LA POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO VERDADERO
Gerardo Barbera
Para introducirnos en el problema que se plantea, tendremos que describir los
tres elementos esenciales que se dan en cualquier acto de conocimiento, a
saber: sujeto (quien conoce), el objeto (lo conocido), la “imagen” (“neoma”, o
representación mental del objeto).
Nadie niega la posibilidad del
conocimiento, en cuanto que éste se manifiesta
como una relación entre el sujeto y su medio, en donde el sujeto es
consciente de esa relación, en cuanto
se da cuenta de que conoce. El conocimiento es un hecho cotidiano.
Pero, cuando se comienza a analizar el acto
de conocimiento con una actitud crítica, comienzan a surgir los problemas. Dado
que el hombre no puede meter el objeto dentro de su cerebro, sino que lo conoce
de manera indirecta a través de su representación mental, surge el primer
problema: ¿Es la imagen mental una copia fiel del objeto que está fuera de la
mente?, ¿Es sólo una mala copia? No lo sé. Veamos que dicen las diferentes
corrientes filosóficas al respecto.
A. EL
DOGMATISMO
La postura de los llamados dogmáticos es la
más natural, en el sentido de que es la que la mayoría acepta, aún sin jamás
haberse planteado ningún problema acerca del conocimiento. Es la postura de
aquellos que no se enredan la vida, que asumen lo que tienen sin mayor
dificultad, ¿qué es lo que nos dice la experiencia diaria? : el conocimiento
verdadero es posible y punto. Eso es un hecho y por lo tanto no se somete a
discusión. Hessen define claramente lo
que se ha entendido a lo largo de la historia de la epistemología como
dogmatismo:
Entendemos por dogmatismo aquella posición
epistemológica para la cual no existe todavía el problema del conocimiento. El
dogmatismo da por supuesta la posibilidad y la realidad del contacto entre el
sujeto y el objeto. Es para él comprensible de suyo que el sujeto, la
conciencia cognoscente, aprehende su objeto. Esta posición se sustenta en una
confianza en la razón humana, todavía no debilitada por ninguna duda. (p. 34)
Se supone que la mente humana es capaz, de
manera natural, de captar el objeto tal cual como es. No hay mayor locura, y
pérdida de tiempo, en imaginar la remota posibilidad de que las cosas no
sean tal cual como las vemos, sería el colmo de la estupidez, pensar que es
imposible observar directamente el objeto.
Y el premio Nobel de la irracionalidad se
lo llevaría aquellos que afirman que el hombre no puede mirar para afuera, sino
que siempre mira hacia adentro, cuando todos sabemos, gracias a la experiencia
y al sentido común, que es todo lo contrario, siempre miramos hacia fuera para
captar a los objetos, y lo que sería imposible, en tal caso es mirar para
adentro.
Así como el hombre tiene la capacidad de
caminar, de respirar, de comer, de reproducirse... de la misma manera tiene la
capacidad natural de captar el objeto en el acto del conocimiento, tal cual
como es en sí mismo. Hartmann Nicolai describe este aspecto del dogmatismo,
llamándolo “realismo ingenuo”:
Según
el realismo ingenuo, el hombre está rodeado de un mundo de realidad de
cosas, en cuyo seno nació y en el cual vive y muere, un mundo que, por lo
tanto, existe independientemente de él y se comporta indiferente con respecto a
su existir y a su conocer. El hombre conoce ese mundo por medio de los órganos
de los sentidos; su reflexión sobre él es una adaptación a él. Todo su aprender
y querer entender las cosas y acaecimiento cae bajo su punto de vista. El
conocimiento tiene la tendencia a ser una copia fiel de lo real. (p. 163)
Sería absurdo preguntarnos si realmente el
caminar es posible, o si realmente lo que comemos es comida, o si es cierto que
tenemos la capacidad de calmar la sed con agua, o si tenemos la capacidad de
reproducirnos, en ese mismo orden de ideas, no resulta menos absurdo,
preguntarse acerca de la posibilidad de
la mente humana de captar la imagen exacta del objeto. Si esto no fuese posible
seríamos “ciegos eternamente”, y como la
experiencia nos dice que no es así, entonces la representación mental
corresponde al objeto.
Desde el dogmatismo, la capacidad que el
sujeto tiene de captar fielmente al objeto no se cuestiona, y por lo tanto, no
es ningún problema. Alejandro Moreno, es claro al respecto, y extiende el
dogmatismo al mismo conocimiento científico:
Explícita e implícitamente nuestra ciencia
se ha construido sobre el supuesto, en último término aristotélico, de que
entre la realidad exterior y nuestro intelecto se da, más que una
correspondencia, una equivalencia adecuada que permite atribuirle objetividad a
nuestro conocimiento. (p.26)
La
cuestión del conocer, o de la ciencia, el acto de buscar la verdad, tiene que
ver es con la naturaleza del objeto conocido. Si tenemos el don del
conocimiento exacto del objeto, hay que aprovecharlo al máximo, conociendo, de
la manera más natural, todo lo que podamos del Universo, se trata de averiguar,
investigar, analizar todo cuanto se pueda a favor de la humanidad, sin perder
tiempo en otras cosas realmente sin sentido.
La pregunta fundamental es: ¿Cómo es la
realidad?. No se trata de averiguar si es posible conocer el agua, o si la
representación mental del agua corresponde al agua que se ve en el exterior,
eso nos llevaría a morir de sed, de lo que se trata es de utilizar el agua lo
mejor que podamos.
(B) EL ESCEPTICISMO
Los
escépticos son aquellos que toman el camino totalmente en sentido contrario al
de los dogmáticos. Simplemente es imposible que el sujeto pueda conocer el
objeto tal cual como es, ya que para eso tendría que meter al objeto del
conocimiento dentro del cerebro, cosa que no puede hacer, sin causarse la
muerte. Hessen nos habla de Pirrón como el fundador de esta filosofía:
El escepticismo se encuentra ante todo en
la Antigüedad. Su fundador es Pirrón de Elis (360-270). Según él, no se llega a
un contacto del sujeto y del objeto. A la consciencia cognocente le es
imposible aprehender su objeto. No hay conocimiento. (p.37)
La representación mental del objeto, la
imagen, no es, ni podrá ser jamás la
fotografía fiel y completa de la realidad objetiva. La razón de esta afirmación
es muy sencilla, la percepción es el acto
de recibir, en donde el sujeto es pasivo. Con lo que recibe, los
estímulos, se elabora una representación mental, que es aquello de lo que la
mente toma conciencia. Por lo tanto, no se ve
nunca al objeto, sino a su imagen interna, el cerebro no se asoma por
los ojos, sino que recibe y elabora una imagen. Verneaux, en su “Teoría del
Conocimiento”, presenta a la conciencia, como
“el teatro” en donde ocurre el conocimiento:
La
conciencia es la condición de todo conocimiento, es el teatro donde todo
aparece. Es pues imposible saber lo que son las cosas independientemente de su
aparición en la conciencia. Fuera de la conciencia no existe para nosotros.
(p.74)
Partiendo del hecho de que el hombre solamente tiene conciencia
directa de la representación interna del objeto, quedaría establecido, que la
única posibilidad de que el objeto sea captado tal cual como es en la realidad
externa, dependerá de la “calidad” de los sentidos en captar fielmente al
objeto, de tal manera, que la fotografía final fuese exacta. ¿Pero qué dice la
experiencia?
Los escépticos también parten de la
experiencia que le brinda a diario la vida, pero fijan su atención en el
aspecto negativo, muchas veces los sentidos nos engañan, y esta experiencia es
suficiente para dudar eternamente de la “calidad” de los sentidos. De tal
manera, que lo “natural” no es la capacidad de conocer la verdad, sino la
capacidad de equivocarnos, gracias a la mala calidad, demostrada a lo largo de
la vida, de los sentidos. Los sentidos
son una especie de filtros, que no reproducen fielmente el objeto captado, por
el contrario, originan la producción de una imagen distorsionada.
Si el hombre tuviese la capacidad natural
de captar la realidad tal cual como es en sí, entonces todos tendríamos la
misma opinión, y todos veríamos la realidad de la misma manera, no tendría porque
existir diferencias en el campo del conocimiento, ya que el objeto es el mismo
para todos, y la capacidad natural de captarlo fielmente sería la misma en
todos los hombres, como son todas las otras capacidades naturales.
Por
lo tanto, no se podría explicar, lo que sí es natural, la gran inmensidad de
diferencia en cuanto al conocimiento de la realidad. No hay cosa en la vida, en
la que el hombre tenga tanta diferencia
con sus semejantes, como en el campo del conocer, de la ciencia, y de la
sabiduría en general.
¿A qué se debe tanta diferencia?. Sencillo,
todos los hombres son diferentes, y las situaciones y condiciones del
conocimiento, también suelen presentarse diferentes.
El conocimiento, que comienza con el acto
de la percepción, depende en su primer momento de la “calidad” de los sentidos;
es decir, de la condición biológica en que se encuentran los órganos
receptores. Y como estas condiciones de los órganos receptores, suelen ser
diferentes en cada individuo, la percepción serán diferentes.
Por otra parte, en el proceso del
conocimiento, no solamente influyen las diferencia en cuanto a la calidad de
los sentidos, además están presentes las condiciones en que se da el
conocimiento; que realmente son tantas, que se hace casi imposible determinarlas:
la salud del sujeto, la emotividad, la distancia entre el sujeto y el objeto,
el tamaño del objeto, el momento histórico, la cultura social, el nivel
cultural del sujeto, el tiempo dedicado; y así, una cadena interminable de
posibles condiciones. Y la diferencia en una condición, o en un conjunto de
ellas, puede determinar la diferencia que se dan en el acto de conocer un mismo
objeto entre dos o más sujetos.
Por lo tanto, es imposible ser objetivos,
ya que el conocimiento del objeto siempre estará condicionado, y se dará de
manera distorsionada. La imagen siempre será una mala copia, y esto es natural
en el hombre, y es todo con lo que cuenta, lo demás es ilusión. Huber comenta,
que en este sentido, no existe en el escepticismo una teoría del conocimiento,
sino la negación de cualquier teoría:
En cierto sentido el escepticismo no tiene
ninguna tesis, sino que niega todas las tesis. El escepticismo niega la
posibilidad del saber humano y afirma que no existe un conocimiento humano
cierto. (p. 31)
¿Se trata de renunciar a cualquier intento
de alcanzar la sabiduría?
La verdadera sabiduría comienza por dudar
de la supuesta capacidad que tiene el hombre de alcanzar la verdad absoluta de
manera natural y espontánea.
El hombre sabio nunca se coloca como meta
alcanzar la verdad, ya que esto es imposible de hecho. Y este punto de partida
se convierte en una forma de vida que consiste en no aceptar jamás nada como
una verdad absoluta; cuando mucho, como una simple opinión, tan válida como
cualquier otra que pueda surgir.
Y según Hartman, esta tesis del
escepticismo tiene fundamentos lógicos en la naturaleza misma que le otorgan a
la conciencia humana:
El escepticismo antiguo nos proporcionó el
desarrollo el desarrollo clásico de la
aporía del criterio. Sólo hay dos casos: un criterio puede estar solamente en l
a conciencia o fuera de ella. Si está en la conciencia, no puede indicar la
coincidencia con un objeto trascendental, sino a lo sumo con una estructura
inmanente; puede, asimismo, no estar en la conciencia. Pero si el criterio está
fuera de la conciencia, es tan transcendente a ésta como el objeto mismo y, por
consiguiente, será preciso que de algún modo pudiera alcanzarse conocerse, y,
de conocerse, necesitaría a su vez un criterio de verdad; por consiguiente, el
criterio no puede estar fuera de la conciencia. La consecuencia es: no puede
haber absolutamente ningún criterio de verdad. (p. 90)
No se trata de navegar según el viento que
sopla, o al ritmo de la canción de moda, ya que cualquier “viento” o cualquier
“moda”, siempre se presentan como verdades absolutas de turno, se trata de
vivir conscientes de que el viento y la
moda del día son simples opiniones.
Las opiniones que van surgiendo en la vida,
las verdades que se presentan son útiles para convivir, pero ninguna de ellas
vale la pena, como para dedicarles el sentido de la vida. Colin Wilson, compara
el conocimiento humano con el de los animales, por lo menos en cuanto la
posibilidad de obtener verdades objetivas:
Sin embargo, podemos imaginar algún ser
diminuto y ciego, una especie de gusano, que está convencido de que el mundo
consiste en superficies y que ni
siquiera puede imaginar lo que queremos decir cuando hablamos de altura.
Por más que ofenda a la dignidad humana, tenemos que reconocer que, en lo que
se refiere al conocimiento, somos unos seres ciegos, parecidos a gusanos... (p.
25)
Por una parte, se trata de rechazar
cualquier pretensión de verdad absoluta, no aceptar ningún dogma, ya que esto
contradice la misma naturaleza del conocimiento humano. El hombre más infeliz
sería aquel que dedica su vida a la defensa de las supuestas verdades
absolutas. Hay que vivir y aceptar lo
verdaderamente natural: Las opiniones. No despreciar la diversidad, sino
encontrar en ella el verdadero tesoro del conocimiento humano.
Se pasa del hecho de la imposibilidad de
obtener representaciones mentales fieles del objeto del conocimiento, a una
actitud de vida, que encuentra en esta misma imposibilidad el secreto de la
sabiduría. Si la verdad es imposible, entonces no puede convertirse en la meta
de la vida, solamente la duda, nunca superada, se convierte en punto de partida
y en lugar de llegada de todo el saber humano. Vernaux afirma, que en sus
orígenes, el escepticismo fue una forma de vida:
El escepticismo griego presenta cuatro
formas principales. La forma extrema, heroica, se encuentra en Pirrón, intentó
vivir un escepticismo absoluto. Su divisa era “no más”, o “no más bien”, en el
sentido de no más sí que no, “no más bien esto que lo otro”. No creer nada,
abstenerse de juzgar, desconfiar incluso de las impresiones sensibles, vivir en
una incompleta indiferencia, atanaxia o apatía, esta era la sabiduría de
Pirrón. Su fin era, pues, “despojar al
hombre”, es decir, despojarse de su humanidad. (p.32)
El escéptico es aquel que vive convencido
de que la verdad no está hecha para el hombre y asume las consecuencias de este
hecho. Admiten su contradicción lógica: “Si no se puede conocer la verdad, por
lo menos esa afirmación es verdad, lo cual es una contradicción”. Cierto, lo
que demuestra no la existencia de la verdad, sino que aún en la mente, en el
mundo lógico, existen las contradicciones.
C. EL RELATIVISMO Y EL SUBJETIVISMO
Para aquellos que defienden esta posición,
el conocimiento verdadero es posible, de hecho se da, y eso se experimenta en
la vida diaria. No podríamos existir y sobrevivir si siempre estamos dudando;
menos se puede dudar de nuestra capacidad natural de conocer al objeto tal cual
como es.
El problema no se encuentra en la capacidad
individual que posee el hombre de conocer objetivamente el mundo que le rodea,
el problema consiste en poder comunicar su experiencia, y en saber exactamente
qué es lo que el otro conoce realmente.
Es decir, el hombre en particular puede captar
la verdad. Pero no se trata de una verdad válida para todos los hombres,
siempre será “su verdad”, dada las diferencias entre las personas, y las
diferentes condiciones en que se da el acto del conocimiento. Y lo que es peor,
es imposible convertir la propia representación mental en algo “objetivo” para
ser captado “objetivamente” por el otro, y si así fuese, no hubiese manera de
saber cómo fue captado mentalmente por el otro, ya que el otro tendría que
presentar objetivamente mi
“representación objetivada”, y así hasta el infinito, lo que demuestra
que la verdad que es captada individualmente es totalmente incomunicable.
En
su “Historia de la Filosofía”, el profesor Guillermo Fraile, aclara este
aspecto del relativismo proclamado por Protágoras:
Protágoras afirma que no habiendo nada
estable y percibiendo cada uno la realidad a su manera, no hay una “verdad”
universal, sino tantas verdades como individuos. Cada uno es la norma de su
verdad. Todas las apariencias son verdaderas. Lo que es verdad para uno no lo
es para otro. Las cosa ni son ni no son, puesto que están en perpetuo cambio.
Solamente son verdad en cuanto nos aparecen, y su verdad consiste en cómo nos
aparecen. A su obra “Sobre la Verdad” pertenecía la famosa frase: El hombre es
la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son
en cuanto que no son” (p.230)
Lo que quiere decir, que la opinión
personal no es necesariamente una ilusión, o una mentira, sino una verdad
personal, que nace y muere en cada sujeto. Así de simple. Es reconocer en la
opinión personal, no el aspecto de mentira, sino la calidad de verdad de su
proceso interno. La verdad es posible, pero siempre será individual
Si mi representación de la realidad es
distorsionada, ¿quién me lo asegura?, ¿cómo puede saber alguien si mi
representación es falsa? : Solamente alguien que pretenda tener la verdad
absoluta en cuanto a la naturaleza del conocimiento humano, lo que sería un
dogma. . En el texto “¡Mira! ¡Escucha! Y
Contáctate con la P.N.L.”, la profesora Maritza Carpio, hablando de la
naturaleza de la experiencia humana, comenta:
Nuestra experiencia del mundo varía como
resultado del funcionamiento de nuestro sistema nervioso, ya que éste
sistemáticamente distorsiona y borra trozos enteros del mundo real (p.76)
Lo coherente es dejar a cada cual con su
verdad. El conocimiento es un proceso personal y cada hombre es dueño de su
objetividad, nadie puede juzgar la validez de su conocimiento. Es totalmente
incoherente afirmar que no se puede conocer fielmente al objeto, y luego juzgar
“objetivamente” la validez del conocimiento de los demás. Si no se puede
afirmar nada verdadero de un objeto de conocimiento que es común a todos, menos
podríamos afirmar o negar en cuanto a la validez de la representación
mental individual de ese objeto.
Solamente la persona en solitario puede ser su propio juez, y si él está
convencido de que su conocimiento es verdadero, ¿quién lo puede contradecir?.
¿De dónde puede otra persona sacar razones para afirmar que el conocimiento de
un sujeto, por muy condicionado que se dé es falso? : De su opinión. Por lo
tanto, o es falsa su opinión, o es un dogmático.
El hombre puede, por lo menos, afirmar con
toda propiedad su propia verdad, o como dijo Protágoras: “El hombre es medida
de todas las cosas, de las que son, en cuanto son, y de las que no son, en
cuanto que no son”. La opinión personal no es la imposibilidad de alcanzar el
conocimiento verdadero, sino la afirmación de que cada cual es capaz de
alcanzar su propia verdad, hasta que se demuestre lo contrario. Y como los
demás no pueden penetrar mi mundo interno, ni yo, en el mundo de los demás,
resulta que mi conocimiento es verdadero por lo menos para mí, y así el de cada
cual.
En este sentido, se cumple aquello de que: “Cada
cabeza es un mundo”, pero de verdades. La profesora Maritza Carpio, en la obra
ya citada, nos habla acerca de la importancia y límites de los “modelos o mapas mentales” de cada
persona, como un ente aislado:
¿Cómo percibimos el mundo y las opciones
que tenemos para vivir en él? El mapa o modelo constituye el instrumento para
encontrar más fácilmente el camino por el mundo. Es creado por nosotros sobre
la base de nuestras experiencias. Por eso es que cada cual tiene un modelo
diferente del mundo y vive una realidad un tanto diferente. Los modelos creados
por cada individuo son diferentes y esto es consecuencia de varios limitantes,
entre ellos los sociales, individuales y neurológicos. (p. 75)
¿En qué consiste, entonces, el saber?
En el convivir social, se dan tantas
verdades como individuos. El verdadero sabio es aquel que logra convencer a los
demás de que su verdad es válida para todos. El conocimiento se convierte en el
arte de convencer.
En el fondo, los grandes sistemas
filosóficos y religiosos que defienden un conjunto de dogmas se han formado en
torno a las enseñanzas de grandes maestros, dueños absolutos de la Verdad. Los
grandes hombres de la humanidad han sabido transmitir sus verdades a los demás.
La verdad individual puede ser convertida en una verdad de muchos, y esa ha
sido la historia de la humanidad. La
verdad absoluta y universal no existe, lo que siempre ha ocurrido es que una
verdad individual fue aceptada por un grupo social, perteneciente a una cultura
determinada.
Lo que quiere decir, que aún las grandes
organizaciones religiosas, filosóficas, y científicas, que creen en su verdad
absoluta, deben tomar conciencia del hecho de que esa verdad de “ellos”, no es
más que la prolongación de una conciencia individual, o de una verdad
particular. O como afirma el profesor Alberto Rosales, en la Revista “Apuntes Filosóficos”:
Sobre la base del giro moderno hacia el
hombre como sujeto, en el siglo XVIII se produce un nuevo movimiento, que
impera hasta nuestros días, hacia ese sujeto en tanto ente meramente sensible.
De acuerdo con él, se ha descubierto que el sujeto humano está sometido al
influjo de múltiples condiciones: la educación, el tipo psíquico, la
constitución corporal, el pueblo o la raza, la cultura y la tradición, la época
histórica, el subconsciente, etc. Ese descubrimiento ha conducido
frecuentemente a la tesis de que el hombre todo, así pues su pensar y querer,
está “determinado” por esas condiciones. En lo que respecta al pensar, esa
nueva tesis determinista significa que lo pensado, el contenido de los
conceptos y las enunciaciones es un efecto de esas condiciones en tanto “causas
eficientes”. Una vez que se ha llegado a esa posición, no es raro inferir de la
manera siguiente: si los pensamientos de un ser humano están determinados por
su cultura, ellos no pueden ser verdaderos sino para él, y tal vez para quienes
se encuentren en sus mismas circunstancias (p.160)
La prueba mayor de este hecho, está que
entre los miembros de una misma organización existen diferentes interpretaciones
y vivencias de sus dogmas, lo cual reafirma, que la verdad siempre es personal,
aunque se pretenda lo contrario.
D. EL PRAGMATISMO
De principio afirman la posibilidad del
conocimiento como un hecho vital y cotidiano, no hace falta prestarle mayor
atención al problema de la relación entre la representación mental y el objeto,
por ser algo inútil, la propia pérdida de tiempo, y además, casi nunca se llega
a una conclusión convincente del todo, por lo tanto, lo mejor es obviar el problema y seguir con el
siguiente capítulo, así sin más.
Los problemas teóricos en torno al
conocimiento son para los ociosos, para aquellas personas que no tienen nada
importante que hacer, o que piensan encontrar el conocimiento verdadero dentro
de sus propias cabezas, lo que al final resulta como buscar en sus propios
sueños. David García Bacca haciendo
referencia al paradigma de dominación del Imperio Romano, afirma:
El
romano que se vio simbolizado en el águila, que no halló otro animal que mejor
le sirviera de mascota, dijo que el conocer tiene que ser y terminar en acción
que capte, que se posesione del objeto conocido.
Sólo cuando una idea se convierte así en
acción, dé efectos reales, será verdadera. (p.37)
De tal manera, que los sabios
y científicos viven soñando despiertos, considerando sus resultados como fruto de la verdadera
ciencia. Y eso es precisamente lo que hacen los filósofos: Jugar a las cartas
con sus ideas, la barajan de un lado para otro, sin grandes resultados. Además,
de qué vale escudriñar en un mundo de ideas, si el verdadero reto, y lo que
vale la pena, está del otro lado de la mente: la realidad objetiva.
Es ahí donde se puede encontrar el paraíso y todo cuanto la humanidad
necesita para ser feliz.
El
origen del pragmatismo como un sistema moderno del pensar filosófico nos lo
presenta Hessen Juan (1925:44): “como verdadero fundador del pragmatismo se
considera al filósofo americano William James (1842-1910) del cual procede
también el nombre de “pragmatismo”.
El hombre es, sobretodo, un ser práctico,
llamado a la transformación del mundo, esa es su verdadera vocación, y es
realmente, la única tarea que vale la pena.
La misma reflexión teórica tiene que
dirigirse hacia lo externo, tiene que encontrar su finalidad en una acción
concreta, sino es inútil, o un conjunto de ideas muertas, abortadas y sin
vidas. Verneaux Roger hace referencia a
las ideas William James:
W.James, en su obra titulada “pragmatismo”,
sólo considera indudables los hechos de experiencia. Su teoría concierne a las
ideas que rebasan la experiencia inmediata. Su verdad, dice, consiste
únicamente en su valor práctico. Es verdadero lo que favorece la acción, lo que
procura una expansión de la personalidad. En una palabra, la verdad se define
por el éxito. (p.120)
De aquí se establece, que el criterio de la
verdad se encuentra en la utilidad del pensamiento, o del conocimiento. Se
considera como verdadero, aquel conocimiento que “sirve”, lo que no sirve, ni
siquiera importa si es verdadero o no.
Lo
importante para el hombre de ciencia es la producción de ideas útiles, que
terminen en la producción de bienes sociales, que generalmente, se convierten
en “inventos” o en “técnicas”, en “cosas que mejoran la vida”, de no ser así,
no vale la pena preocuparse por conocer. Barragán Linares refuerza estas ideas:
El pragmatismo afirma la posibilidad del
conocimiento.
Mas
el conocimiento queda subordinado a la acción, la que se convierte en
fundamento de la verdad y la certeza.
El hombre antes de ser teórico, es un ser
práctico, de ahí que todo el valor del conocimiento sea sobre la base de la
acción. (p.37)
De
tal manera, que la realidad, el mundo, se convierte en un reto constante para el hombre de
ciencia, quien descubre, en esa realidad, un universo infinito de
posibilidades, de potencialidades, que le llaman a la tarea de transformar ese
universo para el bien de toda la humanidad.
Entonces, para qué perder el tiempo
reflexionando sobre problemas que ni siquiera tienen la menor incidencia sobre
el mundo que nos rodea. ¿Qué le importa al Universo si coincide o no con
nuestras ideas? Según Hessen J. el
pragmatismo concibe al hombre como
esencialmente pragmático:
El pragmatismo modifica el concepto de
verdad, porque parte de una determinada concepción del ser humano. Según él, el
hombre no es en primer término un ser teórico o pensante, sino un ser práctico,
un ser de voluntad y de acción. El intelecto es dado al hombre, no para
investigar y conocer la verdad, sino para poder orientarse en la realidad. El
conocimiento humano recibe su sentido y su valor de su destino práctico. Su
verdad consiste en la congruencia de los
pensamientos con los fines prácticos del hombre, en que aquellos
resulten útiles y provechosos para la conducta práctica de éste. (p.44)
Cuando se observa a través del espejo
retrovisor en plena carretera, y se capta la cercanía de un camión, no se
cuestiona la capacidad que tiene el cristal para captar la realidad exacta de
la fulana camión. Lo que realmente importa del espejo retrovisor es su
utilidad, más que su fidelidad cognitiva. Si la imagen que captamos a través
del espejo retrovisor sirve para advertir la cercanía de un peligro, y la
necesidad de cambiar de rumbo, con eso basta y sobra, y es en esa utilidad que
nos salva de un accidente donde se encuentra la verdad.
Lo lógico sería luchar siempre por
encontrar lo útil, todo lo inútil es basura, un estorbo, sin importar si es
verdad o no en el mundo de las ideas.
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