LA FENOMENOLOGÍA: “HUSSERL”
Autor:
Prof. Gerardo Barbera[1]
racionalidad@hotmail.com
Departamento
de Filosofía
Facultad
de Ciencias de la Educación
Universidad
de Carabobo - Venezuela
La
fenomenología es una propuesta epistémica que en la actualidad ha cobrado
relevancia en el ámbito de las investigaciones de las ciencias sociales. Y esta
fenomenología es considerada como una herencia metodológica y epistémica de
Husserl. Ahora bien, en lo esencial, la teoría del conocimiento propuesta por Husserl en su tesis fenomenológica,
describe el proceso mediante el cual se toma conciencia plena de los distintos
“estados de conciencia” propios del acto
de conocer, que comienza en “ el estado
natural”, pasa luego a “la fenomenología
eidética”, hasta llegar a la
“fenomenología trascendental”. La dificultad radica en que se señalan los
criterios de cómo realizar el proceso de reducción fenomenológica desde el
estado natural de la conciencia hacia el estado trascendental, pero no son
muchos los ejemplos concretos que se presentan para entender el proceso y la
metodología del fenomenalismo husserliano.
Sin
embargo, en el fondo, su epistemología
pretende superar las tesis del relativismo naturalista y psicológico, que
centraba cualquier intento de conocimiento verdadero en la esfera de las
vivencias individuales, que no trascendía lo dado en un hecho particular,
entonces, no se podría hablar de ciencia, de conocimientos verdaderos como
tales, con intencionalidad de
intemporalidad y de universalidad, en este sentido Husserl (2006) afirma:
El relativismo específico hace esta
afirmación: para cada especie de seres capaces de juzgar, es verdadero lo que
según su constitución o según las leyes de su pensamiento deba tenerse por
verdadero... la constitución de una especie es un hecho. Y de hechos sólo
pueden sacarse hechos. Fundar la verdad en la constitución de una especie...
significa darle, pues, el carácter de un hecho. Pero esto es un contrasentido.
Todo hecho es individual, o sea, determinado en el tiempo. Pero hablar de una
verdad temporal sólo tiene sentido refiriéndose a un hecho afirmado por ella
(caso de que sea una verdad de hecho) más no refiriéndose a ella misma. (p.34)
La
mayor dificultad que se puede encontrar para entender a plenitud las propuestas
y fundamentos de la teoría del conocimiento del fenomenalismo de Husserl,
consiste en que la misma no se presenta como un sistema racional y lógico de
pensamiento filosófico, no se trata de teoremas matemáticos, ni de teoremas
lógicos, sino que esta fenomenología propone como un método que trasciende la misma
racionalidad, dado que la racionalidad lógica y matemática puede sucumbir en la
inmanencia de la subjetividad. Por tanto,
la fenomenología no trata de “explicarse” dentro de un sistema de
códigos lógicos o matemáticos, se presenta como una “experiencia” propia del
estado trascendental de la conciencia, que escapa a los límites subjetivos de la
racionalidad.
Entonces
la realidad lo que “aparece” como objeto debe ser comprendido en su pureza como acto
propio del conocer intuitivo y no como constructo racional, así, Husserl (1969)
llega a indicar la naturaleza esencial de lo intuido:
Una intuición empírica e
individual puede convertirse en intuición esencial (ideación) -posibilidad que
por su parte no debe considerarse como empírica, sino como esencial. Lo intuido
en este caso es la correspondiente esencia pura o eidos, sea la suma
categoría, sea una división de la misma hasta descender a la plena concreción(…) No
hay teoría concebida capaz de hacernos errar respecto al principio de todos los
principios: que toda intuición en que se da algo originariamente es un
fundamento de derecho del conocimiento; que todo lo que se nos brinda
originariamente (por decirlo así, en su realidad corpórea) en la intuición, hay
que tomarlo simplemente como se da, pero también sólo dentro de los límites en
que se da. (p.24)
De este
modo, la fenomenología se presenta como
una forma de vida centrada en el conocimiento que se adquiere en la vivencia de
una especie de “éxtasis gnoseológico” propio de la fenomenología trascendental,
es una experiencia “mística”, “como quien escucha caer la lluvia”.
García
Bacca (1963), en su libro, “7 modelos de Filosofar”, en el capítulo dedicado a
Husserl (p. 196), utiliza el ejemplo del cubo de hielo sumergido en un
recipiente lleno de agua --de este ejemplo me serviré para exponer los
diferentes estados de la conciencia— Entonces, el cubo de hielo puede encontrarse en el
recipiente lleno de agua, por lo menos
de tres maneras distintas. La primera forma, o la más natural en esta
situación, sería que el hielo flotase en
el agua. De igual manera, en el estado
natural, la conciencia se concibe a sí misma como flotando en la realidad,
sostenida por la realidad.
En el
estado natural, la realidad se concibe como el fundamento de la existencia de
la conciencia. La actitud natural de la conciencia es la pasiva, recibir el ser
del mundo exterior. El conocimiento se presenta como lectura de una realidad
que se impone con toda la fuerza de su objetividad radical y aplastante.
Así, la realidad se convierte en la fuente
inagotable de estímulos constantes con la que se alimentaría la necesidad de
conocimientos del “animal racional”, que
vive deslumbrado por la fuerza de una realidad que se le impone desde afuera, frente a la cual
la conciencia es “informada” en su pasividad eterna. Husserl (1949), en su
texto “Ideas”, manifiesta el sentido de la actitud natural:
Pongámonos esto en claro con
detalle. En la actitud natural llevamos a cabo pura y simplemente todos los
actos mediante los cuales está ahí para nosotros el mundo. Vivimos ingenuamente
en el percibir y experimentar, en estos actos téticos en que se nos aparecen
unidades de cosas, y no sólo aparecen, sino que se dan con carácter de lo “ahí
adelante”, de lo real. Cultivando la ciencia natural, llevamos a cabo actos de
pensamiento ordenados según la lógica de la experiencia... (p.116)
Por otra
parte, si dejamos el cubo de hielo flotando por mucho tiempo en el agua, lo más
lógico es que el hielo termine por derretirse, de manera que el cubo de hielo
se integraría al agua del recipiente, y no habría diferencias entre el hielo y
el agua. Tanto el hielo, como el agua
formarían una misma realidad. En el estado de conciencia de la fenomenología
eidética, la conciencia se concibe a sí misma como parte de la realidad
universal, en una especie de igualdad de condiciones.
Desde el
estado de la conciencia de la fenomenología eidética, el conocimiento se da
gracias a la relación entre la realidad exterior, y la capacidad activa de la
conciencia de pasar de lo particular a lo universal. Por otro lado, siguiendo
con ejemplo del cubo de hielo, supongamos que por un milagro de la naturaleza
el hielo se hundiese hasta el fondo del
recipiente lleno de agua.
En el estado fenomenológico trascendental, la conciencia
se concibe a sí misma como una realidad más firme que la del mundo exterior,
hasta el punto de que sería la conciencia el fundamento de existencia de la
realidad exterior. Sería como si de pronto, el mundo apareciese como una carga, como un peso que la
conciencia tiene sobre sus hombros. En este sentido, García Bacca (1963),
presenta un resumen de los estados de la conciencia propuestos por la
fenomenología de Husserl, con la finalidad de introducirnos en el análisis y la
comprensión de las propuestas epistemológicas propias de la fenomenología:
En primer lugar: un estado en que flotamos en las
cosas, en que parece que ellas nos sostienen, que tienen una existencia más
firme que la nuestra propia; estado que llama Husserl natural, instalación natural en el mundo.
Segundo: un estado en el cual nuestra realidad se encuentra como en equilibrio
respecto a las cosas, de manera que ninguna sostiene a la otra, ni ella a nosotros
ni nosotros a ellas; veremos que
corresponde al estado de fenomenología eidética; y un tercer estado nuestro en el cual, lejos
de que nos sustenten las cosas, parece como si nosotros la sustentásemos, como
si hubiesen perdido ellas de realidad, y
se apoyasen en la nuestra, por más densa, por más consistente. A semejante
estado, dicho ya sin metáforas, se denomina técnicamente estado de
fenomenología trascendental. (p.198)
Ahora bien,
¿qué se entiende desde la tesis fenomenológica
por estado natural de la
conciencia en el acto del conocimiento? Cada vez que Husserl expone alguno de
los estados de la conciencia, cada estado debe ser interpretado sobre la base
de la relación existente entre ellos. Así por ejemplo, el hombre, en cuanto sujeto, puede relacionarse con un objeto dentro del proceso
de conocimiento, por lo menos de tres maneras distintas: en primer lugar, puede
tener contacto directo con el objeto; segundo,
el objeto puede ser recordado, se da una relación indirecta a través de
la memoria; y tercero, el objeto del conocimiento puede ser imaginado, creado
por la mente.
En el estado
natural, la conciencia se relaciona con el objeto en forma directa, sin
intermediario. Esta relación directa se
logra a través del contacto particular y concreto por medio de los sentidos.
Así, pues, en el estado natural se
prefiere al objeto real y concreto. Y
este objeto es captado con todo su peso ontológico, como ser en sí mismo, e independientemente de la
conciencia; y por supuesto, con mayor realidad que el objeto que se posee en la
memoria, o el producido por la imaginación.
En el
estado natural de la conciencia, el
sujeto concibe con preferencia ontológica
al ser dado directamente en la
experiencia concreta. Y es precisamente en esta relación cognitiva, de la
conciencia en estado natural, donde el objeto del conocimiento es captado como
una cosa plenamente definida. El objeto
se presenta ante la conciencia como un
concepto unívoco, sin la más leve sombra de sospecha, libre de cualquier estado
de duda.
El objeto
del conocimiento, en el estado natural de la conciencia se presenta bajo el
manto de la certeza absoluta. Y es la certeza del conocimiento adquirido
directamente de la realidad exterior y objetiva, la que produce el estado
natural de la conciencia. La certeza es lo natural. En lo esencial, lo natural del conocimiento consistiría en el
poder conocer la realidad exterior con certeza, sin sombra de duda, tal cual
como es en sí.
El conocimiento se convertiría en la búsqueda
constante de la certeza, de la verdad absoluta que mostrase el orden lógico de
la realidad existente. Es lo que busca el conocimiento científico, y es lo que
sostiene la posibilidad de la filosofía racional.
Y en esta
certeza natural, se encuentra el mayor obstáculo que impide el desarrollo de la
conciencia hacia la fenomenología trascendental.
En palabras de García Bacca (1963), se puede
resumir las características del estado natural de la conciencia:
Pero creo que puede estar ya suficientemente en claro
cuáles son las preferencias que sentimos todos por dentro y que justifican el
hablar, no teóricamente, sino concretamente, casi, como tangible con la mano,
de un estado natural que se caracteriza primero por el sentimiento de certeza,
por la búsqueda de la certeza en todos los órdenes; segundo, por tratarnos
inmediatamente con cada objeto en particular, sin ambigüedad posible; y en
tercer lugar, por querer percibirlo, notarlo directamente, sin intervención de la
memoria ni de imaginación. Nos es menester explicar largamente este estado,
porque como es común y corriente en el que vivimos, lo experimentamos
continuamente; por desgracia, según Husserl, porque es el estado que hace
imposible hasta cierto límite el
colocarse en estado fenomenológico trascendental. (p.206)
Después de
haber descrito algunos aspectos de la conciencia en su estado natural, surge la
necesidad de avanzar hacia la presentación
del estado de la fenomenología eidética. ¿En qué consiste la fenomenología
eidética? El estado natural de la conciencia permite al sujeto ser informado
por el objeto, en una relación directa con el mismo. Es decir, el objeto le da
forma a la conciencia, que se hace intencionada, precisamente, por este objeto
particular y concreto.
De hecho, el
conocimiento de cada objeto en particular, no es lo propio de la ciencia, ni de
la filosofía.
En lo
esencial, la ciencia persigue la
universalidad de sus teorías. Se trata de describir al perro, como un ente
general, y no a la mascota en particular.
Pero, la
fenomenología eidética es el paso de trascender a la conciencia natural, en
donde el conocimiento es la relación entre un sujeto y un objeto particular y concreto, hasta lograr
el conocimiento de contenidos
esenciales y universales. Es decir, en la fenomenología eidética, el
conocimiento no se refiere a la cosa concreta, sino a la esencia como objeto
del conocimiento. Para alcanzar el conocimiento de la esencia, durante el
proceso de la fenomenología eidética, la conciencia despoja al objeto de sus
características particulares, hasta descubrir como objeto de sí misma a la
esencia, o eidos universal, que ya no puede ser reducido a la cosa concreta del
estado natural.
En el
proceso mediante el cual la conciencia despoja al objeto de sus
particularidades, el sujeto deja de ser pasivo y se convierte en el descubridor
de su propio objeto de conocimiento, que no le viene dado de una manera directa
o natural.
Por tanto,
el encuentro con la esencia, con el eidos no se da en forma natural, el eidos
no se toca con las manos, es fruto del despojo que la conciencia realiza al
objeto.
En el
proceso de la fenomenología eidética, “el cubo de hielo se deshace”. La
conciencia se siente parte activa de la realidad del universo. Es en este proceso,
en donde la conciencia, al superar en su intimidad la objetividad particular de
la cosa concreta y material, deja en entredicho la objetividad absoluta de la
realidad material, tal cual como se daba en el estado natural de la conciencia.
La
objetividad del mundo material y particular de cada objeto, comienza a perder
la firmeza de su existencia, ya no se impone con la misma fuerza. En la
fenomenología eidética, la conciencia se concibe a sí misma como protagonista
del conocimiento. Ya no se ve intencionada por el objeto material, objetivo y
particular propio de su estado natural. La conciencia se comienza a percibir
intencionada, ya no por las cosas concretas y particulares, sino por la
esencia, por los eidos.
Para lograr
el estado propio de la fenomenología eidética, se hace necesario un cambio de
actitud frente a la realidad material. Se trata de vivir la experiencia de
superar el estado natural de la conciencia, en donde el objeto siempre se
muestra extremadamente pesado, demasiado material, compacto, macizo. Se trata
de comenzar un proceso que nos permita ver al mundo exterior, más allá de lo
permitido por el objeto particular, mirar a cada objeto desde una experiencia
mística.
En esta
experiencia mística, la conciencia descubre que puede despojar al objeto de sus
particularidades. De pronto, los objetos dejan de ser pequeños, grandes,
lindos, feos, reales, irreales, amarillos, verdes, claros, oscuros..., al punto
de que el objeto concreto comienza a perder la consistencia de su existencia
objetiva. El objeto particular, propio del estado natural, desaparece
lentamente, perdiendo su consistencia material y transformándose en un ente
casi flotante, sin peso, fantasmal. Y ese objeto fantasmal, que aparece de
pronto en la conciencia eidética ya no es tan objetivo.
Cuando el
objeto pierde todas sus características particulares, dando paso a la aparición
de la esencia o del eidos, se completa la primera etapa de la fenomenología
eidética. Luego, la conciencia se descubre intencionada por la esencia; una
esencia que ha cortado cualquier lazo de unión palpable con las vicisitudes del
objeto material y particular.
El eidos se
convierte en un ser para la conciencia; es decir, en un fenómeno. La
descripción del fenómeno es el proceso del conocer propio de la fenomenología eidética.
Este eido
que la conciencia ha purificado de toda particularidad no posee en sí
mismo una consistencia de existencia
objetiva; Es decir, su existencia no se impone. De tal manera, que la
conciencia se debe colocar en una actitud de “epoché”, en donde la misma
existencia del eidos tiene que ser colocada entre paréntesis.
La conciencia tiene que evitar ese hábito
propio del estado natural de la necesidad de fundamentar su propia existencia
en el acto de afirmar o negar la realidad material de los objetos.
Además, la
conciencia tiene que despojarse de su subjetividad natural, que tiende a la
afirmación o negación, y a la elaboración de juicios. Se trata de adquirir
el hábito, o la actitud de neutralidad
subjetiva frente al objeto. No afirmar, no negar, mantenerse en espera de la
aparición del eidos, tal cual es en sí mismo. Y luego describirlo, negándose a
cualquier intento de definición objetiva.
Cuando
aparece el eidos tal como es en sí mismo. Y se logra la epoché, o la
neutralidad de la conciencia, que se niega a afirmar o a negar, cuando no se
pretende la definición objetiva de un ente; la conciencia en el estado de la
fenomenología eidética se descubre intencionada en su imaginación por el eidos.
El eidos se convierte en el objeto de conocimiento, ya no de la lógica, o de la
actitud racional del estado natural de la conciencia, sino en la imaginación
Es allí, en
la imaginación, donde la conciencia consigue esa actitud neutral frente al
eidos, se pierde la necesidad de definir al objeto en su supuesta objetividad
absoluta. En la imaginación la conciencia es libre, y el eidos se presenta tal
cual como es en sí.
El
conocimiento se establece como un proceso en donde la conciencia y el eidos trascienden el conocimiento racional,
hacia el estado de la fenomenología eidética de la conciencia, en donde el
conocimiento rompe todos los límites de la supuesta objetividad del objeto y de los límites de las leyes
lógicas de la conciencia natural.
Ahora bien,
el estado fenomenológico trascendental de la conciencia es consecuencia de la
fenomenología eidética, en donde la conciencia puede lograr por un proceso
minucioso de abstracción despojar al objeto de sus características
particulares, hasta quedarse con el eidos esencial. Y además, en la
fenomenología eidética se colocaba la existencia del objeto entre paréntesis,
en una actitud neutral de la conciencia.
Pero, ¿puede la conciencia, realmente, colocar
entre paréntesis su propia actividad subjetiva?, ¿puede la conciencia ser neutral?, ¿puede la
conciencia colocar entre paréntesis su propia existencia, y esperar en actitud
neutral que de manera espontánea aparezca el eidos en su naturaleza real?
Si la
neutralidad de la conciencia propuesta
en la fenomenología eidética fuese posible, entonces no sería diferente
a la actitud natural, en donde la conciencia se concibe a sí misma en actitud
pasiva. Bastaría con interpretar la pasividad como una actitud neutral, en
donde la conciencia era informada por una cosa
material y objetiva.
La misma
posibilidad de la fenomenología eidética, se explica desde una conciencia
activa, que no puede ser neutra. La conciencia es activa en el proceso del
conocimiento. La cuestión fundamental consistiría en saber hasta dónde llega la
actividad de la conciencia dentro del proceso cognitivo.
Precisamente,
la fenomenología trascendental parte de la naturaleza esencial de la conciencia
y de la naturaleza de la actividad de la misma en el proceso cognitivo, en
donde se trasciende lo dado de manera
natural en el objeto.
Este proceso de trascender el dato de la
experiencia objetiva se da en la intimidad de la conciencia. Es decir, el eidos
es un fenómeno, un ser en y para la conciencia, cuya naturaleza dependerá de la
actividad de la conciencia. Husserl (1949)
hace referencia a la naturaleza intencionada de la conciencia:
La
realidad en sentido estricto tanto la de la cosa tomada en su singularidad como
la del mundo entero, carece esencialmente (en nuestro riguroso sentido) de
independencia. No es en sí algo absoluto que se vincule secundariamente a algo
distinto, sino que en sentido absoluto no es, literalmente, nada, no tiene,
literalmente, una “esencia absoluta”, tiene la esencia de algo que por
principio es sólo intencional, sólo para la conciencia, algo representable o que aparece por o para
una conciencia. (p.115)
La
conciencia se plantea a sí misma, en la fenomenología trascendental, como
intencionada, como conciencia de algo. No puede existir la conciencia no
intencionada. Siempre la conciencia lo es de algo. Y este algo, ya sea un
pensamiento, una idea, una fantasía, un sueño, una sensación, un
sentimiento..., no determina la naturaleza de la conciencia en sí misma, que
consiste en ser intencionada.
Pero, la
naturaleza del objeto del conocimiento depende
de la actividad de la conciencia. La conciencia es quien determina dentro de sí misma la naturaleza del objeto conocido, trascendiendo cualquier reducción de
su actividad a la mera pasividad propia del conocimiento natural y
objetivo.
En el libro “Ideas”, Husserl (1949) presenta
un párrafo en donde describe la actitud trascendental de la conciencia, como
forma de superación de las ciencias naturales:
La reflexión puede, sin duda, llevarlo a cabo todo y
traerlo a la vista de la conciencia para que lo aprehenda; pero esto no basta
para llevar a cabo una reflexión fenomenológica, ni para que la conciencia
aprehendida sea la conciencia pura. Consideraciones radicales de la índole de
las que hemos hechos son, pues, necesarias para llegar a conocer que hay,
incluso que puede haber, algo así como el campo de una conciencia pura que no
es parte integrante de la naturaleza, y que no lo es hasta el punto de que la
naturaleza sólo es posible como una unidad intencional motivada en él por
relaciones inmanentes. Consideraciones semejantes son necesarias para conocer,
además, que semejante unidad se da y tiene que estudiarse teóricamente en una
actitud enteramente distinta de aquella en que se tiene que estudiar la
conciencia “constituyente” de esta unidad o sea toda conciencia absoluta. Las
mismas consideraciones son necesarias, por fin,
para que en vista del miserable estado en que en vano nos esforzamos por
hacer filosofía bajo el lindo nombre de una visión del mundo fundada en la
ciencia natural, se ponga en claro que la investigación trascendental de la
conciencia no puede significar una investigación natural, ni presuponer ésta
como premisa, porque en la actitud trascendental que es propia de ella queda
por principio colocada entre paréntesis la naturaleza. (117)
En lo
esencial, la conciencia se convierte en el fundamento de la realidad. Todos los
sentidos y definiciones que damos a las
cosas, son creaciones en la intimidad de
la conciencia. En este sentido, García Bacca (1963) hace referencia a la capacidad
creadora de la conciencia que trasciende lo dado, ya sea en estado natural o en
forma de abstracciones universales fijas como entes eternos en la conciencia:
Cuando espontáneamente, por la espontaneidad creadora
de la conciencia, nos configuramos de modo que no nos interesa la realidad ni
presente, ni pasada, ni futura, ni definir, ni valorar, sino simplemente el
hecho de tener algo presente, estamos imaginando; nos hemos modalizados de
imaginación; cuando nos automodelamos de modo que nos interese tener algo
presente como afirmable, en
delimitación, estamos pensando. Cada objeto puede constituirse de modo original
por modificaciones de la conciencia, superponiendo, sintetizando, diversos
modos de mi realidad consciente, --pensamientos, quereres, imaginaciones.
(p.225).
La
fenomenología trascendental consiste en describir a la conciencia intencionada
en sus diversas formas de concebir y crear el objeto de su conocimiento,
trascendiendo lo dado en la experiencia. Se trata de abarcar el problema del
conocimiento por el lado de la naturaleza esencial de la conciencia
intencionada y trascender lo dado en el estado natural de la conciencia. El
conocimiento verdadero no se origina en el estudio de la cosa externa, no se
alcanza leyendo el libro de la naturaleza. Todo lo particular se convierte en
esencia, y toda esencia es creación íntima de la conciencia trascendental. Y es
ahí en el estado trascendental de la conciencia donde se encuentra el punto de
partida del conocimiento propuesto por el método fenomenológico.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Husserl.
E. (1969) “IDEAS” México. Ed. Fondo de
Cultura Económica.
Hurrsel.
E (2006) Investigaciones Lógicas. Caracas: Paidos
García.
J.D. (1963) “7 Modelos de Filosofar” Caracas. Ed. UCV.
[1] Profesor
del Departamento de Filosofía, de la Facultad de Ciencias de la Educación , de la Universidad de
Carabobo. Licenciado en Educación mención Filosofía (UCAB), Especialista en Educación
Superior (UC), Magíster en Desarrollo Curricular (UC), Cursa el doctorado en
Ciencias Sociales mención Cultura (UC). Obras publicadas: “Ética, locura y
muerte”, “Ética, locura y muerte (segunda parte)”, “Reflexiones elementales en
torno a la ética”, “En torno al conocimiento”
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