LOS LIRIOS DEL MAR
I
1
Atiende,
son las diez y la niña no ha llegado.
Vidrios rotos en mis
manos, el reloj, sus libros,
gotas de sangre en el
auto, un zapato en el agua,
la lluvia enfurecida
cae sobre mi rostro.
Cerca de la playa,
entre las palmeras y el mar,
miles de gaviotas
huyen de la oscuridad.
2
La traen en la
camilla, todos corren, gritan,
trato de verla, se la
llevan, cierran las puertas.
Los vecinos llegan y
no saben qué decir,
algunos caminan en
círculos y se sientan.
Se derrumban los
faroles de mi antiguo muelle,
y no existe mayor
tristeza que verla así,
sus ojos cerrados,
como alondra que se duerme.
El teléfono sigue
colgado en la pared.
3
Las señoras rezan,
alguien me ofrece café,
la brisa abre y
cierra las ventanas sin cesar.
Las ruedas de las
camillas siguen en mi mente,
el viento borra los
pasos de las enfermeras.
El rumor de
oraciones, me invitan a rezar,
súplicas inútiles de
viejas que se mueren,
el silencio opaco
toca mi sombra, eso es todo,
sin rosas brillantes,
sin voces mágicas, nada,
mujeres vestidas de
negro, anuncio de muerte.
4
De verdad, quiero
estar a su lado y despertarla,
ya basta de tantas
plegarias, me vuelven loco,
esa luz al final del
pasillo, ¿podré entrar?,
la comadre me toma de
la mano, me mira,
dice cosas, no
entiendo ni una sola palabra,
la enfermera abre la
puerta, habla con las señoras,
mi esposa llora y se
cubre el rostro con las manos,
“¿usted es el
padre?”, me entrega un bolso rosado,
me siento, miro la
luz, saco las fotos, rezo.
5
Sin
colores, como una muñeca de papel,
como barca sin puerto
abandonada en la arena.
La noche no se
detiene, tres horas y nada,
siguen llegando
vecinos, algunos amigos,
de pronto, un doctor
abre la puerta, dice cosas,
el doctor pasa a mi
lado, veo los dos guantes,
se da cuenta, me
mira, “está viva de milagro”,
“ya perdió mucha
sangre”, “está viva de milagro”.
6
Los ritos sagrados y
eternos en cada gesto,
qué se puede decir a
la madre en estos casos,
“no se me angustie
comadre”, “usted siga rezando”
“todo va a salir
bien”, “con fe, lo malo termina”.
Colocan en mi
bolsillo un rostro iluminado,
mi alma se dobla como
el árbol en la colina,
mi hija está muy
sola, por favor, déjenme verla,
sé que está dormida,
asustada, déjenme verla.
7
Dejaron en mi silla
un rosario de madera,
la tímida luz dibuja
una imagen sagrada,
todo mi ser
agoniza, es un dolor humano.
Te llevaremos a la
casa, a tu cuarto azul,
y te vamos a cuidar
mucho, ya verás Hija,
todavía tengo los
libros, los de las Hadas,
leeré los cuentos mágicos, ya verás Hija.
8
Desaparecen todas las
formas, nada importa.
No quiero besar
horribles figuras de trapo,
y repetir miles de
veces, “ya está mejor”,
se abrazan con
tristeza, se sientan, y se callan,
caminan, preguntan,
hablan de Dios, de los santos,
el mundo está hecho
de piedras y gruesas espinas,
renuncio a la magia
de esos duendes que no existen.
9
Lanzaré las horribles
plegarias al abismo,
la tormenta toca mis
delirios, mi dolor,
“si tienes fe,
surcarás los cielos y los mares”,
“repite: si se puede,
si se puede”, ¡ya basta!,
ni el poder de la
mente, ni las varitas mágicas,
ni espadas de fuego
sobre las nubes doradas,
haré una fogata en la
playa con esos libros.
10
Soy el tronco
calcinado que flota a la deriva,
una estampa perdida
que ya pocos recuerdan.
Noche de visiones inquietas
que nada importan,
llegan frases
pasajeras que jamás terminan,
blancos corceles caen
al abismo sin fin,
eternas pesadillas,
la misma soledad.
II
11
El
sol en su mirada, los veleros se acercan,
el
extraño perfume del mar entra a su cuarto.
De
dónde habrá salido esa pequeña tortuga,
ah,
se llama “piedrita”, se la trajo un amigo.
Esa
luz de luna oscura se ha quedado en mí,
sus
amigos aplauden, cantan, no sé la letra,
llueve
como nunca, el horizonte es tan gris.
12
El
canto místico del sol llega a mi ventana,
rumores
de sirenas me acechan cada noche.
Una
extraña rutina carcome mi existencia,
desde
la azotea las nubes se ven cercanas,
un
pequeño salto, la arena, mi rostro, el mar,
las
garzas se esconden en los tejados más altos,
el
canto de las sirenas, las cuatros paredes.
Sólo
estoy cansado, no habrá salto, no esta vez.
13
Alguien
arroja botellas a la papelera,
me
regalan varias estampas, “rece con fe”,
guardo
las imágenes debajo de mi almohada,
una
luz a lo lejos, las aves que regresan.
No
pediré nada a ningún rostro de papel,
no
cantaré los himnos gloriosos a mi tristeza,
la
amargura perfora mi piel, llega el ocaso.
14
Ya
no somos los mismos, estoy cansado, triste,
las
flores del jardín se marchitan en verano,
el
calor me consume, mi hija habla, yo la miro,
le
regalo una estampa, cierra los ojos, reza.
Mi
hija sólo habla de sus viajes, de cielos lejanos,
habla
de un mañana hermoso, ”ya verás papá”,
el
mundo se ilumina en sus mágicas visiones,
sigue
soñando con hadas y bellas princesas,
mi
mundo es pesado, oscuro, no puedo soñar.
15
El
viento arroja cabellos blancos al jardín,
el
polvo en los muebles, cuatro arañas asustadas,
sé
que no duerme, sus temores caen al piso,
siento
el dolor, sus plegarias, su debilidad,
llora
de noche, cuando todos duermen, lo sé.
Haré
un té de manzanilla, tibio, poca azúcar,
está
cansada, sin fuerzas, no puede dormir.
16
La
imagen del mar desaparece en el espejo,
cada
tarde las gaviotas devoran insectos,
mientras
los restos se desvanecen bajo el sol,
ya
comienza la voraz desolación del verano.
La
extraña tristeza de una sombra racional
se
ha quedado en cada mirada, en cada silencio.
La
música se detiene cerca de mis sueños,
mis
pasos desaparecen como rosas muertas,
la
oscuridad cruza la puerta y dice mi
nombre.
17
Otra
vez “yo tengo fe que todo cambiará”,
las
naves peligran, las fortalezas se quiebran,
ese
canto, “que triunfará por siempre el amor”.
Las
noches se hacen largas, demasiado silencio,
canciones
inútiles, vendí todos mis libros.
No
brilla el agua fresca entre las piedras azules,
la
luna me sonríe, yo no puedo mirarla,
yo
vivo bajo cuatro paredes que se apagan.
18
Estoy
distante, como el maniquí de la tienda,
el
pobre estaba débil, con sus ojos abiertos,
nunca
es bueno sentirse así, en el fondo sin fin,
bajo
la terrible soledad de los abismos,
como
las aves muertas en sus nidos de invierno.
Dos
años y el tiempo sigue dejando pedazos,
ya
ni siquiera sentimos aquellas tristezas,
“cada
día mejor”, “bien, alegre como siempre”.
Las
gotas caen, una, dos, el vaso se rompe.
19
Hay
tristezas que no digo, barcos que se alejan,
miradas
que se hundirán como crueles espinas,
las
grietas crecen y no se borrarán jamás,
demasiadas
sombras guardadas bajo las piedras.
“No
sé cómo decirle”, “tranquila, Ella lo sabe”,
todos
lo saben, las estrellas, la luna, el mar,
si
hasta los lirios duermen muy tristes esta noche.
20
Sin
Ellos, el borde de la taza es diferente,
estaré
frente a la ventana día tras día,
esperaré
el breve canto de las golondrinas.
Mañana
estarán lejos, yo lavaré los platos,
limpiaré
la mesa, apagaré todas las luces,
me
quedaré sentado en el rincón, como siempre.
21
Pronto
serán dos gaviotas en el horizonte.
¡Bendición,
mamá! ¡Dios te bendiga, hija de mi alma!
Así
de simple, se fueron al atardecer.
Manchas
de café en el piso, polvo en los rincones,
vasos
sucios sobre la mesa, las moscas muertas,
el
jabón en mis manos, la noche en la ventana,
están
demasiado lejos, ya nada es igual.
22
Caen
las gotas de lluvia en los mismos cristales,
mi
sombra solitaria se refleja en el patio,
suenan
lejanas las dulces campanas del mar,
esas ganas de llorar que simplemente llegan,
prometí
ser fuerte, mejor lavaré mi cara.
Todavía
están sus cosas dentro de una caja,
nuestro
viejo muelle, Dios, el tiempo cómo pasa.
23
Hago
café, la mesa se ve distinta, sola,
coloco
dos vasos y las dos sillas que faltan,
todo
parece normal, como antes, qué locura,
sobran
dos vasos, dos platos, guardo las dos sillas.
la
tormenta vino de lejos, así de pronto,
no
puedo creer en milagros, todo es mentira.
III
24
En
los ojos del animal el terror desnudo,
uno
de los muchachos lanzó a la pobre rana
por
encima de los árboles, y eso fue todo.
“Señores,
buenos días, disculpen que les robe
un
minuto de su tiempo, mi hija está muy enferma”.
No
hay brisa que no me toque, me siento pesado,
es
como caminar sobre un puente de cristal,
las
miradas me persiguen y me hundo en la calle,
el
agua sucia entre mis dedos, ya nada importa.
Por
qué no puedo olvidar el vuelo de la rana.
25
Tengo
miedo de perder las monedas pequeñas,
los
zapatos viejos, sin anhelos, dos camisas,
regresan
las gaviotas a dormir a sus nidos,
mis
manos en los bolsillos, las ventanas rotas.
Mi
hija canta los nuevos salmos con sus amigos,
hay
voces secretas que se quedan en el aire,
el
agua deja rastros profundos en la arena.
Dios,
sólo me falta la botella de licor.
26
Mi
hija no sabe nada de mis zapatos sucios,
que
nadie le cuente del mendigo de la calle,
hablaré
de mis batallas, de mis grandes logros,
que
nunca se entere de mis penas y fracasos.
Camino
sobre los pájaros y las hormigas,
hoy
regaré las flores del jardín como siempre,
soporto
la fría indiferencia de la calle,
y
no quiero esconderme bajo el libro sagrado.
27
Vuelan
las golondrinas bajo la lluvia fría,
y
son hermosas las partículas en el cielo.
La
silla de ruedas sobre la espuma del mar,
mi
hija besa una flor y brilla todo el jardín,
yo
sólo veo una silla de ruedas sin brillo.
“Papá,
mírame, salí del cuarto”, me abrazó,
su
voz se eleva sobre las olas más intensas,
como
el vuelo del águila en la cima del cielo.
28
Quiero
arrojar la silla al otro lado del mar,
donde
el viento azota sin piedad las ilusiones,
y
las piedras del orgullo duermen en silencio.
El
café se derrama sobre viejos versículos,
soy
el globo que se esconde rodeado de espinas,
temo
caer cuando todos hablan de esperanzas,
me
duelen las rodillas, será fría la noche.
IV
29
Ella
suspira sobre los ríos y los mares,
y
los senderos se hacen inmensos en sus
sueños,
esa
luz especial llena mi copa olvidada.
No
he dormido, los rostros dan vueltas en mi mente,
los
recuerdos llegan y se van dejando voces,
mientras
el silencio amargo de la Casa Grande,
clava
sus imágenes en cada pensamiento,
me
cubriré de esas promesas imaginarias,
el
jardín está callado, pronto nos iremos.
30
Se
levanta de la silla, está de pies, nos mira,
sus
manos firmes, la mirada fija, lo intenta,
un
paso, y la luna deja suaves pinceladas.
La
marea cubre las rosas de azul intenso,
las
blancas estrellas de la noche están aquí,
mi
hija camina, las verdes espinas se rompen,
el
fuego surge de las rosas, piedras y lirios,
la
primavera florece por primera vez,
camina
hacia mí, ¡papá, mira, estoy caminando!
31
Las
hojas caen al piso y parecen dormidas,
un
templo se desvanece bajo sombras muertas,
historias,
recuerdos, venderé la Casa Grande.
Llegan
las cálidas noches colmadas de vida,
la
abuela y sus leyendas, las tiernas aventuras,
¡otra
vez con ese cuento abuela, ya lo dijo!,
Ella,
sin más, los contaba con tanto cariño,
y
de verdad nos divertíamos con sus cosas.
Ya
están calladas las golondrinas esta tarde.
32
Se
han vuelto cercanos los barcos en mis pupilas,
“todo
salió bien”, “pronto la verán caminar”,
necesito
dormir y despertar sin temores,
las
flores más hermosas crecen en las
montañas,
las
suaves melodías de las olas se alejan.
Mi
hija deja el ancla en la oscuridad de la arena,
se
ha dormido de tanto mirar el horizonte,
yo
firmo papeles, adiós a la Casa Grande.
33
La
casa hermosa, donde siempre vivió la abuela,
la
casa donde crecían los lirios azules,
¡viejo,
anda a barrer el patio!, el abuelo callaba,
barría
las hojas, se sentaba, así vivió.
La
mujer que ayudaba a mi madre, ¿estará viva?,
era
delgada, cómo se llamaba, ¡Catira!,
mañana
me iré, por Dios, ese no era su nombre.
34
El
café sin sabor, siento el mareo, el absurdo,
tendré
que sonreír y hablar de nuevos proyectos,
estoy
algo opaco, como esos espejos redondos,
de
los que se dejan olvidados en las cajas,
quiero
caminar sobre la hierba húmeda y fría,
llega
el vacío, tomaré el café sin azúcar.
El
viento áspero viene de lejos y se queda,
ni
la tormenta, ni el dolor, ni la suave brisa,
ninguna
de estas pesadillas terminará.
35
Cerré
la puerta, llega el camión de la mudanza,
un
manojo de llaves grises entre mis manos,
los
postes sonámbulos y encorvados nos miran,
la
vida se hace más vieja esta noche, llegamos,
¡Irma
Cristina!, qué habrá sido de esa señora.
Voy
sentado en la parte trasera del camión,
la
playa se va alejando, se cierran las puertas,
los
perros ladran, no siento el vaivén de las olas,
el
viento frío de la noche seca mi rostro.
36
Apartamento
“tipo estudio”, aquí todo es blanco,
la
mesa de plástico, las sillas solitarias,
colocaré
todos los espejos en el baño.
Pensamientos
fugitivos caen al abismo,
como
cualquier amanecer de sábanas blancas,
la
canción efímera del viento entre las nubes,
la
lluvia fugaz, el silencio amable, compasivo,
todo
podría ser más sencillo, sin recuerdos,
ya
no soporto la soledad de estas paredes.
37
Se
irá, lo sé, mi hija partirá pronto, y me alegro,
tal
vez, cenaré con ellos antes de morir.
Quizás
no pueda vivir sin aves en el cielo,
sin
escuchar ruidos extraños en la cocina,
y
bajar en silencio, “las ventanas abiertas”.
Ellos
nunca dejarán de vivir a mi lado,
llegaré
con la tarde, y me estarán esperando,
será
en verano, cuando el sol esté en lo más alto.
38
Mi
hija habla de planes, de la madre, del hermano,
Ella
cree que habla con un capitán valiente,
no
puede ver mis ojos enfermos y cansados,
me
habla de los mapas, del cofre y de los tesoros.
Se
imagina una casa nueva, sin flores secas,
ni
lirios en el suelo, las aves cantarían,
habría
una mesa, muchas sillas, y una abuela.
Apago
las luces, no habrá viaje para mí.
39
Siento
la lejanía del mar, tengo tristezas,
todo
llega, la blanca espuma sobre la playa,
verdes
palmeras abrazadas en la otra orilla,
el
agua en mi rostro, estrellas, la nada sin fin,
rumores
tibios y lejanos en la ventana,
cuando
se duerman las voces, me volveré loco.
Claro,
ahora debo fingir, dibujar el cielo,
decir,
“hasta luego hija, yo iré pronto, no llores”,
el
aire es oscuro, sin lágrimas, ni emociones,
así,
como el agua del mar que viene y se va.
40
Un
boleto en las manos, la maleta de ruedas,
sus
lentes opacos, hace frío, sin tristezas.
Ella
siempre habla, abraza, llora, ya están llamando,
se
vuelve a despedir, la mañana queda inerte.
¡Bendición,
papá!, ¡Dios te bendiga, hija de mi alma!
Aves
marinas giran entre las luces blancas,
parece
un amanecer cualquiera, miro el cielo,
una
alondra se detiene y se deja llevar,
me
siento en el banco de plaza, no sé qué hacer.
41
Ellos
esperan que yo corte el pastel de fresa,
y
cuente las historias que narraba la abuela.
Sobre
una rama agoniza un lirio abandonado.
Todo
viene a mi mente, el abuelo nos miraba,
éramos
niños, la caña de pescar, la luna,
mi
abuela nunca vino, esas eran cosas de hombres.
El mar es
inmenso, ¡qué soledad!, pienso en ellos.
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