sábado, 21 de noviembre de 2015

LA FENOMENOLOGÍA DE HUSSERL



LA FENOMENOLOGÍA: “HUSSERL”


Autor: Prof. Gerardo Barbera[1]
racionalidad@hotmail.com
Departamento de Filosofía
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad de Carabobo - Venezuela








La fenomenología es una propuesta epistémica que en la actualidad ha cobrado relevancia en el ámbito de las investigaciones de las ciencias sociales. Y esta fenomenología es considerada como una herencia metodológica y epistémica de Husserl. Ahora bien, en lo esencial, la teoría del conocimiento propuesta  por Husserl en su tesis fenomenológica, describe el proceso mediante el cual se toma conciencia plena de los distintos “estados de conciencia”  propios del acto de conocer, que comienza en  “ el estado natural”, pasa luego a  “la fenomenología eidética”,  hasta llegar a la “fenomenología trascendental”. La dificultad radica en que se señalan los criterios de cómo realizar el proceso de reducción fenomenológica desde el estado natural de la conciencia hacia el estado trascendental, pero no son muchos los ejemplos concretos que se presentan para entender el proceso y la metodología del fenomenalismo husserliano.

Sin embargo,  en el fondo, su epistemología pretende superar las tesis del relativismo naturalista y psicológico, que centraba cualquier intento de conocimiento verdadero en la esfera de las vivencias individuales, que no trascendía lo dado en un hecho particular, entonces, no se podría hablar de ciencia, de conocimientos verdaderos como tales,  con intencionalidad de intemporalidad y de universalidad, en este sentido Husserl (2006) afirma:

El relativismo específico hace esta afirmación: para cada especie de seres capaces de juzgar, es verdadero lo que según su constitución o según las leyes de su pensamiento deba tenerse por verdadero... la constitución de una especie es un hecho. Y de hechos sólo pueden sacarse hechos. Fundar la verdad en la constitución de una especie... significa darle, pues, el carácter de un hecho. Pero esto es un contrasentido. Todo hecho es individual, o sea, determinado en el tiempo. Pero hablar de una verdad temporal sólo tiene sentido refiriéndose a un hecho afirmado por ella (caso de que sea una verdad de hecho) más no refiriéndose a ella misma. (p.34)

La mayor dificultad que se puede encontrar para entender a plenitud las propuestas y fundamentos de la teoría del conocimiento del fenomenalismo de Husserl, consiste en que la misma no se presenta como un sistema racional y lógico de pensamiento filosófico, no se trata de teoremas matemáticos, ni de teoremas lógicos, sino que esta fenomenología  propone como un método que trasciende la misma racionalidad, dado que la racionalidad lógica y matemática puede sucumbir en la inmanencia de la subjetividad. Por tanto,  la fenomenología no trata de “explicarse” dentro de un sistema de códigos lógicos o matemáticos, se presenta como una “experiencia” propia del estado trascendental de la conciencia, que escapa a los límites subjetivos de la racionalidad.

Entonces la realidad lo que “aparece” como objeto  debe ser comprendido en su pureza como acto propio del conocer intuitivo y no como constructo racional, así, Husserl (1969) llega a indicar la naturaleza esencial de lo intuido:

Una intuición empírica e individual puede convertirse en intuición esencial (ideación) -posibilidad que por su parte no debe considerarse como empírica, sino como esencial. Lo intuido en este caso es la correspondiente esencia pura o eidos, sea la suma categoría, sea una división de la misma hasta descender a la plena concreción(…) No hay teoría concebida capaz de hacernos errar respecto al principio de todos los principios: que toda intuición en que se da algo originariamente es un fundamento de derecho del conocimiento; que todo lo que se nos brinda originariamente (por decirlo así, en su realidad corpórea) en la intuición, hay que tomarlo simplemente como se da, pero también sólo dentro de los límites en que se da. (p.24)

De este modo,  la fenomenología se presenta como una forma de vida centrada en el conocimiento que se adquiere en la vivencia de una especie de “éxtasis gnoseológico” propio de la fenomenología trascendental, es una experiencia “mística”, “como quien escucha caer la lluvia”.
García Bacca (1963), en su libro, “7 modelos de Filosofar”, en el capítulo dedicado a Husserl (p. 196), utiliza el ejemplo del cubo de hielo sumergido en un recipiente lleno de agua --de este ejemplo me serviré para exponer los diferentes estados de la conciencia— Entonces,  el cubo de hielo puede encontrarse en el recipiente lleno de agua,  por lo menos de tres maneras distintas. La primera forma, o la más natural en esta situación, sería  que el hielo flotase en el agua.  De igual manera, en el estado natural, la conciencia se concibe a sí misma como flotando en la realidad, sostenida por la realidad.

En el estado natural, la realidad se concibe como el fundamento de la existencia de la conciencia. La actitud natural de la conciencia es la pasiva, recibir el ser del mundo exterior. El conocimiento se presenta como lectura de una realidad que se impone con toda la fuerza de su objetividad radical y aplastante.

 Así, la realidad se convierte en la fuente inagotable de estímulos constantes con la que se alimentaría la necesidad de conocimientos del “animal racional”,  que vive deslumbrado por la fuerza de una realidad que  se le impone desde afuera, frente a la cual la conciencia es “informada” en su pasividad eterna. Husserl (1949), en su texto “Ideas”, manifiesta el sentido de la actitud natural:

Pongámonos esto en claro con detalle. En la actitud natural llevamos a cabo pura y simplemente todos los actos mediante los cuales está ahí para nosotros el mundo. Vivimos ingenuamente en el percibir y experimentar, en estos actos téticos en que se nos aparecen unidades de cosas, y no sólo aparecen, sino que se dan con carácter de lo “ahí adelante”, de lo real. Cultivando la ciencia natural, llevamos a cabo actos de pensamiento ordenados según la lógica de la experiencia... (p.116)

Por otra parte, si dejamos el cubo de hielo flotando por mucho tiempo en el agua, lo más lógico es que el hielo termine por derretirse, de manera que el cubo de hielo se integraría al agua del recipiente, y no habría diferencias entre el hielo y el agua.  Tanto el hielo, como el agua formarían una misma realidad. En el estado de conciencia de la fenomenología eidética, la conciencia se concibe a sí misma como parte de la realidad universal, en una especie de igualdad de condiciones.

Desde el estado de la conciencia de la fenomenología eidética, el conocimiento se da gracias a la relación entre la realidad exterior, y la capacidad activa de la conciencia de pasar de lo particular a lo universal. Por otro lado, siguiendo con ejemplo del cubo de hielo, supongamos que por un milagro de la naturaleza el hielo se hundiese hasta el fondo  del recipiente lleno de agua.

En el estado  fenomenológico trascendental, la conciencia se concibe a sí misma como una realidad más firme que la del mundo exterior, hasta el punto de que sería la conciencia el fundamento de existencia de la realidad exterior. Sería como si de pronto, el mundo apareciese  como una carga, como un peso que la conciencia tiene sobre sus hombros. En este sentido, García Bacca (1963), presenta un resumen de los estados de la conciencia propuestos por la fenomenología de Husserl, con la finalidad de introducirnos en el análisis y la comprensión de las propuestas epistemológicas propias de la fenomenología:

En primer lugar: un estado en que flotamos en las cosas, en que parece que ellas nos sostienen, que tienen una existencia más firme que la nuestra propia; estado que llama Husserl    natural, instalación natural en el mundo. Segundo: un estado en el cual nuestra realidad se encuentra como en equilibrio respecto a las cosas, de manera que ninguna sostiene a la otra, ni ella a nosotros ni nosotros a ellas;  veremos que corresponde al estado de fenomenología eidética;  y un tercer estado nuestro en el cual, lejos de que nos sustenten las cosas, parece como si nosotros la sustentásemos, como si hubiesen perdido ellas  de realidad, y se apoyasen en la nuestra, por más densa, por más consistente. A semejante estado, dicho ya sin metáforas, se denomina técnicamente estado de fenomenología trascendental. (p.198)

Ahora bien, ¿qué se entiende desde la tesis fenomenológica  por estado  natural de la conciencia en el acto del conocimiento? Cada vez que Husserl expone alguno de los estados de la conciencia, cada estado debe ser interpretado sobre la base de la relación existente entre ellos. Así por ejemplo, el hombre,  en cuanto sujeto,  puede relacionarse con un objeto dentro del proceso de conocimiento, por lo menos de tres maneras distintas: en primer lugar, puede tener contacto directo con el objeto; segundo,  el objeto puede ser recordado, se da una relación indirecta a través de la memoria; y tercero, el objeto del conocimiento puede ser imaginado, creado por la mente.

En el estado natural, la conciencia se relaciona con el objeto en forma directa, sin intermediario.  Esta relación directa se logra a través del contacto particular y concreto por medio de los sentidos. Así, pues, en el  estado natural se prefiere al objeto real y concreto. Y  este objeto es captado con todo su peso ontológico, como  ser en sí mismo, e independientemente de la conciencia; y por supuesto, con mayor realidad que el objeto que se posee en la memoria, o el producido por la imaginación.

En el estado  natural de la conciencia, el sujeto concibe con preferencia ontológica  al ser dado directamente  en la experiencia concreta. Y es precisamente en esta relación cognitiva, de la conciencia en estado natural, donde el objeto del conocimiento es captado como una cosa plenamente definida.  El objeto se presenta ante  la conciencia como un concepto unívoco, sin la más leve sombra de sospecha, libre de cualquier estado de duda.

El objeto del conocimiento, en el estado natural de la conciencia se presenta bajo el manto de la certeza absoluta. Y es la certeza del conocimiento adquirido directamente de la realidad exterior y objetiva, la que produce el estado natural de la conciencia. La certeza es lo natural. En lo esencial,  lo natural del conocimiento consistiría en el poder conocer la realidad exterior con certeza, sin sombra de duda, tal cual como es en sí.

 El conocimiento se convertiría en la búsqueda constante de la certeza, de la verdad absoluta que mostrase el orden lógico de la realidad existente. Es lo que busca el conocimiento científico, y es lo que sostiene la posibilidad de la filosofía racional.

Y en esta certeza natural, se encuentra el mayor obstáculo que impide el desarrollo de la conciencia hacia la fenomenología trascendental.

 En palabras de García Bacca (1963), se puede resumir las características del estado natural de la conciencia:

Pero creo que puede estar ya suficientemente en claro cuáles son las preferencias que sentimos todos por dentro y que justifican el hablar, no teóricamente, sino concretamente, casi, como tangible con la mano, de un estado natural que se caracteriza primero por el sentimiento de certeza, por la búsqueda de la certeza en todos los órdenes; segundo, por tratarnos inmediatamente con cada objeto en particular, sin ambigüedad posible; y en tercer lugar, por querer percibirlo, notarlo directamente, sin intervención de la memoria ni de imaginación. Nos es menester explicar largamente este estado, porque como es común y corriente en el que vivimos, lo experimentamos continuamente; por desgracia, según Husserl, porque es el estado que hace imposible hasta cierto  límite el colocarse en estado fenomenológico trascendental. (p.206)

Después de haber descrito algunos aspectos de la conciencia en su estado natural, surge la necesidad de avanzar hacia la presentación  del estado de la fenomenología eidética. ¿En qué consiste la fenomenología eidética? El estado natural de la conciencia permite al sujeto ser informado por el objeto, en una relación directa con el mismo. Es decir, el objeto le da forma a la conciencia, que se hace intencionada, precisamente, por este objeto particular y concreto.

De hecho, el conocimiento de cada objeto en particular, no es lo propio de la ciencia, ni de la filosofía.

En lo esencial, la ciencia persigue  la universalidad de sus teorías. Se trata de describir al perro, como un ente general, y no a la mascota en particular.

Pero, la fenomenología eidética es el paso de trascender a la conciencia natural, en donde el conocimiento es la relación entre un sujeto y  un objeto particular y concreto, hasta lograr el conocimiento   de contenidos esenciales y universales. Es decir, en la fenomenología eidética, el conocimiento no se refiere a la cosa concreta, sino a la esencia como objeto del conocimiento. Para alcanzar el conocimiento de la esencia, durante el proceso de la fenomenología eidética, la conciencia despoja al objeto de sus características particulares, hasta descubrir como objeto de sí misma a la esencia, o eidos universal, que ya no puede ser reducido a la cosa concreta del estado natural.

En el proceso mediante el cual la conciencia despoja al objeto de sus particularidades, el sujeto deja de ser pasivo y se convierte en el descubridor de su propio objeto de conocimiento, que no le viene dado de una manera directa o natural.

Por tanto, el encuentro con la esencia, con el eidos no se da en forma natural, el eidos no se toca con las manos, es fruto del despojo que la conciencia realiza al objeto.

En el proceso de la fenomenología eidética, “el cubo de hielo se deshace”. La conciencia se siente parte activa de la realidad del universo. Es en este proceso, en donde la conciencia, al superar en su intimidad la objetividad particular de la cosa concreta y material, deja en entredicho la objetividad absoluta de la realidad material, tal cual como se daba en el estado natural de la conciencia.

La objetividad del mundo material y particular de cada objeto, comienza a perder la firmeza de su existencia, ya no se impone con la misma fuerza. En la fenomenología eidética, la conciencia se concibe a sí misma como protagonista del conocimiento. Ya no se ve intencionada por el objeto material, objetivo y particular propio de su estado natural. La conciencia se comienza a percibir intencionada, ya no por las cosas concretas y particulares, sino por la esencia, por los eidos.

Para lograr el estado propio de la fenomenología eidética, se hace necesario un cambio de actitud frente a la realidad material. Se trata de vivir la experiencia de superar el estado natural de la conciencia, en donde el objeto siempre se muestra extremadamente pesado, demasiado material, compacto, macizo. Se trata de comenzar un proceso que nos permita ver al mundo exterior, más allá de lo permitido por el objeto particular, mirar a cada objeto desde una experiencia mística.

En esta experiencia mística, la conciencia descubre que puede despojar al objeto de sus particularidades. De pronto, los objetos dejan de ser pequeños, grandes, lindos, feos, reales, irreales, amarillos, verdes, claros, oscuros..., al punto de que el objeto concreto comienza a perder la consistencia de su existencia objetiva. El objeto particular, propio del estado natural, desaparece lentamente, perdiendo su consistencia material y transformándose en un ente casi flotante, sin peso, fantasmal. Y ese objeto fantasmal, que aparece de pronto en la conciencia eidética ya no es tan objetivo.

Cuando el objeto pierde todas sus características particulares, dando paso a la aparición de la esencia o del eidos, se completa la primera etapa de la fenomenología eidética. Luego, la conciencia se descubre intencionada por la esencia; una esencia que ha cortado cualquier lazo de unión palpable con las vicisitudes del objeto material y particular.

El eidos se convierte en un ser para la conciencia; es decir, en un fenómeno. La descripción del fenómeno es el proceso del conocer propio de la  fenomenología eidética.

Este eido que la conciencia ha purificado de toda particularidad no posee en sí mismo  una consistencia de existencia objetiva; Es decir, su existencia no se impone. De tal manera, que la conciencia se debe colocar en una actitud de “epoché”, en donde la misma existencia del eidos tiene que ser colocada entre paréntesis.

 La conciencia tiene que evitar ese hábito propio del estado natural de la necesidad de fundamentar su propia existencia en el acto de afirmar o negar la realidad material de los objetos.

Además, la conciencia tiene que despojarse de su subjetividad natural, que tiende a la afirmación o negación, y a la elaboración de juicios. Se trata de adquirir el  hábito, o la actitud de neutralidad subjetiva frente al objeto. No afirmar, no negar, mantenerse en espera de la aparición del eidos, tal cual es en sí mismo. Y luego describirlo, negándose a cualquier intento de definición objetiva.

Cuando aparece el eidos tal como es en sí mismo. Y se logra la epoché, o la neutralidad de la conciencia, que se niega a afirmar o a negar, cuando no se pretende la definición objetiva de un ente; la conciencia en el estado de la fenomenología eidética se descubre intencionada en su imaginación por el eidos. El eidos se convierte en el objeto de conocimiento, ya no de la lógica, o de la actitud racional del estado natural de la conciencia, sino en la imaginación

Es allí, en la imaginación, donde la conciencia consigue esa actitud neutral frente al eidos, se pierde la necesidad de definir al objeto en su supuesta objetividad absoluta. En la imaginación la conciencia es libre, y el eidos se presenta tal cual como es en sí.

El conocimiento se establece como un proceso en donde la conciencia  y el eidos trascienden el conocimiento racional, hacia el estado de la fenomenología eidética de la conciencia, en donde el conocimiento rompe todos los límites de la supuesta objetividad  del objeto y de los límites de las leyes lógicas de la conciencia natural.

Ahora bien, el estado fenomenológico trascendental de la conciencia es consecuencia de la fenomenología eidética, en donde la conciencia puede lograr por un proceso minucioso de abstracción despojar al objeto de sus características particulares, hasta quedarse con el eidos esencial. Y además, en la fenomenología eidética se colocaba la existencia del objeto entre paréntesis, en una actitud neutral de la conciencia.

 Pero, ¿puede la conciencia, realmente, colocar entre paréntesis su propia actividad subjetiva?,  ¿puede la conciencia ser neutral?, ¿puede la conciencia colocar entre paréntesis su propia existencia, y esperar en actitud neutral que de manera espontánea aparezca el eidos en su naturaleza real?

Si la neutralidad de la conciencia propuesta  en la fenomenología eidética fuese posible, entonces no sería diferente a la actitud natural, en donde la conciencia se concibe a sí misma en actitud pasiva. Bastaría con interpretar la pasividad como una actitud neutral, en donde la conciencia era informada por una cosa  material y objetiva.

La misma posibilidad de la fenomenología eidética, se explica desde una conciencia activa, que no puede ser neutra. La conciencia es activa en el proceso del conocimiento. La cuestión fundamental consistiría en saber hasta dónde llega la actividad de la conciencia dentro del proceso cognitivo.

Precisamente, la fenomenología trascendental parte de la naturaleza esencial de la conciencia y de la naturaleza de la actividad de la misma en el proceso cognitivo, en donde se trasciende lo  dado de manera natural en el objeto.

 Este proceso de trascender el dato de la experiencia objetiva se da en la intimidad de la conciencia. Es decir, el eidos es un fenómeno, un ser en y para la conciencia, cuya naturaleza dependerá de la actividad de la conciencia.  Husserl (1949) hace referencia a la naturaleza intencionada de la conciencia:

La realidad en sentido estricto tanto la de la cosa tomada en su singularidad como la del mundo entero, carece esencialmente (en nuestro riguroso sentido) de independencia. No es en sí algo absoluto que se vincule secundariamente a algo distinto, sino que en sentido absoluto no es, literalmente, nada, no tiene, literalmente, una “esencia absoluta”, tiene la esencia de algo que por principio es sólo intencional, sólo para la conciencia,  algo representable o que aparece por o para una conciencia. (p.115)

La conciencia se plantea a sí misma, en la fenomenología trascendental, como intencionada, como conciencia de algo. No puede existir la conciencia no intencionada. Siempre la conciencia lo es de algo. Y este algo, ya sea un pensamiento, una idea, una fantasía, un sueño, una sensación, un sentimiento..., no determina la naturaleza de la conciencia en sí misma, que consiste en ser intencionada.

Pero, la naturaleza del objeto del conocimiento  depende de la actividad de la conciencia. La conciencia es quien determina  dentro de sí misma la naturaleza del  objeto conocido, trascendiendo cualquier  reducción de  su actividad a la mera pasividad propia del conocimiento natural y objetivo.

 En el libro “Ideas”, Husserl (1949) presenta un párrafo en donde describe la actitud trascendental de la conciencia, como forma de superación de las ciencias naturales:

La reflexión puede, sin duda, llevarlo a cabo todo y traerlo a la vista de la conciencia para que lo aprehenda; pero esto no basta para llevar a cabo una reflexión fenomenológica, ni para que la conciencia aprehendida sea la conciencia pura. Consideraciones radicales de la índole de las que hemos hechos son, pues, necesarias para llegar a conocer que hay, incluso que puede haber, algo así como el campo de una conciencia pura que no es parte integrante de la naturaleza, y que no lo es hasta el punto de que la naturaleza sólo es posible como una unidad intencional motivada en él por relaciones inmanentes. Consideraciones semejantes son necesarias para conocer, además, que semejante unidad se da y tiene que estudiarse teóricamente en una actitud enteramente distinta de aquella en que se tiene que estudiar la conciencia “constituyente” de esta unidad o sea toda conciencia absoluta. Las mismas consideraciones son necesarias, por fin,  para que en vista del miserable estado en que en vano nos esforzamos por hacer filosofía bajo el lindo nombre de una visión del mundo fundada en la ciencia natural, se ponga en claro que la investigación trascendental de la conciencia no puede significar una investigación natural, ni presuponer ésta como premisa, porque en la actitud trascendental que es propia de ella queda por principio colocada entre paréntesis la naturaleza. (117)

En lo esencial, la conciencia se convierte en el fundamento de la realidad. Todos los sentidos y definiciones que damos  a las cosas, son  creaciones en la intimidad de la conciencia. En este sentido, García Bacca (1963) hace referencia a la capacidad creadora de la conciencia que trasciende lo dado, ya sea en estado natural o en forma de abstracciones universales fijas como entes eternos en la conciencia:

Cuando espontáneamente, por la espontaneidad creadora de la conciencia, nos configuramos de modo que no nos interesa la realidad ni presente, ni pasada, ni futura, ni definir, ni valorar, sino simplemente el hecho de tener algo presente, estamos imaginando; nos hemos modalizados de imaginación; cuando nos automodelamos de modo que nos interese tener algo presente como afirmable,  en delimitación, estamos pensando. Cada objeto puede constituirse de modo original por modificaciones de la conciencia, superponiendo, sintetizando, diversos modos de mi realidad consciente, --pensamientos, quereres, imaginaciones. (p.225).

La fenomenología trascendental consiste en describir a la conciencia intencionada en sus diversas formas de concebir y crear el objeto de su conocimiento, trascendiendo lo dado en la experiencia. Se trata de abarcar el problema del conocimiento por el lado de la naturaleza esencial de la conciencia intencionada y trascender lo dado en el estado natural de la conciencia. El conocimiento verdadero no se origina en el estudio de la cosa externa, no se alcanza leyendo el libro de la naturaleza. Todo lo particular se convierte en esencia, y toda esencia es creación íntima de la conciencia trascendental. Y es ahí en el estado trascendental de la conciencia donde se encuentra el punto de partida del conocimiento propuesto por el método fenomenológico.

  

        REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


Husserl. E. (1969) “IDEAS”  México. Ed. Fondo de Cultura Económica.
Hurrsel. E (2006) Investigaciones Lógicas. Caracas: Paidos
García. J.D. (1963) “7 Modelos de Filosofar” Caracas. Ed. UCV.














[1] Profesor del Departamento de Filosofía, de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Carabobo. Licenciado en Educación mención Filosofía (UCAB), Especialista en Educación Superior (UC), Magíster en Desarrollo Curricular (UC), Cursa el doctorado en Ciencias Sociales mención Cultura (UC). Obras publicadas: “Ética, locura y muerte”, “Ética, locura y muerte (segunda parte)”, “Reflexiones elementales en torno a la ética”, “En torno al conocimiento” 

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