miércoles, 10 de agosto de 2016

LA ÉTICA DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO





 Gerardo Barbera


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RESUMEN
La filosofía marxista es un sistema de pensamiento compacto y cerrado en su propio materialismo. Y es precisamente, desde una ontología materialista, el punto de partida de su concepción de la realidad, del hombre y del desarrollo histórico de la sociedad. En su estructura de pensamiento propone la lucha por una sociedad de iguales, en donde la clase revolucionaria construiría la sociedad comunista como última etapa de la historia, para lo cual se hace necesaria la eliminación de toda ideología y de toda estructura social imperialista y capitalista. Lo diferente a la revolución tiene que ser eliminado. Lo no marxista, tiene que morir.
Palabras Clave: Marxismo. Materialismo. Revolución.

ETHIC OF THE DIALECTIC MATERIALISM
ABSTRACT
Marxist philosophy is a system of compact thought closed in its own materialism. And, it is from a materialistic ontology the starting point of its conception of reality about human being and historical development of society. Its knowledge schema impliesthe struggle for equity in society, where the revolutionary class would build up the communist society as the last phase in history. To achieve such a goal, it is necessary to eliminate ideology, in general, as well as every single social, imperialist and capitalist society. Everything different from revolution ought to be eliminated. Everything different from Marxism is bound to die.
Key Words: Marxism. Materialism. Revolution.





LA ÉTICA DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO
Para la mejor comprensión de los fundamentos epistemológicos y éticos del marxismo, se requiere exponer su ontología, ya que la teoría del conocimiento y la ética propuesta por el materialismo dialéctico es consecuencia coherente y lógica de sus postulados materialistas, que es sin lugar a duda uno de los sistemas de mayor solidez interna, si se aceptan sus puntos de partida. Núñez Tenorio (1978), en su libro “Introducción a la sociología marxista”, presenta una síntesis de la filosofía marxista: “El materialismo histórico es una ciencia social. Es una de las cuatro partes teóricas que integran la doctrina científica y revolucionaria del marxismo-leninismo. En efecto, el marxismo-leninismo tiene sus fundamentos en: - El materialismo dialéctico, como filosofía científica y revolucionaria; - El materialismo histórico, como ciencia general acerca del desarrollo histórico de la sociedad humana; - La economía política, como ciencia particular sobre la estructura económica de la sociedad capitalista; en fin, - La teoría del socialismo y el comunismo, como guía teórica y orientación práctica de las luchas revolucionarias del proletariado y las masas populares antes y después de la conquista del poder político”. (p 8)
Desde el punto de vista cognoscitivo, el marxismo es dogmáticamente realista, toma el mundo tal cual como es, desde un objetivismo puro, sin prejuicios valorativos, sin categorías existenciales; la realidad se descubre tal cual como es en sí, sin necesidad de interpretaciones subjetivistas y alienantes. El marxismo afirma, que la realidad en su totalidad es materia inmanente en sí misma, sin ninguna referencia metafísica. Se plantea como un sistema de pensamiento que niega la existencia de la metafísica y de cualquier intento de trascendencia en un más allá espiritual.
 El hombre, como parte de la realidad es naturaleza material en todas sus manifestaciones y dimensiones, se propone una moral materialista, que se reduce a lo social. Yajot (1976), en su clásico texto, “Qué es el materialismo dialéctico”, plantea el materialismo radical de la filosofía marxista, con todas sus consecuencias: “El materialismo, en cambio, enseña que la materia, la naturaleza, ha existido eternamente. Jamás ha sido creada por nadie. Semejante concepción del desarrollo del mundo no deja lugar para una suprema fuerza celestial: Dios. Este no es necesario: el mundo se ha desarrollado eternamente sin su intervención. De esta manera, el materialismo lleva a la negación de Dios. El materialismo va unido ineluctablemente al ateísmo. Quien es materialista es también, y de modo inevitable, ateo”. (p. 52)
 Pero no se trata de un materialismo ingenuo o crudo, algo así como creer que la realidad es una piedra fija, inmóvil, carente de vida o de movimiento. Por el contrario, la naturaleza material se entiende como movimiento eterno, que se halla en constante desarrollo en todas sus dimensiones y niveles, desde la realidad subatómica, hasta el macro universo. Todo el Universo es materia inmanente en constante movimiento.
Por esto, el movimiento eterno de la materia se desarrolla sujeto a leyes que le son intrínsecas a la misma materia, y que no dependen de ninguna voluntad espiritual o fantasmal, producto de la imaginación mitológica del ser humano, de ahí, que la moral es un problema científico y objetivo.
 La teoría marxista del conocimiento, puede ser definida como objetivista, ya que no duda de la capacidad del hombre de conocer la realidad material. Su epistemología supone que el hombre es capaz de conocer la realidad tal cual es, que no existe nada incognoscible en la realidad, solamente se trata de encontrar el método adecuado para descubrir la verdad, que se encuentra al descubrir las leyes del movimiento dialéctico que rige a la naturaleza, las cuales pueden ser descubiertas con el desarrollo intrínseco del conocimiento teórico que se fundamenta en la práctica.
Ahora bien, ¿cuál es realmente la ontología propuesta por la tesis marxista? El marxismo coloca a todos los sistemas filosóficos del pensamiento de la humanidad en la encrucijada entre el espiritualismo y el materialismo. Coloca ambas posturas frente a frente, en una relación, en donde la elección de una, implica la negación absoluta de la otra. Sin duda, que el marxismo tiene razón en afirmar que no hay punto intermedio o de equilibrio. O se es materialista, o se es espiritualista. O se opta por una ética que entiende una moral autónoma sujeta a la responsabilidad personal, o se opta por una conciencia que es reflejo de la realidad material y sujeta a leyes objetivas de las mismas.
En lo esencial, se parte del concepto de conciencia y la única referencia es la conciencia humana. Se trata; por lo tanto, de suponer que esta conciencia humana, que se muestra en apariencia como distinta a la naturaleza material, no tiene origen divino, sino que es producto del desarrollo dialéctico de la materia. Todo cuanto existe es materia, por muy sutil o diferente que pueda parecer a primera vista. Por lo tanto, la disyuntiva se reduce a decidir si existe una conciencia trascendente a la realidad material.
 En todo caso, ¿Qué es primero, la conciencia espiritual o la materia? Dependiendo de la respuesta que se le dé a esta pregunta, se define la esencia del sistema filosófico. El marxismo opta por la primacía de la materia, y en consecuencia, la conciencia humana es fruto del desarrollo de la materia, y la ética y la moral serían ciencias sociales tan objetivas como la física.
En efecto, ¿Qué es lo primero, la naturaleza material o el pensamiento?, la pregunta así planteada solamente pretende ocultar la cuestión de fondo: ¿Existe Dios? Este es el interrogante fundamental, y la respuesta para el marxismo es obvia: No. Sin duda, desde la perspectiva marxista, la respuesta a esta pregunta fundamental, divide los sistemas filosóficos en dos bandos: materialista y espiritualistas. De esta manera, el marxismo coloca las cosas en su verdadero lugar.
Por otra parte, el marxismo afirma que existen dos opciones: el marxismo científico y los sistemas filosóficos religiosos. El marxismo es ciencia; los demás sistemas filosóficos hacen teología ideológica. O se hace verdadera ciencia, o se hace teología, he ahí la verdadera disyuntiva de toda la filosofía, según el paradigma marxista.
En definitiva, los sistemas de pensamiento que niegan la existencia de cualquier entidad trascendente, o que niegan simplemente la existencia de Dios, y afirman que las manifestaciones llamadas espirituales son consecuencias del desarrollo de la materia, parten de una filosofía materialista. Y quienes de cualquier forma afirman la preexistencia del espíritu son espiritualistas. Según la tesis marxista, los primeros son científicos; los segundos, religiosos enajenados.
Aunque parezca repetitivo, hay que insistir en la naturaleza de esta opción materialista, no tanto, por lo que implica para el materialismo, sino por lo que este materialismo afirma de las demás corrientes del pensamiento que no sea materialista. En efecto, se trata de un gigantesco esfuerzo, nunca antes realizado de colocar todos los sistemas filosóficos dependientes del concepto de Dios. Se reduce a toda la filosofía adversa a mitos y leyendas enajenadoras de la conciencia del hombre.
Desde esta perspectiva, lo no marxista, carece de valor. Lo no marxista, envenena a la raza humana. Lo no marxista tiene que desaparecer. Lo no marxista tiene que ser destruido en beneficio de la raza humana. La destrucción de lo diferente es el primer paso hacia la construcción de la verdadera y única ética marxista; es decir, el marxismo no hace pacto, destruye; se implanta la moral de mi grupo, quien no es marxista, es el enemigo.
De hecho, tan radical es la postura del materialismo marxista, que aún aquellos materialismos naturalistas o vitalistas de buenas intenciones, pueden ser considerados espiritualistas, cuando tienden a divinizar a la naturaleza, o si se prefiere, cuando conciben a la naturaleza material con cierto grado de “conciencia inmaterial”, como algo diferente a la conciencia del hombre.
 De manera, que estos sistemas filosóficos deben ser apartados del materialismo marxista, cuyos únicos intérpretes verdaderos son los mismos marxistas leninistas. Es por ello, que todo sistema filosófico diferente al materialismo dialéctico es erróneo en sí, por ser espiritualista, no existe ni siquiera la más mínima posibilidad de que aquel sistema que no sea marxista tenga valor como conocimiento, y siempre aquellos que no son marxista practicarán una moral errónea, por lo tanto, tiene que ser eliminada por el bien de la raza humana, se repite el mismo principio, lo no marxista tiene que morir. Por esto, el mismo materialismo “ingenuo” y mecanicista, al entender el movimiento como algo exterior al objeto, puede dejar entrada a algo más allá anterior a la materia, como origen del movimiento, por lo tanto resulta ser “metafísico”.
 En este sentido se comprende, que dentro de la concepción materialista, propia del marxismo, el concepto de materia es claro y distinto: la materia es lo único que existe; por lo tanto, la conciencia es materia. Por ser la conciencia materia en sí misma, posee la condición ontológica que le permite leer de forma natural y objetiva la naturaleza de la realidad. Desde la teoría del conocimiento y de la ética, resulta ser que el sujeto y el objeto son idénticos en cuanto a su naturaleza ontológica. Y esa es la condición que permite el conocimiento objetivo de todas las dimensiones del hombre, incluyendo el aspecto moral.
 La epistemología marxista evita desde el principio, gracias a su punto de partida ontológico, lo que en la teoría del conocimiento se conoce como “el problema del puente”. Ya no se trata de una conciencia espiritual que se relaciona con un mundo material, sino de un sujeto material en relación con un objeto material. El conocimiento es cuestión de continuidad material entre el sujeto y el objeto, de ahí que la ética y la moral se convierten en una ciencia objetiva.
 Por lo demás, las filosofías clásicas anteriores al marxismo partieron de la supuesta diferencia esencial entre el sujeto y el objeto, dando prioridad a la “dignidad y superioridad” del sujeto, de ahí que se propuso una ética basada en la superioridad “de algunos sujetos” sobre otros que fueron considerados “objetos”.
En efecto, según el marxismo, la cuestión del conocimiento verdadero, y con ello todas las disciplinas filosóficas, especialmente la ética, fue enfocada erróneamente en la supuesta diferencia de naturaleza entre el sujeto y el objeto, que el marxismo concibe ontológicamente como una misma naturaleza. Queda claro, que el marxismo parte de la identidad ontológica entre sujeto y objeto, unidos en una misma y única naturaleza material del Universo. Al respecto, Kuusinen (1960), define excelentemente el concepto de materia del marxismo, en los términos siguientes: “El materialismo filosófico marxista entiende por materia la realidad objetiva en todas sus variadas manifestaciones. No son sólo materia las diminutas partículas de que están formados todos los cuerpos. Lo es el infinito números de mundos del Universo infinito, las nubes de gas y de polvo que hay en el cosmos; lo es nuestro sistema solar, con el sol y los planetas, lo es la Tierra con todo cuanto en ella existe. Son también materia las radiaciones, los campos físicos (electromagnéticos y nucleares) que transmiten de unos cuerpos y partículas a otros y que los unen entre sí. Todo cuanto existe fuera de la conciencia e independientemente de ella es abarcado por el concepto de ella” (p 35)
 De aquí se deduce el centro de la concepción epistemológica del marxismo. Si el sujeto y el objeto son de una misma naturaleza ontológica; entonces, el conocimiento es el reflejo de la realidad objetiva en la conciencia. Es decir, la materia objetiva se refleja en una conciencia objetiva y material.
 Ahora bien, la materia, desde el materialismo dialéctico, a diferencia de los materialismos antiguos, se entiende como una materia en constante y eterno movimiento, de aquí que el movimiento forma parte esencial de la concepción de la materia. Sólo existe la materia en constante movimiento. El movimiento, el cambio y el desarrollo constituyen una propiedad esencial de la materia. De manera que la concepción de un ente esencial, o sustancia inmóvil e inmutable no son más que viejos fantasmas del idealismo, o de cualquier otra filosofía espiritualista.
De allí pues, que desde el punto de vista ético y moral, no existen valores inmóviles o eternos, impuestos por algún ente espiritual; todo valor responderá a un interés particular de la clase dominante de turno. De hecho, utilizando el lenguaje de la filosofía clásica, Engels (1950), afirma: “El movimiento es la forma de ser de la materia”.
De esta manera, del mismo modo como Aristóteles había afirmado la imposibilidad de concebir la materia sin forma, el marxismo, transformando el concepto aristotélico de la “forma”, parte del supuesto ontológico de la imposibilidad de concebir la materia sin la forma, que para el marxismo, resulta ser el movimiento. Todo ente material, en cada una de sus partículas o niveles de existencia está dotado de movimiento, de cambio y de desarrollo. Y en el caso de la ética y de la moral, el movimiento se concibe como proceso histórico.
El marxismo habla de un movimiento que no se reduce al desplazamiento en el espacio; sino, que abarca la existencia de todo el universo material. No existe el ente en reposo, o dado de una vez para siempre; todas las cosas cambian y se desarrollan constantemente. Lo que existe es el ser material que se desarrolla de estados inferiores a estados superiores.
En efecto, el marxismo asume, consecuentemente, con sus postulados materialistas, que la diferencia entre los objetos del mundo material viene dada por la forma y no por la naturaleza, ya que la materia es idéntica en sí misma en todas sus manifestaciones finitas o infinitas. Y como la forma de la materia es el movimiento, la pluralidad del ente viene dada por la pluralidad de su forma o del movimiento en cada ente. A la diversidad del ente material corresponde la diversidad de su forma de movimiento.
 Por esto, el marxismo logra establecer “tipos” de niveles de movimientos, para poder explicar los diferentes niveles cualitativos del ente. Así por ejemplo, establece que el movimiento más simple de la materia corresponde al desplazamiento mecánico de los cuerpos en el espacio. Después colocaría a los movimientos del nivel químico de la materia; luego, el nivel de la vida orgánica con su respectiva evolución de las especies. Y en la cumbre de sus niveles de movimiento se encontraría el complejo movimiento de la vida social de la humanidad.
De tal manera, que la conducta moral se reduce a un movimiento material, no diferente en esencia al movimiento de las olas del mar. De hecho, la ontología marxista comienza a exhibir todo un complicado sistema de relaciones y dependencias entre los distintos niveles de movimientos, que generan sus respectivos niveles distintos de manifestaciones del ente. El movimiento mecánico se desarrolla y da origen a la actividad química. La cual, aunque manteniendo propiedades del movimiento mecánico, surge como un nivel de existencia cualitativamente diferente y superior al mecánico. El movimiento químico se desarrolla y se transforma en movimiento orgánico. El movimiento orgánico mantiene propiedades del movimiento mecánico y del movimiento químico; pero es cualitativamente diferente y superior al movimiento mecánico y al movimiento químico. Luego surge la vida social del hombre, que mantiene propiedades del movimiento mecánico, químico y orgánico; pero es cualitativamente diferente y superior a todos los movimientos anteriores, pero manteniendo la identidad de naturaleza.
 Ahora bien, la única manera que la materia tiene de moverse en cualquiera de sus niveles de existencia es en un espacio y tiempo determinado. Según el marxismo, el espacio es la forma universal de la manifestación existencial de la materia. No hay ni puede haber ningún ente que pueda existir fuera del espacio. Y esta relación de cualquier ente con el espacio es inversa; no existe el espacio fuera del ente concreto y objetivo. Por lo tanto, puede concebirse el espacio finito como un ente finito si se ubica en una cosa finita, pero puede entenderse el espacio como infinito si se refiere al Universo como un ente material.
Así pues, la existencia del ente en perpetuo cambio y desarrollo, como transformación constante, no solamente se da en un espacio determinado; sino, que transcurre según un antes y un después. El ente situado va transcurriendo de minuto a otro minuto, de una hora tras otra, de un día a otro, de un mes a otro, de un año a otro, de una vida a otra, todo ente en movimiento, además de tener un espacio; tiene un antes y un después: es temporal. Cada ente, cada fenómeno del mundo material, cada experiencia existencial, cada evento social tiene su pasado, su presente y su futuro. Para el marxismo, eso es el tiempo.
 De ahí que lo moral es histórico, determinado por las vicisitudes de un espacio y de un tiempo determinado. Tenemos pues, que el tiempo y el espacio son las condiciones formales y universales de la existencia de la materia, y de todas las manifestaciones sociales. La forma que determina la pluralidad del ente y sus niveles de existencia es el movimiento. Y las condiciones formales de existencia de todo ente son el espacio y el tiempo; a su vez, tanto el movimiento, el espacio y el tiempo sólo son posibles en el ente objetivo. Cualquier interpretación del espacio o del tiempo como independientes del ente objetivo, o de la materia en general, deja la puerta abierta a la metafísica idealista, y puede conducir a concepciones como la del “Motor Inmóvil”; es decir, Dios.
 De la misma manera como el espacio es finito en el ente finito, e infinito en el Universo material; el tiempo se manifiesta como duración temporal en el ente finito y como eternidad con relación al Universo material. En lo esencial, el espacio y el tiempo unidos entre sí, como forma de existencia, tanto del ente finito, como del Universo en su totalidad material e infinita, se encuentran vinculados inseparablemente a la materia en constante movimiento. Por lo tanto, el espacio no es un simple receptáculo “vacío” e inmutable, de naturaleza diferente y transcendental a la materia.
De hecho, el espiritualismo es enajenación y no puede dar razón de la verdadera naturaleza de la realidad material del espacio. De igual modo, el tiempo no es un fluir trascendente y extraño a la materia, como de naturaleza distinta y especial. La filosofía espiritualista pretende presentar la naturaleza del tiempo como algo “misterioso”, de otro mundo. Finalmente, movimiento, espacio y tiempo son las formas intrínsecas de existencia del ente real, finito y concreto, y del Universo en su totalidad, independientes a la conciencia del hombre, como realidades con plenitud de objetividad y sujetas a las leyes del materialismo dialéctico.
 Evidentemente, la ontología marxista es la base de la teoría materialista de la realidad: La dialéctica materialista se considera como la doctrina más profunda y valiosa que jamás se haya expresado sobre la verdadera naturaleza de la filosofía y de la ciencia en general. Toda la historia del pensamiento anterior al marxismo se interpreta en función del desarrollo y la posibilidad de aparición del mismo. Desde el paradigma marxista, el proceso histórico de toda la filosofía anterior al marxismo pertenece a los grados inferiores del pensamiento de la humanidad, cuyo sentido siempre ha consistido en evolucionar hasta llegar a su máxima expresión: El advenimiento del materialismo dialéctico marxista, que según la tesis marxista, es una filosofía cualitativamente superior a todas las filosofías anteriores.
 En otras palabras, según el marxismo, hemos llegado al final de los tiempos del espiritualismo, o al principio de la verdadera ciencia; y desde el punto de vista antropológico, al nacimiento de la verdadera raza humana, revestida de una ética y de una moral científica y real. En tal sentido, Otto (1960), en su “Manual del Marxismo-leninismo”, nos expone su visión del desarrollo histórico del pensamiento de la humanidad, que dio origen al materialismo dialéctico: “Los filósofos de la antigua Grecia llamaban “arte de la dialéctica” al arte de determinar la verdad mediante la controversia en la que se exponen las opiniones contradictorias de los interlocutores. A fines del siglo XVIII y comienzo del XIX los filósofos idealistas alemanes, Hegel, en primer término, entendieron  por dialéctica el desarrollo de la idea a través de las contradicciones reveladas en la propia idea. Hegel describió detalladamente las formas principales del pensar dialéctico. Pero su dialéctica partía de un criterio equivocado, idealista, según el cual el desarrollo dialéctico era propio y exclusivo del pensar, del espíritu, de la idea, pero no de la naturaleza. Según la expresión de Marx, la dialéctica de Hegel “se hallaba cabeza abajo”. Para su acertada interpretación había que darle la vuelta y ponerla de pie. Esto es lo que hicieron Marx y Engels, creando así la dialéctica materialista y proporcionando un sentido nuevo al propio término de ‘dialéctica’. (p 63)
 En este mismo orden de ideas, Rozhín (1974), en su obra “Introducción a la sociología marxista”, insiste en la superioridad del materialismo dialéctico, con respecto a los materialismos anteriores: “La filosofía marxista es el materialismo filosófico acabado. El viejo materialismo pre marxista era un materialismo incompleto, a medias. La explicación materialista sólo se extendía a los fenómenos de la naturaleza. El materialismo metafísico seguía siendo incapaz de explicar los fenómenos de la vida social y, en esencia, era idealismo por su modo de concebir la historia de la sociedad. El materialismo dialéctico superó el carácter limitado, inconsistente, unilateral, así como la naturaleza contemplativa e idealista del viejo materialismo, que no acertaba a comprender las condiciones de la actividad práctica revolucionaria de los hombres ni a valorar su importancia. Gracias al materialismo dialéctico, el materialismo filosófico se extendió por primera vez a la explicación de los fenómenos sociales, y de esta manera, la historia y la vida social fueron concebidas de un modo materialista” (p 23)
El materialismo dialéctico, presenta a la dialéctica como ley fundamental de la materia, que ofrece la visión correcta para interpretar la pluralidad de los fenómenos que conforman la realidad del mundo, especialmente, la realidad social e histórica. Solamente así, se puede interpretar correctamente la naturaleza de cada fenómeno de la realidad, relacionados entre sí por nexos más o menos estables, sujetos a leyes de la misma dialéctica. Todos los fenómenos y sus conexiones obedecen a leyes estables. Nada está en manos del azar.
Por otra parte, el materialismo dialéctico niega cualquier posibilidad de entrada del azar, o de cualquier otra influencia no material como explicación de la realidad; y propone, en consecuencia, la necesidad de las leyes de la concatenación universal de los fenómenos. En este sentido, el materialismo dialéctico interpreta la realidad y la conexión de los diferentes fenómenos desde algunas categorías o leyes necesarias:
 1) La relación de causa y efecto, o relación de causalidad, en donde se denomina causa de cualquier fenómeno aquello que originó su existencia.
 2) La interacción. El concepto de causa y efecto se presenta como la forma más simple y objetiva de la concatenación de los fenómenos de la naturaleza. Pero no es suficiente para explicar todo el proceso. La relación de causa y efecto sólo puede ser concebida dentro del marco más amplio de la interacción, en donde la relación de causa y efecto es más dinámica y pueden intercambiar los papeles según los procesos particulares. Es decir, no siempre la relación se presenta en forma lineal, de la causa al efecto, sino que puede influirse mutuamente y pueden cambiar de lugares. Dentro de la totalidad dinámica y dialéctica, todo efecto puede convertirse a la vez en causa de otros efectos.
 3) Necesidad y Ley. Si la realidad está sujeta a la causalidad, se desprende que la relación entre los fenómenos se rige por la necesidad, entendida como el desarrollo de un efecto, luego de haberse producido la causa del mismo. De la misma manera, se entiende como Ley, la relación o dependencia profunda y constante entre los fenómenos y sus causalidades.
 4) Cambios cuantitativos y cualitativos en la naturaleza. El conjunto de rasgos y propiedades esenciales que hacen de un fenómeno lo que es y lo diferencian de los demás fenómenos, componen su calidad. Todas las cosas poseen la categoría de la cantidad, que se refiere al conjunto de caracteres que determinan la calidad específica y propia de cada objeto. En cada objeto existe una relación de dependencia entre la calidad que lo especifica y diferencia de los demás objetos; y la cantidad de propiedades y caracteres que determinan su calidad específica y concreta.
5) Pasos de los cambios cuantitativos a cualitativos: Los cambios cuantitativos suelen ser en los entes concretos, más o menos graduales, estos cambios cuantitativos son constantes y nunca se detienen, y llegado el momento crucial, producen cambios cualitativos en los objetos. Entonces, se dice que la cantidad produce una nueva calidad en los objetos.
6) “El salto”, consiste en el momento preciso y crucial en el desarrollo dialéctico de la materia, en que el cambio cuantitativo produce una nueva calidad.
7) “La bifurcación” presenta la lucha de contrarios como fuente principal del desarrollo dialéctico de la realidad. Visto de esta forma, para el marxismo, la unidad y lucha de contrarios se convierte en la fuerza motriz que explica la naturaleza del desarrollo dialéctico de la realidad. Se entiende por contradicción dialéctica, la existencia de un fenómeno de aspectos contrarios, que se excluyen mutuamente, pero que al mismo tiempo coexisten en unidad y se presuponen dentro del mismo fenómeno o proceso en relación recíproca, que se manifiesta en la lucha de contrarios.
 Todo desarrollo consiste en que en todo momento, la cosa es idéntica y a la vez no es idéntica en “esencia” a sí misma, sino que su ser es en desarrollo dialéctico, en donde la lucha de contrarios produce los cambios cuantitativos hasta producir “el salto” hacia una nueva calidad, en donde aparece un objeto radicalmente distinto al anterior, pero que mantiene en su nueva calidad aspectos cuantitativos positivos de los elementos en antigua contradicción. Y en este nuevo objeto, producto de la “síntesis” nace la nueva contradicción, o “la negación de la negación”, y así continua el desarrollo dialéctico de la totalidad de la materia en cada una de sus manifestaciones concretas.
 Entonces, ¿cómo se entiende el proceso del conocimiento desde el materialismo dialéctico? Como consecuencia lógica de su materialismo, se defiende la tesis de la unidad ontológica entre la conciencia y la realidad, como pertenecientes al Universo material, y por lo tanto, sujetos a las mismas leyes generales de la dialéctica materialista. Al existir unidad ontológica en la naturaleza de la conciencia y del mundo objetivo, se elimina “el problema del puente”, ya que no existe dualidad entre el pensamiento y la materia.
Sin embargo, existe una diferencia en cuanto a la calidad entre la conciencia y los objetos de la realidad, en donde la conciencia se manifiesta, en cuanto a conocimiento, como reflejo de la realidad. Es decir, primero es la realidad, y gracias al proceso sensitivo la conciencia se hace reflejo de la realidad, copia fiel de la realidad. Spirkin (1975), en su libro, “Materialismo dialéctico y lógica dialéctica”, presenta la naturaleza “refleja” de la conciencia: “El materialismo dialéctico parte del hecho de que el conocimiento es un reflejo del mundo en la conciencia del hombre, inseparable del cambio del objeto de conocimiento en el curso de la práctica social. Momentos iníciales de la teoría del conocimiento del materialismo dialéctico son la resolución materialista del problema de las relaciones entre el pensar y ser y el reconocimiento como base del proceso del conocimiento de la práctica social, la cual es la interacción del hombre con el mundo que le rodea a través de las relaciones de los hombres unos con otros en las condiciones históricas concretas de la vida social. El tipo fundamental de práctica es la actividad productiva de los hombres, encaminada a la reproducción del proceso material de su vida. La práctica es base de la formación y desarrollo del conocimiento en todos sus grados, fuente del saber, estímulo fundamental y meta de conocimiento, criterio de la verdad de los resultados del proceso de conocimiento” (p 41)
 Por lo tanto, la praxis permite el proceso dialéctico del conocimiento en la conciencia, y fundamenta las opciones éticas y morales dentro de un espacio histórico concreto. En este sentido se comprende, que en el trabajo es donde el hombre se hace a sí mismo como calidad distinta del resto de los seres vivos. Kosik (1984), presenta el papel antropológico, ético y ontológico de la praxis: “La problemática de la praxis en la filosofía materialista no se basa en la distinción de dos esferas de la actividad humana, o en una tipología de las posibles y universales intencionalidades del hombre, ni tampoco surge de la forma histórica de relación práctica con la naturaleza y con los hombres como objetos manipulables, sino que se plantea como respuesta filosófica a esta cuestión filosófica; ¿quién es el hombre, qué es la realidad, y cómo se crea esta realidad? El concepto de la práctica, la realidad humano-social se presenta como lo opuesto al ser dado, es decir, como aquello que forma al ser humano a la vez que es forma específica de él. La praxis es la esfera del ser humano. Se ha puesto de relieve el verdadero carácter de la creación humana como realidad ontológica. La existencia no sólo “se enriquece” con la obra humana, sino que es ella y en la creación del hombre –como en un proceso ontocreador- se manifiesta la realidad, y en cierto modo se produce el acceso a ésta. En la praxis humana acontece algo esencial, que no es un mero símbolo de otra cosa, sino que posee en sí su propia verdad y tiene, al mismo tiempo, una importancia ontológica”. (p 240)
 Por esto, gracias al trabajo el hombre se hace una realidad ontológica. La praxis se convierte en el criterio de correspondencia entre el conocimiento de la conciencia, las relaciones interpersonales y la realidad. Así pues, la verdadera ciencia se hace en la práctica de la ciencia. La verdad social se construye en la práctica social, todo el conocimiento humano, incluyendo el arte, la ética y la moral, surge de la actividad creadora del hombre, que nace de la actividad concreta. No sólo el conocimiento es fruto de la relación del hombre con el medio a través de la praxis, sino, que el mismo ser del hombre es formado en el proceso del trabajo concreto.
 De esta manera, estableciendo que el hombre se hace a sí mismo a través de la praxis laboral, se deduce que el factor laboral condiciona la historia de la humanidad. En otras palabras las relaciones laborales, que se manifiestan en los diferentes modos de producción, y modo de propiedad sobre los medios de producción determinan el estado estructural de la sociedad en un momento y espacio determinado de su desarrollo histórico.
De hecho, este desarrollo histórico, se da según las leyes de la dialéctica, pero aplicadas a la historia de la sociedad, que está determinada por la forma de producción y por su modo de propiedad de los medios de producción. En la sociedad actual los medios de producción están en manos del capital, que a su vez pertenece a una clase social minoritaria, llamada burguesía, o capitalistas, quienes son los dueños del capital y de los medios de producción.
De esta manera, surgen dos clases, los dueños y dominantes, llamados burgueses, y los trabajadores, llamados proletariados. El actual modelo capitalista favorece a unos pocos, y lleva a la marginalidad a la gran mayoría de proletariados. Según la tesis marxista, la revolución consiste en cambiar la estructura social, en donde ya no existan capitalistas y obreros, sino la comunidad de iguales; para lo cual se hace necesaria acabar con el actual modo de propiedad capitalista de los medios de producción, y crear el socialismo que consistiría en primer orden, en colocar en manos del pueblo la propiedad de los medios de producción; es decir, la industria no sería de un solo dueño, sino de todos sus obreros, los medios de producción serían de quienes los trabajen, y todo esto bajo la coordinación del Estado, que estaría compuesto por los verdaderos representantes del pueblo.
En lo esencial, el proceso de revolución en donde hay que acabar con el sistema capitalista de la estructura social actual, determina los criterios éticos de la moral revolucionaria propuesta por el marxismo. Sin duda, la lógica de la ética marxista es cruda y fatal; todo aquellos que favorezca la destrucción del sistema capitalista es revolucionario, y en consecuencia, desde lo moral, sería lo bueno. Y todo aquello que retarde la destrucción del capitalismo es contra la revolución, y moralmente, considerado como lo malo. La ética del marxismo no entiende de diálogo, ni de encuentro, ni de compartir, ni de pluralidad. Desde el marxismo, todo aquel que sea diferente pertenece al pasado, y consciente o inconscientemente, desde el aspecto político ayuda al estado capitalista, por lo tanto no existen inocentes, todo aquel que no sea marxista es culpable, es malo, es el enemigo..., y al enemigo, ni agua.
 En definitiva, la ética del marxismo es la moral de su revolución, que consiste en la destrucción del capitalismo y de todo aquello que impida la construcción del estado socialista y del advenimiento del comunismo, como última etapa de la historia.





REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Kosik K. (1984). Dialéctica de lo concreto. México: Ed. Grijalbo

 Núñez Tenorio, J. (1978). Introducción a la sociología marxista. Caracas. Venezuela: Ed. UCV.

Otto, K. (1960). Manual del marxismo-leninismo. México: Ed. Grijalbo.

 Rozhin, V. (1974). Introducción a la sociología marxista. México: Ed. Cultura popular.
Spirkin P., A. (1975). Materialismo dialéctico y lógica dialéctica. México: Ed. Grijalbo.















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