jueves, 7 de enero de 2016

LA POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO VERDADERO





   LA POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO VERDADERO


Gerardo Barbera






Para introducirnos en el problema  que se plantea, tendremos que describir los tres elementos esenciales que se dan en cualquier acto de conocimiento, a saber: sujeto (quien conoce), el objeto (lo conocido), la “imagen” (“neoma”, o representación mental del objeto).

Nadie niega la posibilidad del conocimiento, en cuanto que éste se manifiesta  como una relación entre el sujeto y su medio, en donde el sujeto es consciente de   esa relación, en cuanto se da cuenta de que conoce. El conocimiento es un hecho cotidiano.

Pero, cuando se comienza a analizar el acto de conocimiento con una actitud crítica, comienzan a surgir los problemas. Dado que el hombre no puede meter el objeto dentro de su cerebro, sino que lo conoce de manera indirecta a través de su representación mental, surge el primer problema: ¿Es la imagen mental una copia fiel del objeto que está fuera de la mente?, ¿Es sólo una mala copia? No lo sé. Veamos que dicen las diferentes corrientes filosóficas al respecto.


A.   EL DOGMATISMO

La postura de los llamados dogmáticos es la más natural, en el sentido de que es la que la mayoría acepta, aún sin jamás haberse planteado ningún problema acerca del conocimiento. Es la postura de aquellos que no se enredan la vida, que asumen lo que tienen sin mayor dificultad, ¿qué es lo que nos dice la experiencia diaria? : el conocimiento verdadero es posible y punto. Eso es un hecho y por lo tanto no se somete a discusión. Hessen  define claramente lo que se ha entendido a lo largo de la historia de la epistemología como dogmatismo:

Entendemos por dogmatismo aquella posición epistemológica para la cual no existe todavía el problema del conocimiento. El dogmatismo da por supuesta la posibilidad y la realidad del contacto entre el sujeto y el objeto. Es para él comprensible de suyo que el sujeto, la conciencia cognoscente, aprehende su objeto. Esta posición se sustenta en una confianza en la razón humana, todavía no debilitada por ninguna duda. (p. 34)


Se supone que la mente humana es capaz, de manera natural, de captar el objeto tal cual como es. No hay mayor locura, y pérdida de tiempo, en imaginar la remota posibilidad de que las cosas no sean  tal cual como las vemos,  sería el colmo de la estupidez, pensar que es imposible observar directamente el objeto.
Y el premio Nobel de la irracionalidad se lo llevaría aquellos que afirman que el hombre no puede mirar para afuera, sino que siempre mira hacia adentro, cuando todos sabemos, gracias a la experiencia y al sentido común, que es todo lo contrario, siempre miramos hacia fuera para captar a los objetos, y lo que sería imposible, en tal caso es mirar para adentro.

Así como el hombre tiene la capacidad de caminar, de respirar, de comer, de reproducirse... de la misma manera tiene la capacidad natural de captar el objeto en el acto del conocimiento, tal cual como es en sí mismo. Hartmann Nicolai describe este aspecto del dogmatismo, llamándolo “realismo ingenuo”:

Según  el realismo ingenuo, el hombre está rodeado de un mundo de realidad de cosas, en cuyo seno nació y en el cual vive y muere, un mundo que, por lo tanto, existe independientemente de él y se comporta indiferente con respecto a su existir y a su conocer. El hombre conoce ese mundo por medio de los órganos de los sentidos; su reflexión sobre él es una adaptación a él. Todo su aprender y querer entender las cosas y acaecimiento cae bajo su punto de vista. El conocimiento tiene la tendencia a ser una copia fiel de lo real. (p. 163)

 Sería absurdo preguntarnos si realmente el caminar es posible, o si realmente lo que comemos es comida, o si es cierto que tenemos la capacidad de calmar la sed con agua, o si tenemos la capacidad de reproducirnos, en ese mismo orden de ideas, no resulta menos absurdo, preguntarse  acerca de la posibilidad de la mente humana de captar la imagen exacta del objeto. Si esto no fuese posible seríamos  “ciegos eternamente”, y como la experiencia nos dice que no es así, entonces la representación mental corresponde al objeto.

Desde el dogmatismo, la capacidad que el sujeto tiene de captar fielmente al objeto no se cuestiona, y por lo tanto, no es ningún problema. Alejandro Moreno, es claro al respecto, y extiende el dogmatismo al mismo conocimiento científico:

Explícita e implícitamente nuestra ciencia se ha construido sobre el supuesto, en último término aristotélico, de que entre la realidad exterior y nuestro intelecto se da, más que una correspondencia, una equivalencia adecuada que permite atribuirle objetividad a nuestro conocimiento. (p.26)

 La cuestión del conocer, o de la ciencia, el acto de buscar la verdad, tiene que ver es con la naturaleza del objeto conocido. Si tenemos el don del conocimiento exacto del objeto, hay que aprovecharlo al máximo, conociendo, de la manera más natural, todo lo que podamos del Universo, se trata de averiguar, investigar, analizar todo cuanto se pueda a favor de la humanidad, sin perder tiempo en otras cosas realmente sin sentido.

La pregunta fundamental es: ¿Cómo es la realidad?. No se trata de averiguar si es posible conocer el agua, o si la representación mental del agua corresponde al agua que se ve en el exterior, eso nos llevaría a morir de sed, de lo que se trata es de utilizar el agua lo mejor que podamos.

(B)        EL ESCEPTICISMO

 Los escépticos son aquellos que toman el camino totalmente en sentido contrario al de los dogmáticos. Simplemente es imposible que el sujeto pueda conocer el objeto tal cual como es, ya que para eso tendría que meter al objeto del conocimiento dentro del cerebro, cosa que no puede hacer, sin causarse la muerte. Hessen nos habla de Pirrón como el fundador de esta filosofía:

El escepticismo se encuentra ante todo en la Antigüedad. Su fundador es Pirrón de Elis (360-270). Según él, no se llega a un contacto del sujeto y del objeto. A la consciencia cognocente le es imposible aprehender su objeto. No hay conocimiento. (p.37)

La representación mental del objeto, la imagen, no es, ni podrá ser jamás  la fotografía fiel y completa de la realidad objetiva. La razón de esta afirmación es muy sencilla, la percepción es el acto  de recibir, en donde el sujeto es pasivo. Con lo que recibe, los estímulos, se elabora una representación mental, que es aquello de lo que la mente toma conciencia. Por lo tanto, no se ve  nunca al objeto, sino a su imagen interna, el cerebro no se asoma por los ojos, sino que recibe y elabora una imagen. Verneaux, en su “Teoría del Conocimiento”, presenta a la conciencia, como  “el teatro” en donde ocurre el conocimiento:

 La conciencia es la condición de todo conocimiento, es el teatro donde todo aparece. Es pues imposible saber lo que son las cosas independientemente de su aparición en la conciencia. Fuera de la conciencia no existe para nosotros. (p.74)

Partiendo del hecho  de que el hombre solamente tiene conciencia directa de la representación interna del objeto, quedaría establecido, que la única posibilidad de que el objeto sea captado tal cual como es en la realidad externa, dependerá de la “calidad” de los sentidos en captar fielmente al objeto, de tal manera, que la fotografía final fuese exacta. ¿Pero qué dice la experiencia?

Los escépticos también parten de la experiencia que le brinda a diario la vida, pero fijan su atención en el aspecto negativo, muchas veces los sentidos nos engañan, y esta experiencia es suficiente para dudar eternamente de la “calidad” de los sentidos. De tal manera, que lo “natural” no es la capacidad de conocer la verdad, sino la capacidad de equivocarnos, gracias a la mala calidad, demostrada a lo largo de la vida, de  los sentidos. Los sentidos son una especie de filtros, que no reproducen fielmente el objeto captado, por el contrario, originan la producción de una imagen distorsionada.


Si el hombre tuviese la capacidad natural de captar la realidad tal cual como es en sí, entonces todos tendríamos la misma opinión, y todos veríamos la realidad de la misma manera, no tendría porque existir diferencias en el campo del conocimiento, ya que el objeto es el mismo para todos, y la capacidad natural de captarlo fielmente sería la misma en todos los hombres, como son todas las otras capacidades naturales.

 Por lo tanto, no se podría explicar, lo que sí es natural, la gran inmensidad de diferencia en cuanto al conocimiento de la realidad. No hay cosa en la vida, en la que el  hombre tenga tanta diferencia con sus semejantes, como en el campo del conocer, de la ciencia, y de la sabiduría en general.

¿A qué se debe tanta diferencia?. Sencillo, todos los hombres son diferentes, y las situaciones y condiciones del conocimiento, también suelen presentarse diferentes.

El conocimiento, que comienza con el acto de la percepción, depende en su primer momento de la “calidad” de los sentidos; es decir, de la condición biológica en que se encuentran los órganos receptores. Y como estas condiciones de los órganos receptores, suelen ser diferentes en cada individuo, la percepción serán diferentes.



Por otra parte, en el proceso del conocimiento, no solamente influyen las diferencia en cuanto a la calidad de los sentidos, además están presentes las condiciones en que se da el conocimiento; que realmente son tantas, que se hace casi imposible determinarlas: la salud del sujeto, la emotividad, la distancia entre el sujeto y el objeto, el tamaño del objeto, el momento histórico, la cultura social, el nivel cultural del sujeto, el tiempo dedicado; y así, una cadena interminable de posibles condiciones. Y la diferencia en una condición, o en un conjunto de ellas, puede determinar la diferencia que se dan en el acto de conocer un mismo objeto entre dos o más sujetos.

Por lo tanto, es imposible ser objetivos, ya que el conocimiento del objeto siempre estará condicionado, y se dará de manera distorsionada. La imagen siempre será una mala copia, y esto es natural en el hombre, y es todo con lo que cuenta, lo demás es ilusión. Huber comenta, que en este sentido, no existe en el escepticismo una teoría del conocimiento, sino la negación de cualquier teoría:

En cierto sentido el escepticismo no tiene ninguna tesis, sino que niega todas las tesis. El escepticismo niega la posibilidad del saber humano y afirma que no existe un conocimiento humano cierto. (p. 31)

¿Se trata de renunciar a cualquier intento de alcanzar la sabiduría?


La verdadera sabiduría comienza por dudar de la supuesta capacidad que tiene el hombre de alcanzar la verdad absoluta de manera natural y espontánea.

El hombre sabio nunca se coloca como meta alcanzar la verdad, ya que esto es imposible de hecho. Y este punto de partida se convierte en una forma de vida que consiste en no aceptar jamás nada como una verdad absoluta; cuando mucho, como una simple opinión, tan válida como cualquier otra que pueda surgir.

Y según Hartman, esta tesis del escepticismo tiene fundamentos lógicos en la naturaleza misma que le otorgan a la conciencia humana:

El escepticismo antiguo nos proporcionó el desarrollo  el desarrollo clásico de la aporía del criterio. Sólo hay dos casos: un criterio puede estar solamente en l a conciencia o fuera de ella. Si está en la conciencia, no puede indicar la coincidencia con un objeto trascendental, sino a lo sumo con una estructura inmanente; puede, asimismo, no estar en la conciencia. Pero si el criterio está fuera de la conciencia, es tan transcendente a ésta como el objeto mismo y, por consiguiente, será preciso que de algún modo pudiera alcanzarse conocerse, y, de conocerse, necesitaría a su vez un criterio de verdad; por consiguiente, el criterio no puede estar fuera de la conciencia. La consecuencia es: no puede haber absolutamente ningún criterio de verdad. (p.  90)



No se trata de navegar según el viento que sopla, o al ritmo de la canción de moda, ya que cualquier “viento” o cualquier “moda”, siempre se presentan como verdades absolutas de turno, se trata de vivir conscientes de que  el viento y la moda del día son simples opiniones.

Las opiniones que van surgiendo en la vida, las verdades que se presentan son útiles para convivir, pero ninguna de ellas vale la pena, como para dedicarles el sentido de la vida. Colin Wilson, compara el conocimiento humano con el de los animales, por lo menos en cuanto la posibilidad de obtener verdades objetivas:


Sin embargo, podemos imaginar algún ser diminuto y ciego, una especie de gusano, que está convencido de que el mundo consiste en superficies y que ni  siquiera puede imaginar lo que queremos decir cuando hablamos de altura. Por más que ofenda a la dignidad humana, tenemos que reconocer que, en lo que se refiere al conocimiento, somos unos seres ciegos, parecidos a gusanos... (p. 25)

Por una parte, se trata de rechazar cualquier pretensión de verdad absoluta, no aceptar ningún dogma, ya que esto contradice la misma naturaleza del conocimiento humano. El hombre más infeliz sería aquel que dedica su vida a la defensa de las supuestas verdades absolutas.  Hay que vivir y aceptar lo verdaderamente natural: Las opiniones. No despreciar la diversidad, sino encontrar en ella el verdadero tesoro del conocimiento humano.
Se pasa del hecho de la imposibilidad de obtener representaciones mentales fieles del objeto del conocimiento, a una actitud de vida, que encuentra en esta misma imposibilidad el secreto de la sabiduría. Si la verdad es imposible, entonces no puede convertirse en la meta de la vida, solamente la duda, nunca superada, se convierte en punto de partida y en lugar de llegada de todo el saber humano. Vernaux afirma, que en sus orígenes, el escepticismo fue una forma de vida:


El escepticismo griego presenta cuatro formas principales. La forma extrema, heroica, se encuentra en Pirrón, intentó vivir un escepticismo absoluto. Su divisa era “no más”, o “no más bien”, en el sentido de no más sí que no, “no más bien esto que lo otro”. No creer nada, abstenerse de juzgar, desconfiar incluso de las impresiones sensibles, vivir en una incompleta indiferencia, atanaxia o apatía, esta era la sabiduría de Pirrón.  Su fin era, pues, “despojar al hombre”, es decir, despojarse de su humanidad. (p.32)

El escéptico es aquel que vive convencido de que la verdad no está hecha para el hombre y asume las consecuencias de este hecho. Admiten su contradicción lógica: “Si no se puede conocer la verdad, por lo menos esa afirmación es verdad, lo cual es una contradicción”. Cierto, lo que demuestra no la existencia de la verdad, sino que aún en la mente, en el mundo lógico, existen las contradicciones.



C.  EL RELATIVISMO Y EL SUBJETIVISMO

Para aquellos que defienden esta posición, el conocimiento verdadero es posible, de hecho se da, y eso se experimenta en la vida diaria. No podríamos existir y sobrevivir si siempre estamos dudando; menos se puede dudar de nuestra capacidad natural de conocer al objeto tal cual como es.

El problema no se encuentra en la capacidad individual que posee el hombre de conocer objetivamente el mundo que le rodea, el problema consiste en poder comunicar su experiencia, y en saber exactamente qué es lo que el otro conoce realmente.

Es decir, el hombre en particular puede captar la verdad. Pero no se trata de una verdad válida para todos los hombres, siempre será “su verdad”, dada las diferencias entre las personas, y las diferentes condiciones en que se da el acto del conocimiento. Y lo que es peor, es imposible convertir la propia representación mental en algo “objetivo” para ser captado “objetivamente” por el otro, y si así fuese, no hubiese manera de saber cómo fue captado mentalmente por el otro, ya que el otro tendría que presentar objetivamente mi  “representación objetivada”, y así hasta el infinito, lo que demuestra que la verdad que es captada individualmente es totalmente incomunicable.

 En su “Historia de la Filosofía”, el profesor Guillermo Fraile, aclara este aspecto del relativismo proclamado por Protágoras:


Protágoras afirma que no habiendo nada estable y percibiendo cada uno la realidad a su manera, no hay una “verdad” universal, sino tantas verdades como individuos. Cada uno es la norma de su verdad. Todas las apariencias son verdaderas. Lo que es verdad para uno no lo es para otro. Las cosa ni son ni no son, puesto que están en perpetuo cambio. Solamente son verdad en cuanto nos aparecen, y su verdad consiste en cómo nos aparecen. A su obra “Sobre la Verdad” pertenecía la famosa frase: El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto que no son”  (p.230)


Lo que quiere decir, que la opinión personal no es necesariamente una ilusión, o una mentira, sino una verdad personal, que nace y muere en cada sujeto. Así de simple. Es reconocer en la opinión personal, no el aspecto de mentira, sino la calidad de verdad de su proceso interno. La verdad es posible, pero siempre será individual

Si mi representación de la realidad es distorsionada, ¿quién me lo asegura?, ¿cómo puede saber alguien si mi representación es falsa? : Solamente alguien que pretenda tener la verdad absoluta en cuanto a la naturaleza del conocimiento humano, lo que sería un dogma. . En  el texto “¡Mira! ¡Escucha! Y Contáctate con la P.N.L.”, la profesora Maritza Carpio, hablando de la naturaleza de la experiencia humana, comenta:

Nuestra experiencia del mundo varía como resultado del funcionamiento de nuestro sistema nervioso, ya que éste sistemáticamente distorsiona y borra trozos enteros del mundo real (p.76)


Lo coherente es dejar a cada cual con su verdad. El conocimiento es un proceso personal y cada hombre es dueño de su objetividad, nadie puede juzgar la validez de su conocimiento. Es totalmente incoherente afirmar que no se puede conocer fielmente al objeto, y luego juzgar “objetivamente” la validez del conocimiento de los demás. Si no se puede afirmar nada verdadero de un objeto de conocimiento que es común a todos, menos podríamos afirmar o negar en cuanto a la validez de la representación mental  individual de ese objeto. Solamente la persona en solitario puede ser su propio juez, y si él está convencido de que su conocimiento es verdadero, ¿quién lo puede contradecir?. ¿De dónde puede otra persona sacar razones para afirmar que el conocimiento de un sujeto, por muy condicionado que se dé es falso? : De su opinión. Por lo tanto, o es falsa su opinión, o es un dogmático. 

El hombre puede, por lo menos, afirmar con toda propiedad su propia verdad, o como dijo Protágoras: “El hombre es medida de todas las cosas, de las que son, en cuanto son, y de las que no son, en cuanto que no son”. La opinión personal no es la imposibilidad de alcanzar el conocimiento verdadero, sino la afirmación de que cada cual es capaz de alcanzar su propia verdad, hasta que se demuestre lo contrario. Y como los demás no pueden penetrar mi mundo interno, ni yo, en el mundo de los demás, resulta que mi conocimiento es verdadero por lo menos para mí, y así el de cada cual.

En este sentido, se cumple aquello de que: “Cada cabeza es un mundo”, pero de verdades. La profesora Maritza Carpio, en la obra ya citada, nos habla acerca de la importancia y límites  de los “modelos o mapas mentales” de cada persona, como un ente aislado:

¿Cómo percibimos el mundo y las opciones que tenemos para vivir en él? El mapa o modelo constituye el instrumento para encontrar más fácilmente el camino por el mundo. Es creado por nosotros sobre la base de nuestras experiencias. Por eso es que cada cual tiene un modelo diferente del mundo y vive una realidad un tanto diferente. Los modelos creados por cada individuo son diferentes y esto es consecuencia de varios limitantes, entre ellos los sociales, individuales y neurológicos. (p. 75)

¿En qué consiste, entonces, el saber?


En el convivir social, se dan tantas verdades como individuos. El verdadero sabio es aquel que logra convencer a los demás de que su verdad es válida para todos. El conocimiento se convierte en el arte de convencer.

En el fondo, los grandes sistemas filosóficos y religiosos que defienden un conjunto de dogmas se han formado en torno a las enseñanzas de grandes maestros, dueños absolutos de la Verdad. Los grandes hombres de la humanidad han sabido transmitir sus verdades a los demás. La verdad individual puede ser convertida en una verdad de muchos, y esa ha sido la historia de la humanidad.  La verdad absoluta y universal no existe, lo que siempre ha ocurrido es que una verdad individual fue aceptada por un grupo social, perteneciente a una cultura determinada.

Lo que quiere decir, que aún las grandes organizaciones religiosas, filosóficas, y científicas, que creen en su verdad absoluta, deben tomar conciencia del hecho de que esa verdad de “ellos”, no es más que la prolongación de una conciencia individual, o de una verdad particular. O como afirma el profesor Alberto Rosales, en la Revista  “Apuntes Filosóficos”:

Sobre la base del giro moderno hacia el hombre como sujeto, en el siglo XVIII se produce un nuevo movimiento, que impera hasta nuestros días, hacia ese sujeto en tanto ente meramente sensible. De acuerdo con él, se ha descubierto que el sujeto humano está sometido al influjo de múltiples condiciones: la educación, el tipo psíquico, la constitución corporal, el pueblo o la raza, la cultura y la tradición, la época histórica, el subconsciente, etc. Ese descubrimiento ha conducido frecuentemente a la tesis de que el hombre todo, así pues su pensar y querer, está “determinado” por esas condiciones. En lo que respecta al pensar, esa nueva tesis determinista significa que lo pensado, el contenido de los conceptos y las enunciaciones es un efecto de esas condiciones en tanto “causas eficientes”. Una vez que se ha llegado a esa posición, no es raro inferir de la manera siguiente: si los pensamientos de un ser humano están determinados por su cultura, ellos no pueden ser verdaderos sino para él, y tal vez para quienes se encuentren en sus mismas circunstancias (p.160)


La prueba mayor de este hecho, está que entre los miembros de una misma organización existen diferentes interpretaciones y vivencias de sus dogmas, lo cual reafirma, que la verdad siempre es personal, aunque se pretenda lo contrario.

D.     EL PRAGMATISMO

De principio afirman la posibilidad del conocimiento como un hecho vital y cotidiano, no hace falta prestarle mayor atención al problema de la relación entre la representación mental y el objeto, por ser algo inútil, la propia pérdida de tiempo, y además, casi nunca se llega a una conclusión convincente del todo, por lo tanto, lo mejor  es obviar el problema y seguir con el siguiente capítulo, así sin más.

Los problemas teóricos en torno al conocimiento son para los ociosos, para aquellas personas que no tienen nada importante que hacer, o que piensan encontrar el conocimiento verdadero dentro de sus propias cabezas, lo que al final resulta como buscar en sus propios sueños. David García Bacca  haciendo referencia al paradigma de dominación del Imperio Romano, afirma:

 El romano que se vio simbolizado en el águila, que no halló otro animal que mejor le sirviera de mascota, dijo que el conocer tiene que ser y terminar en acción que capte, que se posesione del objeto conocido.
Sólo cuando una idea se convierte así en acción, dé efectos reales, será verdadera. (p.37)


De tal manera, que los  sabios  y científicos viven soñando despiertos, considerando  sus resultados como fruto de la verdadera ciencia. Y eso es precisamente lo que hacen los filósofos: Jugar a las cartas con sus ideas, la barajan de un lado para otro, sin grandes resultados. Además, de qué vale escudriñar en un mundo de ideas, si el verdadero reto, y lo que vale la pena, está del otro lado de la mente: la realidad objetiva.

Es ahí donde se puede encontrar  el paraíso y todo cuanto la humanidad necesita para ser feliz.


 El origen del pragmatismo como un sistema moderno del pensar filosófico nos lo presenta Hessen Juan (1925:44): “como verdadero fundador del pragmatismo se considera al filósofo americano William James (1842-1910) del cual procede también el nombre de “pragmatismo”.

El hombre es, sobretodo, un ser práctico, llamado a la transformación del mundo, esa es su verdadera vocación, y es realmente, la única tarea que vale la pena.

La misma reflexión teórica tiene que dirigirse hacia lo externo, tiene que encontrar su finalidad en una acción concreta, sino es inútil, o un conjunto de ideas muertas, abortadas y sin vidas. Verneaux Roger  hace referencia a las ideas William James:


W.James, en su obra titulada “pragmatismo”, sólo considera indudables los hechos de experiencia. Su teoría concierne a las ideas que rebasan la experiencia inmediata. Su verdad, dice, consiste únicamente en su valor práctico. Es verdadero lo que favorece la acción, lo que procura una expansión de la personalidad. En una palabra, la verdad se define por el éxito. (p.120)




De aquí se establece, que el criterio de la verdad se encuentra en la utilidad del pensamiento, o del conocimiento. Se considera como verdadero, aquel conocimiento que “sirve”, lo que no sirve, ni siquiera importa si es verdadero o no.

 Lo importante para el hombre de ciencia es la producción de ideas útiles, que terminen en la producción de bienes sociales, que generalmente, se convierten en “inventos” o en “técnicas”, en “cosas que mejoran la vida”, de no ser así, no vale la pena preocuparse por conocer. Barragán Linares  refuerza estas ideas:


El pragmatismo afirma la posibilidad del conocimiento.
 Mas el conocimiento queda subordinado a la acción, la que se convierte en fundamento de la verdad y la certeza.

El hombre antes de ser teórico, es un ser práctico, de ahí que todo el valor del conocimiento sea sobre la base de la acción. (p.37)


 De tal manera, que la realidad, el mundo, se convierte  en un reto constante para el hombre de ciencia, quien descubre, en esa realidad, un universo infinito de posibilidades, de potencialidades, que le llaman a la tarea de transformar ese universo para el bien de toda la humanidad.


 Entonces, para qué perder el tiempo reflexionando sobre problemas que ni siquiera tienen la menor incidencia sobre el mundo que nos rodea. ¿Qué le importa al Universo si coincide o no con nuestras ideas? Según Hessen J.   el pragmatismo  concibe al hombre como esencialmente pragmático:

El pragmatismo modifica el concepto de verdad, porque parte de una determinada concepción del ser humano. Según él, el hombre no es en primer término un ser teórico o pensante, sino un ser práctico, un ser de voluntad y de acción. El intelecto es dado al hombre, no para investigar y conocer la verdad, sino para poder orientarse en la realidad. El conocimiento humano recibe su sentido y su valor de su destino práctico. Su verdad consiste en la congruencia de los  pensamientos con los fines prácticos del hombre, en que aquellos resulten útiles y provechosos para la conducta práctica de éste. (p.44)

Cuando se observa a través del espejo retrovisor en plena carretera, y se capta la cercanía de un camión, no se cuestiona la capacidad que tiene el cristal para captar la realidad exacta de la fulana camión. Lo que realmente importa del espejo retrovisor es su utilidad, más que su fidelidad cognitiva. Si la imagen que captamos a través del espejo retrovisor sirve para advertir la cercanía de un peligro, y la necesidad de cambiar de rumbo, con eso basta y sobra, y es en esa utilidad que nos salva de un accidente donde se encuentra la verdad.
Lo lógico sería luchar siempre por encontrar lo útil, todo lo inútil es basura, un estorbo, sin importar si es verdad o no en el mundo de las ideas.


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