DESDE LA ONTOLOGÍA DE NICOLAI HARTMANN
Autor: Gerardo Barbera
HACIA UNA
ONTOLOGÍA DE LAS CIENCIAS DEL ESPÍRITU
RESUMEN
En este ensayo sobre las propuestas ontológicas de Nicolai Hartmann, se presenta una breve referencia biográfica del autor. Luego se desarrolla el concepto del ser del ente, o del “ente en cuanto ente” y como punto de partida de la ontología se expone lo referente a la “actitud natural del conocimiento”, que siempre es transcendente a la subjetividad de la conciencia como marco del método inductivo, propio de la investigación en cualquiera de sus campos y se concluye fundamentando la objetividad absoluta de todas las áreas del saber, y de manera especial, de las llamadas “ciencias del espíritu”.
Palabras clave:
Ontología, Ente, Ser, Metafísica
Una
postura propia, y que en su tiempo tuvo su importancia fue la opción ontológica
de Nicolai Hartmann a propósito del problema de los valores. Había nacido en
Riga en 1882; en 1913 fue nombrado profesor en Berlín y desde 1945 lo fue en
Gotinga, donde murió en 1950. Procedía de la escuela neokantiana de Marburgo,
pero pronto se liberó del subjetivismo y del idealismo lógico para avanzar
hacia un realismo teórico-cognitivo; se acercó a las posiciones del idealismo,
especialmente al de Hegel, al tiempo que desarrolló una reflexión en torno a
los problemas fundamentales de la ética, en la que recogió e incorporó el
problema axiológico y estudió el problema del “ser espiritual”, reelaborando el
concepto hegeliano de “espíritu objetivo”, pero en un sentido realista.
En vida Nicolai
Hartmann fue considerado como uno de los mayores filósofos de habla alemana.
Pero a partir de su muerte (1950) se ha hecho el silencio en torno a él, y
apenas se le menciona si no es en los estrechos círculos de quienes en tiempos
fueron discípulos suyos. Su influencia es hoy mínima y sus planteamientos
filosóficos resultan desconocidos hasta por aquellos que en la actualidad
repiten como si se tratase de algo muy original la opción “científica” a favor
de la objetividad y la inmanencia de las “ciencias del espíritu”, ampliamente
tratadas en los cinco tomos de “Ontología” publicados entre 1935 y 1950.
La ontología
como disciplina filosófica siempre hace referencia a la metafísica. Sin
embargo, Nicolai Hartmann propone como piedra angular de su ontología,
precisamente la postergación de la metafísica como conclusión del análisis
ontológico y no partir de una “metafísica de fondo”. La metafísica es el punto
de llegada y no el “desde dónde” se hace ontología.
De poco provecho resultaría plantearse el
problema del “origen del mundo”, del “argé”, de si el Universo es fruto de
alguna “Conciencia Universal”, o del “Azar Cósmico”. Para avanzar correctamente
en cuestiones ontológicas, el saber si el “Espíritu” o la “Materia” es lo único
que existe carece de sentido, ya que todos estos postulados metafísicos, que
suelen colocarse como punto de partida de la reflexión filosófica, no son fruto
de conclusiones “científicas”, sino “opciones de fe”. Para el correcto camino
de la ontología, que se centra en el estudio del “ente en cuanto ente”, importa
poco si existe o no existe Dios, o de cualquier otro principio originario del
Universo. Estas ideas las expone Hartmann (1934) , desde el inicio de sus cinco
Tomos de Ontología:
La
ontología empieza en una cierta posición, más acá de los problemas metafísicos
así como de la oposición entre los puntos de vista y los sistemas filosóficos.
No es de antemano importante para el planteamiento de su propia cuestión saber
si hay un “principio de mundo”, si este principio tiene o no la forma de una
inteligencia, si la fábrica del mundo tiene sentido o el proceso del mundo
tiene sentido o el proceso del mundo se dirige hacia una meta. Esto no hace
cambiar gran cosa el carácter del ente en cuanto tal (Ontología I : 45 )
De esta manera,
la ontología se plantea, desde su punto de partida, como una reflexión
filosófica sobre el ser que se origina de la experiencia científica y
filosófica de cada día; parte del encuentro de la conciencia con la realidad y
no de fundamentos metafísicos, ya que la cuestión metafísica se amplía, en la
medida en que se recorre el camino ontológico.
Sin embargo, la ontología no se plantea a sí
misma como un estudio sobre lo particular, sino como una cuestión filosófica
sobre el ser en el plano de lo más general. La ontología exige un alto nivel de
abstracción como condición que permite el análisis del “ente en cuanto ente” en
su generalidad y no de los entes particulares, cuyo estudio es propio de las
diferentes ciencias fácticas.
Por otra parte, la ontología se plantea la
diferenciación entre el “ente” y el “ser”, ya que realidades concretas hay
muchas, el ente es plural, pero el ser es uno en todos los entes. El ente es
plural, pero el ser del ente es uno e idéntico en todos los entes.
Aunque las
maneras de ser del ente sean múltiples, lo esencial es lo universal del ser
presente en cada ente concreto y particular. La ontología busca lo general del
ser presente en el ente concreto. Esto es lo que quiere decir “el ente en
cuanto ente”. Las distorsiones de algunas propuestas ontológicas consisten en
confundir el ente y el ser del ente; esto suele ocurrir porque al ser del ente
sólo se le puede abordar desde el ente concreto y particular. Se trata de hacer
filosofía del ser en general presente en la multiplicidad de los entes
particulares.
La fuente del conocimiento acerca del ser,
sólo es posible desde la investigación filosófica y científica a través del
ente. Hartmann, plantea la necesidad de diferenciar el ente del ser para evitar
desviaciones en el análisis ontológico; así expresa:
Esto significa que no hay que preguntar,
digamos, por un “ente” único situado por la multiplicidad de todos los entes
–esto significaría por anticipado la busca de una sustancia, de un absoluto, o
de cualquier otro principio de unidad, y este mismo necesitaría tener a su vez
un ser -, sino que hay que preguntar por lo que en los entes se encierra de
general entendido en simple sentido óntico. Mas esto es el ser (Ontología I:
47)
De tal manera,
que el objeto formal de la ontología sería la cuestión del ser, pero esta
investigación sólo se puede realizar desde el ente en su manifestación
particular y concreta. La investigación ontológica se dirige hacia el “ente en
cuanto ente” como punto de partida, señalando en su propósito formal el ser del
ente como verdadero objeto de estudio de la ontología, como la nota más general
del ente.
De estos
postulados iniciales propuesto por la Ontología de Hartmann, quedan descartadas
las reflexiones ontológicas centradas en la conciencia del ser como fundamento
metafísico, ya que el análisis del ser en la intimidad de la conciencia, puede
llevar a pensar que el ser del ente, o el “ente en cuanto ente”, debe su ser al
ser de la conciencia; es decir, el ser del ente se reduce a su ser percibido
por la conciencia. El “ente en cuanto ente” no necesita de la conciencia para
ser, es más, el ser del ente lo es sin la conciencia.
La investigación
del “ente en cuanto ente” es el punto de partida de la ontología. Sin embargo,
Hartmann es consciente del simple formulismo de su punto de partida y lo
explica del modo siguiente:
No es posible superar la fórmula del “ente en
cuanto ente”. Es una fórmula que no define nada previamente, que permanece
neutral ante la divergencia de las posiciones y teorías, más acá de toda
interpretación. El reverso de esta ventaja es que es meramente formal, un
esquema que aguarda que lo llenen. Esto está justificado en el punto de partida
de la investigación. Pero si se pretendiera quedarse ahí, resultaría la fórmula
no decir nada (Ontología I : 53)
El “ente en cuanto ente” resulta ser lo
general en lo particular de los entes plurales, el ser en sí que no se reduce a
la conciencia; y por lo tanto, no definible y no limitado por la conciencia
racional, no se reduce a ser pensado ni elaborado como concepto, escapa a toda
pretensión de conceptualización, solamente podemos aproximarnos a él a través
de la investigación del ente particular, ya que el ser en sí es lo último por
lo que cabe preguntar, y algo que responde a lo último carece de límites para
ser definido.
La incapacidad
de definición se manifiesta “más acá” de la del ser del ente; no se puede
definir con exactitud lo que es “la materia”, “el espíritu”, “la conciencia”,
menos definir el ser de cada uno de estos elementos. Tan sólo podemos
acercarnos a los límites de una posible definición de estos elementos, los
cuales no suelen ser presentados bajo la fórmula de un concepto objetivo de los
mismos. Si no podemos definir con exactitud científica algunos elementos de la
realidad, menos definiremos al “ente en cuanto ente” bajo un concepto objetivo.
Sin embargo, el
ser es accesible en el ente, no en sí mismo, sino en la manera de ser en cada
ente particular. La pregunta surge: ¿Cómo es posible el conocimiento del ser?,
¿En qué medida es posible conocer el ser del ente?, ¿Cómo acercarnos a la
investigación del “ente en cuanto ente”?
En todo ente se puede conocer la forma del
ser, pero el ser en sí siempre escapa a la comprensión total de la conciencia.
En todo ente se encuentra lo irracional, lo que escapa a la conciencia, a la
comprensión de la razón, lo que no puede ser definido plenamente; pero, que es
accesible lentamente, sin ser alcanzado en su totalidad, lo cual no quiere decir
que nada se pueda conocer del ser del ente. Y esta dimensión irracional
condiciona el conocimiento del “ente en cuanto ente”, Hartmann es claro al
respecto:
Resulta innecesario, pues, preocuparse por la
imposibilidad de anular lo irracional del ser. En éste queda aún bastante que
conocer. Y con esto es lo que tiene que haberse la ontología. Basta no tratar
de apresarlo por la vía de la definición lógica, partiendo de algo más general
aún, de un principio, en forma de notas. Hay que buscarlo allí donde únicamente
está dado: en sus especificaciones. ¿O en qué es algo imposible que algo
general resulte accesible desde sus especificaciones? Es todo lo contrario:
toda búsqueda de principios y fundamentos sigue este camino. No hay otro. Es el
camino propio e inevitable de la filosofía. Pues toda filosofía busca
principios. (Ontología I: 55)
El único método
de la investigación ontológica sería el inductivo. Ningún principio tendría
validez fuera del método inductivo. La inducción es el fundamento del
conocimiento propio de la ciencia y de la filosofía. No hay otro camino. El
camino desde el ente al ser del ente es la actitud natural del conocimiento
propio del hombre. Lo natural es el método inductivo, que de lo particular se
llegue a los principios. Por lo tanto, el objeto de la investigación ontológica
no pueden ser “los principios del ser”, o “los conceptos metafísicos”, sino,
los contenidos del ente; es decir, el ente en particular, que es la única forma
de estudiar al ser del ente en general.
La actitud natural se dirige al objeto, en
cuanto contenido del conocimiento; es decir, en cuanto ente, y no “objeto” en
cuanto pensado, o contenido ideal de la conciencia. Dirigirse al objeto, en
cuanto ente independiente de la conciencia es la experiencia del hombre en su
cotidianidad. Y la ontología vuelve su mirada al mundo y no a la conciencia del
mismo y rechaza cualquier intento de reducir el ente a lo dado en el
pensamiento.
El conocimiento del ser del ente no llega de
manera espontánea, sino a través de la verdadera investigación filosófica, que
es igual a la verdadera actitud científica, que no se basa en los contenidos de
la conciencia, sino que apunta hacia el mundo natural, o lo que es igual, al
“ente en cuanto ente”.
No se trata de
una “teoría del objeto”, en cuanto que es aprehendido por una conciencia, sino
en cuanto que es ajeno e independiente de cualquier subjetividad, se trata de
la investigación del objeto en cuanto “objetivo”, que es lo que permite avanzar
desde lo particular a los principios generales.
En este sentido, la ciencia y la filosofía se
diferencian del conocimiento natural e ingenuo, en que ambas abandonan lo
particular para adentrarse al conocimiento de lo universal. De esta forma, el
conocimiento de lo particular evoluciona y se convierte en teoría, en
conocimiento con pretensiones de validez universal. El conocimiento del ente
nos lleva al conocimiento del ser del ente.
No se plantea
que el ente cambie o se transforme, lo que ocurre es que el conocimiento del
mismo se amplía a través de la investigación inductiva. La forma de ser del
objeto no se altera en la medida en que se avanza en el conocimiento. Y el
contenido conceptual del conocimiento adquirido no se confunde con el ser del
ente. Sin embargo, el contenido conceptual del conocimiento no es ajeno al
objeto del conocimiento, sino que es tan real como el ente del cual se origina,
aunque nunca se identifique plenamente con el ser del ente.
La ontología puede partir desde la cuestión
general “del ente en cuanto ente”, pero fracasa si la respuesta al problema del
ser del ente es inmediata o fruto de una opción de fe, como marco desde el cual
se hace filosofía. La respuesta a la cuestión del ser del ente es la meta final
de todo el proceso del conocimiento de la humanidad, y no su punto de partida.
El avance en la comprensión del ser del ente, se da en la medida en que las
investigaciones de los distintos entes permiten una visión más amplia del conjunto
y esto es una tarea muy lenta, pero es el único camino acertado.
Este avance se
logra siendo fiel a la actitud natural del conocimiento, que siempre se dirige
hacia el mundo natural, hacia lo trascendente a la conciencia. La ontología
persigue el conocimiento universal fundamentado en lo objetivo, en el ser en
sí, en el ente, en el ser del ente, y no en el contenido del acto reflexivo de
la conciencia. Esta es la opción cognitiva de Hartmann, la cual plantea en los
términos siguientes:
La
ontología es la que por su parte abandona la “intentio oblicua” y retorna a la
“intentio recta”; con lo que vuelve a ser suya toda la plenitud de problemas
del reino del objeto, es decir, del mundo. La ontología es el restablecimiento
de la dirección natural de la vista. En rigor, ni siquiera puede decirse que
sea un restablecimiento. La ontología más bien se abstiene en absoluto de la
reflexión. Se adhiere directamente a la actitud natural (Ontología I : 59)
Esta actitud natural de la ontología, centrada
fuera de la conciencia, le es propia a las ciencias naturales y a las llamadas
filosofías del espíritu, o ciencias del espíritu, ya que el ser del ente es el
mismo en todos los objetos de estudio. No es cierto que el “espíritu” sea algo
interno, que solamente pueda ser estudiado en la intimidad de la conciencia.
Las ciencias naturales y las ciencias del espíritu son igualmente objetivas,
porque el ser del ente es objetivo. Y solamente a través de la actitud natural
se puede avanzar en las investigaciones respectivas.
Tanto las
ciencias naturales, como las ciencias del espíritu analizan al ente particular
y procuran el avance de la ontología, o del estudio del ser del ente. Hartmannn
plantea, que ésta es la finalidad de todas las áreas del conocimiento:
Las ciencias del espíritu no tienen
absolutamente nada que hacer con las personas y los actos, sino con productos
supraindividuales del espíritu objetivo que son comunes a una pluralidad de
individuos. Sus objetos son el derecho, la moral, el arte, la literatura, las
costumbres y el estilo de vida, la religión, el lenguaje, la cultura, etc., en
tanto que todos estos dominios del espíritu tienen su historia, es también la
historia del espíritu en especial sentido objeto de las ciencias del espíritu.
Estas ciencias son, pues, objetivas, no estando menos dirigidas hacia los
objetos que las ciencias naturales; tan sólo sus objetos son de otra especie.
También ellos prolongan en línea recta la actitud natural de la vida cotidiana,
pues el derecho, la moral, las costumbres vigentes, etc., están ya dadas en la
vida cotidiana como potestades objetivas frente a las cuales tiene el individuo
que encontrar camino, exactamente lo mismo que frente a los poderes de la
naturaleza (Ontología I: 60)
Tanto la actitud
natural del conocimiento, la investigación en las ciencias naturales, la
reflexión filosófica, en cuanto que investigan el ser del ente, resultan ser
ontologías. De haber diferencia, sería en cuanto a lo propio de cada campo de
investigación, en los elementos prácticos y en cuanto a la penetración en
comprensión del ser del ente, pero no en la dirección recta del conocimiento,
ni en el método inductivo de investigación, ni en la naturaleza del objeto de
estudio que siempre es objetivo y trascendente a toda conciencia.
En el fondo, el
hombre y la conciencia son tan objetivos como cualquier ente del universo,
Hartmann describe esta realidad en toda su crudeza existencial:
Espantosa
tiene que ser, naturalmente, para aquel que vive su vida exclusivamente sobre
la base de la importancia de la propia persona y entiende por mundo meramente
el suyo; el habitual absurdo de concederse importancia a sí mismo se venga del
hombre egoísta. Relativamente indiferente resulta la muerte para quien se ve a
sí mismo en una actitud óptica sin falsedad, como un insignificante individuo
entre individuos, como una gota en la corriente total de los sucesos del mundo,
de la historia, lo mismo que de la cósmica, todavía mayor, y sabe comedirse en
su veneración ante lo grandioso. Esta es la actitud natural del hombre cuando
no ha roto sus raíces con la vida… (Ontología I: 226 ).
Sin duda,
Hartmann plantea como pocos una ontología coherente, en la cual las ciencias
del espíritu son tan objetivas, como las ciencias naturales; en donde lo
“espiritual”, no es la intimidad humana, sino lo transcendente a esa intimidad,
pero inmanencia absoluta en su naturaleza ontológica. La teoría de los valores
resultará ser una ciencia objetiva, tan natural como la biología o la física,
en donde no hay probabilidad, ni necesidad de fundamentos trascendentales, ni
religiosos. El hombre moral, no es más que el animal racional, habitante triste
y solitario de este insignificante planeta. Esta es la consecuencia de la
objetividad inmanente de las ciencias del espíritu. Hartmann aceptó la carga de
su opción ontológica radical y materialista.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Coreth. E. (1989) Curso Fundamental de Filosofía. Barcelona – España. Ed. Herder.
Hartmann. N. (1965) Ontología I.
México. Ed. Fondo de Cultura Econ
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