Gerardo Barbera
RESUMEN
La filosofía marxista es un sistema de
pensamiento compacto y cerrado en su propio materialismo. Y es precisamente,
desde una ontología materialista, el punto de partida de su concepción de la
realidad, del hombre y del desarrollo histórico de la sociedad. En su
estructura de pensamiento propone la lucha por una sociedad de iguales, en
donde la clase revolucionaria construiría la sociedad comunista como última
etapa de la historia, para lo cual se hace necesaria la eliminación de toda
ideología y de toda estructura social imperialista y capitalista. Lo diferente
a la revolución tiene que ser eliminado. Lo no marxista, tiene que morir.
Palabras Clave: Marxismo. Materialismo.
Revolución.
ETHIC OF THE
DIALECTIC MATERIALISM
ABSTRACT
Marxist philosophy is
a system of compact thought closed in its own materialism. And, it is from a
materialistic ontology the starting point of its conception of reality about
human being and historical development of society. Its knowledge schema
impliesthe struggle for equity in society, where the revolutionary class would
build up the communist society as the last phase in history. To achieve such a
goal, it is necessary to eliminate ideology, in general, as well as every
single social, imperialist and capitalist society. Everything different from
revolution ought to be eliminated. Everything different from Marxism is bound
to die.
Key Words: Marxism.
Materialism. Revolution.
LA
ÉTICA DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO
Para la mejor
comprensión de los fundamentos epistemológicos y éticos del marxismo, se requiere
exponer su ontología, ya que la teoría del conocimiento y la ética propuesta
por el materialismo dialéctico es consecuencia coherente y lógica de sus
postulados materialistas, que es sin lugar a duda uno de los sistemas de mayor
solidez interna, si se aceptan sus puntos de partida. Núñez Tenorio (1978), en
su libro “Introducción a la sociología marxista”, presenta una síntesis de la
filosofía marxista: “El materialismo histórico es una ciencia social. Es una de
las cuatro partes teóricas que integran la doctrina científica y revolucionaria
del marxismo-leninismo. En efecto, el marxismo-leninismo tiene sus fundamentos
en: - El materialismo dialéctico, como filosofía científica y revolucionaria; -
El materialismo histórico, como ciencia general acerca del desarrollo histórico
de la sociedad humana; - La economía política, como ciencia particular sobre la
estructura económica de la sociedad capitalista; en fin, - La teoría del
socialismo y el comunismo, como guía teórica y orientación práctica de las luchas
revolucionarias del proletariado y las masas populares antes y después de la
conquista del poder político”. (p 8)
Desde el punto de
vista cognoscitivo, el marxismo es dogmáticamente realista, toma el mundo tal
cual como es, desde un objetivismo puro, sin prejuicios valorativos, sin
categorías existenciales; la realidad se descubre tal cual como es en sí, sin
necesidad de interpretaciones subjetivistas y alienantes. El marxismo afirma,
que la realidad en su totalidad es materia inmanente en sí misma, sin ninguna
referencia metafísica. Se plantea como un sistema de pensamiento que niega la
existencia de la metafísica y de cualquier intento de trascendencia en un más
allá espiritual.
El hombre, como parte de la realidad es
naturaleza material en todas sus manifestaciones y dimensiones, se propone una
moral materialista, que se reduce a lo social. Yajot (1976), en su clásico
texto, “Qué es el materialismo dialéctico”, plantea el materialismo radical de
la filosofía marxista, con todas sus consecuencias: “El materialismo, en
cambio, enseña que la materia, la naturaleza, ha existido eternamente. Jamás ha
sido creada por nadie. Semejante concepción del desarrollo del mundo no deja
lugar para una suprema fuerza celestial: Dios. Este no es necesario: el mundo
se ha desarrollado eternamente sin su intervención. De esta manera, el
materialismo lleva a la negación de Dios. El materialismo va unido
ineluctablemente al ateísmo. Quien es materialista es también, y de modo
inevitable, ateo”. (p. 52)
Pero no se trata de un materialismo ingenuo o
crudo, algo así como creer que la realidad es una piedra fija, inmóvil, carente
de vida o de movimiento. Por el contrario, la naturaleza material se entiende
como movimiento eterno, que se halla en constante desarrollo en todas sus
dimensiones y niveles, desde la realidad subatómica, hasta el macro universo.
Todo el Universo es materia inmanente en constante movimiento.
Por esto, el
movimiento eterno de la materia se desarrolla sujeto a leyes que le son
intrínsecas a la misma materia, y que no dependen de ninguna voluntad
espiritual o fantasmal, producto de la imaginación mitológica del ser humano,
de ahí, que la moral es un problema científico y objetivo.
La teoría marxista del conocimiento, puede ser
definida como objetivista, ya que no duda de la capacidad del hombre de conocer
la realidad material. Su epistemología supone que el hombre es capaz de conocer
la realidad tal cual es, que no existe nada incognoscible en la realidad,
solamente se trata de encontrar el método adecuado para descubrir la verdad,
que se encuentra al descubrir las leyes del movimiento dialéctico que rige a la
naturaleza, las cuales pueden ser descubiertas con el desarrollo intrínseco del
conocimiento teórico que se fundamenta en la práctica.
Ahora bien, ¿cuál es
realmente la ontología propuesta por la tesis marxista? El marxismo coloca a
todos los sistemas filosóficos del pensamiento de la humanidad en la
encrucijada entre el espiritualismo y el materialismo. Coloca ambas posturas
frente a frente, en una relación, en donde la elección de una, implica la
negación absoluta de la otra. Sin duda, que el marxismo tiene razón en afirmar
que no hay punto intermedio o de equilibrio. O se es materialista, o se es
espiritualista. O se opta por una ética que entiende una moral autónoma sujeta
a la responsabilidad personal, o se opta por una conciencia que es reflejo de
la realidad material y sujeta a leyes objetivas de las mismas.
En lo esencial, se
parte del concepto de conciencia y la única referencia es la conciencia humana.
Se trata; por lo tanto, de suponer que esta conciencia humana, que se muestra
en apariencia como distinta a la naturaleza material, no tiene origen divino,
sino que es producto del desarrollo dialéctico de la materia. Todo cuanto
existe es materia, por muy sutil o diferente que pueda parecer a primera vista.
Por lo tanto, la disyuntiva se reduce a decidir si existe una conciencia
trascendente a la realidad material.
En todo caso, ¿Qué es primero, la conciencia
espiritual o la materia? Dependiendo de la respuesta que se le dé a esta
pregunta, se define la esencia del sistema filosófico. El marxismo opta por la
primacía de la materia, y en consecuencia, la conciencia humana es fruto del
desarrollo de la materia, y la ética y la moral serían ciencias sociales tan
objetivas como la física.
En efecto, ¿Qué es lo
primero, la naturaleza material o el pensamiento?, la pregunta así planteada
solamente pretende ocultar la cuestión de fondo: ¿Existe Dios? Este es el
interrogante fundamental, y la respuesta para el marxismo es obvia: No. Sin
duda, desde la perspectiva marxista, la respuesta a esta pregunta fundamental,
divide los sistemas filosóficos en dos bandos: materialista y espiritualistas.
De esta manera, el marxismo coloca las cosas en su verdadero lugar.
Por otra parte, el
marxismo afirma que existen dos opciones: el marxismo científico y los sistemas
filosóficos religiosos. El marxismo es ciencia; los demás sistemas filosóficos
hacen teología ideológica. O se hace verdadera ciencia, o se hace teología, he
ahí la verdadera disyuntiva de toda la filosofía, según el paradigma marxista.
En definitiva, los
sistemas de pensamiento que niegan la existencia de cualquier entidad
trascendente, o que niegan simplemente la existencia de Dios, y afirman que las
manifestaciones llamadas espirituales son consecuencias del desarrollo de la
materia, parten de una filosofía materialista. Y quienes de cualquier forma
afirman la preexistencia del espíritu son espiritualistas. Según la tesis
marxista, los primeros son científicos; los segundos, religiosos enajenados.
Aunque parezca
repetitivo, hay que insistir en la naturaleza de esta opción materialista, no
tanto, por lo que implica para el materialismo, sino por lo que este
materialismo afirma de las demás corrientes del pensamiento que no sea
materialista. En efecto, se trata de un gigantesco esfuerzo, nunca antes
realizado de colocar todos los sistemas filosóficos dependientes del concepto
de Dios. Se reduce a toda la filosofía adversa a mitos y leyendas enajenadoras
de la conciencia del hombre.
Desde esta
perspectiva, lo no marxista, carece de valor. Lo no marxista, envenena a la
raza humana. Lo no marxista tiene que desaparecer. Lo no marxista tiene que ser
destruido en beneficio de la raza humana. La destrucción de lo diferente es el
primer paso hacia la construcción de la verdadera y única ética marxista; es
decir, el marxismo no hace pacto, destruye; se implanta la moral de mi grupo,
quien no es marxista, es el enemigo.
De hecho, tan radical
es la postura del materialismo marxista, que aún aquellos materialismos
naturalistas o vitalistas de buenas intenciones, pueden ser considerados
espiritualistas, cuando tienden a divinizar a la naturaleza, o si se prefiere,
cuando conciben a la naturaleza material con cierto grado de “conciencia
inmaterial”, como algo diferente a la conciencia del hombre.
De manera, que estos sistemas filosóficos
deben ser apartados del materialismo marxista, cuyos únicos intérpretes
verdaderos son los mismos marxistas leninistas. Es por ello, que todo sistema
filosófico diferente al materialismo dialéctico es erróneo en sí, por ser
espiritualista, no existe ni siquiera la más mínima posibilidad de que aquel
sistema que no sea marxista tenga valor como conocimiento, y siempre aquellos
que no son marxista practicarán una moral errónea, por lo tanto, tiene que ser
eliminada por el bien de la raza humana, se repite el mismo principio, lo no
marxista tiene que morir. Por esto, el mismo materialismo “ingenuo” y
mecanicista, al entender el movimiento como algo exterior al objeto, puede
dejar entrada a algo más allá anterior a la materia, como origen del
movimiento, por lo tanto resulta ser “metafísico”.
En este sentido se comprende, que dentro de la
concepción materialista, propia del marxismo, el concepto de materia es claro y
distinto: la materia es lo único que existe; por lo tanto, la conciencia es
materia. Por ser la conciencia materia en sí misma, posee la condición ontológica
que le permite leer de forma natural y objetiva la naturaleza de la realidad.
Desde la teoría del conocimiento y de la ética, resulta ser que el sujeto y el
objeto son idénticos en cuanto a su naturaleza ontológica. Y esa es la
condición que permite el conocimiento objetivo de todas las dimensiones del
hombre, incluyendo el aspecto moral.
La epistemología marxista evita desde el
principio, gracias a su punto de partida ontológico, lo que en la teoría del
conocimiento se conoce como “el problema del puente”. Ya no se trata de una
conciencia espiritual que se relaciona con un mundo material, sino de un sujeto
material en relación con un objeto material. El conocimiento es cuestión de
continuidad material entre el sujeto y el objeto, de ahí que la ética y la
moral se convierten en una ciencia objetiva.
Por lo demás, las filosofías clásicas
anteriores al marxismo partieron de la supuesta diferencia esencial entre el
sujeto y el objeto, dando prioridad a la “dignidad y superioridad” del sujeto,
de ahí que se propuso una ética basada en la superioridad “de algunos sujetos”
sobre otros que fueron considerados “objetos”.
En efecto, según el
marxismo, la cuestión del conocimiento verdadero, y con ello todas las
disciplinas filosóficas, especialmente la ética, fue enfocada erróneamente en
la supuesta diferencia de naturaleza entre el sujeto y el objeto, que el
marxismo concibe ontológicamente como una misma naturaleza. Queda claro, que el
marxismo parte de la identidad ontológica entre sujeto y objeto, unidos en una
misma y única naturaleza material del Universo. Al respecto, Kuusinen (1960),
define excelentemente el concepto de materia del marxismo, en los términos siguientes:
“El materialismo filosófico marxista entiende por materia la realidad objetiva
en todas sus variadas manifestaciones. No son sólo materia las diminutas
partículas de que están formados todos los cuerpos. Lo es el infinito números
de mundos del Universo infinito, las nubes de gas y de polvo que hay en el
cosmos; lo es nuestro sistema solar, con el sol y los planetas, lo es la Tierra
con todo cuanto en ella existe. Son también materia las radiaciones, los campos
físicos (electromagnéticos y nucleares) que transmiten de unos cuerpos y
partículas a otros y que los unen entre sí. Todo cuanto existe fuera de la
conciencia e independientemente de ella es abarcado por el concepto de ella” (p
35)
De aquí se deduce el centro de la concepción
epistemológica del marxismo. Si el sujeto y el objeto son de una misma
naturaleza ontológica; entonces, el conocimiento es el reflejo de la realidad
objetiva en la conciencia. Es decir, la materia objetiva se refleja en una
conciencia objetiva y material.
Ahora bien, la materia, desde el materialismo
dialéctico, a diferencia de los materialismos antiguos, se entiende como una
materia en constante y eterno movimiento, de aquí que el movimiento forma parte
esencial de la concepción de la materia. Sólo existe la materia en constante
movimiento. El movimiento, el cambio y el desarrollo constituyen una propiedad esencial
de la materia. De manera que la concepción de un ente esencial, o sustancia
inmóvil e inmutable no son más que viejos fantasmas del idealismo, o de
cualquier otra filosofía espiritualista.
De allí pues, que
desde el punto de vista ético y moral, no existen valores inmóviles o eternos,
impuestos por algún ente espiritual; todo valor responderá a un interés
particular de la clase dominante de turno. De hecho, utilizando el lenguaje de
la filosofía clásica, Engels (1950), afirma: “El movimiento es la forma de ser de
la materia”.
De esta manera, del
mismo modo como Aristóteles había afirmado la imposibilidad de concebir la
materia sin forma, el marxismo, transformando el concepto aristotélico de la
“forma”, parte del supuesto ontológico de la imposibilidad de concebir la
materia sin la forma, que para el marxismo, resulta ser el movimiento. Todo
ente material, en cada una de sus partículas o niveles de existencia está
dotado de movimiento, de cambio y de desarrollo. Y en el caso de la ética y de
la moral, el movimiento se concibe como proceso histórico.
El marxismo habla de
un movimiento que no se reduce al desplazamiento en el espacio; sino, que
abarca la existencia de todo el universo material. No existe el ente en reposo,
o dado de una vez para siempre; todas las cosas cambian y se desarrollan
constantemente. Lo que existe es el ser material que se desarrolla de estados
inferiores a estados superiores.
En efecto, el
marxismo asume, consecuentemente, con sus postulados materialistas, que la
diferencia entre los objetos del mundo material viene dada por la forma y no
por la naturaleza, ya que la materia es idéntica en sí misma en todas sus
manifestaciones finitas o infinitas. Y como la forma de la materia es el
movimiento, la pluralidad del ente viene dada por la pluralidad de su forma o
del movimiento en cada ente. A la diversidad del ente material corresponde la
diversidad de su forma de movimiento.
Por esto, el marxismo logra establecer “tipos”
de niveles de movimientos, para poder explicar los diferentes niveles cualitativos
del ente. Así por ejemplo, establece que el movimiento más simple de la materia
corresponde al desplazamiento mecánico de los cuerpos en el espacio. Después
colocaría a los movimientos del nivel químico de la materia; luego, el nivel de
la vida orgánica con su respectiva evolución de las especies. Y en la cumbre de
sus niveles de movimiento se encontraría el complejo movimiento de la vida
social de la humanidad.
De tal manera, que la
conducta moral se reduce a un movimiento material, no diferente en esencia al
movimiento de las olas del mar. De hecho, la ontología marxista comienza a
exhibir todo un complicado sistema de relaciones y dependencias entre los
distintos niveles de movimientos, que generan sus respectivos niveles distintos
de manifestaciones del ente. El movimiento mecánico se desarrolla y da origen a
la actividad química. La cual, aunque manteniendo propiedades del movimiento
mecánico, surge como un nivel de existencia cualitativamente diferente y
superior al mecánico. El movimiento químico se desarrolla y se transforma en
movimiento orgánico. El movimiento orgánico mantiene propiedades del movimiento
mecánico y del movimiento químico; pero es cualitativamente diferente y
superior al movimiento mecánico y al movimiento químico. Luego surge la vida
social del hombre, que mantiene propiedades del movimiento mecánico, químico y
orgánico; pero es cualitativamente diferente y superior a todos los movimientos
anteriores, pero manteniendo la identidad de naturaleza.
Ahora bien, la única manera que la materia
tiene de moverse en cualquiera de sus niveles de existencia es en un espacio y
tiempo determinado. Según el marxismo, el espacio es la forma universal de la
manifestación existencial de la materia. No hay ni puede haber ningún ente que
pueda existir fuera del espacio. Y esta relación de cualquier ente con el
espacio es inversa; no existe el espacio fuera del ente concreto y objetivo.
Por lo tanto, puede concebirse el espacio finito como un ente finito si se
ubica en una cosa finita, pero puede entenderse el espacio como infinito si se
refiere al Universo como un ente material.
Así pues, la existencia
del ente en perpetuo cambio y desarrollo, como transformación constante, no
solamente se da en un espacio determinado; sino, que transcurre según un antes
y un después. El ente situado va transcurriendo de minuto a otro minuto, de una
hora tras otra, de un día a otro, de un mes a otro, de un año a otro, de una
vida a otra, todo ente en movimiento, además de tener un espacio; tiene un
antes y un después: es temporal. Cada ente, cada fenómeno del mundo material,
cada experiencia existencial, cada evento social tiene su pasado, su presente y
su futuro. Para el marxismo, eso es el tiempo.
De ahí que lo moral es histórico, determinado
por las vicisitudes de un espacio y de un tiempo determinado. Tenemos pues, que
el tiempo y el espacio son las condiciones formales y universales de la
existencia de la materia, y de todas las manifestaciones sociales. La forma que
determina la pluralidad del ente y sus niveles de existencia es el movimiento.
Y las condiciones formales de existencia de todo ente son el espacio y el
tiempo; a su vez, tanto el movimiento, el espacio y el tiempo sólo son posibles
en el ente objetivo. Cualquier interpretación del espacio o del tiempo como
independientes del ente objetivo, o de la materia en general, deja la puerta
abierta a la metafísica idealista, y puede conducir a concepciones como la del
“Motor Inmóvil”; es decir, Dios.
De la misma manera como el espacio es finito
en el ente finito, e infinito en el Universo material; el tiempo se manifiesta
como duración temporal en el ente finito y como eternidad con relación al
Universo material. En lo esencial, el espacio y el tiempo unidos entre sí, como
forma de existencia, tanto del ente finito, como del Universo en su totalidad
material e infinita, se encuentran vinculados inseparablemente a la materia en
constante movimiento. Por lo tanto, el espacio no es un simple receptáculo
“vacío” e inmutable, de naturaleza diferente y transcendental a la materia.
De hecho, el
espiritualismo es enajenación y no puede dar razón de la verdadera naturaleza
de la realidad material del espacio. De igual modo, el tiempo no es un fluir
trascendente y extraño a la materia, como de naturaleza distinta y especial. La
filosofía espiritualista pretende presentar la naturaleza del tiempo como algo
“misterioso”, de otro mundo. Finalmente, movimiento, espacio y tiempo son las
formas intrínsecas de existencia del ente real, finito y concreto, y del
Universo en su totalidad, independientes a la conciencia del hombre, como
realidades con plenitud de objetividad y sujetas a las leyes del materialismo
dialéctico.
Evidentemente, la ontología marxista es la
base de la teoría materialista de la realidad: La dialéctica materialista se
considera como la doctrina más profunda y valiosa que jamás se haya expresado
sobre la verdadera naturaleza de la filosofía y de la ciencia en general. Toda
la historia del pensamiento anterior al marxismo se interpreta en función del
desarrollo y la posibilidad de aparición del mismo. Desde el paradigma
marxista, el proceso histórico de toda la filosofía anterior al marxismo
pertenece a los grados inferiores del pensamiento de la humanidad, cuyo sentido
siempre ha consistido en evolucionar hasta llegar a su máxima expresión: El
advenimiento del materialismo dialéctico marxista, que según la tesis marxista,
es una filosofía cualitativamente superior a todas las filosofías anteriores.
En otras palabras, según el marxismo, hemos
llegado al final de los tiempos del espiritualismo, o al principio de la
verdadera ciencia; y desde el punto de vista antropológico, al nacimiento de la
verdadera raza humana, revestida de una ética y de una moral científica y real.
En tal sentido, Otto (1960), en su “Manual del Marxismo-leninismo”, nos expone
su visión del desarrollo histórico del pensamiento de la humanidad, que dio
origen al materialismo dialéctico: “Los filósofos de la antigua Grecia llamaban
“arte de la dialéctica” al arte de determinar la verdad mediante la
controversia en la que se exponen las opiniones contradictorias de los
interlocutores. A fines del siglo XVIII y comienzo del XIX los filósofos
idealistas alemanes, Hegel, en primer término, entendieron por dialéctica el desarrollo de la idea a
través de las contradicciones reveladas en la propia idea. Hegel describió
detalladamente las formas principales del pensar dialéctico. Pero su dialéctica
partía de un criterio equivocado, idealista, según el cual el desarrollo
dialéctico era propio y exclusivo del pensar, del espíritu, de la idea, pero no
de la naturaleza. Según la expresión de Marx, la dialéctica de Hegel “se
hallaba cabeza abajo”. Para su acertada interpretación había que darle la
vuelta y ponerla de pie. Esto es lo que hicieron Marx y Engels, creando así la
dialéctica materialista y proporcionando un sentido nuevo al propio término de
‘dialéctica’. (p 63)
En este mismo orden de ideas, Rozhín (1974),
en su obra “Introducción a la sociología marxista”, insiste en la superioridad
del materialismo dialéctico, con respecto a los materialismos anteriores: “La filosofía
marxista es el materialismo filosófico acabado. El viejo materialismo pre
marxista era un materialismo incompleto, a medias. La explicación materialista
sólo se extendía a los fenómenos de la naturaleza. El materialismo metafísico
seguía siendo incapaz de explicar los fenómenos de la vida social y, en
esencia, era idealismo por su modo de concebir la historia de la sociedad. El
materialismo dialéctico superó el carácter limitado, inconsistente, unilateral,
así como la naturaleza contemplativa e idealista del viejo materialismo, que no
acertaba a comprender las condiciones de la actividad práctica revolucionaria
de los hombres ni a valorar su importancia. Gracias al materialismo dialéctico,
el materialismo filosófico se extendió por primera vez a la explicación de los
fenómenos sociales, y de esta manera, la historia y la vida social fueron
concebidas de un modo materialista” (p 23)
El materialismo
dialéctico, presenta a la dialéctica como ley fundamental de la materia, que
ofrece la visión correcta para interpretar la pluralidad de los fenómenos que
conforman la realidad del mundo, especialmente, la realidad social e histórica.
Solamente así, se puede interpretar correctamente la naturaleza de cada
fenómeno de la realidad, relacionados entre sí por nexos más o menos estables,
sujetos a leyes de la misma dialéctica. Todos los fenómenos y sus conexiones
obedecen a leyes estables. Nada está en manos del azar.
Por otra parte, el
materialismo dialéctico niega cualquier posibilidad de entrada del azar, o de cualquier
otra influencia no material como explicación de la realidad; y propone, en
consecuencia, la necesidad de las leyes de la concatenación universal de los
fenómenos. En este sentido, el materialismo dialéctico interpreta la realidad y
la conexión de los diferentes fenómenos desde algunas categorías o leyes
necesarias:
1) La relación de causa y efecto, o relación
de causalidad, en donde se denomina causa de cualquier fenómeno aquello que
originó su existencia.
2) La interacción. El concepto de causa y efecto
se presenta como la forma más simple y objetiva de la concatenación de los
fenómenos de la naturaleza. Pero no es suficiente para explicar todo el
proceso. La relación de causa y efecto sólo puede ser concebida dentro del
marco más amplio de la interacción, en donde la relación de causa y efecto es
más dinámica y pueden intercambiar los papeles según los procesos particulares.
Es decir, no siempre la relación se presenta en forma lineal, de la causa al
efecto, sino que puede influirse mutuamente y pueden cambiar de lugares. Dentro
de la totalidad dinámica y dialéctica, todo efecto puede convertirse a la vez
en causa de otros efectos.
3) Necesidad y Ley. Si la realidad está sujeta
a la causalidad, se desprende que la relación entre los fenómenos se rige por
la necesidad, entendida como el desarrollo de un efecto, luego de haberse
producido la causa del mismo. De la misma manera, se entiende como Ley, la
relación o dependencia profunda y constante entre los fenómenos y sus
causalidades.
4) Cambios cuantitativos y cualitativos en la
naturaleza. El conjunto de rasgos y propiedades esenciales que hacen de un
fenómeno lo que es y lo diferencian de los demás fenómenos, componen su
calidad. Todas las cosas poseen la categoría de la cantidad, que se refiere al
conjunto de caracteres que determinan la calidad específica y propia de cada
objeto. En cada objeto existe una relación de dependencia entre la calidad que
lo especifica y diferencia de los demás objetos; y la cantidad de propiedades y
caracteres que determinan su calidad específica y concreta.
5) Pasos de los
cambios cuantitativos a cualitativos: Los cambios cuantitativos suelen ser en
los entes concretos, más o menos graduales, estos cambios cuantitativos son
constantes y nunca se detienen, y llegado el momento crucial, producen cambios
cualitativos en los objetos. Entonces, se dice que la cantidad produce una
nueva calidad en los objetos.
6) “El salto”,
consiste en el momento preciso y crucial en el desarrollo dialéctico de la
materia, en que el cambio cuantitativo produce una nueva calidad.
7) “La bifurcación”
presenta la lucha de contrarios como fuente principal del desarrollo dialéctico
de la realidad. Visto de esta forma, para el marxismo, la unidad y lucha de
contrarios se convierte en la fuerza motriz que explica la naturaleza del
desarrollo dialéctico de la realidad. Se entiende por contradicción dialéctica,
la existencia de un fenómeno de aspectos contrarios, que se excluyen
mutuamente, pero que al mismo tiempo coexisten en unidad y se presuponen dentro
del mismo fenómeno o proceso en relación recíproca, que se manifiesta en la
lucha de contrarios.
Todo desarrollo consiste en que en todo
momento, la cosa es idéntica y a la vez no es idéntica en “esencia” a sí misma,
sino que su ser es en desarrollo dialéctico, en donde la lucha de contrarios
produce los cambios cuantitativos hasta producir “el salto” hacia una nueva
calidad, en donde aparece un objeto radicalmente distinto al anterior, pero que
mantiene en su nueva calidad aspectos cuantitativos positivos de los elementos
en antigua contradicción. Y en este nuevo objeto, producto de la “síntesis”
nace la nueva contradicción, o “la negación de la negación”, y así continua el
desarrollo dialéctico de la totalidad de la materia en cada una de sus
manifestaciones concretas.
Entonces, ¿cómo se entiende el proceso del
conocimiento desde el materialismo dialéctico? Como consecuencia lógica de su
materialismo, se defiende la tesis de la unidad ontológica entre la conciencia
y la realidad, como pertenecientes al Universo material, y por lo tanto,
sujetos a las mismas leyes generales de la dialéctica materialista. Al existir
unidad ontológica en la naturaleza de la conciencia y del mundo objetivo, se
elimina “el problema del puente”, ya que no existe dualidad entre el
pensamiento y la materia.
Sin embargo, existe
una diferencia en cuanto a la calidad entre la conciencia y los objetos de la realidad,
en donde la conciencia se manifiesta, en cuanto a conocimiento, como reflejo de
la realidad. Es decir, primero es la realidad, y gracias al proceso sensitivo
la conciencia se hace reflejo de la realidad, copia fiel de la realidad.
Spirkin (1975), en su libro, “Materialismo dialéctico y lógica dialéctica”,
presenta la naturaleza “refleja” de la conciencia: “El materialismo dialéctico
parte del hecho de que el conocimiento es un reflejo del mundo en la conciencia
del hombre, inseparable del cambio del objeto de conocimiento en el curso de la
práctica social. Momentos iníciales de la teoría del conocimiento del
materialismo dialéctico son la resolución materialista del problema de las
relaciones entre el pensar y ser y el reconocimiento como base del proceso del
conocimiento de la práctica social, la cual es la interacción del hombre con el
mundo que le rodea a través de las relaciones de los hombres unos con otros en
las condiciones históricas concretas de la vida social. El tipo fundamental de
práctica es la actividad productiva de los hombres, encaminada a la
reproducción del proceso material de su vida. La práctica es base de la
formación y desarrollo del conocimiento en todos sus grados, fuente del saber,
estímulo fundamental y meta de conocimiento, criterio de la verdad de los
resultados del proceso de conocimiento” (p 41)
Por lo tanto, la praxis permite el proceso
dialéctico del conocimiento en la conciencia, y fundamenta las opciones éticas
y morales dentro de un espacio histórico concreto. En este sentido se
comprende, que en el trabajo es donde el hombre se hace a sí mismo como calidad
distinta del resto de los seres vivos. Kosik (1984), presenta el papel
antropológico, ético y ontológico de la praxis: “La problemática de la praxis
en la filosofía materialista no se basa en la distinción de dos esferas de la
actividad humana, o en una tipología de las posibles y universales
intencionalidades del hombre, ni tampoco surge de la forma histórica de
relación práctica con la naturaleza y con los hombres como objetos
manipulables, sino que se plantea como respuesta filosófica a esta cuestión
filosófica; ¿quién es el hombre, qué es la realidad, y cómo se crea esta
realidad? El concepto de la práctica, la realidad humano-social se presenta
como lo opuesto al ser dado, es decir, como aquello que forma al ser humano a
la vez que es forma específica de él. La praxis es la esfera del ser humano. Se
ha puesto de relieve el verdadero carácter de la creación humana como realidad
ontológica. La existencia no sólo “se enriquece” con la obra humana, sino que
es ella y en la creación del hombre –como en un proceso ontocreador- se
manifiesta la realidad, y en cierto modo se produce el acceso a ésta. En la
praxis humana acontece algo esencial, que no es un mero símbolo de otra cosa,
sino que posee en sí su propia verdad y tiene, al mismo tiempo, una importancia
ontológica”. (p 240)
Por esto, gracias al trabajo el hombre se hace
una realidad ontológica. La praxis se convierte en el criterio de
correspondencia entre el conocimiento de la conciencia, las relaciones
interpersonales y la realidad. Así pues, la verdadera ciencia se hace en la
práctica de la ciencia. La verdad social se construye en la práctica social,
todo el conocimiento humano, incluyendo el arte, la ética y la moral, surge de
la actividad creadora del hombre, que nace de la actividad concreta. No sólo el
conocimiento es fruto de la relación del hombre con el medio a través de la
praxis, sino, que el mismo ser del hombre es formado en el proceso del trabajo
concreto.
De esta manera, estableciendo que el hombre se
hace a sí mismo a través de la praxis laboral, se deduce que el factor laboral
condiciona la historia de la humanidad. En otras palabras las relaciones
laborales, que se manifiestan en los diferentes modos de producción, y modo de
propiedad sobre los medios de producción determinan el estado estructural de la
sociedad en un momento y espacio determinado de su desarrollo histórico.
De hecho, este
desarrollo histórico, se da según las leyes de la dialéctica, pero aplicadas a
la historia de la sociedad, que está determinada por la forma de producción y
por su modo de propiedad de los medios de producción. En la sociedad actual los
medios de producción están en manos del capital, que a su vez pertenece a una
clase social minoritaria, llamada burguesía, o capitalistas, quienes son los
dueños del capital y de los medios de producción.
De esta manera,
surgen dos clases, los dueños y dominantes, llamados burgueses, y los
trabajadores, llamados proletariados. El actual modelo capitalista favorece a
unos pocos, y lleva a la marginalidad a la gran mayoría de proletariados. Según
la tesis marxista, la revolución consiste en cambiar la estructura social, en
donde ya no existan capitalistas y obreros, sino la comunidad de iguales; para
lo cual se hace necesaria acabar con el actual modo de propiedad capitalista de
los medios de producción, y crear el socialismo que consistiría en primer
orden, en colocar en manos del pueblo la propiedad de los medios de producción;
es decir, la industria no sería de un solo dueño, sino de todos sus obreros,
los medios de producción serían de quienes los trabajen, y todo esto bajo la
coordinación del Estado, que estaría compuesto por los verdaderos
representantes del pueblo.
En lo esencial, el
proceso de revolución en donde hay que acabar con el sistema capitalista de la
estructura social actual, determina los criterios éticos de la moral
revolucionaria propuesta por el marxismo. Sin duda, la lógica de la ética
marxista es cruda y fatal; todo aquellos que favorezca la destrucción del
sistema capitalista es revolucionario, y en consecuencia, desde lo moral, sería
lo bueno. Y todo aquello que retarde la destrucción del capitalismo es contra
la revolución, y moralmente, considerado como lo malo. La ética del marxismo no
entiende de diálogo, ni de encuentro, ni de compartir, ni de pluralidad. Desde
el marxismo, todo aquel que sea diferente pertenece al pasado, y consciente o
inconscientemente, desde el aspecto político ayuda al estado capitalista, por
lo tanto no existen inocentes, todo aquel que no sea marxista es culpable, es
malo, es el enemigo..., y al enemigo, ni agua.
En definitiva, la ética del marxismo es la
moral de su revolución, que consiste en la destrucción del capitalismo y de
todo aquello que impida la construcción del estado socialista y del
advenimiento del comunismo, como última etapa de la historia.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Kosik
K. (1984). Dialéctica de lo concreto. México: Ed. Grijalbo
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sociología marxista. Caracas. Venezuela: Ed. UCV.
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K. (1960). Manual del marxismo-leninismo. México: Ed. Grijalbo.
Rozhin, V. (1974). Introducción a la
sociología marxista. México: Ed. Cultura popular.
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Grijalbo.
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