APROXIMACIONES AL PROBLEMA DEL SENTIDO DE LA VIDA
Autor: Gerardo Barbera
El Problema del
Sentido de la vida es el reto más importante en la existencia del ser humano.
El hombre es libre porque puede enfrentar el mundo desde su intimidad y puede
soñar con superar el mayor obstáculo al que se enfrenta la racionalidad: La
Muerte. La racionalidad le permite al hombre aspirar horizontes trascendentales
de inmortalidad, como único sentido coherente frente a la muerte.
PALABRAS
CLAVES:
"SENTIDO",
"RACIONALIDAD", "LIBERTAD" "TRASCENDENCIA",
"INMORTALIDAD"
EL ANIMAL RACIONAL
El hombre es un animal racional. No hay que darle muchas vueltas al
asunto. Lo que somos, en esencia, no depende de nuestros gustos, ni siquiera de
nuestros deseos, o de la capacidad de pensamiento, ni de la imaginación, ni de
la fuerza de la voluntad, ni de la cultura; menos, de la historia. La cosa es
en serio, somos animales, y nos diferenciamos de éstos, precisamente, por
nuestra racionalidad. Este es el único punto de partida posible.
De no aceptar nuestra propia
condición, todo sentido, se traduce en mentira metafísica, pero ni siquiera
llegaría a ser una mentira creativa, solamente hablaríamos de ilusiones de
carácter existencial. Si no aceptamos como fundamento de cualquier tipo de conocimiento
que somos animales racionales, seríamos animales "adictos" a nuestros
sueños alienantes, cuya vida consistiría en tomar la oscuridad como la luz.
Cualquier otro aspecto, que se
pretenda colocar por encima de la racionalidad, como quien descubre una esencia
más humana diferente a ésta, no pasaría de ser un modismo cultural y momentáneo
dentro del movimiento dialéctico de la historia. El hombre no se reduce a la
extensión; menos, al tiempo que fallece constantemente. No es un espíritu
atrapado, o encarcelado en un cuerpo, y que se asoma a través de los ojos. El
hombre es racionalidad corporal, temporal y espiritual.
No hay alternativas, solamente la
racionalidad nos hace humano. Más aún, solamente el hombre es racional. Esta
racionalidad se hace palpable, presencia en la realidad a través de la
creación. La capacidad de crear nos revela y nos hace humanos. El hombre no
puede, ni siquiera por opción propia dejar de crear, el hombre es creación en
sí mismo. Y toda creación es manifestación íntima, es la apropiación de lo
extraño para jugar dentro del cuarto, a solas, en el único discurso posible, el
diario de vida.
La racionalidad es la creación de
la propia existencia, es trascendencia dialéctica desde lo desconocido a lo
íntimo, es biografía de un yo que se crea constantemente, sin llegar jamás al
conocimiento objetivo. La racionalidad nunca es conocimiento objetivo, es algo
mucho más perfecto. La gallina conoce, nosotros racionalizamos, creamos,
existimos.
Es realmente humano el proceso de crear y no el de simplemente
contemplar la realidad tal cual como es, lo cual es imposible. El hombre se
define como un animal racional, a tal punto de que es capaz de transformar la
realidad a su antojo, jugando con el orden de lo dado. La actividad racional se
puede comparar al niño jugando con un "lego", con tal poder, que
luego se convence de que su subjetividad es pura objetividad, y propone como
cierto, como real, lo que es irreal en esencia. El capricho, lo distorsionado,
la leyenda, el cuento imaginario, todo su mundo interno se convierte en
conocimiento "científico", o si se prefiere en "Historia
registrada".
En el campo existencial se vive como proyecto de vida lo creado desde su
racionalidad, entiéndase, no hay otra opción. ¿Qué es lo que se racionaliza? La
Muerte. La conversión de la muerte en vida es una racionalización que se mueve
a través de la metafísica, desde el orden lógico al ontológico. De pronto, la
vida se convierte en un ser en sí, que existe en la realidad sin necesidad de
ser pensada, sin necesidad de la conciencia, se convierte en un dato objetivo,
en algo natural; y en algunos casos, con justificación trascendental.
La racionalización se manifiesta como la necesidad de transformarnos en
seres superiores a la muerte que transforman desde sí a la muerte en datos de
trascendencia metafísica; y paradójicamente, la subjetividad que interpreta,
logra crear la objetividad sin conciencia, sin salir jamás de sí misma, este es
el mayor engaño.
Este poder que posee la
racionalidad, de convencerse a sí misma de la objetividad de su creación es el
origen de las manifestaciones culturales e históricas de la naturaleza
dialéctica y trascendental del en sí de la racionalidad y que define la
"humanidad" de todo hombre en su propia unidad solitaria, desde la cual
tantea el mundo, sin tener otra oportunidad, pero creyéndose lector de la
realidad.
Sólo podemos jugar con las sombras, y crear nuestra propia realidad, en
esto consiste la libertad, en crear nuestro propio mundo, frente al único dato
que nos llega: la muerte. Toda creación se define ante la muerte. Vivir se
define como no morir. Hasta aquí llega la racionalidad humana. La esperanza
frente a la angustia de sabernos mortales. Y la libertad consiste en crear
desde la esperanza. De tal manera, que sin esperanza no hay libertad, y sin
racionalidad no hay esperanza.
La racionalidad es la reacción
subjetiva frente a la muerte objetiva. Y la humanidad es la creación libre del
hombre que tiene esperanza. La racionalidad es el fundamento de la libertad. La
angustia y la esperanza postulan la presencia de un ser personal, y el
innegable movimiento dialéctico de un "yo" auténtico, racional, capaz
de crear su propio mundo de conocimiento, con "datos" de una realidad
que jamás ha mirado, pero que sufre hasta morir como único dato en donde se une
lo subjetivo con lo objetivo.
Vivir atrapado dentro de sí, sin
poder jamás tener contacto directo con la realidad, interpretando sombras,
tanteando a ciegas, saberse mortal... produce angustia, miedo. La oscuridad
produce terror. Creamos nuestra esperanza porque estamos vivos, racionalizamos
la muerte desde la vida.
Sabernos vivos, pero mortales.
Tener el poder de crear, pero imposibilitados de la objetividad. La libertad se
convierte en un camino, pero, ¿tiene sentido? Soy racional, el único capaz de
crear mundos, para eso soy libre. Pero con lo que cuenta el hombre es solamente
con el "fenómeno". De tal manera, que desde la racionalidad, el ser
para mí, se convierte en ser en sí, según mi propio convencimiento, y sin poder
jamás verificar, pues solamente se podrá tener el fenómeno, el ser en sí es
oscuro, y su única claridad es la muerte.
Desde la racionalidad el ser en
sí, la realidad metafísica, deja de ser un caos, se convierte en un producto;
pero, esta transformación solamente puede darse dentro de la conciencia que se
convierte en ordenadora, en dadora de sentido, nos convertimos en dioses
creadores de lo ontológico. Buscar sentido racional a la existencia es el
origen de lo ontológico, que se crea con un movimiento dialéctico desde la
intimidad de la conciencia. Aunque hay que ser sinceros al afirmar que la
realidad ontológica como es en sí nunca se podrá conocer objetivamente, lo
único que nos consta es el ser en la conciencia.
De tal manera, que la existencia
se debate entre la angustia de saber que la realidad es supuesta, que contamos
con nuestra propia creación, lo que nos hace diferente a los animales. Somos
creadores de todo cuanto existe. El ser creadores en esencia, nos hace libre de
buscarle un sentido a la existencia, con el único fundamento en la
racionalidad. La libertad no posee fundamentos en la realidad, la libertad es
conciencia que se manifiesta en la búsqueda de un sentido.
La libertad nos habla de un "yo" que busca sentido, lo más
exacto que podemos afirmar es la existencia de ese "yo". En cambio,
la realidad nos llega como choque externo, como lo que produce reacción, como
lo ajeno, como lo que tiene que ser digerido, como amenaza y como posibilidad,
y al final como muerte que se impone. La racionalidad consiste en la búsqueda
de sentido de la existencia, ¿Cuál es el sentido de la vida del hombre?
En esto consiste el centro de
toda Filosofía, y aun, del mismo hecho de la supervivencia. La búsqueda de
sentido de la existencia es el centro del recorrido de la humanidad, a tal
punto, que hemos fabricado una "historia", y para colmo le hemos dado
a esa historia un recorrido lógico, como si se tratara de un plan que se va
desarrollando hacia objetivos claros y precisos. Y hay pensadores y "científicos"
que pretenden "adivinar" el destino de la historia. Y en el fondo, el
problema del hombre en particular es el mismo de la humanidad en general. Es
decir, si la vida de un hombre no tiene sentido, entonces, la humanidad no
tiene sentido.
El problema es el mismo: La muerte como único dato ontológico
inevitable, como el mensaje más terrible que nos llega del exterior, como dato
que la racionalidad no logra convertir satisfactoriamente en creación íntima
con sentido pleno. La muerte se convierte en el rompe sentido. La tarea humana
está planteada, ya sea desde la individualidad, o desde la humanidad: La
superación de la muerte, desde la racionalidad, como fundamento de la creación
íntima de toda la realidad.
Lo lógico es la superación de la muerte desde la angustia de saberse
mortal. El camino es a través de la esperanza, desde la propia voluntad de
creación, desde la libertad limitada por el absurdo de tener solamente lo dado
en el fenómeno. La libertad, es decir, el camino entre la angustia y la
esperanza es propio de la racionalidad. Se trata de la creación de una
existencia lógica, es decir, de dar un sentido lógico a la existencia, tan
lógico como cualquier teorema matemático. No existe otro tipo de lógica.
Dar sentido es lo esencial de la racionalidad, es el juego que realiza
con los dados de la realidad, es el castillo de arena que se construye. La vida
es esencialmente creación del orden desde el caos, sin saber jamás si todo
tiene sentido realmente, ya que no podemos acceder a la luz, siempre trabajamos
escondidos en nuestra intimidad racional. La cuestión del sentido, conforma el
paradigma real desde el que se interpreta todo fenómeno.
El sentido es la clave de lectura
que siempre está presente en nuestra intimidad. No solamente es la clave del
conocimiento e interpretación de la realidad, sino de valoración de la misma.
Es el sentido, creado desde la racionalidad, el criterio de cualquier Ética.
Paradójicamente, lo que hace al hombre diferente a los animales, es su
conciencia de la imposibilidad de adquirir datos objetivos, y saberse condenado
a la creación de su propia realidad, desde los datos exteriores que se
presentan como lo ajeno que permite la supervivencia, y a veces como la amenaza
que siempre termina en muerte.
Los datos objetivos nos
convertirían en animales, en la imposibilidad de creación, en sujetos que
solamente leerían la realidad para reaccionar objetivamente. Frente al maíz, la
gallina come. Frente a un dato objetivo, reacciona objetivamente. Si el hombre
tuviese contacto directo y objetivo con la realidad, seríamos una pared en
donde rebotaría la pelota de goma, cuyo ángulo de rebote podría ser calculado.
La vida no tendría nada de especial, al nacer, bastaría con hacer un
análisis objetivo de las condiciones biológicas y sociales del recién nacido, y
se obtendría el "ángulo de rebote", todo el futuro del niño
calculado, con margen de error tan pequeño, que la existencia estaría calculada
objetivamente.
Precisamente, el hecho de la
imposibilidad de calcular el futuro de la existencia de un hombre, el hecho de
que ni siquiera el propio sujeto pueda calcular su vida, hace de la misma una
creación, y la imposibilidad de la objetividad de nuestro conocimiento. La vida
no es ni puede ser "objetiva". La vida es creación, es búsqueda de
sentido. El "yo" lucha entre lo mortal y la inmortalidad.
Esta lucha es lo auténticamente humano. La lucha por ser inmortal da
sentido frente a la muerte. Esta es la dialéctica constante y perenne de la
racionalidad, de la vida a la muerte, y de la muerte a la inmortalidad. La vida
es un dato, la muerte es un dato, la inmortalidad una esperanza ¿tiene sentido
la esperanza? No hay objetividad que sirva para responder a esta pregunta.
Solamente la libertad nos mantiene vivos frente al misterio de la inmortalidad.
Ni la vida ni la muerte son misterios, solamente la inmortalidad se presenta
como lo eternamente no íntimo.
La libertad, es decir, el camino entre la angustia y la esperanza, o si
se prefiere, el movimiento entre la muerte y la inmortalidad, es propio de la
racionalidad, se entiende como una creación de un sistema lógico y existencial,
es la dialéctica de "alguien". Quien vive es un sujeto, la humanidad
es personal, es una persona quien puede existir. La persona es quien crea su
ser partiendo de lo que le llega desde afuera. El camino es un reto inmanente y
personal.
El problema del sentido de la
vida se resuelve en la más profunda soledad. La libertad es siempre solitaria,
nadie puede vivir por otro. Siempre existirá la ilusión de vivir proyectos
ajenos, eso no puede ser, solamente existe mi libertad, mi proyecto. Solamente
así puede ser válida la misma libertad y experimentarse la responsabilidad. Y
la alineación, sería precisamente drogar nuestra racionalidad en nombre de un
proyecto común, o de alguna objetividad.
Todo es vano, solamente la racionalidad puede encontrarse consigo misma
dentro de sí misma, para crear su propio proyecto, vivir su propia angustia,
tener sus propias esperanzas. Vivir su propia libertad, luchar por su vida,
esperar la llegada de la muerte y aspirar, con o sin sentido, una supuesta
inmortalidad. La política es la vivencia inminente de la racionalidad de muchos
individuos que navegan en el mismo barco, pero que no se pueden ver
objetivamente, menos, compartir experiencias de sentido de vida, son solamente
compañeros de barco que se tantean como ciegos, quienes logran comunicarse,
aunque parezca mentira, a través de esa ceguera, por medio de una especie de
"sexto" sentido, que indica que entre los fenómenos existen
conciencias solitarias como la propia racionalidad.
La sociedad se mueve entre una soledad compartida, es decir una vivencia
lógica de la existencia, y la muerte de hecho, como lo dado. La sociedad, en
cuanto humanidad, es la lucha contra la muerte. La historia es la permanencia
de la libertar que se revela ante la muerte. Y para ser cínicos, la historia
narrada está saturada de hechos de muerte. La historia de la humanidad es la
búsqueda de la inmortalidad. Sólo el hombre pretende ser inmortal. ¿Es absurda
esta lucha?
A tal punto que el hombre, en la
búsqueda de la inmortalidad, gracias a que le es negada la objetividad, parte
de su intimidad racional hacia la trascendencia del fenómeno, hasta la negación
absoluta de lo ajeno, que le llega del exterior, en procura de la vida absoluta.
O tal vez, si se quiere, de salir de su angustia, o de su encierro
gnoseológico. El hombre está condenado a su racionalidad, al punto que está
atrapado en su intimidad, para vivir una libertad encerrada en un círculo
dialéctico entre la angustia, que nunca desaparece y la esperanza que nunca
triunfa.
El círculo se convierte en un
camino hacia la muerte cuando la esperanza comienza a desaparecer, cuando desde
lo exterior todo anuncia la muerte del "yo". Cuando desde afuera, la
realidad se convierte es hostil y miserable, la racionalidad no tiene capacidad
para la vivencia de un sentido.
El hambre y la miseria son los peores enemigos del hombre. El hambre y
la miseria pueden llevar al hombre a su mínima expresión de racionalidad, y a
su máxima expresión de angustia. La racionalidad no es una esencia estática e
inmutable. Es una cualidad humana, la que hace que el hombre sea realmente una
persona: La capacidad de interpretar la realidad, para darle un sentido a la
existencia es la manifestación de la racionalidad que realmente habla de una
persona concreta y existente, que se debate en la vida entre la muerte y la
inmortalidad.
Pero esta capacidad de darle sentido a la vida, puede ser reducida,
llevada a un nivel casi animal. La miseria lleva al hombre a ese estado
bárbaro, en donde el sentido se convierte en la lucha por la supervivencia, en
donde la inmortalidad no tiene sentido, y la muerte, como acto final, puede ser
vista, más bien, como una válvula de escape de la miseria o de la vida de
terror. A tal punto, que desde una dialéctica inversa y constantemente móvil,
la vida se convierte en el deseo de morir.
El sentido no siempre es hacia la
vida, la racionalidad, puede invertir su propio movimiento dialéctico, y desviarlo hacia el deseo de la muerte, y la negación de seguir la misma vida.
Aun, los estados, donde la racionalidad da paso a la alineación, proyectándose
hacia un mundo vital, que no existe en la realidad, ni es recibida dentro de
sí, sino soñada, negándose a sí misma en su esencia de racionalidad, permanece
en lo más íntimo del sueño alienante y negador de sí, una leve afirmación de
racionalidad.
Este es su gran virtud, no morir
del todo jamás. Y es su gran desgracia, tener esperanza cuando no existen
motivos concretos. De tal manera, que el sentido de la vida no es una cuestión
de racionalidad abstracta, como quien piensa que darle sentido a la existencia
se reduce a la construcción de un sistema lógico de principios, o de
pensamientos relacionados de manera coherente, como quien fabrica una cadena de
razonamientos. Nada más lejos de la racionalidad humana. No se trata de un
ejercicio de capacidad matemática, o de abstracción. No es un juego de
palabras.
En el problema del sentido de la
vida la racionalidad es humana. Pues sentimientos y razonamientos tienen un
mismo origen, y una misma realidad. Al menos, que todavía existan algunas
personas que piensen que se "ama con el corazón", y se "piensa
con la razón". Razonamientos y sentimientos tienen un mismo padre, la
racionalidad humana.
De tal manera, que en el problema del sentido de la vida es todo el
hombre de una forma integral quien se pregunta por el destino de su existencia,
desde su racionalidad, que es en sí todo su ser, tanto desde su intimidad, como
desde su proyección con las otras intimidades que intuye como compañeros de
camino.
El problema del sentido de la vida es el único reto de la persona. El
hombre es libre porque puede enfrentar el mundo desde su misma intimidad, y por
lo tanto puede soñar con superar el mayor obstáculo al que se enfrenta la
racionalidad: la muerte. La racionalidad es la que hace que el hombre pueda
soñar con la inmortalidad, que es el único horizonte que puede dar solución a
la paradoja de la muerte. Sin inmortalidad, toda racionalidad se convierte en
una manera distinta de supervivencia animal.
El hombre sería solamente animalidad desarrollada, es decir, polvo, pero
un mentiroso por excelencia, un cobarde que no acepta por temor la llegada de
la muerte. Al final el problema queda dividido en dos opciones fundamentales:
Vivir para la muerte, desde el mismo vientre materno. O vivir para la
inmortalidad, y aceptar el reto de ser como dioses.
No hay salida. A lo largo de la historia del pensamiento, siempre estas
dos opciones se han convertido en las últimas orillas de los distintos sistemas
filosóficos. Plantearse el problema de la vida es el reto más importante y
trascendental de cualquier humano que quiera realmente ser libre.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
HARTMANN N (1975): Metafísica del Conocimiento. Ed. Lozada. Buenos Aires
MARITAIN J (1978): Introducción a la Filosofía.
Club de Editores. Buenos Aires.
ORCAJO A (1998): La Postmodernidad ola Fractura de
las Ilusiones. Ed. Uc.
Valencia-Venezuela
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