jueves, 26 de noviembre de 2015

LA ÉTICA DE LA RACIONALIDAD




LA ÉTICA DE LA RACIONALIDAD
 Autor: Gerardo Barbera
 UNIVERSIDAD DE CARABOBO VALENCIA – VENEZUELA







RESUMEN

Queda claro que nuestro principal deber moral consiste en la eliminación de la animalidad. Pero esta animalidad se hace vida en las personas reales, y resulta real y concreto el hecho de que no todos los hombres son igualmente "humanos". Hay hombres más animales que humanos. La Ética consistirá en hacer que los hombres sean cada día más humanos. ¡Si hasta suena bonita la expresión!. Pero ha sido veneno puro en el acontecer histórico de nuestros pueblos. Esta concepción antropológica ha traído consecuencias terribles para el que ha sido y es considerado menos desarrollado en el grado alcanzado de humanidad. El hombre, que a lo largo de su existencia, gracias a un proceso adecuado de educación sistemática, haya desarrollado su nivel de racionalidad, tiene que ser superior en sí mismo, a todos aquellos que han vivido preocupados solamente por comer y producirse, desarrollando su nivel de racionalidad lo meramente necesario para vivir como los animales. Así nace la ética de la diferencia radical. No todos somos iguales. Existe la raza superior y los bárbaros o esclavos... He aquí el contenido de la Ética de la racionalidad o del dominio.
Palabras Claves: Ética, Animalidad, Racionalidad

ABSTRACT
lt is clear that our main duty morals consists in the elimination of the animality. But this animality is made life in real people and it is real and I sum up the fact that not all the men are equally human. there are men but animals that human. The ethics will consist on making the men to be every day but human. lf until ft sounds beautiful the expression!. But it has been pure poison in happening historical of our towns. This anthropological conception has brought terrible consequences for which has been and fewer developed in humanity's reached degree is considered. The man that along their existence, thanks to an appropriate process of systematic education, have developed their level of rationality, she/he has to be but superior in if same that all those that she/he has lived worried to eat and to reproduce, developed their level of rationality the merely necessary thing to lave as animals. The ethics of the radical difference is born this way. Not all are same. lt exists the superior race and the barbarians or slaves... there is the content of the ethics of the rationality here or of the domain.
Keywords: Ethics, Animality, Racionality


I

La filosofía occidental tiene su origen y sus raíces fundamentales en la antigua Grecia, considerada como la cuna de nuestra cultura en general, y de manera especial, del eje ontológico, metafísico, antropológico y de la ética. Sin embargo, el elemento básico de la filosofía griega, desde el cual se interpreta todo el sistema filosófico fue su concepción antropológica, centrada en la racionalidad como lo esencial de la naturaleza humana.
Aristóteles ha sido, tal vez, el filósofo que mejor representó el paradigma de la filosofía griega y con su definición del hombre como "animal racional" colocó los rieles de toda la antropología del pensamiento de la cultura occidental, colocando en la capacidad de conocer desde la razón, el fundamento de toda elección y de la felicidad del ser humano, tal cual como lo declara en La Ética Nicomaquea: Puesto que todo conocimiento y toda elección apuntan a algún bien, declaremos ahora, resumiendo nuestra investigación, cuál es el bien a que tiende la ciencia política, y que será, por tanto, el más excelso de todos los bienes en el orden de la acción humana. En cuanto al nombre por lo menos, reina acuerdo casi unánime, pues tanto la mayoría como los espíritus selectos llaman a ese bien la felicidad y suponen que es lo mismo vivir bien y obrar bien que ser feliz. Pero la esencia de la felicidad es cuestión disputada y no la explican del mismo modo el vulgo y los doctos. (p.5)

Ya de entrada, en la ética clásica del pensamiento griego, se establece el conocimiento racional como fundamento del obrar bien y del sentido de la vida o de la felicidad. Y se hace "distinción antropológica", tomando como criterio el nivel del conocimiento racional alcanzado, "vulgo", "doctos". No ha existido un concepto de la naturaleza humana, que haya marcado tanto la historia de la filosofía de nuestra cultura.
Todos los viajeros del tren de la filosofía occidental se han servido del boleto "animal racional", lo admitan o no. Independientemente del color del boleto, el tren siempre ha viajado sobre los mismos rieles. De esta manera, se declaró para toda la eternidad, la esencia misma de la intimidad del hombre: "La racionalidad", como único fundamento metafísico del ser ontológico de la naturaleza humana, del sentido de la vida, del sentido de la historia y de la ética. Todo conocimiento dialéctico consigue su principio y fin en la racionalidad lógica como posibilidad y fundamento de su propio movimiento.
 Álvarez S (1988), con relación a la filosofía griega de los estoicos presenta un párrafo interesante:
Las líneas rectoras de la moral trazadas por Zenón se desarrollan según el más puro estoicismo filosófico. La Lógica es la condición previa de la recta conducta; es necesaria para la Física, como ésta la es para la Ética. Es menester que el sabio medite lo que dice Zenón: "Los elementos del logos, cómo es cada uno de ellos, cómo armonizan entre sí y las consecuencias que de ello se derivan. (p.232)

También Marías (1967) en su "Historia de la Filosofía", presenta un comentario acerca de la importancia del conocimiento racional como fundamento del sentido de la vida, o la vivencia de la virtud, según la concepción de la filosofía socrática: “El centro de la ética socrática es el concepto de "areté", virtud. La virtud es la disposición última y radical del hombre, aquello para lo cual ha nacido propiamente. Y esta virtud es ciencia. El hombre malo lo es por ignorancia; el que no sigue el bien es porque no lo conoce, por esto la virtud se puede enseñar. (p.39)”
 Ya comienza a aparecer la "ignorancia" como un elemento antropológico que establece diferencias entre los mortales, y fundamenta el derecho de que algunos "eduquen" o impongan su definición de "virtud". Así daba sus primeros pasos una ética fundamentada en las diferencias entre el "docto" y el "vulgo", entre el "sabio" y el "ignorante", o lo que es lo mismo, una ética de la desigualdad antropológica.
 El aspecto racional ha cobrado tanto peso en la concepción antropológica de nuestra cultura, que el elemento "animal", en la mayoría de los casos ha resultado un estorbo, un mal necesario que solamente puede ser apreciado como el soporte donde reside la racionalidad.
Lo "animal" ha sido siempre considerado, en el mejor de los casos, como la residencia inapropiada del "yo personal", de la esencia racional del ser humano. A tal punto, que todo lo diferente a la razón lógica, se condenaba a la animalidad, y por lo tanto, no era propiamente humano, por lo menos, en el sentido metafísico o esencial. Según Aristóteles, una definición se conseguía a través de un proceso sistemático y lógico de clasificación, con el fin de llegar a un resultado en donde se pudiese observar un elemento común de referencia o de comparación con otros seres, y un elemento específico, que lo haga único y que defina su propia naturaleza.
En el caso del hombre, el elemento común de referencia sería "la animalidad"; y como característica esencial y específica, se presentó "la racionalidad". De tal manera, que desde la aplicación de las leyes del pensamiento lógico se establecía la realidad esencial del ser humano. Esta concepción lógica y conceptual del hombre, tiene sus bases metafísicas en el ser ontológico mismo de la naturaleza humana, que al igual que todos los seres existentes en el mundo real y concreto, está formada por materia y forma. Todo cuanto podamos observar en el mundo natural está hecho de "materia" y posee una forma determinada. Por lo tanto, el elemento material lo hace común a otros seres, pero se diferencia en cuanto a la forma.
El hombre ha sido considerado un animal en cuanto a su ser material. Y la racionalidad ha sido considerada, como la forma o la esencia específica de la naturaleza humana. Al punto de que las ciencias formales como la Lógica, la Metafísica y la Ontología se convirtieron en los pilares fundamentales de la Antropología, de la Ética y de la Política. El hombre en sí mismo es considerado como racionalidad íntima, en donde la animalidad no tiene lugar como elemento esencial de la naturaleza humana.
En tal sentido, la racionalidad es la humanidad manifiesta. Humanidad y racionalidad se identifican. Lo contrario a la naturaleza humana es irracional. Así, lo racional se convierte en fundamento del desarrollo de la humanidad. De esta forma, la misma Ética deja de ser formal; es decir, carente de contenido, y se convierte en fundamento del orden establecido, desde la élite de los "doctos". La Ética pasa a ser el fundamento filosófico de la acción política del grupo de los "doctos".
La pretendida neutralidad formal de la Ética es un discurso ideológico, o en el caso de ingenuidad sincera, un mito. Toda concepción ética "defiende" intereses creados. Han resultado de poco provecho las peripecias y vueltas de algunos filósofos en procura de una antropología distinta a la racionalidad, y por lo tanto de una Ética no racional.
 A partir del paradigma antropológico griego, lo que somos en esencia nunca ha dependido de las opiniones, ni de consideraciones filosóficas posteriores. El ser en sí de la naturaleza humana, proclamada por la filosofía griega, no depende del nivel cognitivo de un pensador, ni de una época. La esencia que nos hace humanos y radicalmente originales en el mundo es concreta y real, y está ahí presente: La Racionalidad.
La filosofía griega clásica, que ha sido el punto de partida y fundamento de nuestra cultura occidental, ha proclamado que la existencia del elemento real y concreto que hace posible que el ser humano sea capaz de tomar conciencia de sí y de la realidad, no depende de nuestros deseos, gustos, anhelos, sueños, metas, temores. No es producto de las relaciones sociales, ni de la angustia, ni de ninguna alienación posible.
No es producto de nuestros ideales, ni de las proyecciones de la imaginación, ni del poder de la voluntad. La racionalidad en sí, como elemento esencial, no ha sido consecuencia del desarrollo de la cultura, ni de las vueltas de la historia. La esencia de la naturaleza humana no es producida por influencia de alguna energía cósmica. No es una partícula de la Gran Conciencia Universal. Ni siquiera puede ser resultado del azar biológico.
La racionalidad es nuestra esencia eterna y concreta, como cualquier esencia "objetiva" del mundo natural, aunque su naturaleza pudiera ser considerada metafísica, sin ser necesariamente espiritual. Es cierto que somos racionalidad, pero íntima, elemento que el paradigma griego no comprendió, y aún pagamos las consecuencias de esa omisión.
La intimidad es la condición de existencia de la racionalidad. Esta intimidad es el secreto de la antropología que no ha sido devalado. Y que realmente tiene que ser el punto de partida de cualquier sistema filosófico que pretenda dar razones de la naturaleza del hombre en sí, más allá del propio paradigma griego.
Según mi criterio, la filosofía griega tuvo su “talón de Aquiles” en la Teoría del conocimiento, al establecer identidad real entre el Pensamiento y el Ser. Toda antropología filosófica, sincera en sus intenciones, tiene como objetivo develar el secreto de la naturaleza del hombre, para escapar de la ilusión metafísica sin raíces ontológica, que se convierte en el engaño de saltimbanquis del lenguaje, con el único logro de fundamentar una Ética conveniente a la clase de "guerreros" en contra del "vulgo".
No aceptar nuestra condición esencial y ontológica, tal cual como es, nos puede llevar por los senderos de alienaciones existencialistas o melodramáticas, o por caminos de ideologías de dominación y explotación del hombre contra el hombre. Cuando se construyen sistemas de pensamientos, que no tienen como punto de partida, el hecho real de que somos en esencia racionalidad íntima, que trasciende la racionalidad simplemente lógica, condicionamos irremediablemente el camino del pensamiento, ocultándole la luz, para conducirlo a ideologías de muerte.
Errar desde el inicio, al negar nuestra ontología antropológica, convierte el pensamiento filosófico en ideología a favor de la clase dominante de turno, para justificar la explotación de los más débiles, condicionando para siempre el contenido de la Ética. De tal manera, que el pensamiento se transforma en fundamento de la esclavitud.
La verdad  consistiría, por lo tanto, en negar a los más débiles el derecho a una existencia digna. Este ha sido el contenido de la Ética de la cultura occidental. Si la opción consiste en negar la racionalidad íntima como punto de partida del pensamiento, en favor de la racionalidad lógica, en virtud de no aceptar las consecuencias y preferir dar la espalda a la verdad, se puede llegar a recorrer senderos de filosofías existencialistas alienantes, que no serían más que cortinas de humo para evadir, a través de "opios lógicos", el temor a lo que verdaderamente somos.
 Una filosofía que se ha hecho fundamento de la historia milenaria de una cultura, basada casi exclusivamente, en una teoría del conocimiento "realista", puede hacer del hombre un adicto a la más horrible de las drogas: creer ciegamente en la verdad objetiva. Esta creencia tiene el mérito de haber convertido la oscuridad en luz, en un constante desvarío dialéctico.
La objetividad ha transformado la enfermedad mental en el campo psicológico de toda una cultura social que se alimenta de su propia locura, en la cual la Filosofía y la Ciencia Moderna coinciden en fundamentar una Ética y una Política "objetivas", sujetas a "leyes naturales", que sólo han permitido la destrucción de los más débiles, como criterio moral del sentido de la vida y como fundamento de una antropología de la muerte.
Por muy "eterna" que parezca la alucinación filosófica, el amanecer llegará, y la verdad, independientemente de nuestras "angustias", se impondrá como la luz del sol después de la tormenta. Todo imperio tiene su principio y su final. El hombre tiene que estar por encima de la concepción de la cultura de la Lógica Racional. Todas las verdades que hemos adorado y protegido son realmente humo, que indican el camino hacia la nada, de donde nunca debieron haber salido.
Esas verdades objetivas y reales, no son más que sombras heredadas de una generación a otra, cuya única virtud consiste en haberse convertido en piedras sólidas del pensamiento, a pesar de los llamados cambios de paradigmas.
Esas verdades no son tan reales como parecen, carecen totalmente de fundamentos ontológicos. No tienen casi nada de la objetividad que siempre se le ha otorgado, tal vez, para reafirmar una antropología metafísicamente "superior", enferma de una conciencia que se pretende habitante especial del universo, con poderes limitados e infinitos, que no necesita de nada, ni de nadie y que evoluciona hacia el dominio perfecto y absoluto de cuanto existe en este mundo y en todo el firmamento, fundamentando una ética del "éxito" y de la "miseria", y todo gracia al poder de la racionalidad lógica, todo está en nuestras manos, o mejor, en nuestras mentes.
El gran escritor actual del "éxito", Lair Ribeiro (1997), lo expresa con toda claridad: Cuando usted tiene una conversación consigo mismo sobre su persona, esa conversación le acompaña vaya donde vaya. Entonces, si usted tiene un juicio negativo sobre cualquier aspecto de sí mismo, con pensamientos de este tipo:
 "No soy bueno para el deporte", "No tengo suerte en el amor", "Mi destino es ser pobre", ese juicio va a perseguirlo aunque cambie de país, de profesión, de religión, de pareja o de lo que sea. Y todo continuará sucediendo del mismo modo. ¿Sabe por qué? Porque todo lo que ocurre en el Universo físico ha ocurrido antes en su mente. Toda evaluación que usted hace sobre su persona es una predicación (pronóstico) de su comportamiento que usted realiza para usted mismo. Por lo tanto, usted tiene un pensamiento que genera en un cerebro un sentimiento (estado mental) que a su vez genera en usted un comportamiento. Esto funciona en los dos sentidos. Es decir, un comportamiento genera sentimientos que generan pensamientos. Esto significa que usted puede cambiar a partir de su comportamiento o a partir de su pensamiento, y. que el dueño de su voz interior es usted. (p. 49)

Desde el propio pensamiento, lógico racional, se construye la propia realidad concreta del ser humano. Y se fundamenta desde la Ética el mismo estado de miseria de la mayoría, que siempre ha estado presente en la historia de nuestra cultura. Se ha llegado al extremo de buscar explicaciones lógicas desde una existencia espiritual, metafísica y anterior para fundamentar la ética de la marginalidad de la mayoría.
Según las mismas palabras de Louise L. Hay (1997), otra autora del "éxito", quien en su obra “Usted puede sanar su vida”, declara enfáticamente:
Yo estoy de acuerdo con la teoría de que elegimos a nuestros padres. Las lecciones que aprendemos suelen armonizar perfectamente con las debilidades de los padres que tenemos. Creo que todos vamos haciendo un viaje interminable a través de la eternidad. Venimos a este planeta para aprender determinadas lecciones que son necesarias para nuestra evolución espiritual. Escogemos nuestro sexo, el color de nuestra piel, nuestro país, y después buscamos los padres que mejor puedan reflejar las pautas que han de regir nuestras vidas. (p.46)

En las obras de estos autores de actualidad no existe la menor duda de la "objetividad" de lo que afirman, no hablan de teorías, ni de posibles, sino de realidades muy concretas, según ellos. Y así muchos otros autores de "Nuevas Eras", que solamente reafirman el paradigma y la Ética de siempre, al favor de un grupo de "elegidos". Todos tratan de explicar la esencia misma del ser humano, pero, que contradictoriamente y como muestra de su engaño, siempre han llegado a la misma conclusión: "El hombre es un misterio".
 Es decir, la conciencia objetiva no se conoce ni siquiera a sí misma. La ignorancia ha sido el producto más perfecto del conocimiento objetivo. Tantas páginas escritas, para afirmar que la humanidad no tiene la menor idea de quién es el hombre en realidad. Toda la cultura ha servido para decir “no sé nada de mi”, y la cuestión es, que algunos lo dicen con orgullo, ya que al no poder definir al hombre en su esencia real, lo hacen menos objetivo que al resto de la creación; y por lo tanto, en un ser especial.
Todo el "misterio", podría reducirse al terror existencial que produce el hecho de enfrentarse a la verdad de la naturaleza en sí del hombre y aceptarla tal cual como es. Por muy duro que parezca, por absurda que pueda aparentar ser, lo cierto es "que la Tierra se mueve", aunque para muchos era la mentira más absurda. Pienso que las verdades que hemos construido hasta ahora, son productos del "sentido común", que algunas veces, desde el razonamiento lógico se presentan como más refinadas, pero siguen siendo productos del "sentido común". Son verdades, que lejos de ser objetivas, son útiles y nos ayudan a sobrevivir, y gracias a esta utilidad se han convertido en "verdades objetivas", que fundamentan una “ética objetiva”, que produce muertes que sí son realmente objetivas.
Pero, a pesar de su utilidad en el orden de la supervivencia, realmente nos han ocultado el "misterio" de nuestro ser. Las aproximaciones a la realidad tal cual como es en sí misma, se han conseguido avanzando, muchas veces en contra del "sentido común" y de los intereses sociales de los "elegidos". Parece que todavía no he aprendido la lección.

II

 En la historia del pensamiento desarrollado en nuestra cultura occidental, se han presentado diversos sistemas filosóficos, que bajo el pretexto de buscar la esencia de la naturaleza humana, han construido sistemas ideológicos, que han justificado la explotación y esclavitud de los desposeídos, quienes siempre han sido valorados como seres inferiores a las mismas mascotas de los amos y señores de turno, quienes consideraban la explotación de los más débiles, como un derecho propio y como un hecho normal y cotidiano, que nada tenía que ver con la conciencia ética; por el contrario, dominar al "bárbaro" era un deber.
Antolinez. R. (1996), en su obra "Ética y Educación", refiriéndose al tema de la relación amo-esclavo, presenta al amo con el único con derecho a ser libre, un derecho que tenía fundamentos filosóficos con una ética metafísica, basada en un deseo divino, de orden sobrenatural:
Entonces, el único libre fue el amo, el esclavista; su autonomía y auto subsistencia se fundamentaron en la posesión, en la tenencia de los otros, de los esclavos. Así lo entendió Hegel en el aparte "Señorío y servidumbre" de su "Fenomenología del espíritu"; así lo justificaron, en la antigüedad, Sócrates, Platón, y Aristóteles, al considerar al esclavismo como un evento natural y no como un acto inmoral; así lo implantaron en América, algunos españoles, algunos bárbaros que se creyeron predestinados para civilizar a quienes consideraban bárbaros. (p. 63).

En la no conciencia de la inmoralidad de la explotación y esclavización del "bárbaro" se encontraba la fuerza del paradigma de la esclavitud. No había conciencia de que se estaba haciendo algo incorrecto. El otro, el distinto a la racionalidad simplemente era un casi-animal, al que se le hacía un bien al someterlo, por las buenas, o a fuerza de látigo. Y esta práctica "ética" tenía sus bases antropológicas.
Tal vez, el caso más significativo, por sus consecuencias en el paradigma del pensar de la cultura occidental, marcada desde su nacimiento hasta la actualidad por la filosofía propia de la antigua Grecia, fue la herencia de la definición aristotélica, que combinó la racionalidad con la animalidad como elementos esenciales de la naturaleza del ser humano, de la cual se ha desprendido, como consecuencia lógica, la explotación de todo lo que representase al elemento "animal".
La trágica definición del hombre como "animal racional", parece a primera vista, una simple conceptualización lógica del hombre en sí, aparentemente neutra desde el punto de vista ético y carente de intenciones políticas, que nada tendría que ver con prácticas sociales de dominación y de explotación. Se trataría de una definición lógica, que además resultaría ser totalmente objetiva, sujeta al ser de la realidad en sí misma.
 Es decir, el hombre es un animal racional y punto, independientemente de sus opiniones personales. De tal manera, que un razonamiento lógico, perfecto en su aspecto formal, tendría que coincidir por ley universal con el dato exterior y servir como fundamento ontológico y metafísico de la reflexión ética y antropológica, en función del verdadero sentido de la vida, con bases reales en la naturaleza del hombre, tal cual como es en sí mismo. Lógica y Ontología se identificaban. Y era precisamente esta identidad, la que le daba el carácter metafísico de verdad absoluta, y que absolvía de responsabilidad al filósofo, quien solamente anunciaba o daba a conocer, gracias a la profundidad de su avance en la sabiduría filosófica, basada en su manejo del razonamiento lógico la verdadera esencia racional del dato objetivo.
Sin embargo, "el animal racional", resultó ser, la conspiración perfecta de una filosofía que justificó la muerte del débil en manos del guerrero o del dueño del saber lógico. Lógica y Muerte se hicieron cómplices para siempre; y por lo tanto, la identidad fatal se llevó al campo de la Ética. Las implicaciones políticas de la definición aristotélica del hombre, resultaron fatales para todos aquellos que nacieron con la mala estrella de no pertenecer a la élite social griega.
La guerra, es decir, el arte de matar y de dominar ha sido a lo largo de nuestra historia el escenario de los héroes. Lección muy bien aprendida y ejecutada hasta nuestros días. No pertenecer a la élite de las clases sociales ha sido condición suficiente para no merecer el calificativo de persona. A lo largo de la historia han cambiado las formalidades, pero la esencia ha sido la misma: muerte de los más débiles, de los desposeídos, de los marginados, de las sobras seudo humanas que nunca han tenido el derecho a ser, sino el derecho al sacrificio, o nacer para la esclavitud.
 De tal forma, que la misma reflexión ética se ha desviado hacia la acción de aniquilar al otro en su misma esencia, en su ser persona. En esto ha consistido la peor de las "crueldades". Savater F (2000), en su obra "Ética y Ciudadanía", presenta una reflexión sobre la práctica de la ética de la crueldad, en donde al débil se le roba lo más sagrado, su derecho a ser persona:
 Los personajes más crueles, más violentos, los incapaces de convivir con los demás, no conviven con los otros porque no los ven como reales; el personaje malvado, si es que esta expresión ingenua tiene sentido, es aquel que se concede toda la realidad a sí mismo y ninguna realidad a los demás, que ve a los demás como una especie de sombras chinescas, como una especie de figuras de un decorado que no tiene verdadera sustancia, fuerza, entidad, y guarda toda la realidad para él mismo. Sus deseos, placeres, apetencias son lo único verdaderamente real; y los deseos, apetencias y placeres de los demás no cuentan, no son necesarios, los demás están literalmente "de más", es decir, sobran. (p.61)

La racionalidad ha sido concebida, dentro de la filosofía griega, como el elemento "formal", y por lo tanto universal, que define e imprime la esencia ontológica en sí misma, y sin lugar a dudas, la esencia misma de la naturaleza del hombre. La animalidad, o el elemento material resulta ser lo común que nos ata al resto de las criaturas, haciéndonos iguales a las bestias carentes de racionalidad. Se repite siempre el esquema en donde la parte animal tiene que ser dominada en función de la felicidad y ser racionalmente personas de alta moralidad.
 La racionalidad indica lo moral; y lo animal, lo inmoral. Este dualismo se convirtió, a lo largo de los siglos, en la semilla del árbol de la muerte, o de la justificación ideológica de las diferencias entre los miembros de las distintas clases sociales. Toda ideología lo es en cuanto da razones de la diferencia esencial y natural entre los hombres, desde donde se desprende una ética coherente de dominio. Una antropología que defienda cualquier "diferencia esencial" entre los seres humanos, culmina en una ética del dominio. Resultaba que la dignidad esencial del hombre estaba determinada por su elemento formal, o la racionalidad pura, abstracta e inmaterial, que estaba infinitamente por encima de la animalidad.
Este dualismo antropológico de "animal racional" ha tenido sus bases metafísicas más allá de la naturaleza ontológica del hombre. Esta metafísica antropológica forma parte de una determinada manera de concebir la totalidad del ser. Es decir, la dualidad del hombre como animal racional, encontraba su justificación en la realidad ontológica total. El hombre era dualidad esencial, porque la naturaleza, que transcendía lo meramente humano era dualidad. La dualidad era una condición metafísica de todo cuanto existía.
Todos los elementos de la realidad concreta poseen un elemento material y uno formal. No se puede, ni siquiera, desde el mundo de la imaginación mágica, concebirse un ser real, concreto, como una forma sin materia; menos, una materia sin forma. El dualismo del ser en sí es condición metafísica de su propia existencia. El hombre, como parte de la totalidad del ser, participa de manera esencial de la dualidad universal de la objetividad.
Se trata de una condición universal, trascendental, eterna; y por lo tanto, metafísica. Toda la ética que se desprende de esta visión filosófica de la totalidad del ser, se justifica desde la misma naturaleza del Universo. Y el Universo es orden racional. La dominación es la ley del destino. Lo verdaderamente ético consistirá en “cumplir la ley universal”. Esta manera de entender la vida como el cumplimiento de una ley o del mandato de una voluntad universal, siempre ha estado presente en nuestra historia. En la actualidad, la escritora del "éxito". Louise L Hay (1997), en su libro, "El Poder está dentro de ti ", nos cuenta su propia convicción al respecto:
Hace bastante tiempo aprendí que soy una cosa con la Presencia y el Poder de Dios. Sé que la sabiduría y el entendimiento del Espíritu residen en mi interior y que estoy, por lo tanto, divinamente guiada en mi trato con las demás personas del planeta. Así como las estrellas y los planetas están en su órbita perfecta, así también yo estoy en el orden divino correcto. Puede que no lo entienda todo con mi mente humana limitada; pero en el plano cósmico, sé que estoy en el lugar correcto, haciendo lo que es correcto. (p. 29)


Como metáfora puede que resulte “un párrafo hermoso”, pero no sé hasta qué punto la vida humana se parece al recorrido de los planetas. Sería demasiado triste vivir como una piedra que gira en el espacio. Este determinismo antropológico puede llevar al nihilismo ético: "nada tiene sentido, ya todo está escrito". ¿Para qué oponerse al orden social establecido?.
Se interpretó que el dualismo "racionalidad-animalidad" era de orden divino, metafísico y universal. Y que nada tiene que ver con la responsabilidad de la filosofía que la propone. Al contrario, descubrir este dualismo objetivo ha sido fruto del esfuerzo de pensadores fundadores de nuestra cultura universal, quienes han fundado una ética de la superación de la animalidad.
 Este dualismo condiciona actualmente el discurso ético, en el libro "Historia de la Ética", de Álvarez S. (1988), en el cual se presenta una postura similar, en donde el recorrido ético consiste en la superación de la estructura biológica a favor de la conciencia:

 El bien que especifica el vivir y el obrar que señala una frontera en la que la naturaleza humana comienza a despegarse de su contexto animal. Vivir implica realizar las posibilidades de un organismo en función de su medio "físico" y de su propia estructura "biológica"; pero el "bien" que se añade a esa vida simboliza una serie de componentes que, asumidos por el sujeto, proyectan el vivir, desde el cerrado y limitado mundo del "bios", al amplio y difuso mundo de la conciencia. (p.150)

El problema de valoración ética no es causado por el dualismo antropológico en sí como un hecho "natural", sino por las consecuencias de la valoración que se desprenden para establecer "diferencias naturales" entre los hombres, que como es lógico favorecen a los "elegidos". Si se toma, por ejemplo, la realidad de los objetos concretos, se puede observar, que entre una roca de granito y una escultura artística existe una igualdad y una diferencia esencial. En cuanto al elemento material, la roca y la escultura presentan las mismas características.
La diferencia está marcada y señalada por sus características formales. Y estas diferencias dejan de ser neutras y se transforman en juicios valorativos y subjetivos, que con pretensiones de objetividad cambian, de manera "mágica", el ser ontológico de la roca frente a la escultura. De tal manera, que desde una supuesta neutralidad, se reafirma en nombre de una supuesta metafísica objetiva, la diferencia esencial entre la roca y la escultura. Y el juicio valorativo determina el carácter "ontológico" de la roca y de la escultura.
 Es decir, la valoración que se desprende de las diferencias formales, hacen de la roca y de la escultura dos seres totalmente distintos, dándose el cambio mágico en el ser en sí de la roca y de la escultura. La valoración ha cambiado la estructura del ser, he ahí el "milagro" y el nacimiento de una ética que se ha engendrado a sí misma, basada en una supuesta objetividad.
La escultura posee en sí misma, de manera objetiva mucho más valor que la roca de granito en estado puro, gracias a la forma que posee. La diferencia es formal. Se establece que entre los miembros de una misma especie, unidas por el elemento material, la forma establece diferencias esenciales de valoración. La forma del elemento material determina la valoración ontológica y objetiva de los seres concretos. Se establece una ley que sugiere la superioridad metafísica de aquellos miembros de una misma especie que sean "más formados” y al tratarse de una "ley", nos elevamos a la dimensión de lo divino y sagrado. La diferencia entre los seres ha sido establecida por los dioses, o por la "Conciencia Universal". Se asume que el explotador es un humilde servidor del Orden Universal.
En la definición aristotélica del hombre como animal racional, se establece una igualdad material que unifica a todos los miembros de la especie humana, en cuanto a su animalidad. Sin embargo, resulta demasiado evidente que no todos los hombres son iguales y que existe, por lo tanto, diferencias entre los miembros de la raza humana.
 Ahora bien, si todos los hombres poseen un elemento material común, como la animalidad, que por mucho que se desarrolle, no nos hace más hombres, ni superiores a los demás, la diferencia corporal, realmente nos hace más perfectos como animales, es decir, nos hace más aptos para sobrevivir, alimentarnos y reproducirnos; o si se prefiere, para cumplir con las necesidades básicas de cualquier animal. ¿De dónde la diferencia tan notable entre los hombres? : De la racionalidad. El elemento formal define la originalidad del ser humano en cuanto tal, lo hace diferente a los demás seres del planeta. Toda la dignidad humana se centra en su racionalidad. Por lo tanto, en el desarrollo de la racionalidad se encuentra el grado que establece las diferencias ontológicas y valorativas entre los seres humanos. Y el grado de desarrollo de la racionalidad señala el nivel en que cada hombre en concreto posee en sí mismo "la humanidad".
 Aranguren. J. (1972) en su texto, "Ética", presenta un comentario acerca de la posición de Zubiri respecto a una antropología en donde lo "animal", no forma parte de la estructura moral del hombre; y lo expresa en los términos siguientes:

Zubiri parte, para su análisis, de la confrontación entre el comportamiento animal y el comportamiento humano. En el animal, la situación estimulante de un lado y sus propias capacidades biológicas del otro, determinan unívocamente una respuesta o una serie de respuestas que establecen y restablecen un equilibrio dinámico. Los estímulos suscitan respuestas en principio perfectamente adecuadas siempre a aquellos. Hay así un "ajustamiento" perfecto, una determinación entre el animal y su medio. Al carácter formal de este ajustamiento lo llama Zubiri "justeza". El hombre comparte parcialmente esta condición. Pero el organismo humano, a fuerza de complicación y formalización, no puede ya dar, en todos los casos, por sí mismo, respuesta adecuada o ajustada, y queda así en suspenso ante los estímulos, "libre de" ellos (primera dimensión de la libertad) (p.71)


 Esta necesidad de superar o trascender la animalidad ha calado tan profundo en la valoración del ser humano en cuanto tal, que el mismo grado de progreso de la historia y de la humanidad se miden por la animalidad superada, a favor de la conciencia libre, o si se prefiere, del elemento formal del hombre, que establece las diferencia entre las personas y fundamenta los criterios éticos del quehacer político. Chauchar P. (1977), en su libro “Hipnosis y Sugestión” explica "el progreso", como el proceso de superación de la animalidad cuando expresa:

 El avance de la organización, en el transcurrir de la evolución de la vida, ha concluido en esta maravilla de complejidad, que es el cerebro humano, permitiendo la emergencia de la conciencia reflexiva, que es la condición del acto libre. Esta libertad, potencialmente inscrita en el cerebro del primer hombre, ha aumentado con los progresos del conocimiento. Todo progreso en la civilización ha sido un paso adelante hacia la libertad. Nosotros tenemos el poder de atrofiarla o desarrollarla y, en esta última opción, reside el deber basado, como toda moral humana, en la necesidad biológica de proseguir la evolución empezada y siempre alejándonos de la animalidad. (p. 5)

 Sin embargo, el problema fundamental sobre el sentido de la Historia de la humanidad está muy lejos de ser resuelto. La historia basada en la antropología de la racionalidad ha demostrado ser por lo menos salvaje y sangrienta en contra de los más débiles. El verdadero reto de la Ética consiste en la superación de una antropología propia de la esclavitud. Solamente se puede hablar de una verdadera Ética desde una antropología distinta, en donde la igualdad de dignidad entre los seres humanos sea más que un discurso.

BIBLIOGRAFÍA Ÿ

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