parece escapar a cualquier fenomenología ontológica. No basta con describir al hombre. La persona no es un dato. La conciencia es lo distinto, se trata de la dimensión existencial. Y esa mañana fue metafísica, una experiencia que las “leyes científicas” no podrían reducir a categorías de “cálculos probabilísticos”, nunca se podría realizar un cuadro estadístico para explicar el encuentro de aquella mañana de verano, ni se podría justificarla desde las “leyes del éxito”, sencillamente se trató de un amanecer cotidiano, de un día más de trabajo superficial y misterioso. A veces pienso que el término “universo” nos atrapó en lo ontológico, sin ventanas, con esa carga racional de totalidad, que niega, consecuentemente cualquier insinuación de transcendencia, si  sólo existe el universo, no hay transcendencia, así de simple, no puede existir metafísica y el universo material y solitario, ya que la conciencia, lo personal, lo particular es la negación de cualquier intento de “universo material” como lo único existente. La conciencia personal es la negación de cualquier totalidad, por lo tanto, del universo entendido como la realidad material  que posee la totalidad de la existencia, sin otra realidad. Al menos, que realmente la existencia se reduzca a el universo, entonces no existiría la conciencia personal, solamente la “energía universal”; es decir, el universo.
De tal manera, que lo ontológico y lo metafísico no caben dentro de un mismo universo, pero sí dentro de una misma realidad, de no ser así, la conciencia y lo ontológico serían dos maneras distintas de interpretación de un mismo y único universo. La conciencia transciende al universo dentro de una misma realidad. Es decir, la separación del ser en sí y de lo metafísico es la prueba fenomenológica concreta del límite del para-sí para aprehender una realidad que se hace humana en cuanto transciende lo propio del universo. La relación de conocimiento es dialéctica, en donde conciencia y universo se mantienen eternamente opuestos y distintos.
Tomar conciencia plena del ser de la realidad constituye la verdadera esencia de la dialéctica del ser personal, en donde evoluciona y se resuelve la dialéctica de la conciencia y de lo inconsciente; en donde lo consciente, en constante transcendencia de sí y del universo fundamenta la originalidad del “yo personal”, como la superación de lo inconsciente en la afirmación de la conciencia como existencia en sí misma, diferente y transcendental. En una misma realidad la existencia personal manifiesta su ser inconsciente como posibilidad de permanencia en el universo, pero que  transciende lo ontológico como conciencia  particular y distinta al universo. Donde exista conciencia, existe el hombre. La persona es en sí lo “no-universo”; es decir conciencia dialéctica y transcendental…
Una semana  antes de aquel   lunes superficial y misterioso, el Departamento de Filosofía de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Carabobo, había ofertado a través de un “concurso de credenciales” tres cargos, uno para cada asignatura: Teoría del Conocimiento, Filosofía de la Educación y Ética del Docente. Los resultados ya habían sido publicados, y los días seguían su curso normal, como cualquier fenómeno del universo. Los tres profesores favorecidos ya habían recibido sus cargos correspondientes, tan sólo faltaba la bienvenida y a trabajar…Pero llegó el lunes cotidiano, y de pronto, la figura de un profesor, un ser humano no esperado, una presencia que sin más entró a la oficina a presentarme en “mi propia cara” su reclamo, por la “injusticia” –que según él--, se había cometido en contra de su persona, debido a lo “amañado” del concurso, donde, supuestamente, se veía claramente mi mala intención y mis artes maquiavélicas, a favor de mis criterios “ilegales”, de los que él había sido víctima y exigía una explicación, o una rectificación justa. “¿Cómo podría ser posible que un profesor recién graduado fuese el ganador y no él?
-- ¡Buenos días!, ¿es usted el profesor Barbera, el jefe del Departamento de Filosofía?
El tono era agresivo, una conciencia que manifestaba dialécticamente cercana a la inconciencia inmanente, fijada en un instante  casi objetivo, alejada de su propia esencia transcendente. El profesor me miraba fijamente a los ojos, como dando a entender que la visita no era muy amistosa. Recuerdo que yo estaba leyendo y fichando algunos párrafos de la “Ética”, de Benito Espinoza, me encontraba meditando acerca de la ética y la geometría – para mí, Espinoza ha sido el filósofo que mejor ha interpretado el pensamiento cartesiano, tal vez, por la cercanía en el tiempo. Cerré el libro lentamente, tardé segundos eternos en tomar conciencia de la visita,  por cierto, no anunciada, y mentiría si no confieso que tuve miedo e inseguridad ante la repentina presencia de una persona de mediana edad – más o menos cincuenta años--, corpulento, quien al terminar el saludo se encontraba inclinado hacia mí, con sus dos manos apoyadas sobre el otro extremo de mi escritorio.
--¡Buenos días!—respondí confundido y de manera mecánica--¡siéntese, por favor!—quedé en expectativa formal, sin ningún contenido.
--¡Gracias! Soy el profesor “X”--, después de la presentación, me miró como quien espera sorprender a un corrupto desprevenido, como diciéndome: “Tú crees que me iba a quedar quieto, ¡no señor!, aquí estoy para reclamar mis derechos, y de paso asesorado por la Comisión de Reclamos,  tú no sabes con quién te has metido, ¡prepárate corrupto!”.
Aclaro, que estas son reflexiones posteriores a los acontecimientos en vivo, ese lunes ni pensar que tuve oportunidad de reflexionar. Insisto, era un día cotidiano, superficial y misterioso. Después de esta presentación identifiqué al personaje. Se trataba de uno de los profesores participante en el concurso de credenciales que no había resultado favorecido. Se trataba de un “reclamo”.
No era la primera vez. En los tres años que llevaba como jefe del Departamento de Filosofía me había enfrentado varias veces a situaciones semejantes. Insisto, era un lunes cotidiano, superficial y misterioso. Recuerdo que en el primer concurso de credenciales que coordiné se presentó el caso del reclamo más sonado, y se dio en la asignatura Teoría del Conocimiento, en donde el reclamante era un “Monseñor”. En todos los pasillos de la Facultad el comentario era el mismo, “En el Departamento de Filosofía rasparon a un Monseñor, ¡qué bol-s tienen en ese Departamento”. Y el comentario parecía lógico. Si un Monseñor no era considerado con suficientes méritos académicos para ganar un concurso de credenciales en filosofía, ¿entonces…? menos mal que al Monseñor en cuestión no se le ocurrió concursar en ética, sino imagínense el escándalo. En aquel caso, gracias a Dios, que el Monseñor no cumplía con los requisitos legales exigidos en el perfil del candidato…
En el fondo, más allá de lo cotidiano y de los personajes participantes, se ha tratado y se trata del concepto de filosofía, y en consecuencia, de quién está preparado para la docencia de la filosofía en la educación superior, criterios que le son propios señalar, en nuestro caso concreto al Departamento de Filosofía. ¿Quién debe enseñar filosofía en una universidad? ¿Qué se entiende por filosofía? Parece mentira, en el área filosófica todo el mundo se cree capaz, así de sencillo, por qué, no sé.
No es común ver a un egresado en filosofía concursando para un cargo en matemática, estadística, biología, inglés…pero en nuestra Facultad el caso contrario es común… ¿por qué?... En el caso que nos ocupa, ¿quién debe enseñar ética?, ¿qué entendemos por ética? Aclarar o tomar posición frente a estos interrogantes es el objetivo de este relato y de estas reflexiones, ¿qué es la ética?, ¿la ética se reduce a la conducta moral? Sánchez Adolfo (1969), en su clásico texto “Ética”, nos presenta el carácter reflexivo y filosófico de la ética:
Los hombres no sólo actúan moralmente (es decir, se enfrentan a ciertos problemas en sus relaciones mutuas, toman decisiones y realizan ciertos actos para resolverlos, y a la vez juzgan y valoran de un modo u otro, esas decisiones  y esos actos), sino que también reflexionan sobre ese comportamiento práctico, y lo hacen objeto de su reflexión o de su pensamiento. Se pasa así del plano de la práctica moral al de la teoría de la moral; o también, de la moral efectiva, vivida, a la moral reflexiva. Cuando se da este paso, que coincide con los albores del pensamiento filosófico, estamos ya propiamente en la esfera de los problemas teóricos-morales, o éticos (p. 17)

¡Atención!, no es mi intención aclarar qué entiende la gente por ética, ni siquiera, qué se entiende desde el Departamento de Filosofía por ética. Asumo la responsabilidad de lo que escribo, ¿qué entiendo yo por ética?, lo narrado es simplemente un recurso, una forma de llamar la atención del lector. Al entender  que se trataba de, “un asunto cotidiano”, propio de un lunes cualquiera, cotidiano, superficial y misterioso, tomé conciencia de la situación, “¡cogimos alientos!”, como dice la copla de “Florentino y el Diablo”, y aunque me sentía incómodo, recobré un nivel adecuado de seguridad, ya que no tenía nada oscuro que ocultar.
--¡Siéntese, por favor, en qué puedo servirle!—respondí con cierta hipocresía. Yo no tenía ánimo de servirle en nada, menos durante un lunes en la mañana cotidiano, superficial y misterioso.
--“¡Quiero que me explique cómo es posible que yo, el profesor “X”, por si usted no lo sabía con tal grado de postgrado alcanzado, y con más de veinte años de experiencia como educador perdí en un concurso de credenciales. Y para colmo, el ganador fue el profesor “Y”, quien apenas tiene dos años de graduado. ¡Ah!, pero que estudió en la misma universidad que usted” –recuerdo que expuso una serie de informaciones referentes a su amplio currículo para justificar su justa reclamación, dando a entender que se trataba de un caso claro de “tráfico de influencia”.
El tono de la reclamación era fuerte, casi a gritos, lo que atrajo la atención y la presencia de algunos colegas del Departamento de Filosofía. Yo pensé que la presencia de estos profesores iba a intimidar al reclamante; pero él lo entendió como la presencia de los testigos que necesitaba para fundamentar su justo reclamo. Le hice ver, que en su caso particular, el problema consistió en que estaba fuera de los límites de edad establecido como criterio de ingreso en un concurso de credenciales en el reglamento de la Universidad de Carabobo… El reclamante quedó mudo, “fuera de lugar”, yo no tenía la culpa de los criterios generales establecidos. Por lo tanto, no se trataba del acto de corrupción que él suponía, era cuestión de reglamentos…pero quise adornarme, hacerme el filósofo para darle una lección,  y confieso que metí la pata…juzguen ustedes…
--… y además, usted no es egresado en filosofía, ¿qué busca usted en el Departamento?, lo armé de nuevo, y la respuesta no se hizo esperar…
--¿Y usted cree que yo no sé filosofía?, vea mis calificaciones en el área. A mí siempre me ha gustado la filosofía, pregúnteme lo que usted quiera— Me puse a la defensiva y dado la presencia de algunos colegas, respondí…
--Dígame, ¿Qué es Ontología?—yo sabía que alguien que no sea egresado en filosofía no tendría la más mínima oportunidad frente a mi pregunta.
--A mí no me venga con palabras raras, pregúnteme sobre la “Metafísica de Conny Méndez”, y además, el concurso es de ética, tengo veinte años de servicios intachables en la enseñanza. Y yo sí tengo experiencia para ser profesor de ética, no ustedes que no saben nada de la vida…
No voy a seguir con los detalles de la narración ocurrida aquel lunes cotidiano, superficial y misterioso, de hecho, el desenlace fue legal, el reclamante no cumplía con la normativa exigida por la Universidad para los concursos de credenciales  y punto. Como resultado final, gané un enemigo más, muy pocas personas aceptan perder un concurso de credenciales…Pero las frases que hicieron de aquel lunes un día metafísico fueron  las siguientes: “Yo tengo mucha ética”, “veinte años de experiencias…” En estas frases quedó plasmado un concepto determinado de filosofía y de ética.
Según lo anterior, la ética sería algo que se tiene y que crece con los años de experiencia en la tarea educativa, y consecuentemente pasaría lo mismo con la filosofía en general, entre más viejo, más filósofo se debería ser. La filosofía “se hace en la vida”, “todo es filosofía”, “todos hacemos filosofía”.
La ética sería cuestión de experiencia vital acumulada, y se enseñaría con ejemplos de vida.  Según esta visión, lo más absurdo sería considerar la ética como una cuestión teórica. En el fondo, se trataría de una ética que podría ser impartida por cualquier educador con años de experiencia acumulados con una conducta irreprochable. Así la filosofía sería una disciplina que puede ser enseñada por un educador que haya acumulado una experiencia significativa y que sea un ejemplo viviente del ejercicio docente. Ya que la filosofía sería una cuestión de vida, justificada en hechos concretos de la profesión docente.
 En el fondo, entre más se ha vivido más se sabe filosofía, ética, teoría del conocimiento, antropología filosófica, filosofía de la educación, ontología, metafísica occidental, lógica, filosofía de la ciencia  y todas las corrientes del pensamiento como el idealismo, positivismo, existencialismo, marxismo, pragmatismo, entre otros temas, “toda cabeza es un mundo”, “Todos tienen su propia  filosofía”. Sería bueno considerar: “todos tiene su propia física”, y si esa afirmación los hace  profesores de Física en alguna universidad, o si aquellos de “cada cual tiene su propia psicología”, hace a cualquier educador candidato adecuado para ser profesor de “Teorías del aprendizaje” en el ámbito de la educación superior…Después, alejado en el tiempo, he reflexionado sobre la seriedad de aquel reclamo, no por su contenido, ni siquiera por la persona que lo hizo.
En este reclamo se encontraba el centro del problema propio de cualquier reflexión filosófica de la actualidad por el personaje y la generalidad de esta posible visión sobre la reflexión filosófica; es decir, muchos piensan que la filosofía y todas sus ramas, como la ética, es cuestión de “vida”, y no de “teorías vacías”, al punto de que la mayoría no entiende el motivo por el cual la ética es una asignatura filosófica y no por ejemplo, un área de las ciencias pedagógicas. En tal sentido, la profesora Ramos M  (2000), en su libro “Para educar en Valores”, presenta la ética como una reflexión esencialmente filosófica:
La ética en sentido académico es la filosofía moral, o disciplina filosófica que estudia las reglas morales y su fundamentación. Mientras que la moral tiende a ser particular, por la concreción de sus objetos, la ética tiende a ser universal por la abstracción de sus principios. La ética se ha convertido en una de las disciplinas filosóficas más fecundas y versátiles pues a través de ella se realiza el análisis y la fundamentación de los conceptos básicos para la interpretación de las costumbres y valores como la libertad, justicia, el bien o el buen vivir. (p. 93)

No obstante, según los ignorantes de la filosofía, la ética tendría que ser una asignatura concreta, del hacer, del ejemplo y nunca de la reflexión. La ética, y cuidado si no toda la filosofía tuviese que ser una ciencia social de la conducta, parte del universo, de lo dado, de lo medible, y no de la conciencia, como manifestación de la conciencia que  se transciende en lo personal, más allá de cualquier intento de reducir a su dimensión  ontológica a la ética y a la filosofía en general.
 Entendí que aquel profesor había   dado en el centro de la reflexión filosófica actual, especialmente en el campo de la ética o de la enseñanza de valores, cuestión que está de moda. Opino que no hay nada peor para la reflexión filosófica que  “estar de moda”, ya que la bibliografía respondería a intereses económicos y no al avance de la conciencia reflexiva y filosófica.
 Actualmente, nos encontramos con el hecho de que todo el mundo “sabe filosofía”.  Por su puesto, en nuestro caso todo el mundo  “sabe y tiene una ética”, y si se trata de un educador, pues ya es profesor de ética, gracias a los años de experiencia docente acumulados. Estoy de acuerdo con Barragán (1999) cuando expone una reflexión de  Hegel:

Hay una frase de Hegel que apunta al esclarecimiento de este hecho y que aún hoy vale la pena tomar en consideración: “Esta ciencia tiene la mala suerte de que aun aquellos mismos que nunca se han ocupado de ella se imaginan y dicen comprender naturalmente los problemas que trata, y ser capaces, ayudados de una cultura ordinaria, y en especial de los sentimientos religiosos, de filosofar y juzgar en Filosofía. Se admite que, respecto de las demás ciencias, sea preciso haberlas estudiado para conocerlas, y que sólo en virtud de dicho conocimiento se esté facultado para formular un juicio sobre ellas. Nadie duda que para hacer un par de zapatos sea preciso haber aprendido y ejercitado el oficio de zapatero, aun cuando cada uno de nosotros tenga la medida de su zapato en sus propios pies, y tenga manos, y con ellas la habilitación natural para dicho oficio. Sólo para filosofar no se necesitará ni estudio, ni aprendizaje, ni trabajo... (p.12)

Pero centrándonos en el tema, qué  entiendo por ética, expondré una primera aproximación: “la ética es una disciplina filosófica que trata sobre la dimensión metafísica de la conciencia particular y dialéctica que se desarrolla en relación esencial con el otro,  desde un sentido transcendental de la existencia”, así de sencillo. Esto significa, entre otras cosas, que la ética no es una ciencia científica y objetiva en lo absoluto.  Sea anatema todo aquel que piense que la ética es una “habilidad”, algo que se tiene. El hombre no tiene ética, es esencialmente ético. Max Scheler (1976) en su libro “El puesto del hombre en el cosmos”, nos presenta al hombre como un ser espiritualmente libre capaz de trascender el nivel animal de los impulsos y de las necesidades establecidas por el medio, lo cual considero como el fundamento antropológico de la estructura ética de  la persona:
Si colocamos en el ápice del concepto de espíritu una función particular del conocimiento, una clase de saber, que sólo el espíritu puede dar entonces la propiedad fundamental de un ser  “espiritual” es su independencia, libertad o autonomía existencial – o la del centro de su existencia – frente a los lazos y a la presión de lo orgánico, de la “vida”, de todo lo que pertenece a la “vida” y por ende también de la inteligencia impulsiva propia de ésta.  Semejante ser “espiritual” ya no está vinculado a sus impulsos, ni al mundo circundante, sino que es “libre frente al mundo circundante”, está abierto al mundo, según expresión que nos place usar (p. 55).


Sería un grave error pensar que le ética es una ciencia “sociológica”, “psicológica”, “pedagógica”, o de cualquier otra rama de la  ciencia, es simplemente y esencialmente un asunto de la filosofía. Cuando aseguro que es una disciplina filosófica, entiendo que se trata de una reflexión propia de la conciencia personal y dialéctica, enmarcada en fundamentos epistemológicos, ontológicos, antropológicos y metafísicos, de no ser así, simplemente no se podría hablar de una reflexión propiamente  ética.  Sánchez Adolfo (1969) es preciso cuando señala su opinión al respecto:
La ética no puede dejar de tener nunca como fondo la concepción filosófica del hombre que nos da una visión total de éste como ser social, histórico y creador. Toda una serie de conceptos que la ética maneja de un modo específico, como los de libertad, necesidad, valor, conciencia, socialidad, etc., presuponen un esclarecimiento filosófico previo. Asimismo, los problemas relacionados con el conocimiento moral, o con la forma, significación y validez de los juicios morales requieren que la ética recurra a disciplinas filosóficas especiales  como la lógica, la filosofía del lenguaje y la epistemología (p. 27)

De tal manera, que la misma naturaleza de la ética define el perfil del profesor de la misma.  Solamente aquellos educadores que han sido formados desde la filosofía estarían “licenciados” adecuadamente para impartir clases de filosofía y en consecuencia de la ética.  De no ser así, lo más probable sea que las clases impartidas por docentes no formados en filosofía se conviertan, en nombre de la   ética en “reflexiones de vida”, pero que muy poco tendrían que ver   con el verdadero sentido de las reflexiones éticas.
 Cuando el profesor no es egresado en filosofía, las clases de ética suelen convertirse en laboratorios psicológicos de integración grupal y de desarrollo de la autoestima, temas muy interesantes y necesarios, pero que tienen muy poco que ver con la formación ética transcendental. En este sentido, entiendo por transcendental la realidad metafísica que no puede ser reducida a lo ontológico. Prefiero el término “ontológico”, al de “objetivo”, porque lo metafísico puede ser objetivo en cuanto a que no se reduce a la conciencia, o al ser percibido por la conciencia.
Entiendo que lo que no he definido hasta el momento, con suficiente claridad, es mi definición de  la naturaleza de la conciencia personal y dialéctica, el “yo personal”, “la persona”, por el momento se entenderá como la conciencia en cuanto es capaz de ser ética. Cuando el profesor no está formado en filosofía, muestra su incoherencia con la asignatura de la ética empezando con la bibliografía que suelen utilizar, basada en textos que más que formar en cuanto al contenido de la ética, procuran el éxito publicitario  y se centran en la necesidad de “venta” manipulando y maltratando  el nombre de la Ética: “Ética y valores”, “Enseñanza de la ética”, “la ética para niños”, “la ética para maestros”, “la ética para vendedores”, “la ética para ser un triunfador”, “la ética para sentirse bien”, “la ética para lotería”, entre muchos otros títulos de la misma profundidad filosófica. Lo que está de moda no es la reflexión sobre las diferentes concepciones éticas, o de las diferentes opciones éticas, o sobre la fundamentación filosófica de los valores, o sobre la naturaleza de los valores.
No se trata de participar en foros o debates ideológicos sobre el tema de la ética: la ética marxista, la ética pragmática, la ética cristiana, la ética racional, la ética de la modernidad, la ética existencialista, la ética psicologista, como solía ocurrir en épocas anteriores, cuando la ética era objeto de reflexión del más alto nivel académico, como una parte esencial del saber propio de la humanidad.
Al principio del siglo XX, por ejemplo, se produjo en el ámbito internacional un debate sobre las mismas bases de la reflexión filosófica sobre la ética – cuestión muchas veces ignorada por algunos profesores actuales de la ética del sentirse bien, “tú estás bien, yo estoy bien”. Estas reflexiones filosóficas han servido de base para las posteriores reflexiones de las diferentes disciplinas del conocimiento de la humanidad.  
La ética no era para ellos una reflexión superficial, sino la reflexión que definía el verdadero sentido existencial  del pensamiento expuesto.  Pero lo que hay que resaltar, más allá del contenido es la seriedad y la profundidad de las reflexiones filosóficas que fundamentaban las éticas propuestas. Empezando el tercer milenio nos encontramos en una época en donde la ética está de moda. Y la esencia de la moda, su razón de ser en la sociedad actual –por lo menos en eso sí es coherente—consiste en su valor de venta. La moda produce rendimientos y ganancias económicas, he aquí su verdadero sentido. De no ser así, no tendría razón de existir, y por lo tanto pasaría de moda. No vale la pena producir lo que no se traduce en ganancias económicas. Lo demás poco importa, o se convierte, como los profesores del éxito afirman, en “pura teoría sin valor”.
Ahora bien, si se llegase a estas conclusiones, porque se es consciente de la filosofía pragmática que sostiene  la negación de la ética como  mera reflexión y la fundamenta como búsqueda de lo útil, yo estaría conforme, porque se trataría de una opción consciente y válida,  sin importar mi posición personal frente a las propuestas pragmáticas. Pero si la negación de la ética como reflexión filosófica se hace desde la ignorancia…, no hay nada que decir, y mucho que lamentar. La negación de la ética como reflexión filosófica solamente es válida desde la misma reflexión filosófica, y no desde la total ignorancia de lo que se afirma ¿Por qué la ética está de moda? ¿Acaso porque se siente la necesidad antropológica de profundizar desde la filosofía sobre el sentido de la vida? ¿Se trata de proponer o defender algún sistema ideológico de pensamiento? ¿Por razones de interés filosófico? ¿Por necesidad de sabiduría?
Simplemente pienso que el lema “Crisis de valores” se ha puesto de moda, de ahí la ética como tema de moda  de la venta de libros. No existe ninguna otra razón. La cultura del mercado y de la ganancia se ha convertido en la esencia del quehacer de la filosofía de los intelectuales ignorantes.
La  existencia de la llamada crisis de valores –la cual es discutible—ha resultado el lema ideal de la justificación, ya  que  desvía hacia la nada, hacia el mundo irreal, la atención de las verdaderas causas y de los verdaderos responsables de la marginalidad y de la miseria de la mayoría y nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad de la crisis de  valores en donde todos somos igualmente responsables,  lo que se traduce en que nadie es responsable. Por qué mueren millones de niños, porque hay crisis de valores. De esta forma los intelectuales del éxito  hacen, desde su intereses económicos, por supuesto,  el juego ideológico de la complicidad del estado social de la humanidad actual, a pesar de sus credenciales curriculares.
Los intelectuales superficiales suelen ser los mejores “tontos útiles”, de los verdaderos y conscientes filósofos del pragmatismo de mercado, quienes sí saben lo que están haciendo.    Ningún proceso educativo es neutro desde el punto de vista ideológico. La ignorancia de estos profesores favorece el crecimiento de la marginalidad y de la miseria de la mayoría. Como el problema consiste en la crisis de valores, la ética se convierte  en  el puente nunca cruzado, desde el cual se habla de valores y de la moral como problemas educativos desde una perspectiva totalmente conductista.
La consecuencia es lógica, si hay crisis de valores, la solución tiene que consistir en superar esa crisis de valores a través de la educación formal, de la escuela. Se trata de educar en valores, a través de programas educativos, talleres, módulos, charlas. Creo que pasará todo el tercer milenio y ningún programa de educación en valores resolverá la problemática social de la marginalidad, ya que “el jarabe para la tos, no cura el cáncer pulmonar”.  García Beatriz (1996) en su obra “Educación en Valores”, advierte sobre el contenido ideológico de la llamada “crisis de valores”:
Es necesario puntualizar dos ideas que se desprenden de este discurso: La crisis de valores se genera porque los venezolanos no asumen un comportamiento ético adecuado para alcanzar el bienestar social y el desarrollo de la nación. La escuela tiene la tarea de formar los ciudadanos para que transformen sus valores y asuman otros más cónsonos con el desarrollo. Cree que la  “crisis de valores” se genera por la “manera de ser” del venezolano, significa creer que el problema de la crisis de valores es un problema de los individuos, de los vacíos en su formación y cultura que les impide asumir los comportamientos adecuados en una sociedad que intenta alcanzar la modernidad. Por otra parte, dado que el problema de los valores es un problema del “comportamiento del venezolano”, el énfasis de la sociedad para resolver la situación se pone en que la escuela fortalezca su tarea de formación moral. En definitiva, es educación lo que se necesita para salir de la crisis de valores. (p.9)

Aclaro que no es mi intención escribir, por ahora, acerca de  “la ética del oprimido”, “ética y liberación”, temas que para mí están pendientes, y cuya reflexión muy válida se ha quedado a mitad de camino. No quiero que ningún lector, de esos que juzgan la calidad de un escrito por “la bibliografía” que se expone, me encasille pensando, “ah, ya sé por dónde viene éste con ese discurso trasnochado de la década de los sesentas del siglo pasado” Prometo no tocar el tema, para evitar que los intelectuales de la enseñanza de los valores adivinen con esa profundidad tan de ellos, mi “discurso rancio”, no pienso darle el gusto, voy a insistir  en la cuestión de la llamada crisis de valores.
 Si el tema de moda es la crisis de valores, la publicación de moda girará en torno a la educación en valores, ¿cómo surge la ética como tema de reflexión? Simple, por muy ignorantes que puedan ser en el tema, saben que al hablar de valores tienen que hablar de ética, aunque no sepan filosofía. Y como la idea es vender, escriben cualquier cosa, total, no hacen nada malo, por el contrario se supone que están formando los nuevos ciudadanos de la nueva humanidad. El resultado es fatal y en esos textos de educación en valores se encuentran las ensaladas más incoherentes de reflexiones éticas, filosóficas, de moral, de religión, de valores y de todo lo que se les pueda ocurrir, lo importante es que el libro quede bonito y tenga frases hermosas llenas de sabiduría. Y ¡claro!, que se les reconozca a ellos  como grandes autores de ética y se les pague por su trabajo.
Lo siento pero es así en la mayoría de los casos. Hay excepciones, por ejemplo, Fernando Savater. Yo no estoy de acuerdo para nada con sus postulados filosóficos, pero debo reconocer y quitarme el sombrero ante un autor que de verdad sabe filosofía y de la ética que propone y defiende. Yo personalmente lo admiro, como uno de los pocos autores de moda que realmente es un ejemplo del hacer filosófico. Pero repito, él es una excepción.
En mucho de esos textos de educación en valores, se comienza defendiendo la ética como una disciplina filosófica, y algunos hasta se atreven a presentar una teoría de los valores, pero unos cuantos párrafos más adelante, lo echan todo a perder. Resulta lógica esta ensalada, porque no saben de lo que hablan, pero saben que tienen que tocar el tema. Les hace falta entender, que es precisamente la ética el fundamento de la teoría de los valores y de la moral que proponen como objeto de enseñanza.
Pero alguien que piense que la ética filosófica es pura paja, nada coherente podrá afirmar acerca de la enseñanza de los valores. Cuando este proceso no se entiende, nos podríamos encontrar con textos que supuestamente hablan de educación en valores, y nos presentan una serie de relatos muy bonitos, que en tal caso podrían servir para dinámicas grupales, pero no para una fundamentación filosófica de los valores que se pretenden transmitir.
 Un texto para la reflexión grupal sobre temas de vida, no es una reflexión ética, menos, una educación en valores. Pero como lo bonito se vende, se le pone el nombre de moda de educación en valores a cualquier cosa. Lo que les falta a estos autores es precisamente ética profesional. En los profesores ignorantes de la filosofía y de la ética se explica desde la necesidad de supervivencia, algo tienen que hacer para vivir, y si tienen que mentir en el salón de clase, se hace y punto, ya sea de manera consciente o inconsciente.
Desde el punto de vista de los autores de textos de enseñanza de los valores, desde una ignorancia de las reflexiones filosóficas propias de la ética, la cuestión se reduce a la necesidad de reconocimiento y de ganancias económicas de la forma que sea. Y eso sencillamente deja mucho que desear. La verdadera educación en valores se fundamenta en esa “reflexión teórica y filosófica”, que a veces llaman “paja”. De no ser así, la educación en valores no sería más que condicionamiento inmoral. Existe un camino que nos lleva hacia la reflexión ética: Teoría del conocimiento, ontología, metafísica, antropología, historia de la filosofía, historia de la ética, moral, teoría de los valores, entre otros temas filosóficos  para poder comprender el mínimo de contenido que se pretende enseñar.
Si no se posee la formación filosófica mínima necesaria, lo escrito sería un montón de tonterías al servicio del crecimiento de la miseria y de la marginalidad,  y casi siempre en nombre de una supuesta educación en valores. García Beatriz (1996) insiste en el contenido ideológico y alienante de la supuesta crisis de valores y  de la educación de valores como la solución del problema:
Más que la proclamada crisis de valores, lo que estamos viviendo es la consecuencia de la frustración masiva que produce la imposibilidad de vivir de acuerdo con los valores que nos han impuesto o si se prefiere “enseñado” por todos los medios. El resultado de más de cincuenta años de modernización capitalista en Venezuela es la difusión de los valores propios del capitalismo consumista en todos los estratos sociales. Junto a una estructura de relaciones económicas que impide objetivamente a la mayoría de la población realizarlo en su vida cotidiana, mientras una pequeña élite los vive ostentosamente. (p. 11)

Una de las expresiones favorita dentro del sistema educativo de los intelectuales ignorantes, consiste en afirmar que “la ética es un eje transversal”. Me gustaría saber si estos profesores están conscientes de la relatividad moral que proponen. Y si están conscientes de las consecuencias del relativismo ético y moral  que proponen con su “eje transversal”. Me imagino que no tienen, ni pueden tener la más mínima idea de la filosofía que transmiten. Cuando hablan de que la ética es un  eje transversal, afirman, de manera enfática y muy repetida que la ética no se enseña, sino que está presente en todo acto educativo y que por lo tanto, los alumnos no necesitan aprender esa ética teórica, sino que la aprenden por osmosis, con el contacto con los educadores, como cada educador es un ejemplo de la ética profesional, en toda relación educativo se enseña la ética.
 De modo, que la esposa de un ingeniero, en pocos años de relación con su esposo aprende ingeniería y hasta podría ser profesora en cualquier facultad de ingeniería del país. Sin exagerar, todo educador tiene una didáctica educativa propia, que la muestra en su acto educativo, para qué enseñar didáctica, si se puede aprender con la relación diaria. La ética no es una conducta, aunque condicione el comportamiento humano, es una disciplina filosófica que fundamenta y da sentido al quehacer existencial del ser humano.

Nada existe más contradictorio que la ignorancia sobre una disciplina filosófica concreta como la ética, y que sea esta ignorancia la mayor virtud de un profesor de ética y el fundamento de la enseñanza  en valores que transmite con orgullo. No hay derecho, nuestros alumnos merecen algo mejor.  Hasta el momento he expuesto suficientes datos para señalar lo que entiendo por ética; sin embargo, confieso que no he fundamentado mi posición. No he hablado de lo que entiendo por “persona”, o conciencia dialéctica. ¿Qué es el hombre? ¿Qué entiendo cuando afirmo que el hombre es estructuralmente ético?
 Ya termina el lunes superficial y misterioso, mañana escribiré algunas líneas referentes a este tema…

 

                        REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS


GARCIA. B. “Educación en Valores”. Ed. Fe y Alegría. Caracas 1996.

RAMOS. M. “Para educar en valores”. Ed. UC. Valencia – Venezuela        2000.
SANCHEZ. A. “Ética”. Ed. Grijalbo. México 1969.
SCHELER. M. “El Puesto del Hombre en el cosmos” Ed. Lozada. Buenos Aires 1976.



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